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||Cinque||

|05|Caminos cruzados

Sin que el sol hiciera su presencia y aunque entre las enormes y verdes colinas que rodeaban la ciudad esta seria opacada por la enorme cantidad de nubes oscuras. El domingo había llegado entre risas y coqueteos que hacían aquel par de amantes. Madrigal repartía una enorme cantidad de pequeños besos entre el hombro y el cuello del menor que tenía acorralado entre sus brazos. Luca entre quejas divertidas intentaba apartarlo para poder levantarse e irse a su casa después de pasar la noche; donde su cita le preparo una deliciosa cena al estilo colombiano para luego terminar con una noche apasionada.

Después de la discusión que tuvo con Scorfano el viernes, decidió que por fin dejaría aquella página a que tanto se aferraba. Nunca admitiría que al llegar a su casa esa noche se derrumbó en su cama abrazando con fuerza a su perro. Al fin tomó las riendas de su vida y darle una oportunidad a Madrigal; quien ha demostrado ser un buen partido, aunque seguía sin sentirse completo a su lado. Por desgracia sabía que no importara que tanto hiciera él, su corazón solo latía con fuerza por un hombre que lo odia. Prefería llevarse ese secreto a la tumba. Le diría la verdad a su abuela en la cena como sus nuevos planes, tomando más seriedad al tema de formar una familia.

Entre risas Luca aparto su cara de su cuerpo para tomar asiento en el borde de la cama matrimonial, tapando su entrepierna entre la sabana amarilla.

–Ya basta –musitó con una sonrisa que hizo sonreír aún más a su cita.

–Oh, vamos, mi vida –dijo aquel apodo en español que hacia resaltar su acento sudamericano.

Luca con un leve tono carmesí en sus mejillas sonrió tontamente en lo que desviaba la mirada, no admitiría en voz alta que le agradaba cuando él le hablaba en español.

–Sabes que tengo que irme.

Camilo rápidamente se sentó detrás de él para abrazarlo, ocultando su rostro en su hombro.

–Pero es domingo, por favor, quédate conmigo –mordió el lóbulo de su oreja sonriendo al sentir el cuerpo del menor estremecerse.

–Sera después –murmuró cansado mirando la ventana de la habitación–. Tengo el proyecto de temporada y el libro de la autora que corregir. Sabes que mi trabajo es pesado.

–No me hagas esto, quiero estar contigo antes de irme a Londres.

Paguro se sobresaltó al escuchar lo último se levantó de la cama, envolviendo su cuerpo con la sabana. Dejando en completa desnudes al modelo, que tampoco es como si le importara con todo lo ocurrido la noche anterior, disfrutaba la mirada del menor.

–¿Cómo que Londres?

–Tengo un desfile de la marca familiar. Tengo que estar allá más tardar el miércoles.

Luca se pellizcó la fuente de su nariz claramente molesto.

–¿Por qué diablos no me lo dijiste? ¡Me confirmaste que irías a la cena con mi abuela para decirle nuestra situación! ¡Ya le confirme a ella que iríamos, joder, Camilo!

Camilo se quedó callado desviando la mirada al recordarlo.

–Podemos posponerlo, no te enojes.

Eso provoco el efecto contrario al heredero de los Paguro, su rostro se enrojeció con furia ante sus palabras. Apretando con fuerza sus dientes, no tenía paciencia para ese tipo de comportamientos.

–¡Me estas jodiendo, ¿verdad?! ¿Sabes lo apretada que esta mi agenda y la de ella? Literalmente es la primera vez en meses que tendremos una cena sin involucrar el trabajo –le exclamó en voz alta para después gruñir ferozmente e ir a buscar su ropa interior.

–Lu-

El menor levantó su mano en el aire para que se callara, dejando caer la sabana al suelo para poder ponerse su bóxer de nuevo.

