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🎸Capítulo Siete



Chaotic – Tate McRae

DESTINY

Mi cabeza golpeaba el cristal de la ventanilla cada vez que el carro de mamá daba vuelta entre calles. Sabía que llegaría con retraso al trabajo por estarme llevando a la escuela. Si tan solo hubiese empezado a llover después y no cuando tenía que irme. También estaba la opción de irme en autobús, como todos los demás, pero no era tan sencillo.

No solo era aparecer un día y subirme para que me llevarán. Tendría que ir a las oficinas para anotar mi nombre y número de estudiante en una lista. No los culpaba, era por seguridad que todas las escuelas mantenían ese control. Aunque tendría que buscar una manera de ir a la escuela sin tener que molestar a mis padres y afectar sus horarios de trabajo.

¡Eso era!

Podía buscar un trabajo de medio tiempo para juntar y comprarme un carro. No tenía que ser nuevo, uno de segunda mano me vendría bien y me ayudaría a poder moverme más lejos de lo que normalmente mi patineta me permitía. La idea empezaba a tomar forma y me gustaba lo que miraba en mi cabeza. No faltaba mucho para que cumpliese dieciocho años y la posibilidad de salir de ese lugar nunca se había sentido tan real. Una cosa era saber que gracias la universidad lo lograría, pero un carro lo cambiaría todo a mejor, de eso no tenía dudas.

La pregunta era: ¿a dónde podría ir a solicitar? Sabía que intentarlo en Pann's sería una pérdida de tiempo, Elanor no dejaría que saliese más tarde de lo que normalmente hacía. Pero ¿en qué otro lugar podría trabajar? No había muchas opciones, al menos, no en las que me dejaran por mi historial. A veces me imaginaba empezando de cero en una nueva ciudad y en la que podría caminar por cualquier lado sin el miedo de ser juzgada. Pero ese pensamiento era invadido por la neblina de la culpabilidad y distorsionaba todos mis planes. Era como un triste recordatorio de que no merecía ser feliz.

—Hasta aquí puedo escuchar los engranajes de tu cabeza haciendo función —comentó, divertida.

Solté un suspiro.

—Buscaré un trabajo de medio tiempo.

—¿En serio? —Una enorme sonrisa se extendió por sus labios y noté el momento exacto en el que llegó hasta sus ojos. No pude evitar sentirme mal por la verdadera razón que había detrás de mis palabras—. Eso es grandioso, ¿y ya pensaste en los lugares donde solicitarás? Solo recuerda que la escuela debe ser tu prioridad.

Enarqué una ceja y la miré con recelo.

—¿Por qué te miro tan entusiasmada con esto? Hace algunas noches me dijiste que casi no me miraban por la casa.

Negó con su cabeza.

—El querer trabajar es un paso muy grande —dijo alegre.

«Un paso que esperaba que me llevara muy lejos de aquí», pensé.

No necesitaba que lo dijera en voz alta para saberlo, ella creía que todo estaba mejorando y que esto era una prueba. ¿Acaso no podía estar más alejada de la realidad? Nadie entendía el dolor que me estaba carcomiendo por dentro y temía que llegara el día en que no quedase nada.

Nunca intenté explicárselo, ¿cómo le decía a mi madre que no sabía lo que sentía? Que algunos días deseaba no sentir nada y otros todo lo contrario. Que despertaba en la mañana con el miedo de enfrentar ese día y no saber cómo terminaría. Subí los pies al asiento para atraer mis piernas hacia mi pecho y envolverlas con mis brazos. Recargué mi cabeza de costado y la miré fijamente. ¿Por qué era tan difícil hablar? Sentía que me estaba asfixiado cada que las palabras querían brotar y un dolor invadía mi pecho.

—Me quiero comprar un carro —musité.

Desvió su vista del camino para verme.

—¿Tiene algo que ver con que te esté llevando a la escuela? Hija, sabes que no es un problema para mí hacerlo.

—No quiero molestarlos.

