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🎸Capítulo Veinte


Compass – The Neighbourhood

MITCHEL

Enarqué una ceja cuando la miré salir de la oficina del psicólogo escolar con su mochila colgando del hombro. Saqué una mano de los bolsillos de mis jeans para abanicarla a la altura de mi pecho en forma de saludo y ella abrió sus ojos con horror al percatarse de mi presencia. Hasta podría jurar que el color de su rostro se había esfumado y con la mirada buscaba dónde esconderse. ¿Le preocupaba que fuese a preguntar por qué salió de ahí? Preferí desviar su atención hacia otro tema.

—¿Nos vamos, pulga? —ofrecí.

Me observó sin entender.

—¿A dónde?

—A la biblioteca, por supuesto —comenté situándome a su lado y con mi mano señalando el camino—. Sé que no desayunas en la cafetería y prefieres estar rodeada de libros a la hora del descanso.

En cada ocasión que la miré escabullirse hasta la biblioteca me privé de seguirla. No quería arruinar ese tiempo que ella disfrutaba estando allí. Nuestra relación había mejorado después de la noche en que le obsequié mi gorro. A pesar de eso, aún existían ciertos límites que no me atrevía a cruzar. Uno de ellos era por el respeto que le tenía y el otro porque no quería que eso la alejara de mí.

Eso me recordaba que hace días que no hablábamos. No porque no quisiese, últimamente la miraba más agotada de lo normal y sospechaba que se debía a ese trabajo de medio tiempo que tenía. Desconocía la situación en la que se encontraba y la orillaba a hacerlo. Si le ofrecía dinero lo más seguro era que me lo aventase a la cara, así que lo único en lo que podía ayudarla era en intentar hacerla sentir mejor.

—¿Me has estado vigilando? —preguntó regresándome al presente.

—Dicho de ese modo, suena horrible.

Se cruzó de brazos.

—¿Entonces?

—Me gusta verte —dije sin titubeos.

—¿Se supone que debo sentirme halagada?

—Nunca me fijo en nada ni en nadie —murmuré antes de empezar a caminar—. Ahora que sabes eso queda a tu criterio.

Destiny se quedó un momento rezagada antes de echar a correr y situarse a mi lado.

—¿No tienes algo más que hacer?

—Todo el tiempo pasó aburrido, hasta que me toca encontrarme contigo. Eres lo mejor de mi día.

Si mis últimas palabras le afectaron, no lo demostró.

—¿Cómo es eso posible? Siempre creí que la vida de los artistas era más interesante y divertida.

Balanceé mi cabeza de un lado a otro.

—No siempre.

La miré de reojo al notar que no había recibido otra respuesta curiosa de su parte. Su atención estaba en algo, mejor dicho, en alguien más. A pesar de ser dos chicos los que iban en dirección contraria a la nuestra pude distinguir a quién estaba viendo ella.

No pude evitar volcar los ojos.

—Tiene que ser una maldita broma.

—¿Mhmm? —emitió. Noté lo mucho que le costó apartar la mirada del chico y sentí una sensación extraña en el pecho—. No te escuché, perdón.

—¿Es un tipo de crush? —No pude evitar soltarlo con un poco de acidez en mi voz.

—No.

Sonreí con alivio.

—No es por nada, pero no te imagino con un chico así —comenté. Sin embargo, estaba más concentrada en mirarlo de reojo que en escucharme.

—Es mi ex-novio —añadió vagamente.

Mi sonrisa se borró de golpe.

—Tienes malos gustos —dije con aire despreocupado.

Soltó un suspiro lastimero.

—Garret es ese tipo de chicos que le cae bien a todos.

Levanté una ceja fingiendo interés.

—¿Esos que parecen que se tragaron un arcoíris y vomitan felicidad por todos lados? —pregunté asqueado.

Destiny sonrío.

—Sí.

Me mareé solo de imaginarlo.

—Que horror.

—¿Qué tiene de malo? —cuestionó inquieta.

