||Ventitré||
|23|Dos almas rotas
–¿Camilo? ¿Qué haces aquí? –musitó mirando de pies a cabeza el cuerpo del hombre; quien le sonreía de manera encantadora– Creí que no te volvería a ver hasta enero.
–No pude soportar estar lejos de ti, ¿podemos hablar?
Luca se mostró incomodo ante la propuesta, miro de reojo a Alberto y él solo gruñó, desviando su mirada lejos de la escena. El heredero dejo salir un suspiro y miro a su antiguo pretendiente con seriedad a la vez cortésmente.
–Ahora no puedo, ¿puedes a las seis?
Camilo sonrió al escucharlo, pero aquella respuesta molesto aún más a su prometido.
–¿Significa que estaré en tu agenda? –inquirió en un tono coqueto y mirada picara.
Él asintió de forma profesional al mismo tiempo que calmada. Volteo a ver a su secretaria –quien al igual que varios de los presentes se mostraba sorprendida ante lo que pasaba–.
–Mueva mis reuniones para tener una hora disponible a las seis con el señor Madrigal –exclamó en un tono neutro mientras retiraba su mano del agarre del hombre para abrazar el ramo de hortensias y ya cansado de la situación lo miro algo incómodo–, lo veré en la cafetería del frente. ¿Le parece bien?
–Me parece perfecto –comentó mientras se arreglaba su traje de forma elegante–. Estere encantado de volver a hablar contigo, Luca.
Paguro volvió asentir en forma de respeto, una vez que lo vio a alejarse tomo una gran bocanada de aire y rápidamente volteó su mirada al notar que su prometido se alejaba también con un semblante irritado sus manos ocultas en sus bolsillos. Recuró su postura firme y seria. Le entregó las flores y los dulces a su secretaria indicándole que buscara un lugar para guardarlos sin maltratarlos o derretirlos. Miriam asintió y se puso de pie de inmediato.
–Señor Scorfano, necesitamos terminar la conversación de los nuevos ingresos de noviembre –mintió de manera profesional aunque un tono enojado se escapaba en sus palabras.
Alberto al giró su vista hacia él para encararlo, pero solo se topó con una mirada fulminante por parte del menor. Soltó un pequeño gruñido y no tuvo de otra que aceptarlo. Dio la vuelta para pasar de largo de él, adentrándose a la oficina de nuevo. Luca suspiró y miro a Russell.
–Fredricksen, hágase cargo del joven Leo en lo que termino la charla con el señor Scorfano.
Su amigo asintió sin problemas; ya conocía al pequeño así que no había ningún problema pasar tiempo con él. Leo era un niño obediente y muy tranquilo para su muy corta edad. Luca peino hacia atrás su cabellera una vez que cerró la puerta dejándolos a ambos en completa privacidad. Con molestia miro a su prometido; quien se mostraba irritado y furioso por lo sucedido. ¿Qué hacia él allí? ¿No habían cortados lazos?
–Siéntate –ordenó Paguro apuntando su silla para después pellizcar la fuente de su nariz.
–¿Qué? –exclamó a la defensiva.
–Solo siéntate –repitió perdiendo la paciencia.
De mala gana termino obedeciendo, miro con seriedad al menor. Luca sin verlo solo desató el nudo de su corbata y desabotonó el botón de su cuello. Alberto frunció el ceño y antes de que le exclamara que mierda estaba haciendo; un intenso sonrojo apareció en su rostro al momento que él se sentó en su regazo. Quedando cara a cara, Luca lo abrazó del cuello aun conservando aquella mirada fulminante. Scorfano algo desconfiado termino abrazándolo de su cintura.
–Puedes bajarle a tu celos, per favore –musitó en un tono decaído mientras acercaba sus labios a los de él.
El orgullo de Alberto solo provocó que desviara la mirada a un lado.
–Berto –volvió a utilizar ese tono de voz que sabía que era una de las debilidades de su compañero.
Se acercó a dejarle pequeños besos en su cuello, sonriendo internamente al sentir las manos de su amante acariciando lentamente su cintura mientras que un pequeño suspiro salió de los labios del mayor.
–¿Qué hace él aquí? –le preguntó en un tono cortante y molesto.
–No lo sé, por eso iré hablar con él esta tarde.
–Creí que estabas demasiado ocupado –aun hablándole de manera grosera fue jalando lentamente la camisa del menor para desfajarlo y poder meter sus manos debajo de la tela.
