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[ 41 ]

Esa mañana (tarde) fue muy difícil despertar.

Demasiado para Spreen. Pues, dormirse a las cinco de la mañana no era muy saludable después de todo. Apenas pudo descansar cuando escuchó la alarma de su teléfono, y con unos cuantos toqueteos a la mesa de luz la apagó para después removerse con un gruñido en la cama y abrazar fuertemente la almohada a su lado.

Aunque no era una almohada.

Porque las almohadas no se quejan medio dormidos. Y ante esa revelación, Spreen comenzó a abrir sus pesados ojos lentamente hasta enfocar su vista en la persona que tenía al lado suyo.

Roier estaba durmiendo muy plácidamente entre sus brazos, los cuales de un tirón alejó.
No sabía cómo es que habían terminado durmiendo tan juntos cuando la cama era enorme pero por alguna razón el actor se había apropiado de todo su espacio.

Sí... No volvería a dormir allí.

Al menos agradecía a todos los dioses por no haber tenido otro sueño comprometedor sino esa situación sería aún más incómoda.

Cuando se deshizo de las mantas y estuvo a punto de levantarse de la cama, escuchó como Roier volvía a quejarse entre sueños.
El menor giró en la cama y se aferró al cuerpo ajeno sin permitirle que se levante.

Spreen suspiró. No podía culparlo si lo estaba haciendo inconscientemente.

Mucho menos luego de que escuchó sus murmullos somnolientos.

— No te vayas... —El más joven apretó el agarre de sus manos en la ropa de Spreen arrugandola en el proceso.— No me dejes...

Mierda.

¿Qué podía hacer Spreen al respecto? ¿Empujarlo sin un poco de empatía?

Pues no. No lo hizo.

Tomó una larga bocanada de aire y relajó su cuerpo para que Roier pudiera descansar sin problema. Cómo si él fuera solo una almohada para agarrar.

Aunque el contacto físico no le molestaba tanto. No mientras Roier estaba totalmente ajeno a la situación. Pero había algo que lo tenía preocupado.

Y ese algo era el hecho de que estaba comenzando a ceder más fácilmente ante él.

Eso no estaba bien.

Spreen debía mantenerse firme y no dejar que los muros que él mismo había puesto entre ambos se desvanecieran.
Pero a veces... En situaciones como esas...

No podía evitar sentir que todo estaba bien. Aunque solo sean unos minutos.

Spreen tenía su mirada puesta en la pintura cálida de la pared de aquella habitación, así que por unos segundos decidió bajarla hacia el rostro de Roier.

El chico se veía tan tranquilo. El semblante relajado demostraba tanta paz y comodidad, como si nadie pudiera lastimarlo estando allí apoyado en el pecho de Spreen. Como si estuviera en dónde debía estar.

Tanto así que contagió ese sentimiento al mayor, el cual pensó que estaba en el lugar indicado.

De repente y sin dudarlo elevó su mano para acercarla con cuidado al castaño cabello de Roier que se colaba sobre su frente, escondiendo también sus párpados. Y lo apartó de la forma más delicada posible para no despertarlo.

Al darse cuenta de esto, alejó su mano y la apretó en un puño mientras desviaba la mirada.

Realmente estaba enloqueciendo.

Roier era atractivo, eso no lo podía negar. Pero tenía una personalidad muy diferente. Y además no conocía mucho sobre él y su pasado más que tenía una rara maldición, por ende había vivido muchas situaciones horribles culpa de eso.

No lo conocía lo suficiente como para decir que le gustaba o algo.

Y Spreen creía firmemente que para enamorarse de alguien primero había que conocerse bien. Sino ese amor se vuelve superficial.

Pero también... Roier lo hacía sentirse especial. Aunque no debería.
Porque Roier era cariñoso y atento con todos. Ese era su modus operandi.

"Pero él quiso estar solo con vos." Le recordó su mente cuando la familia del actor intentó quedarse con él luego del incidente pero el chico se negó.

Diciendo que quería ir a casa con Spreen.

¿Y era malo sentirse bien con eso? ¿Sentir que era el lugar seguro de alguien?

Pues... un poco.

Spreen raramente recuerda cuando fue la última vez que consoló a alguien y está seguro que fue con Robleis. Ni siquiera con su última ex pareja.

Pero de repente todo era diferente con Roier. Y sería una completa mentira si dijera que eso no lo asustaba un poco.
Por eso mismo, lentamente se deshizo del agarre ajeno y reemplazó su espacio con una almohada para que la pudiera abrazar en su lugar.

