7. TARDE PARA PENSAR
Draco deslizó su lengua entre los labios del Gryffindor y lo obligó abrirlos sin demasiado esfuerzo. Empezaba a sentir calor y la necesidad de abrazarlo le quemaba por dentro. Se atrevió a volver a pasar su mano por la cintura de Ron, no era como la de una chica, eso estaba claro. Tenía músculo, no era tan fina y mucho menos tan delgada como las de las chicas que había besado. Pero ver el rostro de Ron cada vez que lo sentía le provocaba más placer que cualquiera que hubiera sentido hasta ahora, como si robarle las primeras veces al pelirrojo fuera lo único que lo pudiera satisfacer así. Bajó su mano hasta la cadera del pelirrojo y pudo sentir como temblaba a pesar de que no estaban tan juntos. Se acercó un poco más y obligó a Ron a pasarle los brazos por detrás del cuello para agarrarse, al menos para sentirse más cerca. Ron aceptó ese movimiento, se abrazó a la nuca de Draco mientras el otro lo besaba, y reunió el valor para apretar un poco en su espalda con la yema de sus dedos.
—Espera —le pidió cuando sintió que no podía más.
Draco se separó un poco, lo dejó respirar, pero se mantuvo muy cerca, robándole el mismo aire. Y Ron trató de recobrar la consciencia que el rubio le robaba. Tenía suficiente de esa tontería de besar a un hombre y peor aún, de besar a Draco Malfoy. Pero esos labios envenenados le sabían tan dulces como la miel de abeja recién recogida. Quizás había aceptado el trato con su cuerpo antes que con sus palabras.
Draco volvió a besarlo y Ron entrelazó su mano con el cabello fino, del color de la luna de su compañero. El único sonido allí era el de sus besos y la respiración agitada.
—Empiezas a aprender algo —vaciló Draco cuando se separó para dejar a Ron respirar.
Y cuando el pelirrojo estaba preparado para quejarse se atrevió a meter la mano dentro de su camiseta, rozando la piel de su espalda baja. Para sorpresa de Draco, esa piel le parecía que estaba echa de porcelana pura, suave y fina al tacto. Y el olor suave a miel que desprendía era casi como un subidón de azúcar para su cuerpo.
Ron se aferró a su espalda, clavando sus uñas a través de la ropa. Ambos sentían la misma sensación entre las piernas, el bulto que dolía al no ser expuesto. Pero fue el mismo Draco el que se separó, diciendo que ya tenía suficiente y despareció de allí dejando, una ve más, a un Ron algo extrañado por la situación.
Ron volvió a su habitación con la rabia regurgitando en sus entrañas. Draco se comportaba como un idiota y él mismo le permitía que se comportase así cuando lo dejaba marcharse sin más después de usarlo. Ron tenía muy claro algo, y se encontraba una novia antes de seguir con aquello, quizás podría volver a tras en el tiempo y olvidarse de estos días tan placenteros, pero igual de extraños, que estaba viviendo con Malfoy.
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