Un escalofrió recorrió el pequeño cuerpo del heredero al sentir como exploraba sin ningún descaro su cuerpo; yendo directamente a pellizcar la punta de sus pezones erectos. Gimió suavemente sin despegar su rostro de su cuello.
–L-lo estoy...tomare horas extras para recuperar este tiempo, a-así que te tocara llevar a los niños a mi casa.
Alberto volvió a tomar su cintura para apegarlo más hacia él, provocando que ambos cuerpos se rosaran de manera erótica y necesitada. Sus manos seguían acariciando su cuerpo, pellizcando y jalando la punta de sus pezones. Levanto su rostro, encontrándose con la sonrisa dulce del menor. Luca tomó sus mejillas y acortó la distancia entre ambos, uniendo con desespero sus labios. Encajado sus bocas y lenguas a la perfección. Alberto movía la pequeña cintura ajena sobre él, logrando sacar uno que otro jadeo en medio del beso.
Al separarse, siendo unidos por delgado y frágil hilo de saliva. Ambos se miraron con pesar.
–No me gusta verte celoso, siento que me odias –susurró inquieto.
–No te odio, solo...
Se quedó callado dejando salir un pesado suspiro de sus labios. Luca tomo su mejilla y le sonrió débilmente.
–Escucha, me acosté con Camilo semanas atrás, intentamos tener algo, pero no funcionaba. No voy a mentirte, pero en verdad quiero hablar con él.
–Ese es el puto problema, no me siento tranquilo que vayas a reunirte con él. Luca apenas llevamos dos semanas saliendo y fue justamente cuando terminaste con él.
–Lo sé y no me siento orgulloso de ello –musitó bajando la mirada–, pero necesitamos esta comunicación, si no queremos que suceda de nuevo.
Alberto exhaló y lo miro con seriedad.
–No confió en ti, lo siento, pero después de la última vez me cuesta no confiar de nuevo y más cuando cualquiera que te mira con interés –su mirada se ablandó antes de desviarla a un punto muerto de la habitación–. No quiero que lo veas, no me hace sentir bien que te reúnas con él.
–Tengo que afrontarlo, Alberto, le dije cosas antes que se fuera, ¿qué puedo hacer para que te sientas más cómodo?
Él saco sus manos de la camisa y talló con fuerza su rostro. Odiaba sentir tan vulnerable con el maldito heredero de los Paguros. Lo que sentía por él no era nada saludable, pero era el único con el que se sentía tan vivo y amado. Él era un arma con doble filo que tarde o temprano lo matara y lo peor de todo es que le gustaría morir en sus brazos.
–Ponte el anillo –pidió en un murmullo mientras destapaba su rostro–...ponte el jodido anillo en tu dedo y dile que te casaras.
Luca se mordió el labio inferior no muy convencido, pero tampoco alegó nada. No tenía otra opción. Él mismo había provocado la desconfianza de Alberto sobre él, al dejarlo de lado varias veces para ir con su profesor. Durante su primera relación Scorfano nunca se mostró inseguro, era celoso, pero solo cuando veía que otros se propasaban, nunca reviso su teléfono o le prohibió tener amigos –a pesar que no los tenía–. Era el novio perfecto, hasta que lo rompió. Ahora no confiaba en nadie que lo mirase con un pequeño grado de interés.
Alberto extendió su mano sin mirarlo directamente, a lo que él solo suspiró y debajo de su camisa saco aquella cadena de plata donde resguardaba aquel anillo de compromiso. Ninguno se dignaba a verse, la desconfianza era lo único que los invadía. Al momento de entregarle el pequeño objeto en la palma de su mano, Scorfano se lo colocó en el dedo anular de la misma mano que fue besada por el invasor. Paguro miro su anillo, sintiendo tantas ganas de llorar al sentirse como un prisionero de sus propias acciones.
–Recuerda que esta es la única oportunidad que te estoy dando para recuperar nuestra relación, cualquier error es tu culpa.
No obtuvo respuesta más allá de un sollozo.
–L-lo sé.
–¿Por qué me haces sentir que soy el malo?
–No lo hago –musitó.
–Luca no te tengo acorralado, si no quieres poner de tu parte, ¡terminemos con esto, sin afectarle a los niños! ¡Ponte en mi puto lugar! No fuiste la única víctima. Me destrozaste y si no puedes afrontarlo, será mejor que cortemos esto. YA NO SOMOS SOLO TU Y YO.