Spreen solo seguía sumando excusas para no aceptar lo que realmente estaba pasando ahí.

~ • ~

Cuando Roier despertó, se dedicó a bostezar, frotarse los ojos y girar en la cama en busca de su Manager.

Pero al no encontrarlo, rápidamente se sentó en medio de la misma observando la habitación.

No estaba allí.

¿Cuando se había ido? ¿Dónde se había ido? ¿Por qué se había ido?

Roier culpaba a su sueño pesado por no haberse dado cuenta de cuando el chico lo abandonó. Quizás, por la incomodidad había regresado a su propio cuarto.

Era lo más obvio.

Pero mientras se acercaba al borde de la cama para finalmente levantarse, un pensamiento lo tomó desprevenido.

¿Y si se había ido a buscar a Quackity?

No, no sería capaz... ¿O sí?

Fue extraordinaria la velocidad con la que se puso de pie y salió corriendo de la habitación para ir a la del mayor, encontrándose con que también estaba vacía.

Luego se fijó en el baño pero la puerta de allí ya estaba abierta y al principio no notó el vapor que quedaba en el lugar.

Por último se dirigió a la cocina y antes de entrar por el umbral tropezó con sus propios pies provocando que se sostuviera del mismo, evitando que cayera de cara al suelo.
Entonces levantó su mirada.

Y dios mío, hubiese querido parar el tiempo allí.

Spreen se encontraba a unos pasos preparando dos tazas de café, algo muy común y habitual. De no ser porque tenía el cabello húmedo y por primera vez atado en una coleta baja. Algo que Roier apenas había descubierto que le quedaba muy bien.

Pero no solo eso. Había muy pocas veces dónde Spreen usaba camisetas sin mangas y hoy era una de esas veces.

Spreen estaba usando una musculosa negra, casi pegada al cuerpo, que dejaba ver desde sus hombros hasta sus antebrazos.

Incluyendo sus fuertes bíceps que brillaban por la humedad que aún quedaba en su piel. Donde la mirada de Roier se clavó sin remedio.

Le agradecía a Dios por tal gloriosa imagen y también lo maldecía por jugar con su autocontrol porque Roier quería tocar. Necesitaba hacerlo.

Pero aún mantenía un poco de cordura como para recordar que Spreen solo le había pedido una cosa y debía respetarla.

El susodicho giró su rostro cuando la intensa mirada ajena fue muy obvia y arrugó el entrecejo con duda antes de acercarse al actor con una taza de café.

— Buenos días...

Saludó dudosamente a Roier que seguía en un estado de hipnotización.

—... Ajá.

— ¿Te pasa algo?

Preguntó ante la corta y confusa respuesta. Y eso despertó a Roier que inmediatamente desvió su mirada con pena.

— ¡No! Sí, digo no. Me siento de maravilla. ¿Qué te hace pensar eso?

Mintió mostrando una tonta sonrisa e intentando apoyarse en la encimera de mármol pero falló en el proceso al calcular mal la distancia. Su mano no llegó a la encimera así que siguió de largo casi cayendo al suelo.

Pero antes de que acabara con un gran golpe, la mano derecha de Spreen fue más rápida envolviendo el torso ajeno para evitar su inminente caída mientras que la izquierda aún sostenía la taza de café sin ningún problema.

Roier realmente no estaba en su mejor momento. Y menos ahora que tenía su propia mano apoyada en el bícep de su Manager mientras que éste lo sostenía por la cintura.

"Oh dios, oh dios, oh dios, oh-"

¿Podés dejar de atentar contra vos mismo? —Lo reprendió el mayor mientras lo ayuda a recuperar el equilibrio.— Roier, te juro que estoy pensando en encerrarte en una jaula por tu bien.

Roier no contestó. Aún seguía agobiado por tantas sensaciones.

Y por bíceps.

Así que Spreen rodó los ojos y volvió a acercarle la taza.

— Tomalo antes de que empiece a buscar alguna jaula de tu tamaño.

— Sí, sí. Perdón...

Roier aceptó el café y ambos tomaron asiento uno delante del otro en la pequeña mesa de la cocina.

Y fue ahí cuando Roier puso su atención en algo más que solo músculos. Él ya lo había notado pero nuevamente volvía a ver las diversas cicatrices en los brazos ajenos.

Y no, no hablaba en unas en especial. Sino de cicatrices variadas, todas distintas, de diferentes tamaños y tiempo. Porque algunas se veían más viejas mientras que otras pudieron pasar solo hace unos años atrás.

