||Uno||
|01|Mala suerte en el amor
Portorosso, Italia, octubre de 2018
Era un idiota, lo sabía. ¿Cómo se atrevió a mentirle su abuela?
La ambición de tener el puesto que siempre soñó y estaba a casi nada de obtenerlo, se le fue arrebatada. Había sacrificado tantos años y vivencias para ser digno del puesto. La editorial Pixar, era la mayor inversora del continente europeo. No era cualquier editorial, fundada por su abuela después de que despidieron a su abuelo de una fábrica, ella busco la manera sustentar a su pequeña familia. Pixar no era cualquier empresa y ahora estaba demasiado lejos de ser el próximo jefe. ¿De dónde diablos sacaría un prometido con un hijo en menos de dos semanas?
Salió de la sala de reuniones mientras sobaba su cuello, tratando de idear un plan. Si caía ante la petición de su abuela, no sabría cuánto tiempo le tomaría encontrar a alguien. Su última relación por desgracia fue con el jefe de mercadotecnia cuando solo eran unos adolescentes calenturientos; cuya relación ahora era una tensión horrible en cada reunión. Simplemente su vida amorosa era un desastre total y sus únicos amigos eran su abogado y su asistente. Entro al elevador presionando el botón piso inferior, donde actualmente estaba su oficina.
–Joooder –se quejó debajo de las palmas de sus manos.
Respiró hondo al momento en que las puertas se abrieron botando una postura firme y seria como siempre. Acomodando las mangas de su traje, mentalizó su mente, peinando hacia atrás sus risos en lo que caminaba entre sus empleados con una postura dominante. Lo que rápidamente provocaba que varias secretarias, gerentes y auxiliares dejaran de hablar y holgazanear, optando por una postura concentrada y trabajadora ante su presencia. Evitando siempre verlo directamente. No importaba que Paguro sea el más menor no solo de edad, su estatura de un metro sesenta y dos causaba terror por donde pasaba. Era conocido por ser directo y despedir sin ningún miedo a cualquiera que creía que no era útil.
El sonido de sus zapatos bien lustrados pisando –como si fuera un soldado– era todo lo que se escuchaba. De su saco sacó su teléfono en lo que llegaba a su oficina:
–Fredricksen –llamó con autoridad a su asistente personal.
Al instante que lo escucho un hombre robusto, con rasgos asiáticos se levantó torpemente de su asiento al escuchar la voz de su jefe, revelando esa gigantesca y fuerte figura a comparación a su jefe. Parecía más su guardaespaldas que su secretario.
–Sí, señor Paguro –habló con confianza y guardando sus distancia.
–Sígueme –ordenó mientras se adentraba a su despacho, sin dejar de ver en ningún momento la pantalla de su teléfono.
Russell tomo su archivero y tableta para adentrarse detrás de él, serrando con cuidado la puerta principal para más privacidad. Observo como el menor de los Paguro tomaba asiento en su silla giratoria, dejando por un momento su celular a un lado.
–Cancela mis reuniones desde la una a las tres, vendrá el señor Hamada, así que avísele al portero que lo envié directamente a mi oficina –dijo de manera neutra en lo que encendía la computadora–. También necesito que me traigas un café para ambos y una caja de rosquillas junto con un paquete de ositos de goma. Ah, y antes de salir avísale Miriam que no deje entrar a cualquiera a mi oficina, estaré ocupado y no quiero intervenciones, al menos que sean una emergencia o mi misma nonna.
El asistente anotaba como podía todo lo encargado, como también avisarle a la secretaria. No obstante mientras analizaba las reuniones que tenía noto aquel nombre.
–Perdón, señor, pero a las dos; quince, tiene una reunión con el equipo de márquetin. Sabe que si la cancela, el señor Scorfano tomara represarías.
Luca estresado resopló y solo miro al hombre sin mucho interés a esa "amenaza".
–Creo que ya le he dejado claro más de una vez al señor Scorfano que no puede dar quejas. Estaré ocupado, puede posponer la reunión para otro momento –comentó cruzando sus piernas sin bajar la postura.
Él asintió no muy convencido. Toda la empresa sabia de la tensión entre Scorfano y Paguro, pero nadie sabía la razón de ello. Simplemente la contracción de Scorfano al equipo de márquetin fue un completo caos entre ambos.
[...]
En el tercer piso del edificio, se encontraba sentado de piernas cruzadas sobre la mesa de reuniones aquel hombre, de ropas cómodas y cabellera larga sostenida en una coleta baja. Observaba con detalles la pizarra con todo lo asignado para inicio de la próxima temporada; desde portadas nuevas hasta anuncios de la compañía. Aunque su apariencia no mostraba mucha profesionalidad, Alberto Scorfano ha sido halagado por su increíble trabajo que lo llevo a subir de puestos a una edad temprana. Siendo ahora jefe de mercadotecnia con tan solo veintisiete años, pero para su desgracia trabajaba para la familia de los Paguro.
