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||Cinquantasei||

|56|No por compromiso: el amor de una madre (parte 2)

–¡¿Quién fue el maldito gracioso que vistió a mis hijas igual?! –gritó furiosa Giulia adentrándose a la cocina de su hogar a pasos feroces.

Vestida con hermoso, brillante y elegante vestido azul cobalto con escote de corazón y de falda suelta que cubría hasta sus pies; haciendo resaltar aquella figura, que a pesar de haber ha dado a luz hace medio mes la faja que poseía la ayuda a conservar su figura en forma de pera. Su hermoso cabello pelirrojo estaba recogido en un moño alto y adornado de varias flores de hortensias verdes que hacia juego con su maquillaje para nada exagerado que le daba un aura natural. Enojada por haberle pedido a los idiotas de sus amigos vestir a las trillizas con los vestidos blancos que les compraron junto con un cinturón y moño con sus respectivos colores, en lo que Ercole la ayudaba a vestirse. Se encontró con sus hijas idénticas completamente vestidas de blanco.

Entro a la cocina donde gruñó al ver a Ciccio y Guido vestidos con su uniforme de la marina y del ejército, escondiéndose detrás de una jovencita de no más de trece años sentada en una de las sillas del comedor; rubia de cabello ondulado que le llegaba a los hombros, delgadita y de piel blanca. Era la hija de Ciccio, una chica demasiado tranquila vestida de un hermoso y formal vestido verde olivo con una diadema negra en su cabello. Cinnia volteo a ver a su tía con tranquilidad mirándola con sus bellos ojos marrones y dejando de acariciar a la gatita de la casa que dormía en su regazo.

Giulietta apaciguó un poco su mirada al verla, respirando hondo para no matar a su padre, que se veía tan patético al utilizar a la preadolescente como su escudo. La pequeña rubia notó como su padre y tío se ocultaban dando a entender que eran los responsables de su enojo. Termino suspirando y miro con "culpa" a su tía.

–Fui yo, tía Giulia –mintió fingiendo tristeza, solo para salvarlos–, papá me pidió ayuda y yo lo arruine al confundirme de colores y hacer que todo fuera un caos, perdóneme, es que aún no me acostumbro a los colores de mis primas.

La pelirroja al escucharla tuvo compasión y rápidamente se acercó para abrazar contra su pecho.

–Oh, mi niña, no te disculpes, corazón –besó su cabellera y acaricio maternalmente su hombro–. Tu tío ya las está cambiando como es debido, no te preocupes –. Mejor vete preparando porque ya estamos a nada de salir, en verdad me hace feliz que tu madre te dejara ir a la boda. Tu tío Berto está realmente contento de tenerte en su boda en especial con lo hermosa que te ves hoy.

Grazie, tía, con todo esto del divorcio, temía no asistir a la boda –confesó algo apagada.

Al escucharla, Guido y Giulia voltearon a ver al rubio; quien solo desvió la mirada mientras mordía el interior de su mejilla. Había estado sobrellevando tranquilamente el divorcio con su mujer, realmente fue un divorcio pacifico e intentaron poner en primer puesto la felicidad de su hija. Razón por la que él había decidido mudarse a Portorosso y trabajar más duro para conseguir un departamento estable para él y su hija, siendo que tenía la custodia partida en partes iguales, pero como apenas se establecía en la ciudad pesquera ella se quedaba con su madre. Tras haber trabajado tanto tiempo fuera su relación con su esposa se fue marchitando, pero estaban en muy buenos términos.

Ciccio se acercó a su hija y besó su cabellera, ella siempre seria su prioridad.

–Sabes que tu madre te deja estar con tus tíos todo lo que quieras –comentó sereno mientras se sentaba a su lado y tomaba su mano.

–No quiero molestarlos, ya tienen suficiente con aguantarte a ti y a mi tío Guido –bromeó ella abrazando a su padre, acomodándose tranquilamente en su pecho.

Él rio y la abrazó con cariño al igual que de manera protectora.

–Eres mi hija y tienes mis genes así que también eres un caso perdido como yo.

Obtuvo la dulce risa que esperaba junto con un empujón por parte de ella.

–Ya quiero conocer al esposo de mi tío, Leo me habla maravillas sobre él.