Entre esas se encontraba una gran mancha roja en su antebrazo provocada por el incidente con el ácido.

Roier hizo una mueca al recordar eso. Pero aún así tenía curiosidad por las demás.

Y no lo pensó bien antes de preguntarlo.

— Oye, Spreen.

Llamó al mayor quién levantó su mirada de la pantalla de su celular.

— ¿Mm?

— Quería preguntarte algo...

— ¿Qué cosa?

Roier tamborileó sus dedos de forma nerviosa sobre la taza caliente antes de lanzar la cuestión.

— Yo, bueno, he notado que... tienes muchas cicatrices y quería saber a qué se debe...

La voz del actor fue disminuyendo a la vez que veía como el relajado semblante del más alto cambiaba a uno más serio.

Entonces Spreen volvió su vista al teléfono.

— No tiene importancia.

Respondió de la forma más calmada posible sin dar mucha información.

Pero a Roier no se le escapó la manera en la que su mandíbula se apretaba.

Quizás eso tenía más importancia de la que aparentaba.

Roier no tendría que indagar en el tema ante esa obvia reacción negativa.

Pero...

— Si necesitas hablar sobre algo en especial sabes que siempre puedes hablarlo conmigo.

Al escucharlo, Spreen se tensó más que antes.

— No es necesario hablar sobre eso.

— Está bien, solo era una sugerencia.

Spreen parecía ligeramente molesto así que lo mejor sería no molestarlo.

Pero...

—... Spreen, ¿Alguien te hizo daño?

— Ok, es suficiente. —Soltó repentinamente su Manager con una voz firme haciendo que se arrepintiera de haberse entrometido tanto.— Roier, voy a decirte dos cosas. La primera: No hablaremos sobre mi pasado. No hay nada de que hablar sobre él. Y segundo: Que yo tengo más confianza con vos no te da derecho a meterte en esos temas. ¿Entendiste?

Y Roier asintió obedientemente como si estuviera en el servicio militar.

Cuando Spreen volvió a su celular, fue imposible no ver de reojo como el menor bajaba su mirada decepcionada hacia la mesa.

Pero el Argentino ya estaba abrumado por ciertos recuerdos.

— No puedo. —Dijo de repente bloqueando el aparato y levantándose de su lugar.— Necesito espacio.

Roier inmediatamente copió las acciones ajenas pero de manera preocupada.

— ¿De qué hablas?

— Voy a salir a tomar aire.

Respondió Spreen pasando por su lado sin siquiera mirarlo.

Ya la había cagado.

— ¿A dónde?

Preguntó siguiéndolo hasta la habitación en dónde el más alto entró para hacerse con una sudadera gris.

— No sé.

— ¿Cuando volverás?

Spreen bufó y volteó a verlo con clara molestia.

— Ya dije que no sé.

La respuesta fue algo ruda por lo tanto Roier se sintió como un perro regañado y decidió esperar afuera de la habitación mientras el contrario buscaba su billetera.

Cuando finalmente Spreen salió, se encontró con que Roier no estaba allí. Eso era raro hasta que dió unos cuantos pasos hacia el living descubriendo que el actor estaba bloqueando la puerta principal con su cuerpo.

— Roier... —Lo llamó soltando un largo suspiro.— Vas a tener que moverte de ahí.

— No.

— ¿No?

Repitió incrédulo. ¿Roier lo estaba enfrentando?

El susodicho movió su pierna algo nervioso.

— No hasta que me prometas que vas a volver.

Spreen mordió el lado interno de su mejilla haciendo una mueca de frustración.

Tenía que salir de ahí, ahora.

Así que se acercó al estante a un lado de la entrada y tomó las llaves extras para después girarse una vez más hacia Roier.

— Lo prometo.

No, no lo hacía.

Y Roier parecía leerlo porque automáticamente preguntó:

— ¿Lo dices en serio?

Spreen lo dudó.

En esos momentos solo pensaba en salir, no en volver. Pero de todas formas mintió.

— Sí.

El actor se quedó unos segundos más delante de la entrada, analizando su rostro antes de hacerse a un lado con un suspiro.

— Está bien... Perdón.

Su Manager no dijo nada pero apretó sus labios en una fina línea antes de abrir la puerta y salir.

~ • ~

Spreen dió vueltas por la ciudad durante horas sin llegar a ningún lado.

Estuvo tentado a quedarse en un parque pero las parejas y familias felices solo le daban náuseas. Así que eligió la opción más razonable:

Esperar unas horas más a que los bares abrieran y ahogar sus recuerdos como mejor sabía hacerlo.

