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||Trentaquattro||

|34|Hasta que el vino nos separe

–¿Así que Alberto comenzó a discutir con sus padres en plena entrada del estación y se fue con ellos para no pelear en frente de la gente solo porque te besaste con él en público? –Hiro trató de resumir todo lo contado por su mejor amigo mientras bebía de su copa de vino, ignorando un momento que estaban organizando las mesas para la boda.

Hamada y Fredricksen lo miraron con asombro como contó todo con tanta naturalidad al mismo tiempo que se llenaba de nuevo otra copa de vino tinto. Ya no sabía cuántas llevaba, pero se notaba que se estaba mostrando cansado; lo cual era preocupante ya que Paguro era él que siempre se media. Incluso Mariano sentado a su lado aún no se había terminado la primera copa, el pobre chico se sentía afuera de lugar que solo recuerda como lo arrastraron a la sala para beber y organizar los detalles de la boda de su hermano y cuñado.

–A Alberto le vale una mierda si la gente lo mira discutir con ellos, se fue porque no quería que Leo lo viera discutir con sus padres –dijo frustrado pellizcándose la fuente de su nariz– nunca lo he visto tan enojado.

–¿Sus padres adoptivos no lo aceptan? –preguntó en voz baja el menor mirándolo curioso.

–Alberto ama demasiado a sus padres, pero ellos son muy tradicionales y religiosos –respondió harto dándole un largo trago a su bebida–, ¡por eso no los manda al carajo, pero está claro que ellos no aceptaran nuestra relación! –exclamó molesto moviendo de manera brusca su copa provocando que un poco de vino callera al suelo.

–Ok, ya es suficiente vino por esta noche –dijo sereno Russell dejando su copa en la mesa de noche y levantarse para quitarle su copa a su jefe.

Luca se quejó al principio, pero al final se la quitaron con facilidad de sus manos. Educadamente el pelinegro le entrego su tableta para que siguiera su trabajando con la lista de invitados para distraerlo y evitar que bebiera aún más. Paguro no se ofendió ni reclamo, su asistente sabia como tratar con él. Tenían suerte que Miguel era el conductor asignado y al parecer también niñero de todos los presentes, siendo el único sobrio en la casa y "adulto responsable" que distraía a los niños y la bebé en la cocina; desde la sala se podían escuchar no solo los gritillos y balbuceos de Mina, si no también como los gemelos le reclamaban por hacer trampa en el monopolio.

–No quiero sonar discriminador ni ofensivo –habló tímidamente Mariano obteniendo las miradas neutras de los dos estadounidenses de raíces asiáticas (Luca estaba concentrado en la pantalla con los nombres de sus invitados; siendo mucho más extensa que la de Alberto) –, pero incluso se me hizo raro...y un poco incómodo ver varias parejas del mismo sexo besándose en un solo día.

Hiro rio en silencio dándole otro trago a su copa creyendo que era algo mucho más grave mientras que Russell le regalo una sonrisa compresiva.

–Aunque no son muchas, hay varias parejas del mismo sexo en la ciudad. Es normal aquí –le explicó tranquilo sentándose devuelta en el sillón individual y agacharse para dejar en la mesita la copa que le quito a Luca.

–Portorosso es la única ciudad de toda Italia que es legal el matrimonio igualitario como también hay demasiada tolerancia ante las parejas, es normal que jóvenes o parejas escapen hacia aquí para tener una vida tranquila –añadió Hiro estirándose desde su sillón para tomar la copa de Luca y vaciar el líquido en su propia copa para no desperdiciar.

–¿O sea que Lu-...

–No...–musitó Paguro interrumpiendo su pregunta, sin despegar su mirada castaña de su tableta–. Yo nací aquí, al igual que Miguel. Que sea gay o pansexual como el señor Rivera no tiene nada que ver que decidamos vivir en la ciudad –levantó su rostro mostrando un semblante indiferente–; Portorosso es mi hogar y sé que Alberto no se mudó aquí por ser gay. Vivir en esta ciudad no significa que eres homosexual o los apoyas. Aun así siguen siendo una minoría, hay más personas que vienen aquí porque también hay mucho trabajo en el puerto o empresas turísticas. Así que ve quitándote esas ideas.

Exhaló cansado, a lo que Mariano solo desvió la mirada sintiendo que la cagó.

