🎸Capítulo Veintisiete
Still Learning – Halsey
DESTINY
—Hoy luces diferente.
Estaba sentada en el nuevo sofá de piel color negro con los pies extendidos sobre el. Los auriculares de diadema me rodeaban el cuello y mis dedos no paraban de juguetear con el cable.
La vergüenza por mi comportamiento en los anteriores días no me dejó estar en mi lugar habitual. Era consiente de que había estado más cerrada después del encuentro que tuve con Jeremy en Pann's. Sin embargo, todo cambio el día de mi cumpleaños.
No era capaz de describir las emociones que provocó en mí estar en ese lugar y con la compañía de Mitchel. ¿Hubiese sido lo mismo si alguien más me hubiese llevado? Estaba segura de que no, porque los momentos que pasaba a su algo eclipsaban todo el dolor que había en mi día a día. No me cuestionaba y mucho menos indagaba en mis cosas. Era la compañía perfecta.
¿Cómo me alejaba de lo único bueno que me había pasado en tanto tiempo?
—Sé que no estuve muy receptiva en las anteriores citas, y quiero pedirle una disculpa —murmuré sin levantar la vista de mis dedos y el cable negro—. Usted no tenía la culpa de todo lo estaba pasando.
Escuché cómo dejaba la taza sobre el escritorio.
—Tengo la sensación de que cada damos un paso retrocedes tres —comentó.
—¿Y si en verdad no necesito esto?
—Me intriga saber cómo llegaste a esa conclusión.
Tomé una gran bocanada de aire y me aventuré a volverme hacia él.
—¿Recuerda del nuevo amigo que le platiqué? —pregunté, y asintió como respuesta—. Desde que lo conocí solo he buscado alejarlo, pero no sé si es alguien perseverante o demasiado imbécil. —Me dio una mirada reprobatoria y esbocé una sonrisa tímida como disculpa—. El punto es que ahora se ha vuelto la persona en la que más confío.
Y por la que empezaba a sentir algo.
Asintió con su cabeza.
—No todos tienen la suerte de encontrar a personas así.
No podía estar más que de acuerdo, y por eso no me creía merecedora de alguien como Mitchel.
—Cuando estoy con él me siento normal —dije en medio de una sonrisa, y desvíe la mirada al sentir las mejillas calientes—. Un día me llevó a un karaoke y en mi cumpleaños a la playa. Me hace creer que si seguimos de ese modo solo es cuestión de tiempo para volver a estar bien.
Se quedó callado por un instante. Tenía un problema cuando decía lo que sentía, y es que después de hacerlo me arrepentía. Un serie de acontecimientos se reproducían en mi cabeza de todo lo que la otra persona pudiese estar pensando sobre mí. Me volvía vulnerable.
—¿No crees que le estás dando demasiada responsabilidad? Y no puedo evitar preocuparme sobre que generes una dependencia emocional.
Fruncí el ceño.
—Somos amigos, y a él no le preocupa quién fui antes de conocerlo, ¿sabe cuánto deseaba eso?
—Entonces... —murmuró sin comprender del todo, y con su mano hizo un ademán—. ¿Ya sabe lo que sucedió?
Me erguí al instante.
—No, por supuesto que no.
—Entonces nada te asegura que después de hacerlo seguirá pensando de la misma forma. Tienes que aprender a observar las cosas con lógica, Destiny. No dejar que tus emociones te cieguen.
—No necesito platicarle de mi pasado —dije refiriéndome a Mitchel.
Enarcó una ceja.
—El ocultarlo no hace que deje de estar ahí.
—¿Tanto le cuesta creer que podré estar bien? —pregunté con un tono golpeado y me crucé de brazos—. ¿No fue usted el que me dijo que debería tener un amigo?
Se llevó dos dedos al puente de su nariz, antes de cerrar los ojos por un breve instante y levantar su mirada hacia mí.
—No me mal intérpretes, el hecho de que hayas salido es un gran paso, pero no significa que estes bien.
—No comprendo... —susurré.
—La depresión es una enfermedad mental que no se cura con un paseo y tratar de cambiar tu actitud de un día a otro. Aunque lo intentes, existirá una pequeña alarma dentro de ti, recordándote que puedes sentirte bien, pero que es algo temporal. Dime, ¿no ha pasado por tu cabeza que algo dentro de ti no está donde debería estar y no sabes cómo arreglarlo?
—Sí —musité.
Lo había dicho tan bajo que dudaba que me hubiese escuchado, pero no tenía las fuerzas para repartirlo.
Dolía.
—En muchos de los casos no son un estado temporal. Necesito saber qué sucedió, no con la intención de juzgarte y contárselo a tus padres. Es para saber lo que sientes y de esa forma ayudarte. Te he estado observando y tengo la certeza de que piensas que usar los auriculares todo el tiempo es una forma de estar segura, aunque no hacen más que alejarte de todos. Te impiden experimentar las cosas y aceptar como es la vida.