Quizás no era lo más sano pero tampoco pensaba pasarse de copas. Solo necesitaba apagar un momento su cerebro porque esa pregunta lo había desestabilizado y necesitaba encontrarse de vuelta. Aunque en algún punto se lo esperaba pues conocía bastante bien a Roier como para saber que eso le daría curiosidad.

Y Spreen pudiese haber dicho una excusa o una mentira. ¿Pero que podía decir?

¿Que se lastimó jugando al fútbol? Eso es ridículo.

Pero tampoco quería decirle a Roier la verdad. O por lo menos no ahora.

Cuando la bebida comenzó a hacer efecto y la noche había llegado a su auge, había pensado en romper su "promesa" e ir a su propio departamento. Pero cuando salió del bar más mareado de lo normal, sus pies parecieron no hacerle caso y terminaron guiándolo hacia el mismo sitio:

El apartamento de Roier.

Mm interesante. Ahora instintivamente siempre iba a volver al mismo lugar.

Fue toda una travesía llegar a la puerta correcta e intentar meter la llave en el cerrojo y cuando finalmente lo hizo, entró.

Cuando cerró la puerta detrás suyo, se apoyó en la misma y observó hacia el living dónde había un pequeño bulto en el sofá. Se acercó con curiosidad y reconoció el cuerpo de Roier recostado sobre uno de los apoyabrazos mientras una película vieja se reproducía en la televisión.

¿Lo había estado esperando?

Es lo que se preguntó mientras se dejaba caer a un lado suyo esperando que la habitación dejara de dar vueltas. Quizás beber sin haber almorzado antes no había sido muy buena idea que digamos.

Soltó un largo suspiro y llevó una de sus manos a su rostro para cubrirse los ojos esperando que el mareo se detuviera. Pero de pronto sintió el movimiento cerca suyo.

— ¿Spreen?

La voz adormecida llamó su atención pero mantuvo su mirada oculta.

— Mm...

Murmuró en una especie de respuesta.

— Regresaste...

— Sí.

Un corto silencio envolvió a ambos. Tenían una charla pendiente, era obvio.

— Preparé la cena. Está en el microondas.

Informó Roier señalando hacia la cocina pero Spreen aún no quería verlo. Eso lo estaba inquietando.

— Gracias. Pero no tengo hambre.

— Bebiste, así que tienes que comer algo.

Soltó el menor con obviedad. Hasta allí sentía el aroma agrio de la cerveza.

Y ahí fue cuando Spreen alejó su mano para mirarlo. Roier se estremeció por la seriedad.

— Estoy bien. No te preocupes.

Ahora era turno de Roier para evitar verlo.

— No, no estás bien. Mierda... —Soltó apoyando su cabeza en ambas manos.— Perdón por hacerte esa pregunta tonta esta tarde. Soy un completo imbécil.

— Roier...

— Ahora estuviste todo el día en dios sabe dónde y llegas ebrio porque fui idiota y te incomodé como siempre.

— Ro...

Spreen quería explicarle que no era su culpa como reaccionaba ante ciertas cosas. Nada era su culpa. Pero sus párpados se sentían muy pesados y apenas podía soltar palabras cortas sin arrastrarlas debido al alcohol.

— Siempre lo hago. Lo siento...

Mientras Roier se lamentaba una y otra vez, Spreen se recompuso en su lugar con la intención de detenerlo pero el mareo regresó más fuerte que nunca provocando que el departamento se moviera hacia delante.

¿O él estaba cayendo hacia delante?

No lo sabía. Había que descubrirlo.

— Lo siento mucho, Spreen. Yo-

El actor se interrumpió a si mismo cuando un nuevo peso en su hombro llamó su atención. Entonces giró su mirada hacia ese lado encontrándose con Spreen apoyando su cabeza en él.

Estaba sin palabras hasta que el mayor volvió a hablar.

— Ro... —Gimoteó con dolor haciendo que el corazón del chico más joven se sacudiera revoltoso en su pecho.—... Hacé que pare.

Roier le dió una mirada confundida.

— ¿Qué cosa?

— La habitación... no para de girar.

El susodicho soltó el aire que no sabía en qué momento había contenido y se forzó a mantenerse serio porque estaba tentado en sonreír por la ridícula situación.

— ¿Cuánto bebiste, pendejo?

