||Sei||
|06|Sueños sin cumplir
Ante el fuerte e inesperado portazo de la puerta, Paguro se sobresaltó de su silla cayendo bruscamente de trasero contra el suelo. Asustado miro a su alrededor dándose cuenta que se quedó dormido en su escritorio. Miro el umbral de la entrada de su oficina encontrándose con un confundido Scorfano; quien lo miraba con la ceja arqueada. Realmente se encontraba sorprendido de ver a su jefe dormido en pleno trabajo. Luca no era así, de por dormía muy poco por el trabajo, pero era algo que tenia de costumbre, incluso cuando ambos salían tenía que obligarlo a dormir.
–...señor Scorfano, ¿qué hace aquí? –musitó incrédulo antes de tallar con fuerza su rostro en un intento de espantar al sueño.
Adolorido y exhausto ante las gran falta de sueño, Paguro se levantó del suelo con ayuda de su escritorio para volver a tomar asiento en su silla. Siendo el ruido de la lluvia de afuera lo único que se apreciaba ante la profunda tensión que los rodeabas, ni siquiera las secretarias hacían ruido –como era de costumbre–. Observo las ojeras oscuras debajo de aquella mirada castaña que solo expresaba sueño. Dejó salir un suave suspiro, tratando de ignorar el deplorable estado de su jefe y se acercó a él.
–Necesito aclarar unos puntos con usted.
–¿Puntos? –expresó extrañado.
–Sí, sobre lo que quiere decir la autora –dijo levantando el prototipo con el que trabajaban, haciendo resaltar el simple título: "No por compromiso".
Luca exhaló frustrado, han tenido varios inconvenientes con ella. Era su mejor socia, pero era una mujer con un carácter estricto. Jamás va a la editorial solo manda los libros con todo lo que está mal. Era la única escritora con la que trabajaban que le daban tanta libertad con sus libros. Es un dolor de cabeza trabajar con ella, pero sus libros se vendían con furor entre los jóvenes. Estresado señalo una de las dos sillas en frente del escritorio en lo que abría el cajón de su escritorio para tomar sus lentes de lectura y poner atención. Alberto se encargaba en diseñar y diseñar algunas de las escenas, diseño de las páginas como también la portada y contraportada haciendo que se vea lo suficientemente llamativo para el lector.
Alberto le entregó el libro en lo que tomaba una silla y colocarla al lado de la de él; acción que desconcertó un poco al menor, al mismo tiempo que lo sonrojo un poco. Normalmente aclaran las dudas estando alejados. No opino nada, solo abrió el libro a una página al azar, se estaba poniendo nervioso al momento que Scorfano más concentrado en el libro que en él, se acercó demasiado a su cuerpo dejando su mentón en el hombro ajeno y sin aviso movió las hojas hasta llegar a la 93 uno de los capítulos.
–Es aquí –susurró apuntando con su dedo el postit rosado donde resaltaba la hermosa y elegante caligrafía de la mujer gruñona.
Luca tragó saliva sintiendo como su cuerpo se derretía ante la presencia de su exnovio. Su voz, su trato tan tranquilo y lo profesional que siempre trabajaba, le encantaba. Verlo concentrado y serio en su trabajo era una de las cosas que más le excitaba, ver su rostro concentrado y serio.
–¿Qué es lo que no entiendes? –musitó girando su rostro a su lado.
Él volteó su rostro quedando a pocos centímetros cerca de él, ambos se miraron directamente a los ojos para después ver los labios ajenos. Como los viejos tiempos. Alberto lentamente desvió la mirada al libro que aun sostenía Luca.
–¿Cómo quiere ella que ilustre el beso de Lucí y Andrew?
–¿Hablas del primer beso?
Los dos hablaban entre susurros. Alberto asintió suavemente.
–"Él la toma de mejilla, acariciando suavemente sus pómulos..." –narró mientras levantaba su mano para acariciar con suavidad los pómulos de Luca, utilizando solo el roce de su pulgar (como si tocara el objeto más delicado del mundo).
Sin saber cómo reaccionar, lo miraba con ilusión a los ojos. Provocando ese hermoso choque entre el verde y el café.