–No te sorprendas si se comporta como un hijo de puta –comentó juguetón Guido apoyándose en la mesa.

–El idiota es así, pero dudo mucho que se comporte de esa manera y menos con una de las sobrinas preferidas de Alberto –comentó burlonamente Giulietta en lo que se servía una copa de vino blanco.

–Ya dudo que sea su favorita, antes lo era porque era la única, tía.

–Oh, mi cielo, tu tío te consiente tanto, pero todos los mimos se los ganan Leo y Mina. Ya deje de ser su mujer favorita –exclamó sonriente antes de darle un largo trago a su bebida.

–No deberías de beber –la regañó Guido quitándole la copa de la mano y darle un tragó.

–Traaanquilo, Erco ya tiene equipado varias mamilas para las niñas, esta noche la leche de mamá estará cerrada hasta nuevo aviso –dijo juguetona volviendo a tomar su copa y beberse todo lo que había en ella.

–Podrías no hablar de leche materna en frente de mi hija –exclamó serio el rubio mirando a su mejor amiga.

–¡Pero si ella ya la probó!

Un fuerte color carmesí apareció en el rostro de Ciccio volteó a ver al castaño y él asintió para confirmarlo.

–La leche de Giulia sabe raro y más porque sale tibia –explicó Guido con tranquilidad a lo que Cinnia hizo un ruidito de afirmación.

Una risa divertida salió de los gruesos labios de la pelirroja al ver el semblante asqueado y traumado de su amigo.

–Oh, vamos, Ciccio, no creerás lo peor –canturreó coqueta antes de morder levemente el borde de la copa de su mano–. A Alberto le dio curiosidad, y entre él y Guido se sirvieron de la leche que saco con el extractor. Cinnia también tenía curiosidad y no se la negamos.

–Recuérdame nunca dejar a mi hija sola con ustedes –gruñó avergonzado al mismo tiempo que se pellizcaba la fuente de su nariz.

–No sé de qué te quejas, hasta Ercole la ha probado –alardeó Guido de manera divertida–, pero él si lo hace directamente de la fábrica.

Giulia sonrió sin negarlo, lo que causo una mueca asqueada en su sobrina y un gruñido por parte del rubio. Iban a seguir hablando, pero fueron interrumpidos por el timbre de la puerta principal. Guido estaba a punto de levantarse para abrir, no obstante Giulia lo detuvo alzando la palma de su mano en frente de su cara. Calmada como seria –como si dejara las bromas a un lado–, dejó copa vacía y con la marca de su lápiz labial sobre la mesa. Se paró, acomodándose el escote de su vestido para ir directamente a la entrada. Haciendo resaltar los pesados pasos de sus tacones. Dejando al par de hombres realmente confundidos.

Al llegar a la entrada observo de reojo como sus hermanos bajaba las escaleras, cada uno cargando a una de las trillizas contra su pecho. La pelirroja se sorprendió un poco al ver que dos de sus hijas tenían su diadema con el moño correspondiente a su color, pero rápidamente termino sonriendo de manera divertida. Solo Ercole lograba identificar con facilidad a las tres.

Por otro lado Mariano y Alberto ya estaban arreglados y casi listos para irse preparando para la ceremonia. El menor de los tres portaba un traje simple de color negro y tirantes junto con una rama de hortensia azul en el bolsillo de su saco mientras que todo el protagonismo se lo llevaba el mayor con su cabello bien arreglado –sin ser tan elegante ni tonto–, portando con orgullo el traje negro de su difunto suegro, zapatos bien lustrados, una barba y unas cejas muy bien arregladas. Incluso había comprado unos percings de plata para sus orejas que le daba su toque personal. Al igual que Mariano portaba dos ramos pequeñitos de hortensias verdes y azules en su bolsillo. Sin ninguna duda su hermano resaltaba entre toda la gente y se mostraba listo para casarse con el heredero de los Paguro.