Spreen volvió a soltar un ¿Quejido? ¿Gemido? Algo así, pero Roier estaba seguro de que si seguía haciendo esos sonidos la habitación no iba a ser la que "se pare".

Roier eres un pendejo calentón, culero, hijo de-

— No sé...

— Ya veo... —Respondió permitiéndose una simple sonrisa.— Mañana vas a despertar con una bonita resaca. Solo espero que no desquites tu malhumor conmigo porque yo no te obligué a embriagarte.

El Manager bufó y, aún apoyado en Roier, levantó su mirada encontrándose con la ajena.

Y mierda.

Roier notó que estaban muy cerca. Demasiado cerca.

Solo necesitaba un pequeño empujón y volvería a probar esos adictivos labios.

Al pensar en eso fue inevitable bajar su vista a esa parte de su rostro donde los belfos rosados lo estaban llamando y él deseaba hacerles caso.
Roier se relamió el labio inferior mientras que su manzana de Adán subió y bajó con ansias.

Podría probar... Solo un poco.

Solo un...

— Dejá de mirarme así.

La voz del contrario lo asustó como si estuviera a punto de cometer un vil pecado y volvió a levantar su vista a los párpados ligeramente caídos de Spreen.

— ¿Así como?

Se hizo pendejo. Su habilidad mejor aprendida: hacerse pendejo.

Y la respuesta lo tomó por sorpresa.

— Como si quisieras besarme.

Roier se congeló.

¿Spreen ya lo sabía? ¿Había sido tan obvio con sus sentimientos?... Bueno, un poco quizás...

No puede ser.

Soltó una risa nerviosa.

— No sé de qué estás hablando, pinche borracho.

Sus nervios se disiparon cuando Spreen compartió esa risa. Pero no sabía lo que le esperaba.

— Me recordás a él.

Uh-oh...

Ojalá Spreen no hubiese dicho eso porque ahora Roier sabía que había un "él". ¿Se estaría refiriendo a Juan? Esperaba que sí porque no sería capaz de soportar a otro molesto ex.

¡Ellos ya tuvieron su oportunidad y la desperdiciaron!

¿A quién...?

Y claro. Roier no se contuvo la pregunta.

— Mm... un pelotudo de secundaria...

Oh no.

Roier había abierto la caja de Pandora del pasado de Spreen.

Y eso era bueno para descubrir más de su futuro esposo pero también malo porque sentía como si se estuviera aprovechando de su estado débil.

Pero ya no podía detenerlo.

— Era un tipo de bully que me molestaba mucho y se aprovechaba de que era unos años mayor... Le gustaba humillarme y golpearme. Pensé que lo hacía por diversión... Muchas de estas marcas se deben a peleas con él y su grupo.

Roier frunció el ceño al escuchar la explicación y comenzó a sentir molestia por un completo desconocido que ni siquiera tenía nombre.

— ¿Qué clase de diversión es esa?

Spreen rió con amargura y levantó su cabeza alejándose del actor, lamentablemente para Roier.

— Exacto... Pero no lo hacía por diversión. —Roier resopló más molesto.— Lo hacía porque le gustaba.

— ¿Le gustaba joderte?

Preguntó el castaño de forma ingenua a lo que Spreen sonrió divertido.

— No, Ro. En realidad él quería joderme.

Roier volvió a su expresión confundida hasta que comprendió lo que le estaba diciendo, entonces soltó un jadeo de asombro.

¡¿QUE SE LO QUERÍA COGER?!

Esa reacción hizo reír al mayor, quien ya estaba más que fuera de sus cinco sentidos.

— ¡¿Es en serio?!

Preguntó aún sin poder creerlo. Pero en parte sí lo hacía.

Si Spreen era igual de encantador como lo era ahora, entonces era fácil caer ante él también en ese tiempo.

— Sí... Y en algún punto lo logró.

— ¡¿Qué?! ¿Por qué saldrías con un idiota que te lastima? —Exclamó Roier exageradamente indignado, ¿O celoso? Indignado celoso. ¿Realmente había salido con una persona así? Oh, pero estaba muy equivocado.— Ok, todos pasamos por la etapa de relación tóxica, buscar al "chico malo" ya sabes. Pero no lo entiendo. Él te hacía daño.

— Yo nunca dije que salí con él...

¿Qué? ¿Entonces por qué había dicho que...?

Entonces ambos volvieron a hacer contacto visual y fue como si Roier hubiera encajado las últimas piezas que le faltaban al rompecabezas.

No...

Spreen corrió la vista apretando sus labios en una fina línea y arrugando sus cejas como si estuviera recordando algo malo.