–Escucha, yo no quise involucrarte en la cena, en verdad disfruto estar contigo, pero yo y mi abuela arriesgamos tanto para tener a flote la empresa. Estas cenas son escasas, pero demasiado importante para nosotros. Debiste decir que no y yo lo entendería, no dar falsas promesas. Mi abuela se puso contenta al decir que si llevaría a mi novio –lo miro con seriedad en lo que recogía su ropa con intenciones de irse–. Si no lo entiendes, no veo caso a seguir con esto.

Camilo rápidamente se levantó y sostuvo su muñeca para impedir que se fuera, Luca intento zafarse, pero rápidamente fue envuelto por los brazos de su quedante.

–Suéltame, por favor –murmuró en un tono apagado, sin poner mucho esfuerzo para liberarse.

–No, hasta que me escuches. Lo siento, si, tienes toda la razón, no entiendo tu importancia con esas cosas, pero quiero hacer. Yo no soy un profesional como tú, soy demasiado infantil con el trabajo, pero te juro que recompensaré esta cena el mismo día que llegue; iré personalmente a disculparme con tu abuela.

Se separó y le sonrió al menor antes de besar su frente. Luca suspiró y le sonrió débilmente, no muy convencido, pero le dio el beneficio de la duda.

–No quiero enojarme contigo –alzó su mano para acariciar su mejilla–, pero no vuelvas hacerlo, per favore.

–Voy a mejorar para que decidas quedarte conmigo la próxima vez –dijo pícaramente antes de agacharse y besar suavemente los labios del menor.

Lentamente Paguro fue correspondiéndole, dejando caer su ropa devuelta al suelo para enredaba sus brazos al alrededor del cuello del mayor. Por más que quisiera que Luca se quedase, respeto su decisión y rompió el beso sin antes de darle una leve mordida en su labio inferior. Con una sonrisa junto su frente con la de él.

–Vete antes de que me arrepienta y te vuelva a cargar a la cama –le susurró.

El menor rio dulcemente ante de ponerse de puntillas y besar su mejilla.

–Descansa –musitó con una pequeña sonrisa antes de agacharse y recoger su ropa.

–Igual. Háblame cuando te desocupes.

Asintió en lo que abría la puerta del dormitorio para salir. Soltó un suspiro y antes de que comenzara a vestirse e irse, sacó del bolsillo de su pantalón la verdadera razón de su huida. Respiró hondo esperando que sea lo que estaba deseando esos últimos días. Encendió su celular rápidamente tapo su boca con su mano, queriendo no ponerse sentimental al ver los mensajes de su asistente:

《"Ya está confirmada su cita en el orfanato, señor"

《"También está hecha toda la documentación"

Sus manos temblaron mientras que sus ojos comenzaron a cristalizarse. La sonrisa en su rostro no tenía comparación. Tenía suerte que su familia era la mayor recaudará de fondos, como también a todos los contactos que tenía su tío con los servicios sociales y estatales. Años de espera y de entrevistas se resumieron en horas, a veces agradecía su apellido y poder económico. Más ahora que podría avanzar su vida.

[...]

Un taxi estaciono en frente de aquella casa amarilla de dos pisos de estilo rustico, adornada de hermosos y coloridos arbustos. Alberto resopló algo nervioso, tomo el hermoso ramo de anemones rojos que compro antes de tomar el primer tren a aquella pequeña ciudad alejada de Portorosso. Le pago al taxista antes de bajarse:

–Le deseo mucha suerte con su amada, muchacho.

Scorfano rio suavemente y negó.

–Es mi hermana –corrigió con amabilidad en lo que cerraba la puerta.

–Mis disculpas, joven –expresó en lo que le entregaba el cambio.

–No se disculpe, que tenga un buen día.

Recibió un leve movimiento de gorra por parte del hombre antes de arrancar el auto y alejarse. Dejando al pecoso parado en la banqueta. Bajo la mirada al ramo de sus manos, estaba nervioso de no ver a Giulia después de varios meses. Respiró hondo para tener el valor de voltear y acercarse a la entrada y mover aquella campana posada en al costado de la entrada. Rio al escuchar unos gritos por parte de Guido, tratando de calmar a Giulietta. Pasos y quejas se escuchan en el interior de la casa, haciendo que él riera y se sintiera aún más nervioso que antes.