–"...ella estaba nerviosa, sentía su corazón enloquecer..." –continuó la escena Luca mirando con deseo los labios del mayor.
–"...él lentamente se acercó a ella mientras sus miradas cerraban...y la besó".
–...la besó –repitió en un hilo de voz mientras los dos cerraban suavemente sus miradas.
Sus alientos se mezclaban en medio de ambos al mismo tiempo que se acercaban más y más. Sintiendo un arder en sus pechos. Alberto no dejaba de acariciar su mejilla, hasta que...
–Señor Paguro.
La educada voz de su asistente acompañado de unos golpes suaves en la puerta hizo que lentamente se despertara de su siesta. Desconcertado Luca parpadeo un par de veces dándose cuenta que se encontraba dormido sobre su teclado, que dejo marcas por toda su mejilla izquierda mientras en la página de Word se mostraba varias hojas repletas de números y letras al azar. Había soñado su encuentro con Scorfano.
Fastidiado de haber despertado de un sueño que se sentía tan real, se sobo su cien en lo que se enderezaba en su silla, provocando que una chaqueta negra se deslizara por su espalda. Confundido la tomó, sonrojándose fuertemente al notar que la prenda desprendía un embriagante al igual rudo aroma a cigarrillos marca Andersen y esa colonia que siempre usaba Alberto desde que se conocieron. ¿Fue real?
–¿Señor Paguro?
Avergonzado rápidamente dejo la chaqueta a un lado y se acomodó en su silla, cerrando rápidamente la ventana de Word.
–Pasa –dijo estresado en lo que tallaba su rostro.
La puerta se abrió mostrando al pelinegro haciendo equilibrio con una taza –la cual desprendía un aroma delicioso como también demasiado dulce, como le gustaba a él–, una pequeña caja con el logo de su pastelería preferida y el libro que revisaba. Esos objetos lo tomaron por sorpresa, más el café que solo muy pocas personas sabían prepararlo sin ser tan dulce o desabrido. Y Russell no era uno de ellos, siempre fallando con las cantidades exactas.
–¿Qué es todo esto? –pregunto desconcertado mientras observaba a su asistente dejar la taza y el postre frente a él.
Las pupilas de Paguro se agrandaron al ver el gran pedazo de tiramisú, haciendo que tragar saliva ante lo delicioso que se veía. Sin dudarlo saco de su cajón un tenedor –que siempre guardaba a petición de su abuela que lo visitaba repentina para comer un postre juntos–. Abrió la caja con una sonrisa infantil. Era muy fan del dulce.
–Lo trajo el señor Scorfano para usted, dijo que se lo entregara.
–¿Vino el señor Scorfano? –exclamó sintiéndose tenso y avergonzado de que lo haya visto dormido en el trabajo.
–Hace más de una hora vino con usted para aclarar una duda sobre el nuevo libro –explicó mientras le entregaba dicho objetó–, pero cuando tomo asiento frente a usted, al parecer cayó dormido con la cara contra el libro apenas lo abrió.
Agarró un enorme pedazo del postre y se lo metió en su boca, no sabía si llorar del ridículo que hizo en plena hora laboral o llorar por lo delicioso que estaba el tiramisú. Alberto sabia de su pastelería preferida como también cómo preparar su café perfectamente. Aun no lo olvidaba. Tragó con fuerza, dejando el tenedor junto al postre a un lado para mirar el maldito libro. Notando de primera como en la portada sencilla estaba pegado un postit con la letra cursiva e inclinada de Alberto:
《"Cuando despiertes y comas, por favor envía a tu asistente con las aclaraciones de la página 54 y 110. No sé a lo que se refiere esa vieja loca".》
Rio un poco ante el ultimo comentario, era algo típico de él. Dejo por el momento a un lado el libro, en un momento mandaría a su secretaria o asistente a resolver sus dudas.
–Dijo que por ahora no puede volver a su oficina, ya que tiene que seguir con el proyecto de temporada, pero si necesita hablar con él. Que no lo moleste, él vendrá.