–¡ME CUESTA, SÍ! ¡Eres el único cabo suelto que no puedo controlar! Toda mi vida el mantenido todo bajo control...menos mi relación contigo. Creí que tenía las riendas de mi vida, ¡pero no! Tú las tienes y me haces sentir como tu jodida marioneta, recalcándome siempre que fue mi culpa nuestra ruptura.
–¡Y lo fue! Esto va más allá del abuso o que me sentía menos junto a ti y lo sabes...lo que hiciste en el pasado realmente me jodió y tengo miedo de volver a recaer.
Luca tenía los ojos cristalinos, su cuerpo temblaba y sabía que Alberto podía sentirlo. De forma adolorida y estresada lo miro, sintiendo un nudo en su garganta que lo amenazaba. Siempre hablaban de cómo se sentía él, que no tomó con profundidad lo que sentía a Alberto. Talló con su puño aquellas lágrimas que no tardarían en caer para después tomarlo de las mejillas y juntar su frente con la de él. Ya no se iba a disculpar. Solo depositó un pequeñito beso sobre aquellos labios aun heridos por su mordida y con todo el peso en sus hombros musitó un doloroso.
–Te amo.
Un te amo que no obtuvo respuesta más allá de un fuerte y necesitado abrazo.
[...]
El taxi apagó el motor al momento en estacionarse en frente de la residencia. Luca le pagó y le agradeció cortésmente antes de bajarse a la acera con el ramo y la caja de dulces en mano. Al cerrar la puerta del vehículo, miro su casa observando por unos minutos las luces encendidas, nunca se cansaría de apreciarlas. Esa sensación que lo esperaba, era tan hogareño.
Sin pensarlo mucho subió las escaleras de la entrada para sacar bajo una pequeña maceta una de sus llaves de repuesto para no molestar a nadie, más en esas horas que eran las de dormir de Leo. Abrió y cerró la puerta principal siendo lo más cuidadoso posible. No fue sorpresa encontrarse con la sala completamente desierta, ni siquiera había señales de Giuseppe –aunque no le tomó mucha importancia, ya que siempre estaba con Leo–. Dejo los obsequios sobre la mesa del comedor, luego se encargaría de poner las hortensias en un florero. Sobando su cuello subió hacia el segundo piso, sintiéndose exhausto, pero lentamente comenzó a disminuir la velocidad de sus pasos al escuchar el suave tararear de una canción de cuna.
Observó como la puerta de la habitación de Leo y Mina se encontraba entreabierta y una suave luz salía de ella. A pasos lentos –casi de puntillas– se acercó a la puerta, quedándose en completo silencio al ver a Alberto recostado en la mecedora con sus dos hijos acurrucados en su pecho. Mantenía la mirada cerrada mientras le tarareaba una canción al mismo tiempo que se balanceaba suavemente. Ver a Leo con su pijama azul oscuro y estrellas plateadas, acurrucado en su pecho, profundamente dormido y abrazado a su peluche del pato Donald. Por otro lado Mina se acaparaba todo el lado izquierdo balbuceando entre sueños y babeando la camisa de su papá. Ella utilizaba uno de los bodies lilas junto con un polaninas morado que le compraron. Incluso Giuseppe se encontraba dormido sobre la alfombra de la habitación que solo era iluminada por la lámpara al lado de la cama de Leo y la lucecita de noche en forma de cohete.
No lo pensó dos veces y sacó su teléfono para tomar una foto, provocando que el suave clic de la foto llamara la atención de Alberto; quien lo miro con indiferencia. Luca no dijo nada al respeto solo guardo de nuevo su aparato para poder acercarse a él y cargar con mucho cuidado de no despertarlo a su hijo. Leo dormido se acurrucó en su pecho abrazando con fuerza a su peluche. Luca sonrió con dulzura en lo que lo llevaba a su cama. Alberto hacia lo mismo llevando a Mina a su cuna. Ambos padres cobijaron a los niños y movieron sus cabellos de sus frentes antes de depositar un pequeño beso en ellas. Mientras que Leo se acurraba cómodamente en su cama, Mina si hizo muecas de disgusto al no sentir a su papá. Muecas que se convirtieron en un llanto. Luca no lo pensó dos veces y la cargó en sus brazos, cuidando su cabecita y espalda. Tomó asiento en la mecedora. Sabía que no debían malcriarla con tanto afecto, pero no la había tenido mucho tiempo ese día –a pesar que le tocaba cuidarla–. Besó su escaso cabello sonriendo dulcemente ante aquel aroma a bebé. Comenzó a mecerse para intentar dormirla de nuevo.
–¿Cómo te fue? –le preguntó el mayor mientras apagaba la lámpara de noche y besaba la mejilla de su hijo.