–Perdónalo, Mariano –comentó Fredricksen con una sonrisa amigable–, pero cuando bebe de mas es un hijo de puta.

–Te equivocas, siempre es un hijo de puta, al menos se ha ablandado con Alberto –añadió pícaramente Hamada moviendo sus cejas de manera coqueta.

Luca gruño completamente rojo agarrando la botella de vino y darle un largo trago directo, provocando que su asistente negara con la cabeza.

–Oh, vamos, confiésalo –dijo arrimándose más a él sin dejar de sonreírle de manera burlona.

–Confesar, ¿Qué cosa? –contratacó irritado bajando un poco la botella y limpiando sus labios con su muñeca.

–¿Alberto es bueno en la cama?

–¡Hiro! –lo regañó Russell con molestia y un suave carmesí en sus mejillas ante lo directo que era.

–¿Qué? ¡Incluso tu siendo hetero, haz admitido que él tiene un cuerpo de un Dios griego!

–Sí, pero...

–Alberto no tiene cuerpo de Dios griego –interrumpió Paguro con un claro tic en su ojo izquierdo.

Los tres voltearon a verlo con incredulidad, incluso Mariano; quien se sentía incomodo por lo que hablaban de su hermano mayor, cual el pobre era más virgen que aceite extra virgen. Se sentía más un perdedor que solo miro el líquido de su copa, no fue hasta que Hamada se levantó y lo abrazo contra su pecho al sentir que el joven se rompería. Parecía una madre consolando a su hijo.

–Ya estamos traumando al niño, no ven que sufre de ansiedad social –los regañó.

–¡Tú eres él que anda de pervertido! –exclamó Russell apuntándolo con enojo mientras que Luca solo le daba otro trago a la botella y proseguía a ver su tableta ignorando la discusiones de ellos.

–¡¿Disculpa?! Yo no soy el único pervertido aquí –atacó soltando a Mariano para ponerse de pie y acercarse a él.

–¿Esto es normal? –susurró el menor algo asustado por los gritos que se daban.

Miro a su cuñado algo intranquilo a lo que Paguro solo de dio una mirada indiferente y asintió como si fuera algo cotidiano.

–Te acostumbraras. No somos así, siempre nos moderamos, pero hoy se nos pasó de las manos –respondió cortante y encogiéndose de hombros antes de quitarle la copa de su mano y dejar sobre la mesa de café–. Lo mejor es que tú no tomes si no te sientes cómodo, hay algunos jugos de frutas en el refrigerador y puedes quedarte con los niños y Miguel, si gustas. No quiero que tengas un ataque de pánico por estos idiotas –dijo lo último en un tono suave y de confianza.

Él solo asintió al ver la media sonrisa de Luca, se levantó de su lugar y se fue a tomar un poco de aire fuera de aquel ambiente que lo sofocaba. La mirada marrón del heredero lo siguió de reojo. Era un buen muchacho, pero el aislamiento que sufrió teda su vida lo afecto a nivel social. Le dio otro largo trago a la botella antes de dejarla sobre la mesa de café y saco su teléfono para ir directamente a la aplicación de galería donde busco algo para callarlos. Al encontrarla sus mejillas se sonrojaron.

–¿Pueden callarse de una jodida vez? –les llamó la atención sintiendo un fuerte dolor de cabeza con escucharlos– Russell, tu y yo sabemos lo pervertido que es Hiro, créeme que es así desde que empezó a salir con Rivera y Hiro podríamos dejar de hablar de lo ardiente que es mi hombre. Sé lo bueno que esta, pero hablo enserio que Alberto no tiene cuerpo de Dios griego, es más como un bárbaro –les mostro su celular, sonriendo con orgullo al ver lo sorprendidos y sonrojados que estaban al ver el cuerpo del pecoso.

Era una de las fotografías que le mandaba Alberto para joderlo en horas de trabajo; una donde aparecía recién bañado, con solo una toalla en la cintura dejando ver su torso tatuado, velludo, pecoso y adornado con varias cicatrices. Con cuerpo muy bien trabajado gracias a gym, a la natación y porque sale a trotar con Mina todas las mañanas.

–Dios mío...–musitó Hamada al no tener palabras, si vestido formal Alberto era guapo, sin nada lo es mejor y Russell estaba en la misma situación; jamás se imaginó ver el cuerpo del jefe de márquetin.

