🎸Capítulo Ventiséis
Stop crying your heart out
– Oasis
MITCHEL
Amigo.
No fue sencillo que me considerase uno, ¿por qué debía complicar las cosas? Todo sería más fácil si me conformase, pero deseaba mucho más. El simple pensamiento no hacía más que provocarme una risa amarga. ¿Qué podía ofrecerle una persona tan jodida como yo? La mierda que consumía era lo que me ayudaba a levantarme de la cama y poder fingir que tenía el control de todo. No existía momento en el día en que no sobre pensase cada maldita cosa. Me aterraba pensar que mi caos podría lastimarla, que si me equivocaba no habría vuelta atrás, la perdería para siempre.
—¿Te puedo preguntar algo? —rompí el silencio, y logré que despejara su mirada del océano. No tenía la intención de arruinar el momento, pero necesitaba sacarme aquello del sistema.
—Sí.
—¿Hice algo mal?
Estrechó sus cejas.
—No comprendo.
—Le he estado dando vueltas en mi cabeza los últimos días y no comprendo porqué te distanciaste de mí.
—No tiene nada que ver contigo.
—Creo que merecía una explicación, se supone que somos amigos —le recordé.
Se mordió el labio inferior.
—¿Me harás más preguntas si te digo que en verdad lo lamento?
—Solo quiero entenderte, ayúdame a hacerlo.
Destiny tiró de su cabeza hacia atrás.
—¿No te pasa que a veces desearías explicarle lo que está pasando dentro de tu cabeza a alguien? —preguntó en un susurró. La luz de la noche se reflejó en sus ojos, y me hubiese gustado decir que fue lo único. No importaba cuánto se esforzase para que tuviese un concepto diferente de ella. Destiny era muchas cosas, menos lo que pensaba de sí misma.
—Sí.
Cerró sus ojos un instante.
Me dejé caer hacia atrás, y la observé desde esa posición. Flexionó sus piernas, llevándoselas hacia el pecho y recargando la barbilla sobre la cima de sus rodillas. Si pudiese verme desde afuera vería mi cuerpo en tranquilidad, aunque por dentro mis latidos fuesen erráticos. Intenté mantener la calma y controlar mis respiraciones.
Una. Dos. Tres. Cuatro.
—Y no puedes, porque ni tú mismo eres capaz de entenderlo —añadió vagamente.
No podía haberlo dicho mejor, ya que mis pensamientos no tenían pies ni cabeza.
Era como tener una enredadera de cables.
—Si algún día llegas a entenderlo y yo soy la primera persona a la que deseas contárselo... —comenté deseando que fuese así, porque el hecho de que me dejase ver dentro de ella me hacía sentir de algún modo especial—. Debes saber que sin importar dónde me encuentre, yo estaré encantado de escucharte.
Ella deslizó su mirada hasta a mí.
—Una vez leí que algunos autores recurrían a la escritura para liberar todo lo que su boca no era capaz de expresar.
—No me quiero imaginar la cantidad de pensamientos que los atormentan —murmuré horrorizado.
—¿Y qué dices de ti?
—¿Qué hay conmigo? —pregunté divertido.
—Estoy segura de que los músicos también lo hacen por medio de sus canciones.
Me permití cerrar los ojos, y soltar un suspiro.
—No todos.
—Creo que algún día podría darle una oportunidad a tus canciones.
Solté una risa.
Me gustaba reírme de las cosas que me provocaban dolor para que los demás no se diesen cuenta.
—Será lo único que escuches, hace meses que no escribo nada —confesé avergonzado.
Estrechó sus cejas.
—¿Puedo saber por qué?
Ella tenía la capacidad de infundirme esa confianza que no sentía con nadie más y la tranquilidad de no ser juzgado. Entonces, ¿por qué no podía decirle lo que había detonado todo? Sentía un nudo en la garganta con el simple hecho de pensarlo.
—Cada que intentó plasmar una idea nunca es lo suficientemente buena. No importa cuánto lo intente, las palabras se sienten vacías y el pensamiento de que seré una completa decepción no me abandona.
Me sorprendía lo fácil que era contarle mis cosas sin sentirme interrogado.
—¿La canción que tocaste en el karaoke no era tuya?
Me burlé.
—Ya quisiera haber escrito algo tan extraordinario.
—Estoy segura de que eres capaz.
Abrí un ojo para verla, y sonreí de lado.
—Lo dice la chica que no se impresionó la primera vez que me escuchó tocar.
Me dió una mirada comprensiva.
—Debe ser triste hacer lo que alguna vez amaste solo por compromiso. No me quiero imaginar el vacío que debió dejarte, era una parte de ti.
Sus palabras se clavaron en mi pecho.
—Lo lamento —añadió.
Mis ojos se abrieron por completo.
¿Era normal que el hecho de que fuese la única en decirme aquello me produjera ganas de llorar?
—Nunca había conocido a alguien como tú.
Puso morritos.