–Cansado, pero termine con todo lo que tenía pendiente –susurró con la mirada enfocada en su bebé.
–¿Y sobre...
Luca lo calló levantando su mano; cual aún tenía el anillo.
–No hablemos de eso, solo diré que arreglamos las cosas y él lo comprendió.
Obtuvo un asentimiento, aunque no parecía muy convencido por aquella respuesta. El menor estaba cansado y solo quería disfrutar tener a su hija en su pecho, dándole suave palmaditas en su espalda.
–¿Quieres quedarte con ambos hoy? Podría llevarme a Mina y dormirla en el departamento.
–No.
Él lo miro arqueando su ceja, a lo que Luca suspiró.
–Quiero que te quedes tú esta vez –murmuró en un tono decaído, pero serio.
Alberto mordió el interior de su mejilla no muy seguro de aquella propuesta.
–Luca...
–Vi tu obsequio –expresó con pesadez, llamado por completo la atención del mayor. Él se sonrojo al pensar que su obsequio era demasiado tonto–, quiero usarlos esta noche.
Él no respondió, solo rascó su nuca inquieto. Sus planes se arruinaron al momento en que apareció Camilo, ahora su regalo era demasiado tonto a comparación de lo que le dio el otro.
–Escucha –habló Luca en un tono bajito y débil–, hay muchas cosas que tenemos que ir afrontando en nuestra relación. Tienes razón en que ya no somos dos, nuestros hijos están involucrados. Ambos tenemos fallos –musitó dejando salir un suspiro y lo miro con dolor reflejado en aquellos hermosos ojos chocolate–. Quiero que seas honesto conmigo, no te pido que me cuentes todo, porque ambos tenemos secretos, pero lo que hicimos en la oficina, lo quiero, quiero que me confieses tus inquietudes y miedos como yo lo hago contigo.
–Es difícil –susurró sin mirarlo.
–Lo sé, pero no existe otra persona en este jodido mundo con el que me quiera expresar tanto que no sea contigo. Cuando hable con Camilo, todo parecía tan irreal, era el príncipe soñado de varias mujeres –suspiró exhausto y acariciando uno de los rizos de Mina–...pero me di cuenta que no busco a un príncipe o una relación perfecta, solo busco aquella persona que aun teniendo sus fallos intenta mejorar cada día –lo miro con determinación–. Yo no quiero presionarte ni nada, si vas a mejorar será por ti mismo, no por mí ni por nuestros hijos porque nosotros te amamos a pesar de todo. Si te sientes jodido o que recaes por esto, tienes todo tu derecho de enojarte o frustrarte, solo pido que no lo calles y búscame. No te juzgare si quieres volver a terapia o quieres darte un tiempo para ti solo. Simplemente te pido que ya no lo guardes para ti solo.
Alberto al sentir un nudo doloroso en su garganta talló con fuerza sus ojos con su puño, sintiéndose que se derrumbaba, sintiéndose cansado de aparentar ser fuerte.
–Alberto, no te mentí cuando te dije que te amo y sé que tu no sientes lo mismo por mí. Así que no te presiones, esperaría una década entera si ese te amo es sincero.
Al ver que no habría una respuesta, aunque tampoco la exigió, solo se puso de pie tranquilamente y llevo a Mina devuelta a su cuna sin antes besar su cabello. Sonrió al ver que esta vez sí se dejó acostar, la cobijó y encendió el monitor de bebé.
En silencio ambos salieron de la habitación, cerrando suavemente la puerta del cuarto y quedar pasados en medio del pasillo. Ambos se miraron pesadamente, a lo que Luca exhaló y de su bolso del trabajo saco aquella pequeña caja de regaló abierta y le sonrió.
–Quiero hacerlo –musitó con una voz calmada mientras se lo extendía–. Quiero desvelarme y beber vino contigo.
–Es lunes –susurró mientras tomaba la caja algo inseguro de la idea.
–No me importa. Solo me importas tú esta noche, así ve sacando las cosas de mi mesita de noche y yo iré por una botella de vino –finalizó poniéndose de puntillas y dejar un corto beso en su mejilla.
Alberto suspiró y antes de negarse solo lo vio desaparecer de las escaleras. Miro la caja de sus manos, al ver que no tenía otra opción se adentró a la habitación principal. ¿Por qué no se sorprendía de ver el lugar tan pulcro y organizado?