–El problema es que no nos hemos acostado –bajo su mirada inseguro al igual que cansado, apagando su teléfono y dejándolo a un lado junto con su tableta. Su mirada se mostraba deprimida y ansiosa; lo más probable por los efectos del mismo alcohol–. Tengo un jodido bárbaro como pareja, pero no hemos tenido la oportunidad –miro a sus amigos mientras sus ojos castaños se cristalizaban–. ¿Y si lo arruino?

Ambos no tardaron en sentarse cada uno a su lado para abrazarlo, los tres se encontraban influenciado por el embriagante vino. Que verlo llorar, provocaba que ellos se volvieran sensibles. No estaban en todos sus sentidos.

–Alberto se acostado con una gran lista de hombres y yo solo con seis –exclamó en llanto dejándose abrazar por los otros dos–. ¿Y si no le gusto? ¿Y si me compara con otros hombres? – de manera brusca volteó a ver a Hiro aferrándose a su camisa– ¡Él va a dejarme, si no le complazco! ¡Has visto a ese hombre!

Comenzó a entrar a una de sus ataques. Lagrimas comenzaron a escurrir por sus ojos, sus miedos, el alcohol y la ansiedad de que muy pronto se casaría con él hombre que ama lo atormentaba. Se aferró al pecho de su amigo, temblando ante el frio que sentía en ese momento mientras que ambos pelinegros le daban palmaditas en su espalda para consolarlo. Sin duda fue demasiado vino para él.

–¡Dios, lo más seguro es que me dejara por otro hombre, no quiero que me deje! ¡Hiro, yo perdí mi virginidad con él y es increíble! Alberto se aburrirá de mí y me dejara. Estamos a dos meses de casarnos y no me ha fo...

No logro terminar al escuchar una fuerte tos falsa a sus espaldas. Los tres voltearon para encontrarse con un sereno y tranquilo Miguel. Él se acercaba a ellos con la pequeña Mina babeando su mordedura; la cual azotó contra el suelo al ver a su papá y comenzó gritar mientras daba brinquitos para que él la cargara.

–Creo que ya es suficiente llanto para este mes –comentó entregándole la bebé a su mejor amigo.

Luca la sostuvo con mucho cuidado, acunándola en sus brazos con delicadeza para luego intentar limpiar sus lágrimas con su hombro. Rivera no dudo en cargarlo en brazos, a lo que él se acurrucó en su pecho como si fuera un niño pequeño al mismo tiempo que colocaba a su bebé sobre él; protegiéndola. Mina solo llenaba su camisa de baba, pero se notaba gustosa de estar con su papá.

–Sabes que estamos orgullosos de ti –comentó sonriente.

Él solo desvió la mirada sin querer hablar del tema, infló sus mejillas en lo que acariciaba suavemente la escasa cabellera de su hija.

–Habló enserio, comienzas a ser el mismo Luca que en la preparatoria; con sentimientos y debilidades.

–Ese Luca era un perdedor y nerd –murmuró haciendo un puchero.

–Lo sé, pero era su culpa por ser tan listo que se saltó tres años de primaria.

Un fuerte bostezo salió de los delgados labios de Paguro al mismo tiempo que comenzaba a parpadear pesadamente, siendo víctima del cansancio y la tristeza –como también el alcohol–. Inconscientemente se acurrucaba en los brazos de su mejor amigo. Russell rio en bajo y no dudo en cargar a la bebé para evitar un accidente en lo que Rivera acomodaba mejor al menor en sus brazos.

–Llamaré al señor Scorfano –comentó con tranquilidad Fredricksen, en lo que arrullaba a la inquieta bebé.

Miguel asintió con una pequeña sonrisa que compartió con su esposo.

–Ha mejorado mucho, debo de admitirlo –dijo el mayor mientras recogía las copas de la mesita. Aunque él y Russell no tenían idea cual es el trauma de su pequeño amigo, no decían nada al respeto entendían que él no quisiera hablar de ello y que Miguel guardara su secretos (era lo único en lo que hacía su mayor esfuerzo en ocultarlo) –...pero sigue siendo un hijo de puta –dijo lo ultimó con una sonrisa burlona.

Él solo esbozó una risa silenciosa, acomodando mejor el cuerpo de menor ya dormido en sus brazos, Luca nunca ha pesado, era como cagar a un niño –algo que jamás se lo diría en la cara, si quería vivir–.