–¿Estaba enojado? –preguntó en voz baja en lo que toma un sorbo a su taza, sintiendo una calidez en su pecho al sentir aquel sabor esquicito. Estaba perfecto.
–Sorprendentemente no –respondió en un tono incrédulo; fue una sorpresa para todo el piso ver al jefe de mercadotecnia traerle algo a él, cuando ellos siempre peleaban o ni siquiera se dirigían la palabra al menos que sea trabajo–, estaba serio cuando me dejo el libro. Y trajo él mismo el café y el tiramisú. Tampoco le intereso la razón de su desvelo, solo pidió a Miriam y a mí que no lo interrumpiéramos al menos por una hora.
–Ya veo...–musitó algo perdido al no tener una respuesta ante los postres. Solo miro su reflejo en el líquido color caramelo.
–Señor, sé que no me conviene, pero ¿Por qué su desvelo? Usted no es así y mucho menos un lunes. ¿Sucedió algo grave?
Luca suspiró, dejando su taza al lado del libro.
–Realmente sí –bajo la mirada sintiéndose avergonzado–...ayer se escapó antes de la tormenta mi perro y estuve toda la tarde y noche buscándolo hasta que apareció el amanecer. Es un perro ya algo viejo y nunca sale por tanto tiempo. Me aterra que algo le pase.
–Lo entiendo –dijo suavemente–. Si gusta, puedo hacer los afiches de se busca en lo que usted termina de analizar las anotaciones del libro y descansa un poco. No hay mucho trabajo por hoy. Debería también enfocarse en tener todo lo necesario para el niño que adoptara, su cita con los de servicio infantil como ir al orfanato es la siguiente semana. Debe mantenerse firme.
–Lo sé, apenas un amigo mío esta arreglando la habitación que tengo asignada. Tengo toda lista que comprar y ¡DIOS! –se quejó con fuerza tapando su rostro con sus manos.
–¿Por qué tomo una decisión tan acelerada?
–¿Acelerada? –lo miro confundido y negó con la cabeza– La idea de adoptar ha estado en mi cabeza por años –agachó la cabeza con tristeza–; desde la muerte de mis padres quería tener hijos y como no estoy para buscar una mujer en mi vida por eso opte por la idea de darle hogar a un niño que lo necesita. Solo que nunca me he animado, hasta que mi abuela me exigió bisnietos. Pero ahora con lo de Giuseppe suelto he estado estresado. Amo a mi perro y no lo dejare de lado.
–Es muy admirable, señor, yo estaría destrozado si algo le pasase a mi perro. Sería un gusto ayudarlo con los afiches, solo necesitare una foto y datos del perro.
–En un momento te envió todo y gracias por la ayuda, Russell.
–Es un placer –dicho eso dio un pequeño asentamiento como forma de despedida antes de dar media vuelta y salir de la oficina. Dejando a un pensativo Paguro.
Tenía tantas cosas en la cabeza que comenzaba a agobiarlo. No obstante miro de reojo aquella chaqueta negra a sus espaldas y sin pensarlo la tomo para después olerla. Sintiendo una lluvia de mariposas revoloteando su estómago que llegaba a olvidarse un momento de todos sus problemas, transportándolo a un momento feliz en su vida. Tantos años que han pasado y el aroma de Alberto siempre ha sido el mismo.
[...]
Mientras una fuerte lluvia invadía la ciudad. Él se encontraba recorriendo los largos pasillos de aquellas tiendas de temática infantil con carrito de compras en mano, repleto de cosas básicas que iban desde platos con decorados de películas infantiles, hasta varios conjuntos de ropas, toalla de baño y una silla para autos. Luca observaba las cosas de forma pensativa. Dialogó este tema con Hiro en una noche de copas, la idea principal era adoptar a un niño menor de cinco años, pero mayor de tres. Tuvo muchas pláticas antes de tomar la decisión que cambiaría su vida. Tenía el apoyo de todos e incluso de Camilo; quien se ofreció junto a Miguel en arreglar la habitación. No quería involucrarlo de más, apenas se estaban dando una oportunidad a ver a donde los llevaba y si se volvería algo formal. Pero el hombre de raíces colombianas lo relajo, diciendo que no le molestaba para nada que él comience a formar su familia. Lo quería ver feliz.