Le dio un largo sorbo a su café mostrándose concentrado en cualquier imperfección. Ni siquiera volteo cuando escucho la puerta corrediza abrirse.
–¿Aun no te decides? –inquirió desconcertada una mujer.
Alberto ni la miro, no hasta que ella se posó en frente de él, de cuerpo delgado y estatura promedio se paró frente de él una rubia de pelo lacio hasta los hombros, vistiendo unos pantalones negros y una camisa verde olivo cual era cubierto por su enorme sudadera de un equipo de hockey que él desconocía, solo sabía que era estadounidense.
–La decisión final la toma el señor Paguro, solo estoy viendo que no importe que decisión tome tiene que ser perfecto como los demás –dijo tranquilo en lo que dejaba a su lado el vaso desechable.
La joven se hizo a un lado para que su jefe pudiera seguir trabajando.
–En unas horas será la reunión y tengo que estar preparado.
–De eso vine a hablar.
Por primera vez él la miro frunciendo rápidamente el ceño. La asistente suspiró y miro a Scorfano.
–Su secretaria llamó, dijo que el señor Paguro pospuso la reunión hasta nuevo aviso.
–¿Qué? Debe estar jodiendo –exclamó irritado.
–Al parecer hoy tuvo una reunión personal con su abuela, parecía molesto. Se cree que es a causa que retrasaran su aumento.
Estresado con toda la idiotez que escuchaba, talló con fuerza su rostro con las palmas de sus manos antes de bajar de la mesa y mirarla con firmeza.
–Tú y Tyler vayan arreglando todo para la exposición, yo me encargare de que esa reunión se haga sí o sí. No desgaste semanas enteras sin dormir bien por esa mierda.
La rubia asintió un poco temerosa al ver aquellos ojos verdes completamente molestos. Alberto pasó de largo peinando con frustración su cabellera hacia atrás. Era lo que más odiaba de Luca.
–Ahora si me va a escuchar –masculló enojado.
[...]
Miraba con desinterés los carros pasar por la avenida principal, la oficina de su amigo era una de las mejores de todo el edificio. Por su mente trataba de comprender su situación mientras metía uno de los osos de goma a su boca.
–Entonces no tendrás el aumento hasta que te cases –analizó Hamada mirándolo de reojo.
Luca dejó la media rosquilla que comía devuelta en la caja para después tomar una servilleta y limpiar sus labios de manera elegante –como siempre–.
–Dime por favor que no tiene ningún derecho a eso.
–Para tu mala suerte, ella es la actual dueña de la editorial puede hacer lo que se le dé la gana con su empresa –giro su cuerpo hacia él y se apoyó en uno de los archiveros–. No está obligada a entregarle su puesto a su nieto.
–He trabajado toda mi vida por ese puesto para que vengan con esta idiotez. ¡¿CASARME?! En qué año cree que estamos.
–Tu abuela ha trabajado en un ambiente demasiado machista y opresor desde cero, por lo que he leído su biografía y entrevistas tu abuelo fue su mayor pilar. Creo que por eso quiere que te cases. Ella no estará toda la vida –opinó indiferente.
Paguro suspiró antes de dejar caer sin ningún cuidado su rostro contra su escritorio.
–Solo tienes que volver al ruedo, puedes iniciar con tinder, eres uno de los hombres más ricos del país más de uno debe estar interesado en ser tu esposo.
–Hiro, literalmente solo tuve que abrirle las piernas a un par de idiotas solo para tener sexo que me termino aburriendo y mira a donde nos llevó –ironizó con fastidio–, tuve el milagro de no contraer cualquier mierda. Esas cosas no me gustan y menos la idea de tener a alguien que solo quiera mi dinero –hizo un ademan con la mano–. Créeme que he vivido toda una vida rodeada de gente interesada.
–Pues tienes que idear algo, el hombre indicado no va a bajar del cielo para salvar su trasero.
Luca abrió la boca, pero antes de que pudiera decir algo escucharon el grito de desespero de su secretaria al otro lado de la puerta:
–¡Señor no puede entrar!
Dicho eso la puerta se abrió de manera brusca mostrando el rostro furioso del jefe de mercadotecnia. Posando esos oscuros ojos verdes en los castaños de Paguro; quien no mostraba sorpresa ni interés ante su irritante presencia.
–Como te atreves a cancelar nuestra maldita reunión, Paguro –recalcó entre dientes.
–Vaya que si puede caer del cielo –musitó sorprendido el abogado.
El menor cerró su mirada y exhaló. Al abrirlos devuelta volteo a ver a su abogado.