–Iré a limpiar un poco en lo que llega Alberto –dijo en voz baja y con una pequeña sonrisa antes de acercarse a él y dejarle un pequeño beso en su mejilla; acción que lo hizo sonrojar y sonreír tontamente.

Amaba demasiado a su chinito hermoso –como solía llamarlo de cariño–. No obstante su sonrisa no duro mucho al sentir como alguien jalaba de su pantalón, bajo su mirada y se encontró con los ojitos esmeraldas de su sobrino que lo miraban con curiosidad.

–Tío Migue, ¿mi papi está bien? –preguntó inocentemente jugando con sus deditos de manera penosa.

–No te preocupes, leoncito, él está bien, solo que le dio sueño –le respondió regalándole una sonrisa tranquila–. ¿Me ayudas a acostarlo en su cama?

Leo asintió con una sonrisa dulce antes de guiar a su tío a la habitación de su papi, mientras le hablaba de su estrategia para el próximo juego de monopolio. Todo bajo la mirada decaída de Mariano al sentir algo de envidia de la vida de Luca.

[...]

Lenta y pesadamente comenzó a parpadear mientras se retorcía en su cama. Envolviendo su cuerpo en las gruesas sabanas. Sentía como tarde o temprano devolvería todo el vino de anoche. Al girar su cabeza, no solo noto la lámpara de la mesita de noche encendida, también la tranquila figura de Alberto concentrado en su tableta utilizando sus anteojos para su visión cansada. Su vista verdosa estaba concentrada en los movimientos de su lápiz óptico, mostrándose serio.

Con un fuerte dolor de cabeza invadiéndolo al igual que el efecto del alcohol tomo asiento en la cama, sintiendo como de su frente caía un pañuelo húmedo, Alberto volteó a verlo, pero Luca se sentía perdido mirando la oscuridad de la habitación para después girar su vista a su reloj digital; eran las 3:44 de la madrugada.

–¿Cómo te sientes? –preguntó suavemente Scorfano mientras se quitaba sus lentes y los colocaba en la mesita de su lado.

–...mareado y con un fuerte dolor de cabeza –respondió en un susurro algo desorientado, volteó a verlo con extrañes–, ¿qué haces despierto a estas horas?

–Por el coraje no pude dormir –respondió con simpleza alzando sus hombros.

–¿Estás enojado conmigo?

Negó suavemente.

–Lo que hiciste fue irresponsable, pero al menos no estabas solo –suspiró cansado rascando su nuca inquieto–, estoy enojado con otra cosa.

Luca sabía que era por el asunto de sus padres adoptivos, no quiso agobiarlo más y solo miro la tableta sobre la sabana. Notando que él estaba dibujando flores de hortensias moradas, lilas, azules y verdes. Curioso levanto su mirada hacia él, no estaba con todos sus sentidos, pero si lograba mantenerse por leves momentos cuerdo.

–¿Qué dibujas? –susurró.

–Oh –él se sonrojo un poco y en bajo rio nervioso–, estaba tratando de diseñar las invitaciones de boda, pero creo que es una tontería.

Intentó apagar su tableta, pero él lo detuvo y la tomó para agrandar la luego agrandar la minimizar la imagen y poderla apreciar. Todo bajo la mirada incomoda de Alberto; quien solo desvió su mirada. Al verla completa la mirada de Luca se quedó congelada, al ver no solo el diseño de la invitación, Alberto también tenía el diseño del sobre donde iría.

El sobre era negro pero tenía un hermoso diseño frontal; siendo un barco en altamar bajo un cielo estrellado con constelaciones todo hecho a un estilo antiguo y elegante donde solo era el color negro y dorado. El mismo diseño estaba en la parte trasera siendo que solo se veía el mar junto a un faro mientras que entre todas las constelaciones resaltaba L & A escrito con estrellas. Sin palabras y con su mirada brillante no dudo en presionar la otra imagen: el mismo color dorado y estilo antiguo era el protagonista, junto con un conjunto de sus amadas hortensias en una de las esquinas. Aun no estaba terminada, pero le encantaba.

–Me encanta.

–Estás ebrio, no sabes lo que dices –dijo algo avergonzado y quitándole la tableta para apagarla y dejarla sobre su mesita.

–Hablo enserio –exclamó sentándose en su regazo–. Quiero que esas sean nuestras invitaciones y aunque estuviera sobrio las quiero solo porque tú las diseñaste –su voz era suave y perdida mientras se recostaba en su pecho.