¿Acaso estaba preocupada de que no me cayera bien su ex novio? Hasta podía sentir el ácido en la boca de mi estómago al decir esa palabra. ¿Por qué me molestaba tanto ese hecho? Tal vez porque él había tenido la suerte de conocer a Destiny de todas las formas en que yo deseaba hacerlo. Tenía envidia.

—No confío en ellos —dije simplemente.

—¿Por qué? —exigió saber.

—Nadie puede ser bueno siempre.

—Cualquiera desearía serlo —murmuró.

—Todo es un balance, nadie es blanco o negro, todos tienen un poco de ambos —expliqué con la atención puesta en el gorro que traía puesto—. Me gusta creer que somos grises.

—¿Grises? —repitió.

—Nadie es bueno del todo y nadie es malo del todo.

—¿Y qué pasa si un color le gana al otro?

—Te daré un ejemplo, ¿si ves a tu ex novio arcoíris? Es de los que intenta aferrarse a que debe ser más blanco que negro.

Destiny se quedó callada un momento.

—¿Y si no es por elección propia? —preguntó temerosa.

Y bajé la mirada a ella.

—Siempre es por elección propia.

Doblamos a la izquierda en la siguiente esquina para adentrarnos en el pasillo que nos llevaría directo a la biblioteca. Me toque la oreja, como lo hacía cada vez que estaba nervioso y no pude calmar mi curiosidad.

—Entonces... —murmuré—. ¿Por qué terminaste con él?

Juntó su entrecejo.

—¿Cómo sabas que yo lo hice? —cuestioné acusatoriamente.

—No creo que sea tan idiota para dejar ir a una chica como tú por elección propia.

Soltó una risa burlona.

—Oh, créeme. Soy alguien fácil de superar.

—¿Qué te hace pensar eso? —pregunté antes de adentrarnos en la biblioteca, y la ausencia del sonido dándose a notar. Era como si hubiésemos sido adsorvidos por algo y entrado a otra realidad. A la de ficción, para ser exacto—. La verdad dudo que alguien pueda superarte.

—No tardó ni una semana en encontrar a alguien más.

La voz Destiny había destilado amargura, eso quería decir que el chico arcoíris no era del todo bueno. Me hubiese gustado decírselo con triunfo, pero la tristeza en sus ojos me detuvo, esa sensación apareció de nuevo, la que sentí ese día que la saqué de Inglewood. ¿Acaso ese idiota tenía algo que ver con la razón de que Destiny estuviese así? No pude evitar sentir una furia y resentimiento hacia él.

Fue como si todo lo que habíamos construido desde que la encontré en el pasillo hace unos cuantos minutos hubiese desaparecido. Una vez que Destiny levantaba sus muros costaba volverlos a derribar. Me quedé de pie observando cómo se sentaba en el suelo, con su espalda recargada en el librero de en medio y los otros dos quedando a sus costados.

Estábamos rodeados de libros, literalmente.

—¿No te sentarás?

Me volví para ver a mi alrededor.

—Te estoy hablando a ti, imbécil —añadió.

Esbocé una sonrisa de lado.

—Me encanta que seas tan cariñosa.

Una vez que me senté nuestros hombros quedaron pegados y podría jurar que sentía el calor de su cuerpo emanando. Esa cercanía me recordaba a la noche en que escuchamos música acostados en su alfombra. No dejaba de sorprenderme el hecho de que con ella hacía cosas que no había hecho con nadie más. Desde aquella distancia podía apreciarla de una manera más íntima y no perdería la oportunidad.

Sus ojos eran esa mezcla de verde con un toque azulado que les daba una apariencia cristalizada. Me resultaba fascinante que las pecas en su rostro dieran alusión a una noche salpicada de estrellas. Sin pretenderlo mi atención se desvío a sus labios que tenían una perfecta forma de arco y un color rosa. A ese punto los latidos de mi corazón no entendían de control y los sentía por todo mi cuerpo. Era como si estuviese vibrando en una sintonía que desconocía. Cuando se percató de dónde estaba mi mirada, despegó sus labios lentamente y yo lamí los míos por inercia. Mi respiración chocó contra sus mejillas y me obligué a apartar mi rostro con rapidez.

