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[ 18 ]

Roier llevaba dos días sin su teléfono.

Dos putos días en los que no se dignó en hablar con Spreen. El Manager no entendía por qué se estaba comportando de forma tan terca. No tenía sentido.

Spreen rechazaba todo el tiempo a Quackity. ¿Entonces por qué Roier tenía que seguir ignorandolo?

Bueno, quizás quitarle el teléfono no fue una muy buena solución de su parte.

— Roier, tenés que ducharte antes de acostarte.

Ordenó el mayor cuando llegaron al departamento. Pero no obtuvo respuesta del actor. Éste simplemente se encerró en su habitación.

"Parece un adolescente..."

Suspiró.

No sabía cómo lidiar con eso. Quizás debería devolverle su teléfono y ya.

Así que unas horas después, cuando ya se había duchado y cambiado, tomó el celular ajeno en sus manos para acercarse a la puerta de su habitación. Dió unos golpes y nuevamente no recibió respuesta alguna.

— Roier, por favor. Hablemos...

— Vete a la verga.

Se escuchó del otro lado.

Spreen debía contar hasta diez para no tirar la puerta abajo y amenazar a Roier por su actitud inmadura. Por eso respiró hondo y volvió a hablar.

— Si abrís la puerta te voy a devolver el celular.

Hubo un largo silencio en el cual Spreen creyó que Roier no iba a hacerle caso. Pero dentro de la habitación se escuchó movimiento y minutos después la puerta se abrió.

El Manager empujó la misma abriéndose paso por el cuarto del menor mientras el actor volvía a su lugar en la cama. El chico vestía un hoodie desgastado con pantalones deportivos pero ambas prendas parecían ser muy grandes para él.

Spreen quería comenzar la charla ahí pero no pudo evitar distraerse con la apariencia de la estrella y su entorno. La habitación estaba hecha un desastre. Había paquetes vacíos de comida chatarra por doquier. Claro, los regalos del Staff. Y ni hablar de la ropa sucia en todo el suelo.

— Roier ¿Qué pasó acá? —Preguntó mientras pateaba un tumulto de ropa.— Tu cuarto está hecho pija.

Roier no respondió. Estaba en medio de su cama engullendo algunas galletas sin darle mucha atención.

— Mirá ésto. Tranquilamente podés tener una cría de ratas acá y no te darías cuenta.

— ... Me odias tanto...

La frase que soltó Roier se escuchó a medias porque el chico habló con la boca llena de comida.

— ¿Qué?

Entonces el actor se terminó una caja de jugo, tragó y finalmente volvió a hablar con su mirada perdida en la caja de galletas.

— Si me odias tanto puedes irte con Quackity. —Repitió con molestia.— Seguro su habitación debe estar impecable y su cama lista para-

— ¡Roier! Basta.

Spreen lo interrumpió antes de que dijera una locura. Debía aclarar las cosas ahora mismo o Roier seguiría actuando así.

— Antes de escuchar una conversación como todo un chismoso tenés que asegurarte de escucharla completa.

— ¡No soy un chismoso! —Se quejó el menor lanzandole una almohada a su Manager pero Spreen logró esquivarla a tiempo.— ¡Y me importa una mierda lo que hayas hablado con él! Tú fuiste el que se tomó su preciado tiempo para considerar la oferta de Quackity. ¿Por qué no renuncias y ya?

El mayor tomó la almohada del suelo y se acercó hasta la cama para dejarla allí y enfrentar al castaño.

— Porque yo no acepté. —Respondió Spreen haciendo que Roier guardara silencio sorprendido.— Tardé en responder porque no entendía qué estaba pasando y él solo me estaba incomodando mientras me tocaba-

— ¿Te tocó?

Preguntó de repente el más joven, despegando su espalda del respaldo de la cama e interrumpiendo su explicación.

— Sí, pero solo fue una caricia.

— ¡¿Te acarició?!