Fue como si me hubiese arrojado un balde de agua fría llamado realidad. Un enorme nudo se formó al tiempo que las palabras salían de su boca y aquella opresión en el pecho que me robaba el aire. Me aterraba repetir esa palabra, ¿cómo llegué hasta ahí? No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sentí la humedad en mis mejillas.
—Soy una completa ingenua —murmuré y cubrí mi boca para callar el sollozo.
—No quería ser duro, pero es algo que necesitabas saber. —Lo escuché levantarse de su asiento, y después situar una silla frente a mi para sentarse—. Es imposible avanzar si tú misma no eres capaz de llamarlo por su nombre.
Me cubrí el rostro con ambas manos.
—Creí que podría mejorar de ese modo... —lloriqueé. Había llegado a ese punto en el que no me importaba que me viese en ese estado—. Aunque en el fondo supiese que no era merecedora de ello, mi lado egoísta deseaba estarlo y ser como antes.
—Nada puede ser como antes, ni siquiera tú.
Y esa fue como una última estocada.
Elevé mis ojos hacia él.
—¿Entonces siempre me sentiré como un cascarón vacío? —pregunté aterrada. Después de todo, parecía que sí era un castigo justo para mí.
—Todo nos cambia, las personas que nos rodean, el tiempo y las situaciones por las que atravesamos.
Sus palabras ocasionaron que la presión en mi pecho no hiciera más que incrementarse.
—¿Qué me pasa? No quiero llorar más, solo quiero que se detengan, pero no lo hacen. —Llevé mi mano a mi pecho en un débil intento por apaciguar aquel dolor y la deslicé de un lado a otro—. Nada de esto debería estar sucediendo, pero es mi culpa.
—¿Y qué es tu culpa? —cuestionó.
—No quiero decirlo... —murmuré, y después limpié mi rostro con desesperación.
—Te niegas a enfrentar lo que sucedió.
Negué con mi cabeza.
—Algún día lo haré, pero ese día no será hoy.
—Destiny... —La forma en que mencionó mi nombre decía lo poco que le agradaba la idea. Me pegué las rodillas al pecho, abrazándolas con fuerza y recargando el mentón en ellas—. No voy a hacerte daño.
Sabía que no lo haría, pero mis emociones estaban a flor de piel, y no me gustaba en lo absoluto.
—¿Saben la razón por la que no soy capaz de dormir? Porque cada que cierro los ojos veo todo lo que sucedió ese día. Son imágenes difusas, pero están ahí, persiguiéndome. Tengo miedo de lo que pueda pasar una vez que las traiga por completo.
—¿Pesadillas?
Asentí con mi cabeza.
—No sé cómo detenerlas... —confesé, y al mirarlo a los ojos supe que él sabía.
Me fije que tenía su libreta encima de sus piernas cruzadas, ¿todo este tiempo estuvo escribiendo en ella? Ni siquiera me había percatado de ello.
—¿Qué tan vividas se sienten? —preguntó juntando su entrecejo.
—Mucho.
—¿Te sientes cómoda con la idea de contarme lo que sientes y tus síntomas físicos?
Me mordí el labio inferior.
No sabía si era por el estado en que me encontraba, pero quería contárselo. Todo, menos lo que sucedió.
Fijé mi vista al frente para no verlo.
—Hay días en los que es difícil hacer algo tan simple como levantarme de la cama. Buscar fuerzas donde no las hay para obligar a mi cuerpo a hacer algo tan básico como bañarme y venir a la escuela. Puedo estar días enteros sin ingerir algún tipo de alimento y no con fines de bajar de peso. La realidad es que olvidó muchas cosas y una de ellas es comer.
»Desde ese día evado las alturas, el simple pensamiento hace que me de escalofríos. Me aterra de formas inexplicables. Hace unos minutos usted pareció no estar de acuerdo con la idea de que use los auriculares. Pero ¿y si es lo único que logra callar los pensamientos negativos? Porque a veces, solo a veces, desearía dormir y no despertar. Me pregunto si las cosas fuesen diferentes si yo hubiese muerto en su lugar. Sin embargo, creo que estoy recibiendo el castigo que merezco y es vivir con la culpa.
Drenada.
Tenía la sensación de haber sido drenada cuando mis labios emitieron la última palabra. Nunca fui alguien deportiva, en cambio, sentí como si hubiese estado corriendo durante horas. ¿Por qué todos decían que hablar te hacía sentir mejor?
No había una mentira peor.
—Dime, ¿sabes lo que es TEPT? —preguntó, y escuché cómo presionaba el botón de metal superior del bolígrafo. No necesitaba volverme hacia él para darme cuenta de que había dejado de escribir.
—No.
—El TEPT significa «transtorno de estrés postraumático». Es una afección de salud mental que algunas personas sufren después de haber vivido, de manera directa o indirecta, un acontecimiento traumático.
Mi respiración se detuvo.
—En este caso, la muerte de un ser querido, puede desarrollarlo —añadió.
—Un jodido desastre —murmuré dolida—. Soy un jodido desastre.
