4. EL TRATO
Sentados en la mesa de Gryffindor, Hermione y Harry hablaban sobre algo de las clases, algo que no recordaba haber escuchado Ron. Aprovechó el silencio para llevarse una nueva alita a la boca, con cada mordisco el pollo se deshacía en su boca.
No se había atrevido a levantar la cabeza del plato, no quería mirar en dirección al Slytherin, que sabía, lo estaba tratando de intimidar con su seria mirada en la distancia. Se tragó el mordisco del pollo casi sin masticarlo.
—Ron —dijo Harry y el pelirrojo lo miró de reojo—. ¿Estás bien? —preguntó.
Ron asintió con la cabeza sin darle demasiada importancia. No importaba la forma en la que mirase la situación, nada estaba bien. Sus labios, su cuerpo, aún palpitaba cada zona que el rubio había tocado cuando recordaba lo que había hecho.
—Es cierto, Ron, pareces decaído —confirmó Hermione.
Ron levantó la mirada hacia la mesa de Slytherin. Y tenía razón, a lo lejos, con una mirada penetrante que no parecía pestañear, estaba el rubio. Debía ser su nueva forma de tortura, porque Ron sentía que estaba tratando de llevarlo al límite, de hacerle explotar.
—
Ron se recompuso en su cama, desde su posición entraba la luz de la luna, tenue, cálida. Era tarde, pero no podía conciliar el sueño, no podía dormir ni un solo segundo, la imagen de lo que había ocurrido esa mañana llegaba a su mente como un rayo.
Salió en silencio, hacia los pasillos, después hacia el patio. Y allí, mirando la luz más de cerca, sin vidrios de por medio que le nublasen la vista, se quedó muy quieto, observando esa luz tenue que llegaba a él como una ola de tranquilidad.
Trató de respirar hondo cuando unas manos se colaron a ambos lados de su cadera, apoyadas contra el barrote de piedra. Ese cuerpo que recordaba se acercó aún más a él, tanto que su piel parecía quemar. La respiración del rubio se coló por debajo de sus orejas, acariciando el vello de su nunca y haciéndolo estremecer.
Ron trató de empujarlo, pero solo consiguió que el cuerpo se acercase más a su espalda.
—Te propongo un trato —la voz de Draco se coló en sus oídos como un bicho indeseado.
—No quiero escuchar nada, aléjate de mí —pidió sin gritar, no quería que nadie lo descubriera en esa posición.
—Aún no lo has ni siquiera escuchado —dijo Draco apoyando su barbilla con delicadeza sobre el hombro de Ron—. Te ensañaré a besar si tú aceptas que haga lo que quiera cuando no tenga con quien hacer ese tipo de cosas —aunque las palabras no fueron textuales, Draco había sido bastante directo.
Y Ron no veía el porqué habría de aceptar un trato como ese. Ron consiguió girarse, mirar a Draco a los ojos para negarse. Y aunque la luna le había parecido preciosa minutos atrás, los ojos de Draco bañados por su luz eran aún más brillantes. Evadió la mirada seria y penetrante del Slytherin y se dedicó a observar una columna que había en la lejanía, oscura en las sombras.
Draco movió una de sus manos hacia su cintura, tocando sus lumbares, tirando de su cuerpo, hacia él, como si quisiera fundirse.
—Si besas a una chica como lo has hecho esta mañana conmigo, la espantaras —dijo Draco sonriendo ladinamente—. ¿Aceptas? —preguntó de nuevo.
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