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[ 38 ]

[TW: Leve mención de intento de abuso]

— Ro, esta persona es muy importante para mí.

— Ajá.

Quackity y Roier se encontraban en el receso, esperando en las gradas al misterioso amigo que el pelinegro quería presentarle al castaño.

Según él, era un nuevo chico que había conocido en su clase de Álgebra la cual no compartía con Roier. Comenzaron a hablar y encajaron muy bien.

Roier no quería admitirlo pero estaba algo celoso. Un tipo nuevo se aparecía de repente y se apropiaba de su mejor amigo.

No iba a aceptarlo tan fácilmente. Obvio que no.

— Lo digo en serio. Por favor no la cagues.

— Sí, sí. Ya lo sé. No es como si lo hubieses repetido unas cincuenta veces.

Y es que Quackity solo quería que todo saliera bien. Él necesitaba que su amigo de la infancia conociera a su reciente enamoramiento.

Porque sí, a Quackity le gustaba su nuevo amigo.

Así que lo que lo haría más feliz es que su mejor amigo pudiera llevarse bien con él.

Aunque claro, Roier no sabía ese hecho. Y quizás hubiese sido una información necesaria pero al pelinegro le avergonzaba mucho hablar sobre esas cosas.

Roier siempre fue más abierto con esos temas. No le daba pena su orientación y Quackity sabía más de su vida amorosa que cualquiera.

Quizás ese fue el comienzo del problema.

Allí viene. Actúa normal.

Pidió el chico de Beanie al ver por el rabillo del ojo como cierta persona se acercaba a ellos.

Su amigo puso los ojos en blanco y luego desvió su mirada hacia el mismo lugar para descubrir quién era este "misterioso" chico nuevo.

Y en realidad, ese había sido el comienzo de todo el problema.

Cuando Roier puso sus ojos en el desconocido, su semblante se relajó. Las comisuras cayeron en una expresión sorprendida y el tiempo se ralentizó.

Era un joven alto, de cabello castaño claro lo suficientemente largo como para tapar sus oídos aunque ahora se encontraba atado en una coleta baja.  Sus rasgos eran finos pero a la vez bastante masculinos, difícil de explicar.

Pero sus ojos, oh, sus ojos eran la mejor parte.

Un celeste brillante los adornaba. Roier podría jurar que se asimilaban al color del cielo. Eran hermosos.

El chico parecía ser sacado de un cuento de hadas.

Te estaba buscando. Fue lo primero que le dijo a Quackity cuando llegó a dónde estaban. No recordaba dónde ibas a estar así que te dejé algunos mensajes.

¡Verga! ¡Lo siento! Es que estaba muy distraído.

El pelilargo soltó una pequeña risa que provocó un suspiro involuntario en Roier.

Está bien, no te preocupes. El más alto acarició la cabeza de Quackity para segundos después tomar el gorro de lana y bajarlo abruptamente, cubriendo la mitad del rostro del menor. Pero más te vale que no me ignores la próxima vez.

¡Oye! ¡No hagas eso!

Se quejó mientras acomodaba su gorro. Luego ambos compartieron algunas risas hasta que la presencia del tercero fue demasiado notoria.

Aunque Roier seguía perdido en esos ojos claros. Demasiado callado para el gusto de su amigo.

Cellbit, te presento a mi mejor amigo Roier. Quackity señaló a su acompañante y fue ahí cuando Cellbit por fin lo vió. Está algo pendejo pero es buena onda.

Ante el descaro de su amigo, Roier salió de sus fantasías solo para quejarse.

¡Ey! Tú eres el pendejo.

Empujó al más bajo que solo respondió mostrándole la lengua mientras Cellbit observaba todo bastante entretenido.

Cuando el castaño volvió la vista al frente, el otro chico ya estaba extendiendo su mano hacia él de forma cordial.

Es un gusto conocerte, Roier. Quackity me ha hablado mucho de ti.

El menor miró a su amigo de Beanie de forma interesada y éste rodó los ojos.

Ni siquiera para tanto. Que no se te suba a la cabeza.

Está bien, está bien. Roier sonrió al saber que su amigo era tan atento con él y luego aceptó la mano ajena. Igualmente Cellbit. Espero que nos llevemos bien.

Yo también espero lo mismo.

Y Quackity no podría estar más feliz porque ambos chicos se llevaran bien.

Que grave error.

Eso es lo que pensaba ahora mientras estaba apoyado en uno de los muros de un callejón al lado del club.

El maletín estaba en el suelo junto a él. Su mano ahora estaba ocupada con un cigarrillo encendido mientras que la otra estaba escondida en su bolsillo.

Solo habían pasado unos minutos desde que salió del lugar abandonando a quien llamaba su mejor amigo. Y por alguna razón no había podido irse por completo.

Estaba esperando. ¿A qué? No lo sabía.

Quizás esperaba que el asunto termine. O que Roier reaccionara y saliera del club enojado, en busca de él para partirle su madre.

Pero en realidad estaba esperando otra cosa.
Observaba la calle con alguna esperanza.

Ahh ¿Roier, por qué tuviste que interesarte en la única persona que llamó mi atención?

Si eso no hubiese pasado, ahora no estarían en este gran problema.

Pero si realmente tenía tantas ganas de "vengarse" ¿Por qué ahora se sentía tan culpable? Era ridículo.

Simplemente ridículo...

Quackity levantó su mano y llevó el cigarro a sus labios para poder respirar un poco de ese humo con el intento de que la nicotina relajase sus pensamientos.

Tenía que largarse de allí.

Volvió a voltear hacia la calle con la idea de irse o quizás de ver a alguien conocido. Pero no fue así.

En cambio, alguien pasó por en frente del callejón dándole un rápido vistazo. Cierta persona se detuvo y miró directamente al actor.

Quackity no podía distinguir a la persona porque estaba demasiado oscuro. Solo se podía ver su silueta lo cual le permitía deducir que se trataba de un hombre.

— ¿Qué estás viendo, imbécil? ¿Se te perdió algo o qué?

Soltó el joven actor de la manera más brusca posible.

Allí iba su buena imagen.

El desconocido no dijo nada pero comenzó a acercarse a él a pasos rápidos.

Perfecto, ahora se había metido en una pelea callejera pensó. Pero realmente no tenía idea.

Quackity alejó su vista al suelo y tiró su cigarrillo a medio consumir. Cuando estaba a punto de apagarlo, sintió un agarre en el cuello de la camiseta que no le dió tiempo a reaccionar.

El hombre lo había tomado con ambas manos para elevarlo unos centímetros del pavimento y empujarlo hacia la pared provocando que la espalda de Quackity choque con la misma causándole un fuerte dolor.

— Podría decir que es un gusto finalmente conocerte pero la verdad no me interesa.

Habló el desconocido con una voz gruesa y un leve acento rasposo.

Quackity ahogó un quejido de dolor antes de enfrentarlo.

— ¡¿Quién eres?! ¡¿Acaso sabes con quién te estás metiendo?!

El hombre se rió por el intento de amenaza pero Quackity se mantuvo a la defensiva.

Ahora que lo tenía cerca podía ver mejor sus rasgos.

Era un hombre adulto, de cabello castaño, tez bronceada y hombros anchos. El cabello cubría levemente uno de sus ojos pero de todas formas el menor pudo notar la Heterocromía en ellos.

Tenía un ojo marrón y otro carmesí.

— Eso no importa. Ahora mismo voy a hacerte una sola pregunta y espero que la respondas correctamente. —Quackity estaba confundido y algo intimidado por el mayor pero no iba a demostrarlo.— Quackity, ¿Dónde está mi hijo?

... ¿Qué?

Ahora sí que Quackity estaba muy confundido. ¿Acaso conocía al hijo de éste tipo?

No había forma de saberlo.

A menos que se refiriera a...

Roier.

El chico entreabrió sus labios sorprendido. No podía ser verdad.
Él nunca había llegado a conocer al padre de su mejor amigo porque el hombre siempre estaba ocupado con negocios. Solo lo recordaba de algunas fotos de revistas pero el tipo que tenía en frente suyo no podía ser ese mismo chico risueño que aparecía años atrás en películas.

Además, lo único que podría compartir con Roier sería el color de cabello porque luego eran muy diferentes.

Quizás se parecía más a su difunta madre...

— ¡No sé de qué estás hablando!

— Respuesta incorrecta.

De un solo movimiento el hombre dejó caer a Quackity sin importarle el dolor que pudiera causarle.

Esta vez el más joven soltó un jadeo adolorido y cerró los ojos por el golpe al costado de su cuerpo. Cuando los abrió, pudo ver detrás del atacante dos hombres más que parecían guardaespaldas.

Estaba jodido.

— Quizás lo pregunté mal la primera vez así que te voy a dar otra oportunidad. —El mayor junto sus manos tronandose los dedos y Quackity solo tragó con miedo.— ¿Dónde está Roier?

Mierda

Sí era el padre de Roier.

Quackity abrió y cerró la boca varias veces de forma nerviosa. Aunque ahora no tenía sentido ocultar esa información porque hasta ese momento había estado esperando a que alguien llegara a salvar el chico.

Porque su orgullo aún no se lo permitía hacerlo.

Pero siendo honestos, se esperaba que llegara cierto Manager primero.

— Ésta en la parte baja del club, bajando las escaleras en la puerta cinco.

Murmuró en respuesta y Luzu sonrió satisfecho aunque parecía más una mueca.

— Ustedes retenganlo aquí. —Ordenó el hombre y ambos guardaespaldas no dudaron en acercarse al menor para tomarlo por los hombros.— Tengo que ir por mi hijo.

~ • ~

Spreen podrá tener un semblante calmado.

Pero por dentro estaba totalmente desesperado y algo que lo dejaba en evidencia era su rodilla rebotando sin cesar a cada segundo. Era un pequeño tic suyo cuando la ansiedad le ganaba y este era uno de esos momentos.

Luego de que Rivers había llamado a Mariana para hablarle sobre la situación, pasaron una hora sin ninguna información. Al menos Spreen podía decir que no era el único preocupado pues Rivers no dejaba de caminar de un lado a otro murmurando insultos en voz baja.

La chica trató de calmar al Manager en su momento diciéndole que debían confiar en Mariana pero en ese punto ya ambos habían perdido la esperanza de que lograra algo.

Hasta que el teléfono de la rubia comenzó a sonar.

Spreen saltó de su asiento y Rivers tomó su celular atendiendo la llamada sin siquiera ver el remitente.

— Dime qué conseguiste algo.

Ni un "hola" o un "todo bien". Rivers fue directo al grano. Ahora solo importaba su hermano.

Spreen intentó escuchar la llamada sin disimular pero la chica aún no paraba de caminar nerviosa.

— Ajá sí... —Asintió con la cabeza. Rivers se veía muy atenta a lo que el otro decía hasta que de golpe detuvo sus pasos. El Argentino no supo a qué se debía eso ya que solo podía ver su espalda tensa pero no le parecía una buena señal.— Entiendo... ¿Él está bien ahora?

Spreen contuvo su respiración.

¿Por qué le preguntaba si estaba bien "ahora"?

¿Dónde estaba?

¿Con quién estaba? Porque era obvio que no podía haberse ido solo. Alguien se lo había llevado.

¿Pero por qué no le avisó a Spreen? Se supone que era su Manager, que debía cuidar de él y que tenían una confianza mutua.

Necesitaba saberlo todo. Necesitaba saber que Roier estaba bien y no le había pasado nada.

— Ok, iremos allí.

Rivers había terminado la llamada pero aún no quería mirar al chico.

Y Spreen quería hacer todas las preguntas que tenía en mente pero solo se limitó a decir:

— ¿Está bien?

Todo ese tiempo Spreen había evitado pensar en lo peor pero cuando la hermana del actor se volteó con una mirada decaída supo que efectivamente había pasado algo malo y todas las posibilidades comenzaron a materializarse en su mente.

Ella suspiró y luego habló.

— Hay que irnos ahora.

La joven comenzó a caminar hacia el estacionamiento y el Manager no dudó en seguirla.

No iba a preguntar nada más. A la mierda con eso.

Solo quería llegar allí y ver a Roier.

Rivers le dió la dirección del lugar y Spreen comenzó un viaje tortuosamente largo y silencioso, pero no incómodo. Ambos estaban muy ocupados pensando en el actor así que no había tiempo para juzgar el ambiente tenso.

Por el rabillo del ojo pudo notar como la pobre chica se mordía las uñas de forma desesperada. En otro momento le hubiese dicho que no hiciera eso porque era un mal hábito pero ¿Qué importaba ahora?

Spreen en su lugar quería golpearse por ser tan despistado y dejar que Roier se fuera así como así. Desde ahora no se alejaría de su lado ni por un segundo.

Cuando llegaron al lugar fue un martirio estacionar porque en frente del "Club" había prácticamente un tumulto de autos negros. Spreen pudo contar seis en total.

En la puerta se encontraban varios hombres vestidos de negro sacando a las personas del lugar. Parecía algo de película pero eso solo hacía crecer su preocupación.

Spreen siguió a la pequeña chica entre las personas y ésta se presentó con uno de los hombres para que pudieran dejarla pasar. Y así lo hicieron.

Pero cuando él iba a dar un paso hacia adentro, el tipo lo detuvo.

— Usted no puede pasar.

Spreen le devolvió una mirada amenazante al hombre a pesar de que era el doble de su tamaño. Estaba listo para enfrentarlo si era necesario pero antes de que pudiera empezar una pelea Rivers volvió a hablar.

— Él viene conmigo.

— El señor Alt dijo que solo familia.

— Yo también soy familia y te estoy diciendo que él viene conmigo.

Era la primera vez que escuchaba ese tono tan serio en Rivers pero al parecer fue suficiente para que fuera soltado y siguiera su camino junto a ella.

¿El señor Alt? Spreen estaba seguro que así no llamaban a Roier.

¿Acaso era su padre?

Esa duda quedó en el olvido cuando llegaron al centro del lugar.

Había una tarima, algunas mesas y sillones. Un gran bar y una luz tenue con la cual no podía distinguirse mucho a su alrededor pero no era necesario...

Spreen pudo encontrarlo.

Su mirada dió primero con Mariana quien estaba sentado en uno de los sofá, abrazando a alguien a su lado.

Y ese alguien era Roier.

Su revuelto cabello castaño era inconfundible pero no podía ver su rostro ya que éste estaba escondido en el hombro de su primo.

— ¡Chicos!

Exclamó Rivers adelantandose y ganándose no solo la atención de Mariana, sino también la del joven actor.

Y Spreen no pudo dar un paso más.

El chico estaba cubriendo su torso con una manta, su mirada estaba perdida y cuando observó llegar a su hermana, Spreen esperaba distinguir ese habitual destello cariñoso en sus ojos pero nada. También tenía un aspecto cansado, como adormecido y él ya no sabía qué pensar.

Definitivamente no estaba bien.

La chica atrapó a su hermano menor en un afectuoso abrazo y Roier débilmente la correspondió.

Spreen quería unirse y descubrir qué había pasado pero pensó que lo mejor era no interrumpir su momento familiar.

Pero, dios.

Necesitaba acercarse a él.

Creía que con solo verlo quizás se relajaría un poco pero se equivocó. Eso era aún peor.