Exclamó sin poder contener su reacción exagerada.

Roier quería matar a Quackity.

Spreen era muy obvio con su incomodidad ante los gestos físicos. Y también se lo había dejado muy en claro a Roier. Así que ahora escuchar la anécdota de como su "amigo" se había pasado con él le hacía hervir la sangre.

— ¡Eso no es lo que importa!

La voz del mayor lo sacó de sus pensamientos. Quien sonaba exasperado.

Spreen no comprendía por qué ese simple hecho le importaba tanto. ¿Desde cuándo a Roier le importaba que invadieran su espacio personal? Si él siempre era el primero en hacerlo.

O es que Roier tenía alguna fijación especial en él... No. Eso era imposible.

— Entonces... Lo rechazaste.

El Manager tomó asiento al borde de la cama soltando un poco de aire.

— Sí, lo hice. —Se volteó a ver al menor para decirlo pero éste no quiso devolverle la mirada por la vergüenza que sentía.— ¿Ahora vas a dejar de ignorarme?

El castaño mantenía su mirada baja y volvió a llenarse la boca con galletas para no tener que responder.

Spreen asintió al ver que Roier ya no quería hablar. Así que metió la mano en su bolsillo y de allí sacó el celular para dejarlo en la cama antes de levantarse con el fin de abandonar la habitación.

— Si necesitas algo voy a estar en la pieza.

Avisó antes de abrir la puerta pero se quedó quieto cuando escuchó algo caer.

Cuando se giró pudo ver a Roier en el borde de la cama, dándole la espalda con el paquete de galletas en el suelo.

— Roier ¿Qué te pasa?

El actor tembló en su lugar y se llevó la mano a la boca. Su Manager no entendía que sucedía y por qué Roier no le respondía.

Así que se acercó a él para observarlo mejor.

El actor lo miró preocupado y asustado pero no podía ver su boca.

— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Volvió a preguntar mientras tomaba al chico por los hombros para que le diera aunque sea una pista de lo que estaba pasando.

Los ojos de Roier comenzaron a acumular lágrimas y éste bajo la mirada al suelo. Dónde había caído la caja.

Entonces Spreen hizo lo mismo.

Y algo brillo desde ahí, llamando la atención del mayor.
Spreen se inclinó para tomar lo que tanto brillaba, levantando un trozo de galleta que se había quebrado por la caída y lo descubrió:

Las galletas tenían vidrio. Pedazos de vidrio.

— Mierda...

Murmuró asombrado antes de acercar su mano al rostro del menor.

— ¡Roier, escupilo! ¡Ahora! —Tomó la mano ajena y la alejó de sus labios. Pero Roier no tenía intenciones de abrir su boca.— ¡Puta madre! ¡Roier, no es momento para ser tímido!

Spreen acercó a Roier posando su mano en la parte posterior de su cabeza. Pero aún así el actor no le hizo caso. En cambio, lo observó realmente angustiado, dándole una idea de lo que pasaba.

— ... N-no podes hacerlo ¿No?

El chico movió su rostro en negación mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. Provocando que la preocupación creciera en el Manager.

Debían ir a un Hospital. AHORA.

~ • ~

— Gracias a dios reaccionaste muy rápido y lo llevaste al hospital. —Dijo Mariana del otro lado de la línea. Porque Spreen obviamente debía llamarlo para informarle lo que había pasado.— ¿Cómo está él ahora?

— Está bien. Algo... Aterrado. —Contó Spreen mientras rescordaba como Roier lloraba porque le dolía la boca pero no quería que un Doctor lo viera. Así que prácticamente lo tuvo que obligar.— El Médico dijo que quitaron todos los trozos de vidrio que se habían clavado y ninguno llegó más allá de su boca. Por suerte no eran muchos pero desde ahora tiene que tener cuidado con las comidas.