Mientras tomaba una caja con una pequeña colección de patitos de hule, no pudo evitar pensar que debería sentirse feliz y afortunado de tener a Camilo, que a pesar de su forma infantil y descuidada como bromista tenía un gran corazón y paciencia. Él se ofreció a pegar los afiches esa noche, como una especie de cita. ¿Por qué no podía sentirse bien con él?
Comprar lo mantenía distraído de todos sus pesares, no quería volver a casa donde no tendría a su mejor amigo recibiéndolo como todos los días, se sentía culpable al distraerse un momento y dejar la puerta abierta; donde Giuseppe no perdió la oportunidad para escapar, no se preocupó la primera ni la segunda hora, su perro siempre volvía, se preocupó cuando empezó a llover y no regresaba. Entrando en pánico donde salió a buscarlo en media tormenta sin éxito.
Sacudió rápidamente su cabeza tratando de no desesperarse de nuevo. Metió con pesar los patitos al carrito y dispuesto en ir ya a la caja, se detuvo lentamente al ver la ropa para niñas menores de dos años. Donde quedo cautivado por un vestido blanco con una diadema con un moño del mismo color, pero lo que más le llamo la atención fue en el borde de la esponjosa falda estaba repleto de flores de hortensias de gran variedad de colores pero los que más resaltaban eran los azules y morados. Alzó su mano para tomarlo –ya que estaba en un punto alto– noto que alguien más también estaba a punto de agarrarlo.
Rápidamente alejo su mano, pensando que otra persona iba a comprarlo, cuando él solo quería verlo.
–Lo sien-
Estaba a punto de disculparse hasta que su mirada choco con la esmeralda de Scorfano. Como en su sueño, ambos se quedaron perdidos en la figura del otro, pero esta vez un sentimiento de inquietud los invadió. De todos los lugares donde pudieron encontrarse tuvo que ser una tienda de productos infantiles. Tanto Alberto como Luca notaron que ambos tenían sus carritos llenos de productos. Si no fuera que ambos sabían lo completamente gays que son, pensarían lo peor.
–Señor Scorfano...–musitó dando un paso hacia atrás.
–Señor Paguro –dijo con el mismo tono de voz para después ver de reojo el vestido y reaccionar–...perdón, ¿usted iba a comprarlo?
Incomodo tomo el vestido y se lo entrego al menor.
–No, no –exclamó rápidamente moviendo sus manos para rechazarlo–, solo quería verlo, puede llevárselo.
Alberto miro la prenda con una pequeña sonrisa, admirando cada detalle de esta. Era simplemente hermosa.
–Creo que ya tengo muchas cosas y siento que no es suficiente –bromeó un poco para eliminar la tensión entre ambos.
–Me sucede lo mismo –rio nervioso mirando de reojo su propio carrito–. Señor Scorfano, le debo una enorme disculpa por mi comportamiento de esta mañana.
–¿Eh? ¿Una disculpa?
–No debí dormirme en hora laboral y menos cuando usted requería de mi ayuda.
–Oh...eso –desvió la mirada a cualquier lado que no sea su jefe–, no se preocupe, por desgracia lo conozco tan bien que sé que debió pasar algo de suma importancia para desvelarse.
–Digamos que tuve una mala noche –confesó mientras rascaba su brazo.
Scorfano miro el vestido y se lo extendió, desconcertando al menor.
–Puede llevárselo, es para niñas mayores de un año y medio, mis sobrinas nacerán hasta el próximo año.
Aquellas palabras sorprendieron a Paguro; quien inconscientemente tomo la prenda.
–Giulia esta...
Asintió con una sonrisa algo emocionada.
–Vaya, esas son grandes noticias, me alegra que tenga una felicidad después de tanto sufrir con su condición –lo miro con una sonrisa sincera–. Debes estar muy feliz por eso, adoras a los niños.
–Creo que el carrito me delata –expresó con una sonrisa avergonzada al mismo tiempo que rascaba su mejilla.