—Destiny, somos tus padres... —murmuró con temblor en su voz—. Nunca lo harías, al menos, no de esa forma. De hecho, me gustaría que lo hicieras y me rebatieras como cualquiera adolescente. —soltó una risa nerviosa y sabía que lo hacía para no llorar—. Nos haces mucha falta.

Me volví hacia la venta, porque sabía que si la miraba a los ojos no sería tan fuerte. No quería que viese lo mal que me encontraba. Vivía en un estado vulnerable en el que solo bastaban presionar los botones correctos para derrumbarme.

—Sigo aquí —susurré.

Aunque ambas en el fondo sabíamos que no era así, que me estaba apagando y solo era el fantasma de lo que algún día fui. Ella estiró su mano y la sentí acariciarme la cabeza con delicadeza mientras murmuraba algo en voz baja. Nunca terminaría de entender cómo podía darme un amor tan incondicional y puro a pesar de todos mis errores.

¿Cómo lograba verme con los mismos ojos? Se dice que los humanos solemos acordarnos más de los momentos tristes o cosas negativas. ¿Entonces por qué ella hacía lo contrario? ¿Tenía algo que ver con que fuese mi madre o en verdad creía en mí? Una lágrima se deslizó por mi mejilla porque deseaba verme como ella lo hacía. ¿Mi padre pensaría lo mismo que ella? Lo dudaba, porque con él las cosas eran diferentes, me daba vergüenza mirarlo a la cara y trataba de no encontrármelo en casa.

No me detenía a platicar e intentar saber qué pensaba de todo esto. La verdad no soportaría haberlo decepcionado y tener que mirar en sus ojos el arrepentimiento de tener una hija como yo. Aunque una parte de mí se creía merecedora de ese rechazo y deseaba que las cosas no se hubiesen jodido tanto entre nosotros. Mi hogar ya no se sentía como uno desde hace mucho tiempo. Sin importar cuánto se esforzará mi madre por intentar que lo fuese. La única culpable era yo.

***

Sentí como alguien retiraba mis audífonos de la cabeza deslizándolos hacia atrás. Elevé la mirada molesta a la persona que me los había quitado y volqué los ojos cuando lo miré. Mitchel se encontraba a una distancia corta de mi rostro y su cuerpo ligeramente inclinado.

Me quedé quieta observando cómo se los colocaba sin despegar sus ojos de los míos. ¿En qué estaba pensado ese imbécil para tomarse ese tipo tantas confianzas? Tuve que tragar grueso cuando sentí su aliento chocar contra mis mejillas. Mis manos se aferraron a los bordes del libro que estaba leyendo y esperaba que nadie en la biblioteca se fuese a fijar en nosotros.

¿Qué demonios estaba pensando? Claro que iban a hacerlo, él era una jodida celebridad y llamaba la atención a cualquier estancia que entraba. Era ese tipo de chicos a los cuales no puedes quitarles la mirada de encima hasta que se van. Mi corazón aleteaba por la incertidumbre y no mentiría que también por la cercanía.

No entendía que estaba mal con él, pero todo esto tenía que detenerse. Este tipo de encuentros no nos llevarían a ningún lugar y no tenía la intención de crear amistades con nadie si es lo que estaba buscando. Aunque la pregunta era: ¿por qué alguien como él se acercaba a alguien como yo? No es que me interesara, de hecho, era todo lo contrario, me resultaba incómoda su presencia.

Ese día en Pann's se comportó de manera... ¿amigable? Sí, podría decirse así, aunque disfrutaba fastidiarme y lo notaba en su mirada. Justo la que tenía ahora mientras se retiraba los audífonos lentamente.

—No están mal —Hizo una mueca mostrándome lo poco impresionado que estaba y ladeando su cabeza de un lado a otro—. ¿Quiénes son?

Sus palabras me regresaron a la realidad y le arrebaté de las manos la diadema para colocarla en mi cuello. Pause la música de Inhaler presionando el botón del Walkman, y luego tome cierta distancia por precaución. Mi atención viajo por la estancia comprobando que los demás nos estaban dando miradas con recelo.