La puerta se abrió de forma brusca haciendo que aquellos ojos esmeraldas brillaran con intensidad al encontrarse con esos ojos castaños cristalinos de esa mujer más baja que él y de cuerpo algo subido de peso –pero aun conservando aquella figura similar a una pera–. Su largo y desastroso cabello rojizo, se encontraba tejido y portando un hermoso vestido azul oscuro que hacia resaltar un muy abultado vientre. Alberto se quedó sin palabras, ¿Cuánto tiempo paso desde la última vez que la vio?

Anonadado la miro y ella sonrió avergonzada.

–Dime, por favor, que es del idiota de Visconti –murmuró incrédulo.

Ella rio dulcemente antes de golpear sin mucha fuerza en el hombro, ocasionando que él se quejara ya que si le dolió.

–¡Claro que lo es! –le regañó molesta– Pero él no lo sabe, aun. Sabes cómo se pone con mi salud, ahora imagínate como se pondrá si se entrará de esto –apuntó a su vientre–. Lo amo, pero es un idiota.

Alberto rio y se agachó un poco para abrazarla con cariño, siendo algo complicado ante el bulto. Giulia le correspondió con todo su cariño, lo extrañaba tanto. Al separarse le entregó el ramo con una sonrisa a lo que ella los tomo para olerlas, siendo cautivada por su aroma y belleza.

–Pasa, Guido, está en la cocina –lo invitó mientras daba la vuelta hacia dentro de su hogar.

El pecoso cerró la puerta una vez que se adentró y siguió a su hermana por la acogedora residencia Visconti. A pesar de como era su cuñado, él le regalo a su mujer una casa hogareña y cálida, su interior le hacía recordar a una casa en medio del bosque. Un lugar agradable donde ella pudiera estar tranquila ante su condición, que ahora había incrementado por su embarazo.

–¿Por qué no me dijiste? –le reclamó con una sonrisa– Pude haber traído obsequio para mi sobrino.

–Sobrinas –corrigió risueña.

–¿Qué? –paró bruscamente sus pasos.

La pelirroja volteo a verlo mientras una de sus manos abrazaba el ramo él otro acariciaba maternalmente su vientre.

–Sorpresa –dijo sonriente–, serás tío de trillizas.

Él miro su vientre incrédulo, ahora que lo veía tenía sentido que se viera enorme siendo que solo pasaron cinco meses de la última vez que se vieron que fue la última vez que Ercole vino para acompañarla a su prueba de cateterismo cardíaco para ver si podían encontrar la causa de su soplo. Guido apareció para poder apreciar la expresión de su mejor amigo, a la cual no dudo en tomarle una foto con su celular. Se la mostró a su amiga y ella rio.

–Pásamela, se la tengo que mostrar a Erco cuando venga.

–¿Por qué no le has dicho? –murmuró Alberto saliendo de su trance– Él ama la idea de formar una familia contigo.

Giulietta suspiró y Guido agarró el ramo para después ayudarla a que tomara asiento en el comedor.

–Ha sido complicado con todo lo que paso, mi embarazo ha sido difícil –musitó decaída–, tengo que estar aún más en reposo y por no decir que tengo el miedo de que ellas hereden mi problema cardiaco. No quiero preocuparlo, ni hacerlo sentir mal por estar en servicio. Lo pondrá aún más ansioso.

–¿Mamá y papá lo saben? –preguntó con pesadez.

Sin mirarlo asintió débilmente. Sabiendo que Alberto hablaba muy raras veces con su madre y para que no le dijera de su embarazo fue un golpe duro. Cada vez se sentía más aislado de la familia que lo adoptó.

–Escucha, Alberto, si no te lo dije es porque quería decírtelo en persona. No es lo mismo que decírtelo por llamada o mensaje.

Él no respondió, simplemente frustrado tomó asiento a su lado y miro su vientre. Su hermana tomo su mano y la posicionó sobre la tela de su vestido.

