||Tredici||
|13|Por beneficio
《"En dentro de poco ya salgo, para que estés listo"》
Escribió Alberto en lo que recorría la pequeña sala de su departamento, recién salido del baño, con su cabello húmedo goteando por todo el suelo mientras que sus pies descalzos caminaban de un lado al otro bajo la oscuridad de su departamento. Solo guiándose por la luz de la luna que se escabullía por el ventanal que le daba una hermosa vista al mar y el puerto. Con su cepillo de dientes en la boca miraba impaciente como debajo del nombre: Paguro, decía "escribiendo...".
《"De acuerdo"》
《"¿Estás seguro que no te pierdes? Vivo algo alejado del puerto, al otro lado de la estación del tren"》
《"No me pierdo, creo que sé por dónde queda"》
《"Cualquier cosa, te aviso"》
《"Ok, te espero"》
Dejó salir un suspiro; cual que provocó que un poco de espuma dental cayera en el dedo gordo de su pie. Maldijo en su mente y dio la vuelta para adentrarse al baño de nuevo. Con su celular en mano; el cual colocó un momento en el borde del lavamanos en lo que se enjuagaba la boca, escucho como sonó el tono de un mensaje nuevo. Extrañado, ya que creía que se trataba de Paguro, lo tomó quedándose serio al ver que de nuevo era un mensaje de la nueva "pretendiente" que le consiguió su madre.
No le tomo importancia, ya se cansó de decirle amablemente a la chica que no estaba interesado, pero ella insistía a que le diera una oportunidad que ella era la indicada para él. Estaba a nada de bloquearla, pero no lo hacía para no verse tan grosero. No estaba tan desesperado para salir con una mujer.
Escupió lo que quedaba de la pasta de dientes y tomo la pequeña toalla para secarse mientras mantenía la mirada fija en el pequeño espejo del baño admirando su semblante ya harto de la situación de su familia. ¿Habrá un momento en que lo acepten con tal?
Respiró hondo recordando la conversación que tuvo con Luca horas atrás. Como su familia siendo conformada por solo tres personas era demasiado unida a comparación de la suya donde el simple recuerdo de que su madre y padre adoptivos le prohibieron decirle a sus tíos y abuelos sobre su "pecado".
Rápidamente su atención fue robada al escuchar el tono de llamada de su teléfono, su mirada se abrió con cierta sorpresa e incredulidad al leer en la pantalla: Papà.
{...}
–Prácticamente, ¿quieres usarme para callar de una vez a tus padres? –su voz sonaba tranquila y comprensiva a pesar del contexto que había en aquella pedida de matrimonio. No le contó sobre lo que trato la llamada, solo salto la parte que necesitaba entrar en razón a sus padres.
Miro el anillo entre sus manos y sentía tanta inquietud e incomodidad al contrario de años atrás donde aquella simple palabra lo llenaba de emoción. Ahora sonaba tan vacío y sin ningún sentimiento.
–Sé que tú necesitas casarte para tener el puesto, yo necesito casarme para sentirme en paz con mi familia, quiero saber si en verdad me aman para aceptarme al fin.
–Alberto, esto es una estupidez –exclamó con una mueca intento devolverle el anillo, pero él se lo impidió cerrando su mano con el anillo.
–Veló más como una ganancia para ti como para mí.
–Esto es tonto –exclamó en un murmullo bajando la mirada al suelo.
Alberto aun sostenía sus manos con las de él; encarcelando aquel anillo.
–Lo sé, pero eres el único loco que he conocido en mi vida con el que cometería una última travesura –lo miro a los ojos pidiéndole compasión–. Te lo pido, per favore, casémonos.
–Alberto –lo miro con pesar y directamente a los ojos–, ¿te estas escuchando? Lo que me pides es demasiado arriesgado. ¿Es como si no te interesaran mis sentimientos?
–Claro que me importan, por eso te pido tu ayuda; no hay hombre en este mundo con el que quiera cometer esta idiotez.
–Voy a ser padre –recalcó seriamente–, si nos casamos, ¿qué pasara con mi hijo?
–No tengo problema en pagar una manutención, mientras me siguas dejando verlo, si nos divorciamos.
–¿Te harías cargo un hijo que no pediste solo para esto? –lo miro como si estuviera loco–. Dios, Alberto.