Ambos rieron, sintiendo que después de tanto poco a poco la incomodidad se iba yendo.
–¿Y usted será padrino? –preguntó algo curioso mirando su carrito.
–Oh, no –desvió la mirada con una pequeña sonrisa–, son para mi hijo...bueno para mi futuro hijo.
–¿Un hijo? ¿Usted y Madrigal...?
–No, no –movió frenéticamente sus manos negándolo–, el señor Madrigal no estará relacionado. Aun así...sé que suena tonto.
–Para nada –lo interrumpió–, era algo que tú querías desde la universidad, era uno de tus planes al terminar.
"Realmente era nuestro plan", pensó con pesar Luca, pero prefirió callarlo.
–Aun lo recuerdas...–musitó avergonzado y con la mirada en el suelo.
–¿Cómo olvidarlo? Recuerdo cuando tenías planeado que...bueno, ya sabes, nuestra princesita sería la más consentida por ambos.
Al escucharlo decir eso, abrió una vieja y profunda herida.
–Tú querías ahorrar para comprar una motocicleta porque querías ser el papá cool y presumirla con orgullo la moto.
Alberto rio tontamente ante ese plan.
–Si, como olvidarlo, aun sin tener a nuestra princesa ya sentías lastima por ella.
–Es que ya tenías planeado una lista de como recibirías a su primer novio y en una de ellas querías una escopeta –le reclamó en forma de juego, provocando que Scorfano riera más–. Decías que nuestra princesa no tendría novio hasta los treinta. ¿Cómo no tener lastima por mi niña?
–No iba a dejar que la profanen. Sobre mi cadáver dejare que le toquen un pelo; tienen que venir a mí para que les dé la oportunidad de rechazarlos en persona.
–Oh, como si tú le pediste permiso a mi familia para profanarme.
–Tú nunca te quejaste y de que hablas tú también me profanaste, aún tengo secuelas por eso.
Una risa más animada salió de los labios de Paguro. Hace mucho que ambos no sentían aquella calidez como también esas pláticas tan animadas sobre la familia que planeaban. Era el sueño de ambos, era el futuro que querían antes de llegar a los veinticinco.
–Llévatelo –murmuró Alberto con una sonrisa melancólica–, por si encuentras a una princesita que lo necesite. Serás un gran padre.
Sus mejillas se tiñeron de un suave carmesí al escucharlo. No sabía que responder, hace tanto que no interactuaban así, que verlo dar media vuelta para tomar su carrito con intenciones de alejarse. Luca miro el vestido sintiendo una opresión en su pecho que sin pensarlo grito con anhelo en medio del pasillo:
–¡Alberto, espera!
Desconcertado Scorfano volteo, arqueando su ceja. Paguro se puso nervioso teniendo la mente en blanco, no sabía porque lo detuvo, pero sentía que necesitaba hacerlo. Miro a todos lados antes de respirar hondo y mirar con los ojos cristalinos a Alberto. No quería despedirse, no quería que esa sensación se esfumara.
–Y-yo...–cerró sus ojos con fuerza– ¡Gracias por el café y la chaqueta!
–Te dije que no era necesario que te disculparas.
–Pero no debiste dejarme dormir.
–Pero quería hacerlo.
Luca abrió su mirada con sorpresa a lo que Alberto suspiró con pesar.
–Eres humano, necesitas descansar. Sin importar lo que me hiciste, no soy capaz de guardarte rencor como para ser un hijo de puta contigo...o al menos no tanto.
–¡Lo siento! –dijo completamente arrepentido sintiendo las lágrimas recorrer sus mejillas.
El mayor sabía que no se disculpaba por dormirse y por más que esperaba ese lo siento hace más de un lustro. Bajo la mirada y con un nudo en su garganta dijo:
–Ocho años han pasado Luca y un lo siento no va a arreglar todo ese tiempo perdido. No tengo rencor ni odio, pero ahora tienes a Madrigal.
Luca no respondió y Alberto no lo miro solo volvió a tomar su carrito para al fin irse bajo la mirada de dolor de su gran amor. Dejando al menor mirando aquel vestido que al final dejo en el lugar donde lo encontró.
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