–Señor Hamada, es todo por hoy, seria de mucha ayuda que busque una manera de solucionar aquel problema y que sea pronto.
El hombre de traje asintió, tomo su maletín y sin decir ninguna palabra se retiró de la oficina, cerrando la puerta para dejarlos solos. La tensión que se armó entre ambos era sofocándose, Alberto no dejaba de ver fulminante al menor. Luca ni lo mirada solo se dedicó a cerrar la caja de rosquillas para dejarlas en el mueble de atrás.
–¡Di algo maldita sea! –le reclamó Scorfano apoyándose ferozmente en el borde del escritorio.
Él gira su cuerpo con ayuda de su silla giratoria, lo miro de la cintura hasta su cabello sin ningún interés para después simplemente suspirar cansado.
–No puedes entrar como se te de la regalada gana, Scorfano, solo pospuse la reunión, eso no te da ningún derecho de invadir mi oficina –respondió cortante y serio.
–Me vale un carajo, las razones de porque la pospusiste, pero no puedes hacer eso de la nada. ¡¿Sabes lo mucho que hemos trabajado mi equipo y yo para tener tus cosas a tiempo?!
Harto Paguro talló con fuerza su rostro, miro de reojo la pantalla de su monitor y moviendo su mouse para abrir una nueva ventana donde se posaba su agenda. Sin mirarlo ni responderle se puso de pie, pasando por completo de su mirada desconcertada. Luca abrió la puerta y miro a su secretaria; quien parecía apenada por la repentina aparición del señor Scorfano. No se atrevía a verlo a los ojos, por miedo a que la despidieran. A lo que Luca tranquilo respiró hondo y la miro con indiferencia.
–Señorita Wexler, per favore, entre usted y Fredricksen preparen la sala de reuniones, tendré una reunión de último momento con el señor Scorfano y su equipo. La quiero lista en media hora.
–Sí, señor Paguro –dijo nerviosamente la mujer parándose de su lugar para cumplir su orden.
–Grazie –dicho eso volvió adentrarse a su oficina cerrando la puerta detrás de él. Al levantar su mirada se encontró con Alberto de brazos cruzados y mirada fulminante sentado en su silla–. Ya tienes tu jodida reunión, ¿contento? No entiendo porque haces las cosas más difíciles entre nosotros.
–¿Disculpa? –exclamó ofendido y molesto– Lo dice el que siempre se muestra distante y cortante conmigo. ¿Crees que es fácil trabajar contigo?
–Alberto, ya han pasado ocho años olvidémoslo por Dios ¡éramos pubertos calenturientos! No pensábamos en lo que hacíamos–recalcó frustrado mientras se recargaba en la pared de al lado–. Tampoco es fácil para mí trabajar contigo después de eso, pero trato de ser un profesional.
Alberto suspiró, relajando su postura al mismo tiempo que desviaba la mirada.
–Escucha, un día de estos subirás al puesto de tu abuela, lo que significa que tendremos que relacionarnos todos los días a fuerzas y quiero seguir mi trabajo de forma profesional –se puso de pie y se acercó a él de forma seria, haciendo más notorio la diferencia de estatura entre ambos–. Así que olvidemos todo –murmuró sin atreverse a verlo–, empecemos de nuevo, pero cada quien en su área, dejemos todo en paz y en discreción. Simplemente lo tuyo con lo mío termino en aquella habitación.
Luca suspiró y lo miro de forma decaída, pensando en los ojos esmeraldas que siempre le parecieron hermosos.
–Me parece bien.
–Bien, te esperamos en la sala de reuniones.
Asintió y vio como estaba a punto de irse, pero lo detuvo con una pregunta que él no se esperó en ese momento.
–¿Cómo esta ella?
Hubo un silencio. Alberto aún tenía en su mano la perilla de la puerta y con la mirada baja respondió con pesar:
–Sigue en lista de espera para un donante.
–¿Su esposo sigue en la base militar del extranjero?
Alberto gruñó en voz baja.
–Él hace todo lo posible para comunicarse con ella, el seguro que le dan a él cubre todos los gastos de su tratamiento.
–Bien.
–Luca, que hayamos dejado todo en el olvido, no significa que volveremos.
Él miro desconcertado como cierta forma dolida, solo desvió la mirada.
–No te pedía que volviéramos.
–Bueno, espero que haya quedado claro, lo único que hay entre tú y yo es el trabajo. Nada más. Tampoco te quiero cerca de Giulia –lo miro con seriedad.
No dijo nada al respeto, a lo que Scorfano solo suspiró y abrió la puerta para irse de una vez, dejando pensativo al menor. Definitivamente era un asco en el amor y Alberto Scorfano era testigo de ello.
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