–Era como nuestros viejos planes –susurró acariciando sus manos–. Escucha, no tengo planeado casarme en serio y mucho menos quiero buscar a otro hombre que acepte esta locura. Y sabes mi opinión de los hijos, míralo como algo extra para tu hijo. Dos padres que lo amen sin importar que.
Luca observo sus manos ocultas debajo de las grandes y maltratadas manos de Scorfano, dudoso en aceptarlo o no.
–Apenas nos estamos tolerando –le recordó con un nudo en su garganta–. Apenas estamos solucionando nuestros problemas, no sé si podre con esto.
Comenzó ponerse ansioso; Alberto al verlo levanto sus manos y deposito un pequeño beso en los nudillos de Paguro. Como lo hacía en su juventud para hacerlo reír y sonrojarse, pero ahora solo causaba confusión en el menor.
–Me importa tus sentimientos y tu salud mental –musitó acariciando con su pulgar la zona que beso, cerró su mirada y suspiró–, estoy desesperado, Luca. No quiero perderlos, pero tampoco quiero cambiar.
–¿Nos divorciaremos sin remordimientos si esto no funciona? –dijo en un hilo de voz roto y sin mirarlo.
–Haremos que sea rápido y sano para los tres. El niño no sufrirá, yo seguiré viviendo en mi departamento, así que no habrá cambios si nos divorciamos. Cada quien tendrá su vida y yo seguiré viéndolo y pasando tiempo con él.
Lentamente Alberto fue retirando sus manos para que dejar que Luca mirase aquel anillo que siempre le perteneció. Él lo observo por unos segundos, notando lo pequeño y sencillo que era, hecho de oro blando y una diminuta amatista. Simplemente era hermoso, pero no sentía que le pertenecía, sentía que perdió todo el derecho de él cuando se fue de Italia.
–No estoy muy seguro de esto.
–Estamos retomando nuestra relación.
–Pero no lo quería así, no quería...
Comenzó a invertirla y alterarse más. Sus pupilas encogidas miraron a todos lados sintiéndose atrapado y paranoico, hace años que no sentía un colapso.
–Luca, respira, tranquilízate –musitaba suavemente mientras lo tomaba de sus mejillas y lo miraba directamente a los ojos.
Él tardo en concentrarse, sintiendo como pequeñas lágrimas caían por sus mejillas cuales fueron limpiadas con tanta delicadeza como si fuera lo más delicado del mundo. Luca evitaba a toda costa ver directamente al mayor al sentirse tan humillado. Por eso evitaba relacionarse con la gente; no quería que lo vieran como un debilucho llorón cada vez que entraba en una crisis. Jamás volvió a ser el mismo desde esa tarde y Alberto era uno de los únicos que sabía; así que no pregunto ni se alteró, solo junto su frente con la de él mientras lo guiaba a calmarse.
Hay heridas que nunca sanaran del todo. Se quedaron en esa posición por unos segundos que parecían eterno, Alberto no lo soltaría hasta que se calmase. En ese momento se olvidaba que era su jefe y ex novio, para simplemente enfocarse en el chico que prometió proteger sin importar la situación ni pasado.
–Estas en todo tu derecho de negarte en cualquier momento y yo asumiré toda la culpa.
Luca cerró su mirada y respiró hondo. Sintiéndose que se arrepentiría tarde o temprano. Dos partes de él discutían por saber quién tiene la razón; su yo de diecinueve años enamorado de su primer y gran amor o el amargado Luca que no quería que nadie volviera a relacionarse con él para no volver a salir lastimado.
–Podrías por lo menos ponerme el anillo y mantener esto en privado –bajo la mirada al suelo de la habitación–. No sé cómo se lo diré a mis amigos.
–Lo haremos a su tiempo, yo tratare de que Giulia no me mate al enterarse de esto –susurró desanimado mientras se separaba lentamente de él para tomar su mano y colocar el anillo en su dedo anular.
El menor miro el anillo, sintiendo más preocupación y dolor que alegría. Sabía dentro de sí mismo que Alberto realmente era su única opción para casarse. Mas por conveniencia de ambos que por viejo amor que los une.
[...]
La calle estaba abandonada en su totalidad, dejándolos a ellos dos como los únicos dementes que salían en esa noche helada bajo la luz anaranjada del poste de luz. Después de literalmente comprometerse, ninguno dijo nada, ni se abrazaron o besaron. Simplemente la incomodidad de ambos incremento. ¿Cómo deberían actuar ahora que son prometidos? ¿Serán los mismos de su juventud?