— Ok, eso es bueno... —Dijo Mariana soltando un largo suspiro al saber que su primo ya estaba bien.— Se que no es tu culpa, Spreen. Pero debo repetirlo: Tienes que estar más atento con los regalos de los fans.

— Es que no era un regalo de los fans...

El más alto frunció el ceño al escuchar eso aunque el Manager no pudiera verlo.

— ¿No? ¿Entonces de parte de quién fue el regalo?

Spreen hizo una mueca antes de responder porque también le parecía rara la situación.

— Del equipo del Staff.

No volvió a escuchar al mayor del otro lado de la llamada. Aunque supuso que estaba tan sorprendido como él.

— Hablaré con el director. —Soltó Mariana de repente.— Mientras tanto no puedes volver a aceptar regalos de parte de ellos.

Y con eso finalizó la llamada.

Horas después. Cuando pudieron regresar al departamento. No fueron los únicos.

Rivers también había llegado al lugar para confirmar que Roier estuviera bien, regañar a su hermano y sorprendentemente ocuparse de todos los regalos junto a Spreen.

Porque todos fueron a la basura sin excepción.

— Quedaron algunos en el camerino, de esos me ocuparé mañana.

Avisó Spreen mientras botaba los últimos snacks en una bolsa de basura.

Pero la chica lo interrumpió.

— No te preocupes. Yo me haré cargo de esos. —La hermana del actor cerró la bolsa para luego llevársela consigo a la entrada del hogar.— Tú solo cuídalo y ocúpate de que se tome su medicamento. Esa es la parte más difícil...

Confesó Rivers mientras giraba sus ojos con frustración y abría la puerta principal para poder irse.
Su presencia había sido inesperada para ambos chicos pero Spreen lo agradecía.

Aunque ¿Que tan difícil podría ser darle un medicamento a alguien?

Solo debía recordarle que se lo tomara y ya. Roier era un adulto.

~ • ~

— ¡NO!

Gritó Roier mientras corría por el living.
Todo porque no quería tragarse una estúpida pastilla.

— ¡Roier! ¡No seas boludo! —Exclamó el Manager quien corría detrás de él con la dichosa pastilla y una botella de agua.— Tenés que tomartelo para evitar infecciones.

Aún así el actor no se detuvo y se escondió detrás del sofá. Dejando a Spreen del otro lado.

— Pues que se me infecte toda la pinche boca. ¡No me voy a tomar eso!

Spreen de a poco comenzaba a considerar mejor la oferta de Quackity...

Roier intentó huir hacia una esquina pero el mayor no lo dejó. Entonces, cuando el castaño quiso devolverse hacia el sofá. Era muy tarde.

El Manager había intentado atraparlo. Deteniendo su paso y haciéndolo tropezar.

En unos pocos segundos los dos jóvenes terminaron en el sofá. Roier acostado en los almohadones y Spreen sobre él.

— ¡Roier quedate quieto!

Pero no acabó ahí.

El menor comenzó a removerse sin parar como si fuera un pez fuera del agua, provocando que ambos chicos comiencen un forcejeo en el cual obviamente ganó Spreen.

El Manager evitó que Roier moviera sus piernas y luego hizo lo mismo con sus brazos. También soltó la botella de agua y sorprendió al actor cuando sostuvo sus manos sobre su cabeza.
Con su mano libre acercó la pastilla a los labios ajenos pero el menor mantuvo fuertemente cerrada su boca.

— ¡No seas infantil! —El más alto lo intentó de nuevo pero el chico movió su rostro hacia un costado.— ¡Roier!

Se quejó Spreen pero no hubo caso alguno. El niño prodigio no quería el medicamento por más que lo forzara a hacerlo.

Debía pensar en otra cosa.

Entonces cuando el Manager se perdió en sus pensamientos, también había liberado a Roier de su agarre. Lo cual el joven Super Estrella aprovechó, empujando al mayor para tirarlo al suelo y poder escapar.