¿Acaso nadie le había advertido de mí? Se metería en problemas y no sería bueno para su reputación. No quería que me odiaran más de lo que ya lo hacían por culpa de él. Las chicas debían estar trepando de celos por las paredes puesto que no lo había visto platicar con nadie más.

—¡¿Quién te crees?! No puedes simplemente venir, agarrar mis cosas y después utilizarlas como si no estuviese presente.

Sus labios hicieron un puchero.

—La envidia no es buena, Dezzy —respondió.

—¡No me llames así! —vociferé. Algunas personas se quejaron y me mandaron a callar. Me encogí en mi lugar por la vergüenza y le lancé una mirada de advertencia. Todo era su culpa—. ¿Y cómo no puedes conocerlos? Inhaler son la mejor banda de la historia —solté molesta.

Mitchel dejó la palma de su mano sobre la mesa para sostener su cuerpo inclinado hacia mí. En sus labios se dibujó el amago de una sonrisa y sus ojos brillaban con picardía.

—Te equivocas —susurró.

Enarqué una ceja.

—¿Y se puede saber por qué?

—No es la mejor banda —aclaró.

—Bueno, eso depende de a quién le preguntes —Me crucé de brazos y aproveché para alejarme de él—. Todos son fanáticos de alguna y creen que es la mejor.

Chequeo la lengua y volcó los ojos.

—Touché.

—¿Y la tuya cuál es? —indagué.

El aprovecho mi pregunta para tomarla como una invitación no dada a sentarse. Estiró sus extremidades por debajo de la mesa rozando las mías en el proceso y ocasionando un escalofrío en todo mi cuerpo. No sabía que me había delatado, podría ser la rapidez con la que las alejé o lo mucho que se abrieron mis ojos. Eso era lo más cerca que había estado con un chico desde Garret. Me ponía nerviosa y no lo quería cerca de ninguna forma.

Sus ojos me escudriñaban sin vergüenza alguna y me sentía como un maldito cubo de rubik intentando ser descifrado. Una de sus manos se estiró para tomar el libro que estaba leyendo y me fijé en ellas sin planearlo. No tenían ninguna imperfección y anillos coronaban sus dedos largos. Nunca me había detenido a apreciar las manos de alguien y las suyas eran atrayentes. Sus uñas estaban pintadas y miré embelesada cómo paseaba sus dedos por las páginas para cambiarlas. Fue en ese instante cuando desperté, ¿en qué demonios estaba pensando? No podía dejar que me cautivara como a los demás y subir su ego que seguramente era mucho.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —pregunté, y después le arrebaté el libro de las manos—. ¿Tienes alguna fascinación por tocar las cosas que no son tuyas?

Me arrepentí en el instante en que lo dije, porque la sonrisa que esbozó después de eso confirmó mis sospechas.

Se encogió de hombros.

—Todo depende de quién sean las cosas.

Me aclaré la garganta y sentí un bochorno caliente subir desde mi pecho hasta mis orejas. Necesitaba cambiar de tema antes de entrar en terreno peligroso. Además, ¿por qué se tomaba tantas confianzas? ¿Es que así eran todos los chicos de hoy en día? No es como si estuviese tan desactualizada del mundo, solo llevaba algún tiempo alejada de las personas y redes sociales. Mi celular llevaba meses guardado en un cajón.

—¿Ya responderás mi pregunta? —indagué agobiada.

—No la recuerdo —Se quitó una pelusa imaginaria de su chaqueta de mezclilla negra y fingió lanzarla lejos—. ¿Me refrescarías un poco la memoria?

Solté un suspiró.

¿Por qué sentía que estaba prologando la conversación? Es que no tenía sentido que una persona quisiera pasar tiempo conmigo. No confiaba del todo, ¿cuál era esa curiosidad que necesitaba saciar? ¿Era su forma de distraerse en este maldito condado? No sabía a qué tipo de diversión estaba acostumbrado, pero estaba tratando con la persona equivocada. Me consideraba una persona normal y aburrida.

—¿Sí lo hago me dejarás en paz? —cuestioné.

Negó con su cabeza.