Dejó la caja sobre las sabanas de la cama y se acercó a la mesita de noche. Encontrándose con todos los catálogos y listados para organizar su boda. Al sacarlos frunció rápidamente el ceño al encontrarse una tira de condones y lubricante casi vacío. Cerró su mirada y respiró hondo, no tenía problemas de que Luca hubiera tenido relaciones. Su problema es recordar que él le confesó que tuvo relaciones con Madrigal antes, la simple imagen que ambos se acostaron en esa cama lo asqueo por un momento. No lo pensó mucho y cerró algo brusco el cajón. No obstante su mirada se abrió con cierta sorpresa al ver a Luca adentrarse a la habitación descalzo y desfajado, con una botella de vino abierta y dos copas en la mano. Cerró con su pie la puerta. Se le notaba cansado, pero aun así cuando sus ojos se reencontraron le sonrió.
–No me siento cómodo con esto –confesó refiriéndose a estar solos en el cuarto después de lo sucedido esa tarde.
–No vamos a acostarnos –lo tranquilizó en lo que colocaba las copas sobre su mesa de noche y serbia el vino– hay mucha tenciones entre ambos – murmuró en lo que le entregaba una de las copas.
Alberto la tomó y se quedó un rato observando el líquido oscuro. Luca fue a su armario y no dudo en desvestirse para ponerse algo más cómodo –que normalmente era usar camisas que le quedaban gigantescas–. El contrario solo desvió la mirada al momento en que vio cómo se bajaba los pantalones, mirando por unos segundos aquella marca de nacimiento en su entrepierna. Nervioso y sonrojado solo le dio un largo trago a su bebida.
No fue hasta que fue sorprendido al ver una camisa a su lado. Levantó la mirada y Luca –ahora con una enorme camisa negra con el logo de Kiss en grande y con unos pantalones deportivos grises– le sonrió.
–Esta noche, solo vamos a hablar –le aseguró en lo que tomaba la otra copa de la mesa–. Esta noche no tocaremos el tema de los exnovios, nuestra vieja relación, ni del trabajo ni de los niños. Al menos que uno de ellos llore o les pase algo –le dio un largo trago a su vino en lo que se sentaba de piernas cruzadas en medio de la cama–. Solo seremos tú y yo.
Scorfano miro la camisa con una pequeña sonrisa y aceptando las condiciones, se levantó para dejar en la mesita de noche su copa.
–De acuerdo, ¿y de que hablaremos? –preguntó mientras se quitaba los zapatos.
–¿Qué te parece discutir el tema que elegiremos para nuestra boda? –inquirió mientras tomaba uno de los gruesos catálogos y lo ponía sobre sus piernas.
–Me gustaría casarme en un campo con vista al mar y sé que tú amas las estrellas. Solo imagínate un campo verde y estrellado mientras bailamos.
Paguro sonrió tontamente al pensarlo.
–¿A cuántos vamos a invitar? –preguntó suavemente mientras observaba atentamente como desabotonaba uno por uno los botones de su camisa.
Tentado solo mordió el borde de su copa al ver no solo los tatuajes en esa piel bronceada, sino aquella vieja y sencilla cruz en su pecho. Comenzaba sentir su cara arder y su corazón latir con fuerza ante cada pedazo de piel bronceada comenzaba a revelarse. Quedándose perdido ante aquel pelo en pecho y abdomen marcado. Alberto cuidaba demasiado su cuerpo, incluso teniendo que trotar todas las mañanas con Mina en su carriola.
–Solo quiero que asista gente que si tenemos una buena relación –respondió tranquilo mientras se quitaba la camisa y sobaba su cuello con cansancio–, no solo por trabajar juntos –lo miro con media sonrisa que derritió más al menor–. ¿Usaras traje blanco?
–Me gustaría un gris claro –respondió nervioso y desviando la mirada–, si uso blanco me veré más pálido.
Alberto rio suavemente en lo que tomaba la camisa para vestirse, Luca estaba a nada de suplicarle que no lo hiciera y se contuvo. Bebiendo otro largo trago a su bebida. Sintiéndose intimidado y excitado. Prefirió mejor dejar su copa a un lado para tomar la pequeña caja de regalo para abrirla. Revelando aquel obsequio péquelo, pero que cultivo al menor; dos sellos hechos a mano uno con la palabra Scorfano y el otro Paguro, escritos en letra cursiva, tinta y cuatro paquetes de postits de colores morados, lilas, verdes y azules. Todo junto con una nota que tenía la bella caligrafía del mayor adornado con garabatos de estrellas, que decía:
"Para organizar nuestro jodido futuro juntos"
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