–Ahora están dormidas, pero te presento a Elizabeth –una risa sutil apareció en los gruesos labios de la pelirroja al notar la mirada brillante del mayor al sentir parte del cuerpo de una de las bebés.

Giulietta guio su mano al otro lado y sonrió al sentir como la otra se movía suavemente.

–Ella es Emily, es toda una diablilla, nunca se queda quieta.

–Idéntica a su madre –bromeó.

Ambos hermanos rieron antes que Giulia le diera un golpe en la cabeza, provocando una risa mayor en el otro. Y por último guio su mano a presionar por arriba de su ombligo.

–Y por último tenemos a la más calmada, que no sé de donde lo heredo, Eleonor.

–Llevaras a la quiebra a Visconti –dijo sonriente mientras miraba su grande mano sobre su vientre.

–Lo sé, quiero sorprenderlo cuando venga.

–Él llegara casi cuando tu des a luz –comentó tranquilo Guido en lo que dejaba dos tazas de té sobre la mesa.

Giulia tomo una de las tazas abrazándola con sus dos manos y acercándolo a su rostro para soplar con suavidad, haciendo que el hilo de humo bailara en frente de ella.

–A ver si ahora sí me visitas más seguido –lo regañó con una sonrisa antes de beber su té verde.

–Peeeerdón, pero tengo trabajo y a una gata que alimentar. Han sido días estresantes –se quejó realmente exhausto mientras sobaba su cuello.

–Por cierto, mamá, te está buscando esposa de nuevo, así que no te sorprendas si te llama.

Un fuerte quejido salió de los labios de Scorfano. Talló con fuerza su rostro tratando de no decir ninguna maldición, pero ya se estaba hartando de esa situación.

–Creo que no me dejara en paz hasta que me case.

–Guido está soltero –apuntó con su pulga a su enfermero.

–Guido quiere morir solo.

–Yo nací para ser el tío consentidor, no para que me lleven arrastrando al altar –se defendió el castaño cruzando sus brazos contra su pecho y voltear la mirada indignado.

Alberto rodeó la mirada mientras que su hermana reía sutilmente.

–Oh, vamos, no te creo que no has conseguido a nadie aun eres un partido excelente –halagó su hermana.

–¿Tu diciéndome un cumplido? Vaya que él embarazo te cambio –se burló él, obteniendo el dedo medio de la pelirroja al mismo tiempo que bebía de su taza.

–¿Y no te ha buscado Paguro después de esa noche? –inquirió Guido, provocando que la pelirroja casi se ahogara con su té. Tuvo suerte que Alberto tomara con prisas la taza antes de que cayera sobre ella.

Le dedicó una mirada molesta a su mejor amigo en lo que dejaba la porcelana sobre la mesa.

–Dime, per favore, que no fuiste a buscarlo de nuevo –reclamó frustrada Giulia al mismo tiempo que pellizcaba la fuente de su nariz.

Intentaba no estresarse ni enojarse, podía ser perjudicial para su embarazo y para ella. Alberto solo desvió la mirada y suspiró.

–No, no lo he hecho –mintió a medias. No lo ha buscado, porque ahora es su jefe, con el cual tiene que reunirse la mayoría de veces a solas para los proyectos.

–Berto, él es un maldito egoísta, no quiero que salgas perjudicado de nuevo y más cuando fuiste a buscarlo a España después de que discutieran. ¡Él ni siquiera fue a buscarte para disculparse! ¡¿Quién se cree él?!

Con solo pensar en el castaño oscuro la ira la invadía. Alberto no decía nada, jamás insulto o maldijo a Paguro a sus espaldas. El tema de su ex novio era un tema complicado entre los hermanos, ya que Giulia lo vio llorar por él y hacer cualquier estupidez –como ir a España cuando él huyó–. Sin saber jamás el motivo de su separación.

–Luca era muy celoso –recordó Guido, al recordar lo posesivo que era.