Y las lágrimas volvieron.
—Destiny, respira. Si vas a seguir teniendo una reacción emocional con lo que te digo será peor.
—¿Y de qué forma voy a reaccionar? —bramé.
—Necesito que te concentres, porque lo que te diré a continuación es muy importante.
¿Cómo podía decirme eso? Tenía la sensación de que iba a desmayarme en cualquier instante.
Negué con la cabeza rápidamente.
—No puedo más.
—Destiny —mencionó.
—Le estoy diciendo la verdad.
Un escalofrío me recorrió entera, y la sensación de que la oficina se hacía cada vez más pequeña. ¿Por qué el oxigeno que llegaba a mis pulmones no era suficiente? Me abaniqué agarrando mi suéter de la parte del cuello, pero no sirvió de nada. El corazón me latía con rapidez, provocando que sintiera un zumbido en los oídos al mismo ritmo. Traté de tomar grandes bocanadas de aire y desesperándome al ver que nada estaba funcionando. Me levanté en un impulso por querer salir de ahí, pero mis piernas se sentían tan débiles que cedieron y tocaron el suelo. Mi espalda quedó contra la parte baja del solfa y empecé a llorar cuando sentí mi cuerpo sacudirse en pequeños temblores.
—No puedo respirar... —dije en medio de lágrimas, y con un pánico de morir en ese instante.
No comprendía que estaba pasándome, y luego Saltzman se arrodilló frente a mí. Sus labios se movían, pero su voz se escuchaba lejana. Extendió sus manos para colocarme la diadema sobre la cabeza, y la música llegó a mis oídos. No podía escucharlo, así que realizó unos ademanes con sus manos dándome a entender que debía respirar. Me permití cerrar mis ojos e intentar concentrarme en la canción, a pesar del caos que era en ese momento y buscando que mi respiración fuese al mismo ritmo.
🎼 Repeat Until Deat – Novo Amor 🎼
Low, a part of me now
A palm to my mouth
I said it, almost
Snow, brother, I'll bet it all gold
Shudder with blood in my nose
I had it, almost
Don't go, you're half of me now
But I'm hardly stood proud
I said it, almost
Oh, I've been low
But dammit, I bet it don't show
It was heaven a moment ago
Oh, I had it almost
We had it almost
Oh, I can't seem to let myself leave you
But I can't breathe anymore
Oh, I can't seem to not need to need you
And I can't breathe anymore
No fue la letra, fue lo que transmitía.
Eso había logrado calmar los latidos frenéticos de mi corazón y poder respirar con regularidad. No recordaba en qué punto de la canción dejé de temblar. Fue la primera vez que experimenté algo tan desagaradable y me aterró pensar en que se volviese a repetir. No fue para nada fácil.
Abrí mis ojos lentamente, y deslicé la diadema hacia mi cuello.
—Estoy orgulloso de ti —murmuró sin despegar sus ojos de mi rostro—. Buen trabajo.
—Por un instante creí que moriría.
—¿Te asusto la idea?
¿Qué clase de pregunta era esa?
—Me aterró —dije con la voz entrecortada.
—Tuviste un ataque de pánico, no ibas a morir, pero luchaste para no hacerlo —explicó mientras se ponía de pie y se dejaba caer lentamente sobre la silla—. En realidad, la gente con depresión no quiere morir, solo buscan matar algo que hay dentro de ellos.
No quería indagar en el significado de sus palabras.
—En mi cabeza todo paso muy rápido, ni siquiera me dio tiempo de pensar en nada más que no fuese respirar.
—¿Te soy sincero? Es la primera vez que ayudó a alguien poniéndole música. No me escuchabas, así que tuve que recurrir a ello y me alegro que te ayudara.
Recargué uno de mis codos sobre mi rodilla y me llevé la mano a la frente. Intentando acomodar el desastre que había en mi cabeza en ese momento.
—No es la primera vez que la música me salva —confesé en un susurro.
—Creo que te debo una disculpa —dijo apenado.
—¿Por qué?
—El decirte lo que tenías ocasionó que tus niveles de estrés fuesen en aumento y provocaran el ataque.
Me limpié el sudor de la frente con la manga de mi sudadera, y después negué con la cabeza lentamente.
—Llavaba meses cegada, preguntándome qué me ocurría y usted solo me dijo la verdad. Aunque confieso que tengo miedo de que se vuelva a repetir.
En sus ojos miré la compasión.
—Puede volver a suceder.
Tragué grueso.
—No creo soportarlo —murmuré.
—Lo harás.
Deseaba ser así de fuerte.
—¿Qué era lo que iba a decirme antes?
—Me sorprende ser yo quien lo diga, pero no diré nada más, es todo por hoy.
—Bueno.
—Te lo diré en la próxima cita, ¿de acuerdo? Necesito que intentes descansar y alimentarte bien.
—Gracias —dije con sinceridad.
—Pronto estarás bien.
Y deseé creerle.
Pero ese día se miraba muy lejano.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro