[ 30 ]
— ¡Dime la verdad! —Exigió Rivers amenazando a Roier con una brocha.— ¿Por qué despediste a Spreen?
Fue un error confesarle todo a Mariana porque al parecer, su primo no podía mantener la boca cerrada y ahora tenía que aguantar los regaños de su hermana mayor.
— Son temas personales- ¡AUCH!
La chica había arremetido contra su hermano menor, golpeando su frente con la brocha.
— ¿Tan personales que no quieres contárselo a tu hermana? ¡Se lo dijiste al pendejo de Mariana!
Roier se sobaba la frente mientras detrás de ellos se encontraba Aldo riéndose y burlándose de toda la situación. Esa era la dinámica normal de su familia.
— ¡Se lo dije porque él nunca me amenazó para que lo hiciera! —Se quejó el actor y luego señaló a ambas personas.— ¡Quizás deberían aprender de él en vez de violentarme y burlarse de mí!
— Disculpa pero de mi no vas a estar hablando. —Interrumpió Aldo mientras se secaba algunas lágrimas que se habían escapado por tanta risa.— No necesito presionarte para que me lo digas porque eres muy obvio, Roier.
El aludido se volteó con un rostro de miedo. Porque si Aldo lo sabía, entonces no había forma de seguir ocultandolo.
— ¡¿Obvio para qué?!
Volvió a exclamar la joven rubia, ésta vez mirando al Manager.
Perfecto, ya no había vuelta atrás.
— ¿Cómo que "para qué"? ¿Es broma, Rivers? —Preguntó su primo sin poder creer que él conociera más a Roier que su propia hermana.— Míralo, el pendejo está enculado.
— ¡No es cierto!
Negó rápidamente pero Rivers ya le estaba dando una mirada sorprendida.
— ¿Roier, eso es verdad?
— ¡Que no!
Exclamó antes de cubrirse el rostro con ambas manos por la vergüenza y frustración que estaba sintiendo mientras su hermana lo seguía cuestionando y su primo volvía a reír detrás de ellos.
Por el bien de Roier, ese día se pasó rápido y hoy iba a regresar a su propio departamento. Se hubiera quedado más tiempo en el de Mariana pero cuando éste se enteró que Spreen se había ido, prácticamente lo echó porque necesitaba "privacidad".
Pff... Ese pendejo seguro anda en algo.
Así que ya estaban de camino al lugar pero no podían faltar las quejas de Aldo.
— Verga, estoy tan cansado... —Su primo rompió el silencio que había dentro del auto.— Aún estoy recuperándome del accidente y ustedes me explotan laboralmente. No es justo.
Y Roier pensó que tenía razón. No habían logrado conseguir un nuevo Manager a tiempo porque Mariana ya no podía mantener ese puesto, así que la mejor idea fue prácticamente apurar a Aldo.
Ahora se sentía culpable.
Roier desde atrás se inclinó hacia el asiento del conductor para poder hablar mejor con él.
— Debería aprender a conducir ¿Verdad?
Preguntó intentando sacarle un peso de encima al mayor pero él lo rechazó.
— No es solo eso. ¿Quién podría cuidarte de esos locos? —Aldo nuevamente tenía razón.— ¿Acaso no recuerdas al tipo del ácido? No puedo creer que hayan hecho algo así.
Y claro que Roier recordaba ese suceso. A veces hasta tenía pesadillas sobre esa situación, pero hasta en ellas nunca lo lastimaban a él. E inevitablemente recordó a Spreen.
¿Qué podría estar haciendo en esos momentos?
Mentiría si no dijera que en el fondo tenía la pequeña esperanza de que el chico siguiera en su departamento. Por eso también aceptó tan rápido que su primo lo echara del suyo.
Quería verlo...
Y cuando Aldo lo dejó en su edificio, esa esperanza fue creciendo con cada paso que daba acercándose al lugar.
¿Y si aún seguía allí? ¿Y si lo estaba esperando?
Mierda, no sabría que decirle...
Roier sacó su llave, tomó el pomo de la puerta y respiró hondo antes de abrirla lentamente. Entonces no fue necesario pensar en que decirle al mayor.
Porque parecía no haber nadie allí.
El departamento se veía totalmente limpio y ordenado. No recordaba haberlo dejado así. Seguro había sido obra de Spreen.
Roier no esperó más y dejó sus cosas botadas en la entrada para poder buscar al mayor por todo el departamento.
Buscó en el comedor, en la cocina, en cada habitación una señal de que el chico aún seguía en el lugar, pero nada. Hasta llegar a la habitación que le correspondía a él.
Sería algo desvergonzado entrar así como así al cuarto de Spreen y encontrarlo ahí. Pero la privacidad le importaba una verga en esos momentos. Así que abrió la puerta y se adentró.
Y su esperanza se desvaneció.
Definitivamente se había ido.