Pero no tomó en cuenta que Spreen en su desesperación volvería a agarrarse de su sudadera llevándolo consigo.

— Puta madre...

Murmuró Spreen sintiendo como el dolor en su columna se desplazaba a toda su espalda. Roier se las pagaría.

Sí, se vengaría de él en otro momento que no estuviera encima suyo.

Porque el menor cayó sobre él, golpeando su frente con el pecho ajeno. Así que Roier también estaba tratando de asimilar lo que había pasado mientras se quejaba de su propio dolor con los ojos cerrados.

Entonces se dió cuenta de dónde estaba.

Roier separó sus párpados con sorpresa. Sus manos estaban sobre el pecho de Spreen, sus piernas enredadas entre sí y su rostro estaba a solo unos pocos centímetros de el de su Manager. Lo cual lo hizo sonrojarse completamente.

Spreen notó eso. Solo un idiota no podría verlo.

Y tomó algo de valor.

— L-lo siento, no fue mi intención.

Se disculpó el menor, evitando la hermosa e irreal mirada morada, y comenzando a levantarse para olvidar esa bochornosa situación. Pero Spreen no lo dejó.

El chico de cabellos azabache había posado su mano en una de sus mejillas, tomándolo por sorpresa.
El castaño observó al mayor con una mezcla de confusión y asombro. Porque Spreen debería de haberlo empujado para que "respetara su espacio personal" pero no lo estaba haciendo.

— Roier...

Roier no sabía por qué ahora su cuerpo no reaccionaba. Debería alejarse y olvidar que eso pasó. Pero su cuerpo no seguía las órdenes.
Estaba paralizado sobre Spreen, y a él parecía no importarle la cercanía de ambos.

En realidad, parecía estar acercando su rostro lentamente.

¿Por qué se acercaba? ¡¿Por qué lo hacía?!

En otro momento, Roier se hubiese alejado abruptamente pero ahora no podía hacerlo. En cambio estaba a punto de hiperventilarse de los nervios por esa simple cercanía.

¿Spreen lo iba a besar? ¡Spreen lo iba a besar!

¿Cómo debía reaccionar?

¿Que debía hacer?

¡NO LO SABÍA!

Así que Roier cerró fuertemente sus ojos esperando el roce con sus labios.

Pero fue algo muy diferente.

Spreen había cambiado de lugar su mano a la nuca del menor para atraerlo. Y antes de que Roier pudiera darse cuenta, ya tenía la pastilla en su boca.

Spreen le había dado la pastilla a la fuerza y ahora se encontraba tapándole la boca con su otra mano para evitar que la escupiera.

— Tragala.

Ordenó el Manager, recibiendo una mirada enojada de parte del actor, pero Roier ya no podía hacer nada. Era eso o vomitar.

Así que a duras penas se tragó la pastilla. Y Spreen lo soltó.

Roier se alejó rápidamente del más alto y comenzó a toser por la incomodidad que le provocó el medicamento bajando por su garganta seca. Y Spreen se levantó del suelo, perdiéndose de su vista.

Cuando el actor pudo volver a respirar con normalidad. Su rostro volvió a tomar ese color rojo que tenía hace unos segundos atrás. Pues, Roier se estaba muriendo de la vergüenza.

Realmente creyó que su Manager lo besaría. Después de todo, un beso robado no era una gran sorpresa para él pero lo que más lo inquietaba no era eso.

Sino que en algún punto se esperó el beso con ansias y no entendía por qué.

— Roier.

El llamado le provocó escalofríos. Cómo si Spreen pudiera leer sus vergonzosos pensamientos. Pero cuando se volteó lo vió extendiendole la botella de agua.

— Toma. Así se te pasa lo de la pastilla.

Roier no dijo nada. Hasta ese momento, la incomodidad en su garganta era lo que menos le importaba.

Pero igualmente aceptó la botella sin quejas.









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