Su corazón no paraba de golpear violentamente contra su pecho al ver esa imagen y en su garganta había un doloroso nudo que no iba a dejarlo hablar. La culpa y la desesperación lo estaban consumiendo por completo.

Se había quedado a unos cuantos pasos atrás de ellos cuando Rivers finalmente se separó de su hermano.

Entonces la mirada del menor se posó en él haciendo contacto visual pero éste tuvo que romperse cuando Spreen movió la suya.

El abrazo con su hermana había provocado que parte de la manta se deslizara hacia abajo dejando ver su hombro desnudo y parte de su clavícula.

Los labios de Spreen se separaron ligeramente cuando vió las marcas moradas en su piel.

No...

Roier notó eso y bajó su mirada con vergüenza mientras volvía a acomodar la manta sobre sus hombros. Luego se puso de pie con lentitud, tambaleándose un poco. Y se acercó hacia donde se encontraba Spreen.

Su primo miró la acción con preocupación y quiso detenerlo pero Rivers no lo dejó.

Su Manager dió los últimos pasos que necesitaban.

Y cuando ambos estaban uno frente al otro, Spreen apretó sus manos en dos puños, clavando sus uñas en las palmas. No sabía que decir ahora que lo tenía allí. Solo quería saber cómo estaba.

Y también quería pedirle perdón una y otra vez. Aunque sabía que no se merecía ni una mirada suya.

¿Por qué tuvo que irse así? ¿Por qué no se fijó más en él?

Pero Roier pareció leer su mente.

—... Estoy bien.

Dijo en un hilo de voz seguido de una sonrisa débil que solo provocó que el corazón de Spreen se estrujara en su pecho.

No, no estaba bien.

Pronto esa pequeña sonrisa fue reemplazada con un temblor en su labio inferior. La mirada del menor se cristalizó y no pudo mantenerla elevada.

Ya no podía ver a Spreen a los ojos.

Todo era su propia culpa.

Eso es lo que pensaba Roier, porque en realidad ahora el contrario quería buscar al culpable de todo eso.

Su culpa fue perder de vista a Roier.

Pero Spreen sabía que había alguien más. Una tercera persona que ideó todo eso.

Una persona a la cual ahora podría matar con sus propias manos por haberse atrevido a lastimarlo.

— ¿Quién fue?

Preguntó con el ceño fruncido y la mirada oscurecida. Comenzó a mirar hacia todos lados en busca de algo en particular.

Quizás podría seguir ahí.

— Spreen...

Susurró Roier al borde de las lágrimas, intentando ganarse la atención del mayor. Pero cuando no lo logró de esa forma decidió tomar su mano y apretarla.

Entonces Spreen llevó nuevamente su mirada a él.

Pero seguía cegado por la violencia.

— Roier, decime quién fue. Te juro que... Te juro que voy a matarlo. No voy a parar hasta encontrarlo y matarlo. ¿Quién te hizo esto?

— Spreen, por favor...

La voz de Roier se quebró y eso hizo que el mayor volviera en si.

Roier no necesitaba eso ahora.

Roier necesitaba que alguien estuviera para él.

Roier lo necesitaba.

Y Spreen también.

No fueron necesarias las palabras, sus miradas lo decían todo así que el actor se inclinó y escondió su rostro en el hombro ajeno comenzando a sollozar.

Las manos del menor se mantuvieron sobre el pecho impropio porque a pesar de como se sentía, aún pensaba en el bienestar de su Manager y sus límites.

Pero a Spreen poco le importó su incomodidad con el contacto físico cuando rodeó a Roier con sus brazos apegandolo a su cuerpo.

— Perdón.

Se disculpó por su actitud precipitada por la impotencia que sintió al querer buscar al culpable.

Pero Roier ya se sentía seguro allí entre sus brazos. Él solo necesitaba eso.

— Spreen, llévame a casa...






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