Roier se sentía un poco ofendido porque el mayor se había ido sin siquiera despedirse pero luego recordó que eso era su culpa. Así que solo se resignó y cuando estuvo a punto de abandonar la habitación lo vió.
Algo celeste sobresaliendo del guardarropa.
El actor se acercó hasta el mueble y abrió el cajón para descubrir qué era tal objeto.
Se trataba de una sudadera que conocía bien pero que no le pertenecía.
Era de Spreen.
Lo sabía muy bien porque ese color le quedaba perfecto cada vez que la usaba. Quizás la había olvidado porque cuando rebuscó en otros cajones no había más prendas. Solo esa.
Obviamente la guardaría por si Spreen regresaba por ella. Pero cuando la estaba doblando, el movimiento hizo que la prenda desprendiera el muy característico perfume del mayor. Algo que le sacó una sonrisa.
Oh, hace días no sentía ese aroma.
Sin dudarlo ni por un segundo, acercó la prenda a su rostro y volvió a respirar ese perfume refrescante. Hasta terminó abrazándose a la sudadera pero cuando notó la satisfacción que le generaba, la soltó repentinamente dejándola caer al suelo.
Lo que estaba haciendo era... Muy raro. Dios, estaba enloqueciendo.
¿Cómo una sudadera y un simple perfume podían alegrarlo tanto?
Realmente se estaba volviendo loco.
Pero a la vez... lo extrañaba tanto.
Entonces su mirada volvió a caer sobre la prenda celeste que ahora se encontraba arrugada cerca de sus pies y una inesperada idea llegó a su mente.
No, no iba a hacer eso. Suficiente fue olfatear su ropa como si se tratara de un sabueso en busca de algo.
No, de ninguna manera haría eso.
Tenía que superar su estúpido enamoramiento.
Así que se volteó listo para abandonar la habitación pero a mitad de camino se detuvo y le dió una última mirada a dicha ropa.
Soltó un suspiro involuntario y así fue como minutos después Roier aún se encontraba en la habitación del ex Manager, hecho un ovillo en la cama mientras usaba la sudadera de Spreen.
Maldita sea...
Lo extrañaba demasiado.
~ • ~
Perfecto
Pensó Spreen mientras dejaba la última caja de sus cosas en el suelo.
Todo estaba hecho.
Ahora tenía dinero, un departamento cómodo y solo faltaba encontrar un nuevo empleo estable pero eso era problema para dentro de unos meses.
Por lo tanto, no tenía ningún inconveniente en esos momentos.
Ni siquiera Quackity era un problema porque estaba seguro de que no podría averiguar dónde vivía ahora. Y dudaba en qué lo hiciera ya que la última vez no se veía muy feliz luego de haberlo echado.
Sinceramente, si Quackity fuera un poquito... Menos acosador, quizás se llevarían bien.
Quizás.
Pero era un imbécil que no escuchaba ni respetaba nada.
Hasta en ese aspecto Roier era mil veces mejor. Y eso que al chico también se le había dificultado acostumbrarse a NO TOCAR.
¿Tan difícil era respetar el espacio personal de otra persona? ¿De escuchar cuando alguien dice "No"?
De todas formas eso ya se había terminado y Spreen había vuelto a su vida común y corriente sin tener que lidiar con una estrella que no sabía lo que quería.
Aunque claro, a Spreen no le molestaba el repentino despido y que Roier ni siquiera haya querido hablar con él. O al menos despedirse...
No, claro que no...
O eso es lo que pensaba cuando se dejó caer en su nueva cama seguido de un gruñido molesto.
Bueno, quizás le molestaba un poco.
Pero no era su comportamiento lo que más lo inquietaba. En realidad era su propia reacción ante eso.
A Spreen no debería de importarle ni un poco lo que hiciera el menor porque no eran nada. No había nada entre ellos y punto.
Roier no le debía explicaciones y Spreen no debería preocuparse por ello.
Oh, pero no podía sacarlo de su cabeza...
Ni a él ni a las palabras de Quackity.
Por eso necesitaba una intervención. Así que tomó el celular de su bolsillo y se detuvo en el chat de Roier.
El último mensaje que había allí era uno suyo pidiéndole al actor que hablaran pero nunca hubo respuesta alguna. Soltó un largo suspiro y retomó la búsqueda de un número en específico.
Tocó para llamar y llevó el teléfono a su oído.
Solo fueron tres tonos antes de que la otra persona atendiera.
— Ésta es la segunda vez que haces esto en tan poco tiempo y ya me preocupa. ¿Qué pasó ahora?
Dijo la persona del otro lado de la línea al levantar el teléfono.
— ¿Podemos hablar... Rob?
No quiero spoilear pero el siguiente capítulo es... Uff. JAJAJSBDB BUENOS DIAS ESTRELLITAS, LA TIERRA LES DICE HOLA.
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