Ella suspiró, obteniendo el ceño fruncido del pecoso. No se dijeron ni una palabra, aunque sus miradas lo decían todo. Y a pesar que Alberto se notaba que no quería discutir a pocos momentos de casarse, Giulietta en completo silencio se acercó lentamente a la puerta para abrirla y dejar en descubierto a las dos madres de su hermano. Tanto Lilian como Bianca estaban vestidas formalmente, la pelirroja portando un elegante vestido azul oscuro mientras que la castaña blonde tenía un traje completo y elegante color crema con un cinturón negro y unas zapatillas que le combinaban a su postura. Las dos tenían su cabellera suelta y sosteniendo sus respectivos bolsos de mano. No obstante Alberto solo gruñó en bajo e intento darse la vuelta y subir de nuevo al segundo piso, pero se detuvo al escuchar la voz molesta de su madre adoptiva:

–Bruno Alberto Scorfano Marcovaldo, más te vale bajar en este mismo instante o si no...

–¡¿O si no que?! –le gritó furioso.

Molesto termino de bajar las escaleras y entregarle la bebé –quien no tardaba en llorar– a su hermana. Giulia tomó a su hija acunándola sobre su pecho mientras dejaba que Alberto se parara en frente de sus dos madres para encararlas.

–Berto, hijo –intentó tomar su rostro su mamá biológica, pero él aparto su mano de manera suave, provocando que ella se asustara un poco.

Dejó salir un suspiro y las miro con decepción.

–Escuchen, no quiero pelear con ambas hoy –cerró un momento su mirada e intentó calmarse. Lo menos que quería era arruinar su aspecto a poco menos de una hora antes de la ceremonia–. Yo las amo a las dos –miró a Bianca, pero no tardo en desviar la mirada–, perdóname, pero seré directo; eres mi madre biológica y te amo, pero no te amo como amo a ella –giró su vista hacia Lilia; quien se mostró sorprendida y sin saber que decir. Alberto se acercó a ella y tomó sus manos para verla con tristeza a los ojos–. Fuiste mi mamá por mucho más tiempo, me amaste a pesar que no compartimos la misma sangre, jamás te remplazaría, pero ella también es mi madre y debes respetarla. Tanto como ella a ti. Las quiero a las dos en mi vida...aunque ahora en adelante pondré más prioridad a Luca antes que ustedes.

Con pesar soltó las manos de la pelirroja y retrocedió para verlas con seriedad.

–Lo que hicieron estuvo mal en todo sentido.

–Berto, ¿en serio quieres casarte? –preguntó con los ojos cristalinos su madre adoptiva, a lo que Alberto suspiro.

–Ese hombre, ha hecho demasiadas cosas por mí. He sido un hijo de puta con él varias veces y lo único que ha hecho es amarme y guiarme a ser un mejor hombre. Me dio dos hijos que daría todo lo que fuera por verlos sonreír. Quiero pasar toda mi vida con él, porque lo amo, enserio amo a Luca y quiero que veas él me hace feliz.

La pelirroja desvió la mira, cerrando sus ojos con fuerza para intentar contenerse.

–Mamá, papá le está dando una oportunidad a Luca y el abuelo lo acepto en la familia –le recriminó mirándola con tristeza y pesar mientras seguía acunando a su hija en brazos–, ¿por qué no puedes abrirte un poco para hacer feliz a Alberto?

–¡No es tan fácil para mi, Giulietta! ¡Hago todo lo posible, pero no puedo! ¡No apruebo esto! –exclamó ya alterada y sin atreverse a ver a su hijo.

–Mamá, soy gay, no es una fase, no es por moda. Nunca me han atraído las princesas, cuando nos contabas los cuentos de hadas; yo quería un príncipe y estoy a punto de casarme con uno –la miro con dolor–. Y si no lo aceptas te pido, per favore, que no vayas a mi boda.

Finalizó adolorido y triste creyendo que al fin sus padres lo aceptarían, pero se equivocó. Dio media vuelta para ir al segundo piso y prepararse para irse, pero antes de pisar el primer escalón escucho la voz de su otra madre deteniéndolo.

–Alberto, espera.

No volteó a verla, solo detuvo sus pasos aferrando su agarre en el pasamanos de las escaleras.

–Ella tiene que asistir, no puedes hacerle esto: es tu madre.