— Una vez... Tardé mucho en los vestidores del gimnasio. Pensé que era el último que quedaba ahí...

No, no, no...

— Spreen-

Quiso detenerlo. Lo intentó porque no quería que Spreen le contara algo tan personal como eso y menos en el estado en el que se encontraba.

Pero no hubo caso.

— Entonces llegó él... Pensé que iba a golpearme o llevarse mi ropa para esconderla en algún lugar de la escuela. Pero... Se confesó. —Roier apretó sus manos en puños mientras la anécdota siguió.— Pensé que era otra broma... Hasta que me besó. Y obviamente lo empujé pero al parecer no se tomó muy bien mi rechazo porque eso lo enojó muchísimo...

Spreen dejó caer su cabeza sobre el respaldo del sofá y cerró sus ojos a la vez que Roier sentía la rabia paseándose por sus venas.

Tenía una suposición de como terminaba esa anécdota pero no quería tener razón. No por favor.

— Y... Bueno. Ya no me acuerdo muy bien lo que pasó después y espero no hacerlo pero desde ahí todo el contacto físico se fue... —Spreen silbó e hizo una seña con su mano como si un cohete se cayera y estrellara.— ... al carajo. Al igual que todas mis relaciones amorosas.

Y como si fuera la cosa más chistosa del planeta, el Manager soltó una incontenible risa.

¿Y Roier?

Roier tenía pensamientos homicidas.

La verdad era una persona muy pacifista pero ahora mismo solo estaba imaginando las miles de formas en las que torturaba al tipo que le había hecho eso a Spreen.

Aunque también había algo que lo tenía inquieto.

"Me recuerdas a él"

Spreen. —Lo llamó cuando la risa se dispersó, entonces las amatistas se posaron en él. Roier respiró hondo y sostuvo su mirada.— Perdón por ser un idiota y no respetar tus límites la primera vez. Eres muy importante para mí y te prometo que nunca volveré a sobrepasarme de ninguna manera contigo. Yo nunca intentaría lastimarte ¿Sí?

El mayor parecía sorprendido pero luego le dió una pequeña sonrisa relajada.

Roier recordó que el chico tenía más alcohol en sangre que sangre así que seguramente sus palabras no importarían mucho en ese momento. Pero quería decirlo.

— Me recordás a él... Pero no sos él. —Terminó su frase haciendo que Roier se quitara ese horrible peso de encima.— Vos sos increíble, Ro.

No, tú eres increíble...

Pensó inmediatamente. Aunque las ganas de matar a ese otro imbécil seguían creciendo en sus entrañas.

Pero tenía que cambiar de tema. Suficiente fue desbloquearle un recuerdo traumático al chico que le gustaba.

Roier se acomodó de lado en el sofá, también apoyando su cabeza en el respaldo para poder mantener mejor su mirada unida a la ajena.

— Oye, Spreen. ¿De casualidad sabes dónde vive ese tipo? Porque me dieron ganas de hacerle una visita, bromear como viejos amigos... Y no lo sé, quizás cortarle los huevos.

Spreen tuvo que girar su rostro para soltar una carcajada y Roier lo acompañó con una ligera sonrisa. Pero cuando se calmó y regresó a él, había un brillo especial en sus ojos.

Roier casi se queda sin aliento al notarlo. Había algo allí. Algo más que solo alcohol, amistad, confianza y todas esas estupideces.

¿Es posible que... ?

El chico delante suyo tuvo un desliz cuando por unos segundos bajó su vista a los labios del actor. Pero rápidamente se recompuso y se pasó las manos por los muslos antes de levantarse de forma tambaleante.

— Voy a acostarme.

— Espera. —La voz de Roier lo detuvo así que lo miró sobre su hombro.— Ya no puedo pedirte que duermas conmigo ¿Verdad?

Quizás fue el alcohol...

— No, Ro. No puedo...

O algo más.

— Está bien, lo entiendo.

Pero su respuesta fue algo que normalmente no diría en voz alta.

No puedo porque quizás termine haciendo algo de lo que voy a arrepentirme después...


































Primero que nada perdón por tardar tanto en la actualización.

Segundo, quiero aclarar que estos últimos 3/4 capitulos se desvían de la historia original del manga porque YO quise hacerlo así porque quería darle más drama y un cierre más Claro a este tema.

Y Tercero. Si ven algún error en el cap, por favor marquenlo porque no lo escribí en muy buenas condiciones de sueño xd en fin. Tqm.

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