Era un completo imbécil que no dejaba de mentirse así mismo y principalmente a ella. Me dije que no debía caer en sus encantos, pero ¿qué pasaba si lo había hecho desde el primer momento en que la miré? Podía excusarme al decir que nunca había pasado por algo similar. No era fácil saber lo qué sentía cuando llevaba un largo tiempo sin sentir nada y deseando hacerlo. No era una simple atracción física, que sí la había y mucha, pero iba más allá. Cada día que pasaba a su lado crecía un deseo de protegerla y estar a su lado al final de todo. Extendí mi mano hacia una fila de libros y fingí estar concentrado buscando alguno.

—¿Aún lo quieres? —pregunté vagamente.

—Siempre tendrá un lugar en mi corazón.

Rodé los ojos sin que me viese.

—Eso es mucho tiempo —comenté.

—Creo que sí.

—¿Y si te pidiese volver con él lo harías?

Destiny soltó una risa incrédula.

—Garret no me pediría eso.

—¿Y si lo hiciera?

—Diría que no —aseguró con voz firmé.

Detuve mi inspección y me volví a verla.

—¿No qué siempre lo tendrías en tu corazón? —cuestioné. Esperaba no haber sonado más sorprendido y alegre de lo que estaba por su respuesta.

¿Qué me pasaba? Tenía que controlarme.

—Es diferente estar enamorada de los recuerdos que de la persona.

Me encogí de hombros.

—Te diría que lo entiendo, pero nunca he estado en una relación. —dije simplemente.

—¿No te gusta el compromiso?

Desde que tenía memoria estuve enfocado en la música que no me permití pensar en nada más. Una vez que alcancé la fama mi vida empezó a ir a una velocidad en la que no podía detenerme. ¿Quién lo haría sabiendo que corre el riesgo de quedarse estancado? En ese tiempo las relaciones no me parecían lo suficientemente atrayentes como para arriesgarme. Sin embargo, en ese momento, viéndola a los ojos, todo parecía diferente. Destiny era tan cautivante que me nublaba los sentidos y borraba todo lo que alguna vez creí llegar a pensar.

Arqueé una ceja y esperaba que entendiera la indirecta.

—Todo depende de con quien sea.

—¿Pero has estado con alguna chica?

—Demasiadas para contarlas —comenté.

Asintió con su cabeza.

—Entonces si has estado en una relación.

—No en esa forma, pulga.

Un rubor tiñó sus mejillas.

—¿Qué ocurré? —pregunté divertido.

—Nada.

Me acerqué a su oído, y le susurré:

—Mejor dicho, ¿qué está pasando por esa cabecita tuya? —Estar pegado a ella me ayudó a darme cuenta del momento exacto en el que se tensó. No pude evitar sonreír engreído ante la idea de mí en su cabeza de esa forma—. Aunque por el color en tus mejillas puede imaginar de qué se trata.

Desvió la mirada con vergüenza.

—No sé de qué estás hablando... —murmuró fingiendo inocencia.

—¿No se supone que los amigos no mienten?

El sonido de la campana a los lejos nos hizo regresar a la realidad. No le quite la mirada de encima mientras nos levantamos y se colgaba la mochila. Me aseguré de que nadie estuviese viendo para acorralarla contra el librero y dejar mi mano sobre su cabeza. Si quería que empezara a dejar de verme como un amigo tendría que empezar a trabajar en ello.

—Te diré algo para que no te sientas incómoda, si la situación hubiese sido al revés, también te hubiese imaginado y no me avergonzaría en lo absoluto.

Abrió sus ojos con asombro.

—Mitchel... —susurró.

—Fue un placer hablar contigo.

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