–Lo era, pero también lo fui yo, pero nunca estuvimos asechando al otro o estar juntos veinticuatro siete. Debo de admitir que si se me restregaban varias mujeres y hombres, pero nunca le hice caso. Aunque no se note Luca tenía un ego, que adoraba ver como otros lo envidiaban –habló sin atreverse a mirar a su hermana. Podía sentir la furia de sus ojos.

–Berto, habló en serio, no lo busques, no quiero que salgas lastimado de nuevo.

Alberto suspiró y miro el líquido verde de su taza; la cual no había tocado.

–Por más que quisiera admitir que lo supere, no puedo, siempre me cruzo con él. ¡Es como si el maldito destino no estuviera jugando una broma y lo peor de todo es que quiero estar con él! –exclamó estresado y sintiendo un nudo en su garganta por al fin sacar lo que sentía después de cuatro años trabajando en la misma empresa– Intente salir con varios hombres, pero me aburrían o no me sentía en paz. Luca no solo era bueno en la cama, con él me sentía...no sé, como si estuviera completo.

Giulia y Guido compartieron miradas tristes antes de mirarlo a él. Sabían lo importante que era Luca para Alberto, Dios, ambos fueron el primer amor del otro. Y si Alberto no ha ido tras de él, era por su dignidad y orgullo. Se cansó de ser él que siempre iba tras de él. Jamás pensó que le jodería tanto ver que tenía una pareja con ojos verdes y pecas como las de él. Prefirió simplemente dejarlo ir, pero ese maldito match de tinder le dio esperanzas que se rompieron al saber que fue un error.

–Recuerdo, que querías presentarlo con nuestros padres. En verdad iban en serio.

–¿Por qué terminaron? Sigo sin entenderlo.

Alberto rio adolorido y simplemente con la mirada agachada, negó:

–Es algo que me llevare a la tumba. No sé si él ha cambiado o yo lo he hecho, pero por desgracia sé que no encontrare a una persona que me complemente tanto como él. Ya han pasado ocho años y no lo olvido –susurró bajo la mirada triste del par.

[...]

Saliendo de la estación de tren. Scorfano miro con cansancio la tremenda tormenta que inundaba la ciudad. No llevaba paraguas y ya era más de las doce de la noche como para pedir un taxi a su departamento. Cansado no tuvo opción que caminar bajo la tormenta, con las manos metidas en su chaqueta. En lo que bajaba por una de las avenidas de la ciudad, su mente estaba tranquila al confesar después de tanto aquellos sentimientos ocultos hacia su jefe. Para su fortuna tuvo el apoyo de su hermana, siempre eligiendo su felicidad antes que nada.

Recorriendo el canal principal; el cual por la horrible tormenta era un completo caos. Trataba de mantener a firme su mente y pensando que sucederá ahora. Luca salía con Madrigal. La pelea ya estaba perdida. Lo mejor es dejar las cosas como eran, ser cortante y distante con él. Su trabajo era lo único que los unía ahora.

No salió de su mente hasta que llegaron a sus oídos el llanto de un perro. El ruido apenas era notable entre la lluvia. Sin pensarlo comenzó a buscar al animal. Rápidamente noto como un charco de las jardineras estaba manchado de sangre y detrás de un arbusto estaba un enorme mastín napolitano aullando de dolor ante la grave herida de una de sus patas traseras. Paranoico volteo hacia todos lados, encontrando la avenida completamente desolada.

Miro al perro, notando la ausencia de un collar. No dudo dos veces para acercarse, sorprendiéndose internamente al ver que él no le gruñía ni le lograba solo lo miraba con tristeza mientras se lamia su herida. Alberto rápidamente se agacho y cargó al pesado perro, que casi se queda sin aire al alzarlo entre sus brazos. Como pudo corrió hacia el veterinario más cercano.

Sin darse cuenta que a unas par de cuadras se encontraba un desesperado Luca junto con sus amigos buscando con terror a su mejor amigo. Empapado y con frio Paguro, se inquietaba cada vez más al no hallar pista de su amado compañero.

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