–¡¿Creen estaré allí siempre para perdonarlas a ambas?! –gritó sin verlas, sintiendo como las primeras lagrimas recorrían su mejillas mientras un tortuoso nudo en su garganta se formaba– ¡¿Alguna maldita vez se han puesto en mis zapatos?! –volteó a verlas ya furioso–. Ustedes dos me hacen sentir como un bicho raro, una porque me abandono y mi padre me echaba la culpa a mí que yo me lo creí. Y la otra, tratándome como si hiciera algo malo en mi vida como para tratarme de la mierda. ¡¿QUÉ HECHO MAL PARA MERECERME ESO?!

El llanto de las dos bebés comenzaron a resonar en toda la entrada de la casa. Mariano y Giulia intentaron clamarla mientras que las dos mujeres miraron a su hijo romperse poco a poco, que su cuerpo comenzó a temblar y termino derrumbándose en el primer escalón, donde tapo su rostro y comenzó a llorar. Otro vez volvió a sentirse como un niño indefenso y solo, que solo quería sentirse amado por las personas que deberían hacerlo. Se sentía tan patético ser un hombre de casi treinta años llorando porque creía su mamá lo odia.

Guido junto con Ciccio se acercaron a la entrada, Giulietta aprovecho para entregarle su bebé al castaño; quien no dudo en sostenerla con sumo cuidado para dejar que mejor amiga corriera a abrazar a su hermano. Mariano hizo lo mismo dejándole a la bebé con el rubio y entre ambos abrazaron fuertemente a Alberto. Ver ese lado tan lamentable y roto que el pecoso siempre intentaba ocultar era demasiado triste. Él siempre se procuraba de proteger a todos cuando él más que nadie necesitaba que lo protegieran.

Ambas madres se limpiaron sus lágrimas, sin importarles si su maquillaje se arruinara. Saber que ellas eran las causantes de todo el sufrimiento de su hijo mayor, las mataba. No obstante no se acercaron a los hermanos quienes intentaban calmar Alberto recordándole que estaba a nada de casarse que debe levantarse por Luca.

No dijeron nada, ni se acercaron a consolarlo, tal vez porque no se sentían capaces de hacerlo. Temían romperlo aún más de lo que ya estaba...y simplemente se fueron para no joderla más con su amado hijo.

[...]

La maquillista termino su trabajo con una sonrisa. La mirada castaña de Luca se abrió con sorpresa y sin dudarlo se acercó al espejo del tocador de la habitación de su abuela. Una gran sonrisa se formó en sus labios al ver que ya no se notaba para nada el moretón del golpe que tenía en su mejilla. Su piel blanca y su sonrojo natural relucían al igual que sus rizos –en especial ese que se parecía a un cruasán– estaban muy bien peinados y formados. Con felicidad le agradeció a la joven, ella solo rio y comenzó a preparar las cosas para colocarle su corona de hortensias moradas y lilas junto aquel enorme y precioso velo de novia que colgaban sobre el armario de la habitación junto con su traje. El velo era simplemente hermoso largo que puesto le llegaba hasta la cintura, lo que más le gustaba era que en los bordes tenía todas las constelaciones junto con las fases de la luna. Según su abuela su madre lo mando hacer para que fuera especial y único. La corona de hortensias no se quedaba atrás de ella colgaban varias pequeñas cadenas doradas que poseían dijes que representaban los planetas; cuando su tío se lo trajo quedo fascinado, tenía un toque fantasioso al igual que antiguo que ya deseaba que Alberto lo viera.

Mientras que la joven iba por la corona y el velo. Luca miraba su teléfono estando al pendiente de que Miguel se encargara de vestir a Leo con su trajecito como también que no se ensuciara por andar jugando con sus primos. No obstante toda su atención rápidamente se enfocó en la puerta de la habitación al escuchar un par de golpes sobre ella.

–Pasa –dijo lo suficientemente alto para que lo escucharan y mientras escuchaba como abrían la puerta volvió a dejar su teléfono sobre el tocador.

Rio en silencio al ver como su nonna se adentraba a la habitación con un vestido elegante color magenta, mientras que en sus brazos Mina relucía junto con lo que parecía ser un obsequio, pero toda su atención estaba enfocada su bebé llevaba aquel vestido con flores de hortensias que él y Alberto vieron en la tienda meses atrás. Blanco, esponjoso y con flores de hortensias de distintos colores en el borde; simplemente le quedaba perfecto a su princesita, sus rizos dorados estaban sueltos adornados con esa diadema con moño blanco. Hacía que sus ojos rosados relucieran ante su belleza. Mina al verlo estiró sus regordetes brazos para ir con él, Luca también los levanto con intenciones de sujetar a su niña.