Este no era el día más feliz de su vida y mucho menos el más cómodo. Todo un completo desastre para ambos. Luca no dejaba de ver su anillo, se sentía tan ajeno a él, como si no le perteneciera. Albero lo notó, pero no dijo nada, solo sacaba de la pequeña guatera un casco extra de color azul rey con detalles verdosos y se lo entregó a Luca que lo reconoció al instante.
–¿Aun lo guardabas? –expresó asombrado al ver lo bien cuidado que estaba después de tanto.
Incómodo y nervioso Scorfano rasco su nuca mientras miraba a otro lado que no sea Luca.
–Lo guardaba debajo de mi cama, lo tenía dentro de un cajón envuelto en una sábana. Por eso se ve así.
–Sigo sin entender, ¿por qué no tirabas mis cosas? –preguntó más calmado que antes, pero aun manteniendo aquella inquietud reflejada en su mirada.
–Sonara tonto, pero nunca las tire porque tenía la esperanza que algún día volverías. Hasta que poco a poco fui olvidando que las tenía por ahí.
Luca se sentó en la parte trasera del vehículo acariciando la superficie de aquel casco que Alberto le compro cuando consiguió su primera motocicleta; era una vieja, desgatada y usada, pero él se veía tan feliz ya que que la compró solo y la quería estrenar con él. Sonrió con tristeza, mucho lo juzgaron por andar con alguien de bajos recursos, no obstante nunca le importo ni avergonzó, era feliz compartiendo aquella felicidad de su amado.
Levantó su mirada hacia su ahora prometido y penoso le preguntó en un susurró:
–¿Puedo abrazarte esta vez?
Una risa silenciosa e incómoda salió de los labios del mayor y antes de colocarse su casco lo miro con un pequeño toque de cariño. Será difícil acostumbrarse a todo lo que pasaba en su alrededor.
–Si no te incomoda, por mi está bien –le sonrió de lado, siendo casi al instante correspondido por el menor.
Ambos no perdieron más el tiempo se colocaron sus respectivos cascos y antes de que arrancaran rumba a la casa donde Luca creció, Alberto miro de reojo al menor; quien lo abrazo con fuerza en su pecho. No dijo nada solo encendió las luces y comenzó su recorrido hacia las afueras de la ciudad. Ambos tenían el mismo pensamiento cruzando por sus mentes desastrosas: Ambos saldrían ganando a pesar que lo suyo no se arreglase. A pesar que ambos querían que se arreglase.
[...]
Pasando por los campos verdes de las afueras de Portorosso, bajo las nubes oscuras que apenas dejaban ver pedazos del cielo estrellado y la luz de esa luna semi nueva. La residencia de los Paguros seguía igual de siempre; enorme y llena de vida, de aspecto rustico y rodeada de pura vegetación. Las ventanas de aquella construcción rustica mostraban las luces encendidas mientras que la entrada principal se encontraba una tranquila nonna, ansiosa de su llegada.
Abrigada con un costoso reboso blanco que combinaba con su vestido azul cielo. Ella se veía tan diferente sin sus ropas y peinados demasiados formales, luciendo como una abuela adorable como todas las demás.
Estacionó la motocicleta al costado de uno de los autos clásicos. De manera calmada, mientras se retiraban los cascos la anciana se acercó a ellos. El fresco y húmedo viento de aquella noche a las afueras de la ciudad los recibió junto al aroma de tierra húmeda. Luca bajo primero para abrazar con cariño –y aunque no iba admitir que necesitaba de su consuelo–, se aferró a los brazos de ella. Ahora no estaban en la empresa donde los afectos eran distantes y serios. Las cenas eran importantes para ambos, siendo que dejaban de ser la dueña y el jefe a ser solo abuela y nieto. Alberto sacó la llave del vehículo y guardó los cascos en el comportamiento para después acercarse a ellos. Justo en el momento donde ambos se separaron para recibir al pecoso. Él ya había estado en la casa de infancia de Luca varias veces, pero todas sin la presencia de ella o del tío.
Por educación Alberto estrecho su mano con la de ella antes de darle un peque beso en su mejilla. Haciéndola reír con burla.
–Así que tú eres el famoso novio de mi burbujita –decía con alegría mientras envolvía sus manos con las de ellas–. Diría que estoy sorprendida, pero ya sabía yo que había algo entre ustedes.