Un sonrojo invadió las mejillas de Scorfano. Una sonrisa tonta y avergonzada adornaba su rostro, Luca siempre apoyaba sus proyectos –aun estando distanciados, Paguro admiraba su trabajo de manera profesional– estaba a punto de abrazarlo por su cintura y acurrucarlo en su pecho, pero rápidamente fue empujado de forma brusca al sentir como iba a devolver su cena. Luca corrió directamente hacia el baño de la habitación. Sin encender la luz, podía escuchar las arcadas y como vomitaba. Alberto negó con una pequeña sonrisa.

Se retiró la sabana para luego tomar la botella de agua y algunas pastillas que tenía preparado para la resaca junto al medicamento de la anemia. Al entrar al baño miro a su novio abrazado al inodoro una vez que jaló la palanca. Tenia una expresión asqueada y derrotada. Encendió la luz del pequeño cuarto y en silencio se sentó sobre el azulejo para después extenderle los objetos. Avergonzado y humillado de que lo mirase así, solo las agarró sin dirigirle la mirada.

–¿Sabes que es lo que más me gusta de ti? –musitó Alberto mirándolo de reojo.

Él negó mientras abría la botella y se pasaba de una las pastillas.

–Que voy conociendo cada una de tus personalidades y facetas, y a pesar de ver lo peor de ti, me enamoro cada día más.

–No sé, porque te gusto no tengo nada de especial –murmuró con la mirada agachada al mismo tiempo que sus manos jugaban con la botella.

–A veces me pregunto lo mismo. No te mentiré, a veces quisiera odiarte para alejarme de alguien tan problemático como tú...pero simplemente no puedo.

–Siempre tan romántico –dijo sarcásticamente en lo que suspiraba exhausto, mirando con pesar el techo del baño.

–¿Por algo me estoy casando contigo? –rio en bajo tratando de sonar como una broma, pero termino dañándose a sí mismo.

–¿Qué fue lo que paso con tus padres? –fue directo al grano mirándolo con el radillo de su ojo.

–Les di un ultimátum –respondió con frustración y tristeza abrazando sus piernas para después enterrar su rostro en medio–. Ellos intentaron prohibirme casarme contigo, comenzamos a discutir fuertemente que verdades salieron a la luz. Estábamos llorando y cuando mi madre estaba a punto de abofetearme, se detuvo porque Giulia gritó de dolor ante tanta tensión y presión que sentía. Mi papá y Guido se la llevaron a urgencias que yo le dije a mi mamá que si no me aceptaba como soy que se olvidara que tiene un hijo. Después de eso me salí –se encogió de hombro sintiendo un nudo en su garganta que lo atormentaba–, camine por un largo rato hasta que tu asistente me llamó.

Luca no lo pensó dos veces y gateando se acercó a él para abrazarlo contra su pecho, Alberto se dejó abrazar sintiéndose horrible solo por su forma de amar. El menor besó sus cabellos dorados; sabia la situación complicada que estaba su amado, no solo se enfrentó a su madre biológica –quedándose sin las respuestas que buscaba–, si no también se enteró de la muerte de su padre biológico y ahora tenía que enfrentarse a sus padres adoptivos.

–Estoy aquí para ti, amore –susurró dulcemente acariciando su hombro–, yo quiero protegerte.

–Pero tengo miedo que tú me vayas a dejar de nuevo –musitó asustado y con ganas de romper en llanto.

Toda su vida le han dicho que los hombres no lloran, siempre temía en llorar en frente de alguien que la única persona que lo ha visto; es la misma persona que ha provocado sus mayores sufrimientos. Luca bostezo en grande, tallando su cara contra la espalda de su amado, pero aun así lo abrazaba con fuerza.

–No pienso dejarte; eres el amor de mi vida, el padre de mis hijos, quisiera decirte lo arrepentido que estoy por dejarte. Créeme que me arrepiento.

–Tampoco es que sea la gran cosa; soy celoso, manipulador y me descontrolo cuando me enojo demasiado –murmuró decaído dejando caer su cabeza en el pecho de su amado.

Luca recargo su cabeza sobre la de él y con las pocas energías que le quedaban. Y antes de caer a los brazos de Morfeo de nuevo, musitó soñoliento, pero aun con todo el cariño que le tenía:

–Alberto, casémonos, casémonos enserio. Se mi esposo.

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