Nonna con una sonrisa fanfarrona no dudo en entregársela. Al tenerla, Luca la sentó en su regazo sonriendo con ternura al ver lo bella que era.

–Estás preciosa, mi princesita...digo, las dos están hermosas –musitó volteando a ver a su abuela con una sonrisa.

Obtuvo una risa como respuesta por parte de la anciana. Ella se acercó para agacharse en besar la mejilla de su nieto.

–Sin duda tengo el nieto más apuesto del mundo –comentó entregándole aquel regaló envuelto en papel verde pastel con un moño azul oscuro.

Luca lo tomó mirando a su abuela de manera divertida y poco confiada; conocía a su abuela y ella era capaz de todo –como cuando le regalo un dildo en su décimo octavo cumpleaños–.

–¿Qué es? ¿Espero que no sea nada erótico...de nuevo? –la "regañó", a lo que ella solo volvió a reír juguetonamente.

–¿En verdad crees que te regalaría algo así? –exclamó ofendida.

Él arqueó la ceja, cosa que logró que ella chasqueara la lengua e hiciera un ademan con la mano.

–Soy capaz, sí, pero no con mi bisnieta presente, solo ábrelo.

Algo inseguro bajo la mirada al obsequio. Mina intentaba arrancarle el moño. No tuvo otra opción de comenzarlo abrir junto con su pequeña que jalaba emocionada el papel. No obstante al abrir la caja y ver el contenido, su sonrisa se borró y un semblante de incredulidad se instaló en su rostro. Nonna con una sonrisa relajada tomó a la bebé –quien aún jugaba con el moño– para que no maltratará los papeles que Luca sostenía en sus manos.

–¿Qué es esto? –musitó volteando a ver a su abuela, como si no se creyera lo que leía.

–Es mi regalo de bodas; nadie lo merece más que tú.

–Nonna...y-yo –volvió a meter los papeles en la caja e intentó devolvérsela, pero ella no lo dejo.

Su abuela le seguía sonriendo con orgullo.

–Nunca he tomado una decisión más seria en mi vida y no creo que exista mejor persona para ser mi sucesor y nuevo dueño de la editorial una vez que me jubile este mes.

–N-no puedo aceptarlo –la miro con sus ojos cristalinos–; yo te mentí desde un inicio, mi boda con Alberto fue un arreglo desde el comienzo. No p-puedo aceptártelo.

Ella se agachó con mucho cuidado de su espalda y por su bisnieta, acaricio la mejilla de su niño. Sonriéndole con cariño de lugar de burla o fanfarrona. Con su pulgar limpió sus ojos y desviando un poco su mirada al suelo, le confesó en voz baja:

–Lo sabía desde el principio.

–¿Por qué no lo dijiste nada? –musitó avergonzado y devastado.

–Porque te conozco, mi burbujita, nunca te he visto tan feliz con alguien y sé que solo sonríes así; si se trata de ese sexi muchacho.

Miro el velo de su difunta y amada hija para luego cerrar su mirada rosada y exhalar con pesar.

–Enserio me encantaría que tu madre viera lo que te has convertido, mi niño –dijo limpiándose sus propias lagrimas–. Quiero que sigas siendo así de feliz como cuando eras mi pequeño niño escurridizo que no se quería bañar y se escondía de todas sus niñeras.

Luca rio de manera dolorosa, sintiendo como en su garganta comenzaba a formarse un nudo que le dolía hasta reír.

–No tienes ni idea de lo orgullosa que estoy de ti y quiero que disfrutes este día –miro a su bisnieta con una sonrisa rota– y los que vienen.

Él la abrazó con fuerza, su nonna fue como una segunda madre para él y escucharla decirle todo eso lo llenaba de emoción. Ella le dio unas palmaditas en la espalda y con todo su cariño le susurró:

Hoy empiezas una nueva etapa de tu vida, burbuja, sé feliz con él.

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