Alberto y Luca compartieron miradas no muy cogedoras. El menor resopló y miro a su abuela con una diminuta sonrisa.
–Realmente, es mi prometido, ahora –comentó levantando su mano para mostrar su anillo.
Los ojos rosados de la mujer se abrieron con sorpresa, mostrando un brillo único al ver el pequeño accesorio resaltando la pequeña mano de su nieto. Soltó las manos del otro para tomar la mano de su amado nieto. Nonna no pudo evitar soltar unas cuantas lágrimas de emoción, que Luca no tardo en limpiarlas con tanto cuidado. Era la primera vez en toda su vida que la veía llorar, ni siquiera en el funeral de sus padres lo hizo. Donde solo se mantenía serena para después encerrarse por días en su oficina; solo para mantenerse fuerte para su pequeña familia.
–Son grandiosas noticias, mi niño –musitó con un nudo en su garganta mientras acariciaba su mejilla con todo el cariño que le tenía, volteo ver a Alberto y le sonrió como si estuviera agradecida–, tienen toda mi bendición para este compromiso.
Aun sabiendo que era una farsa, Alberto se mostró sorprendido e incómodo, ya que jamás había recibido el apoyo de un adulto y se sentía una calidez incomparable. Se sentía aceptado por primera vez. Miro a nonna y ella le sonrió en grande completamente feliz por un compromiso falso.
–La comida ya está casi lista, preparamos tu favorito, mi niño.
–¿Pasta al pesto? –insinuó burlón Alberto.
Luca soltó una pequeña risa, olvidando por un momento la incomodidad pera mirarlo con "molestia".
–¿Tienes algún problema? –le reclamó con una sonrisa burlona.
–No pero es divertido ver como comes, pareces un niño feliz.
Ambos rieron suavemente antes que el menor empujara amistosamente a su prometido, Alberto retrocedió entre risas que incrementaron y sin vergüenza alguna le mostro el dedo medio al igual que la lengua. Todo bajo la mirada complacida de la señora Paguro; quien se sostenía de su bastón.
–Luca ve ayudar a tu tío, quiero hablar un momento con Alberto.
Rápidamente obtuvo la mirada sorprendida de él, sus castaños ojos brillaron con ilusión; algo que no pasó desapercibido por el pecoso.
–¿Ya está aquí mi tío? –preguntó con una emoción en sus palabras, que le hacían recordar a un niño pequeño.
–¿Crees que llegaría tarde como siempre el día que le presentaras a tu novio?
Luca no espero más y salió corriendo hacia los jardines traseros, desapareciendo entre los arbustos y los árboles frutales, desconcertando aún más a Alberto. El heredero de los Paguro era un caso realmente curioso; era como si tuviera tres capas donde solo la mayoría conocía la seria y directa mientras que él ha logrado ver a la destrozada y rota. Volteo su murada a su jefa al escuchar un suspiro cansado por su parte, su sonrisa se había borrado mostrando una tristeza profunda.
–En verdad lo siento, si te presione con el compromiso, hijo –se disculpó con pesar mirándolo de reojo–, pero necesitaba asegurarme de que Luca pudiera mejorar si algo me sucediera.
–¿A qué se refiere? –inquirió en un susurro serio.
–Creo que sabes que Luca no está estable mentalmente.
Alberto se quedó en silencio un momento y solo volteo su mirada hacia donde había huido su prometido.
–¿Es por el abuso?
Ella abrió un momento la mirada, sorprendida que él estuviese enterado de aquella tragedia, ya que Luca siempre evitaba a toda costa mencionarlo.
–Es más que eso –suspiró mientras caminaba hacia los jardines traseros junto a él–, desde la muerte de sus padres él recibió mucho rechazo por toda la familia, nadie quería hacerse cargo del hijo "bastardo" –dijo con repudio aquella palabra– de mi hija. Yo no podía cuidarlo y su tío tuvo que renunciar a un trabajo en Paris para venirse aquí a cuidarlo junto conmigo, por eso le tiene tanto cariño que se comporta como un niño con él. Por lo que leí de tu expediente también eres adoptado.
Alberto exhaló con pesadez.
–Me dejaron con servicio sociales una vez que mi padre salió de la casa y nunca volvió cuando solo tenía trece, a los catorce me adoptó una familia. Fui de los pocos afortunados que fueron adoptados a una edad avanzada.