Me encantaba cuando hacía eso.
—Es que no a todos les gustan las pulgas —bromeó.
Negué con mi cabeza, y presioné mis labios para frenar esa sonrisa que quería escaparse.
—No todos tienen buenos gustos.
Volcó sus ojos, y después se recostó en el césped.
—Desde que te conocí has sido tan raro.
—¿Gracias?
Se quedó callada un instante analizando sus palabras, y luego añadió pensativa:
—Un bicho raro.
—Espera, ¿no hace un rato me dijiste que no te gustaban los insectos? —pregunté sin apartar la mirada de ella en ningún momento.
—Exacto.
—¿No te cansas de lastimar mi ego?
Su respuesta fue una sonrisa.
Me encantaba verla sonreír, y deseaba que lo hiciera siempre. No tenía idea de la luz que era capaz de irradiar con un acto que antes me parecía tan banal.
Elevé mi ojos al cielo.
La ausencia del sonido ocasionaba que sintiera paz y que no deseara estar en otro lugar. Solía decirse que los lugares son especiales, pero desde que la conocí supe que era todo lo contrario. Esos momentos que creas con aquella persona, los que algún día se volverán recuerdos, eso los hace especiales. ¿Acaso existía una manera de detener el tiempo para no tener que volver a la realidad?
—¿Por qué morado?
No necesitaba preguntarle de qué hablaba.
Mi gorro.
—Empatía.
—¿No hay una explicación más larga?
Mi mirada se encontró con la suya.
—Es ponerse en la situación emocional del otro y entender de manera profunda sus sentimientos, miedos o creencias.
—¿De dónde lo sacaste?
—El morado tiene muchos significados, y la empatía es una de ellos.
—Hay algo que no comprendo, entonces ¿por qué el gris es protección? ¿Cambiaste su significado?
—No lo cambie, ¿has oído hablar alguna vez del Feng Shui? Es un arte ancestral basada en la cosmogonía China, y para ellos el gris te hace sentir en un espacio seguro y protegido.
Sus labios esbozaron una sonrisa cálida.
—Me parece fascinante que les pongas un nombre con significado —respondió en voz baja.
—Eris fue la primera en recibir un nombre.
—¿Y el de ella de dónde vino? —Me gustaba cuando hacía preguntas, que se interesara en mí.
Sentí un calor en las mejillas.
—No lo recuerdo.
—¡Mentiroso!
—Es algo vergonzoso —confesé, desviando la mirada—. No me obligues a decirlo.
Destiny se acostó de lado para verme mejor.
—Ahora solo quiero saberlo más.
—De chico, me gustaba mucho la película «Sinbad: La leyenda de los siete mares»... —La sonrisa en sus labios se fue extendiendo cada vez más conforme las palabras salían de mi boca—. Eris fue mi primer flechazo, la diosa del caos.
Entrecerró sus ojos.
—Todo un pervertido desde pequeño.
—En mi defensa, una de sus habilidades era la seducción.
Hice un puchero.
—Pobre de ti.
—A veces olvidó que te encanta usar el sarcasmo.
Se volvió a tumbar sobre el césped para contemplar las estrellas y yo no pude evitar contemplarla a ella.
—Tienes que volver a enamorarte de la música —dijo retomando la anterior conversación.
¿Y si me enamoro de ti?
No me asustó ese pensamiento.
Aunque sí lo pensaba un poco más, ¿y si ya lo estaba? Eran tan inexperto en el tema que lo más seguro es que fuese así, y ni cuenta me había dado.
—Déjame adivinar... —murmuré poco sorprendido—. La experta en música quiere ayudarme.
—Si tú me lo permites.
Esta vez me toco a mí recostarme de lado.
Mi corazón golpeteaba fuertemente contra mi pecho, y luego extendí mi mano, sin poder evitar que esta temblase y guardé un mechón de cabello detrás de su oreja. En ningún momento perdí el contacto visual y tomé un fuerte suspiro antes de hablar.
—Eres como un faro de luz que guía el camino de los náufragos como yo, de esos que hemos perdido la esperanza y no tenemos la fuerza para luchar por un último aliento de vida. Haces que el hecho de seguir viviendo en este mundo no sea tan malo.
Destiny mordió su labio inferior, y sospeche que era para frenar las lágrimas. Me aclaré la garganta antes de fingir que miraba el paisaje. Intenté ordenar mis pensamientos y los alocados latidos de mi corazón. Tenía que calmarme, esa no era una declaración de amor. No había nada que temer, ¿verdad? Me sentía como un completo imbécil al no saber tanto del tema.
Deseaba que la tierra me tragase.
En el momento en que sentí su mano sobre la mía todo se detuvo y se me erizó la piel del cuerpo.
—A mi parecer, ha sido al revés desde que nos conocimos.
Y mi corazón se detuvo.
¿Estaba dispuesto a reprimir mis sentimientos todo por seguir manteniéndola cerca?
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