–Ya veo, bueno por lo visto es algo que se nota en ambos; pareciera como si ambos se cuidasen y se tratasen de revivir una infancia que no tuvieron. Luca nunca tuvo una vida fácil ni sociable. Me has demostrado ser un gran hombre trabajando con seriedad y profesionalismo, estoy más que feliz que alguien como tú, no trate como un raro o enfermo a mi niño –cerró su mirada evitando romperse por dentro; estaba tan feliz, que con su mirada cristalina le sonrió de forma rota–. Luca es lo más importante de mi vida, más que mi empresa. Por el abuso que sufrió hace años, él empeoro demasiado, dejo de relacionarse con la gente, ya no quería interactuar con nadie, era reservado y serio que me preocupaba que si le dejaba mi puesto se encerraría aún más en su mundo, solo para evitar ser lastimado. Por eso di esa condición, no quería jubilarme hasta saber que mi nieto ya ha superado aquel trauma que le impide socializar –exhaló sintiéndose aliviada–, pero ahora me siento en paz sabiendo que esta con alguien como tú. Todos estos años de terapia funcionaron.
Él escuchaba atentamente sus palabras, sin saber cómo reaccionar, pero las últimas palabras lo dejaron pensando:
–¿Luca aun va a terapia?
Asintió suavemente.
–No le gusta hablar de eso, pero su psicólogo me avisa cuando va, no me dice de lo que hablan. Como fue hoy me sentí mal por presionarlo e iba cancelar el trato. No quise apresurarte con tus planes, solo quería que se relacionara con alguien.
–No, no, está bien, es algo que tenía planeado hacer hace mucho –literalmente.
Ambos en completo silencio llegaron a los jardines traseros donde una enorme mesa de jardín, iluminada por velas y varias hileras de luces que colgaban sobre los arboles con escaso follaje, iluminan aquella noche. Alberto observo la gran sonrisa de Luca mientras hablaba con un hombre mayor, de escaso cabello y sobrepeso; quien con una sonrisa utilizaba unos lentes oscuros en plena oscuridad. Ambos fumaban y hablaban con alegría.
–Su tío sufre de cataratas, por eso usa los lentes –le explicó la anciana en lo que se acercaban a la mesa.
Asintió compresivo. Luca al verlo sonrió aún más y abrazo al hombre de los hombros.
–Tío, él es Alberto Scorfano, mi –miro al mayor y él solo asintió–...él es mi prometido. Alberto, él es mi tío Ugo, el hermano de mi padre y era el mejor neurocirujano de toda Italia.
El hombre soltó una ahogada risa por la forma que lo presentó. Dejó su cigarrillo un momento sobre el cenicero de la mesa.
–Ay, este muchacho –expresó sonriente mientras estiraba su mano hacia Alberto–. Es un gusto conocerte al fin, hijo.
Scorfano estiro su mano con intenciones de estrecharla con la de él, pero grata fue su sorpresa cuando Ugo lo tomo de la muñeca para jalarlo hacia él y darle un abrazo y una palmada en la espalda. Rápidamente lo soltó –dejando al pecoso avergonzado– para voltear su mirada hacia la cocinera quien traía los platillos.
–Colette, trae el mejor vino de la casa, hay que festejar que nuestro niño se nos casa –rio ahogadamente y la cocinera solo asintió antes de retirarse para cumplir la orden–. Vente, Berto, siéntate con Luca, estás en tu casa.
–No te incomodes muchacho aquí no juzgaremos nada –habló tranquila la anciana sentándose en frente del tío–. Ya era hora que nuestro muchacho nos trajera a un buen hombre.
–Abuela –exclamó avergonzado el menor–. No le hagas caso, Alberto, cuando mi abuela no trabaja es muy habladora.
Scorfano soltó una risa pequeña mientras se sentaba a su lado, la familia le sonrió con amabilidad. Entre los ellos comenzaron hablar y bromear, siendo una familia completamente diferente a la que todos conocían. Invitando siempre al invitado a que se sintiera cómodo. Luca le compartía de su cigarro y lo incluía en sus conversaciones, logrando que poco a poco comenzara a tener confianza. Olvidando por completo la razón que festejaban como también de sus clases sociales y preferencias. Provocando aquel sentimiento tan cálido, como si estuviera en casa.
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