—¿Y perderme la oportunidad de seguir hablando contigo? La verdad es que no, puedo seguir con esto todo el día.

Desvíe la mirada hacia otro lado.

—¿Siempre eres tan directo? —murmuré con timidez.

—¿Y tú siempre te sonrojas con facilidad?

—Suficiente —espeté.

Me levanté de la silla bajo su atenta mirada y recogí mis cosas con rapidez para salir de allí. Empecé a alejarme dando zancadas hacia la sección de donde había tomado el libro prestado y lo dejé en el estante de madera con los demás. Mi respiración hasta ese punto era un caos y me sudaban las manos. Era como si este chico estuviese agotando la poca energía que recargaba cada mañana para socializar lo suficiente.

Todo este tiempo solo hablé con personas adultas, porque era estrictamente necesario, pero nunca creí que volvería a hacerlo con alguien joven en este condado. Cuando me di la vuelta para dirigirme a la salida choqué contra algo duro y cerré los ojos mientras maldecía. Los abrí lentamente para encontrarme con la camiseta de algodón a rayas de color blanco y negro que traía Mitchel bajo la chaqueta. Elevé la mirada fastidiada, ¿por qué no podía dejarme en paz? ¿A qué tenía que recurrir para que lo hiciera? Mi espalda colisionó con el estante cuando Mitchel dio un paso hacia al enfrente, provocando que diera un respingo y dejando su mano a la altura de mi cabeza. Me sentía más pequeña de lo que estaba al ser cubierta con su altura.

—Arctic Monkeys.

—¿Mhm? —emití.

—Mi banda favorita son los Arctic Monkeys.

Solté una risa nerviosa y negué con la cabeza.

—¿Acaso estás intentando flirtear conmigo?

—¿Por qué? —cuestionó—. ¿Está funcionando?

—Estás tan acostumbrado a que todas caigan por ti —murmuré asqueada.

Esbozó media sonrisa.

—¿Son celos los que detectó en tu voz?

—Ya quisieras —espeté.

—¿Por qué no te agrado?

—No te sientas tan importante —Las palmas de mis manos temblaban cuando las dejé sobre su pecho en un intento de alejarlo. Me creí capaz, pero su fuerza y altura hicieron que no se moviera en lo absoluto —. A mí nadie me agrada.

Era como si mis palabras hubiesen tenido el efecto contrario, porque las comisuras de sus labios se alzaron mostrándome dos hoyuelos. ¿Acaso era posible que una sonrisa trajera inquietud en lugar de satisfacción? Nunca había visto una igual, era como si viniese con advertencia incluida.

Todos nuestros encuentros estaban invadidos por miradas indescifrables y sonrisas llenas de picardía. ¿Qué carajo estaba planeando este chico? Me moría de la incertidumbre y él no hacía más que confundirme.

—Por alguna extraña razón quiero hacerlo —susurró.

Me congelé.

—Pero... —musité.

Mitchel soltó una pequeña risa que viajo por todo mi cuerpo y sentí algo en el centro de mi estómago.

Era baja y ronca.

—La forma en que reaccionas a todo lo que digo me resulta fascinante.

—Eres un imbécil —rebatí—. La única reacción que provocas en mí es enojo. ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que no te quiero cerca?

Echó una ojeada a los lados para asegurarse que nadie nos estuviese viendo.

—Suelo hacer lo contrario a lo que me dicen —murmuró divertido antes de alejarse caminando hacia atrás—. No vemos luego, Destiny.

Apreté mis manos en puños mientras lo observaba darse media vuelta para dirigirse a la salida. Intenté controlar mi respiración, porque en el fondo odiaba preferir ser molestada por él, que por los alumnos de esta escuela. Aunque últimamente estaban en la etapa de hacerme la ley del hielo y sinceramente esperaba que se quedarán así por mucho tiempo.

No quería escuchar lo que tenían para decir. Me pase la diadema por la cabeza y, antes de comenzar a caminar, presione el botón de play. Al principio escuchaba música para callar las voces de mi alrededor, nunca pensé que con el tiempo se volvería mi refugio y pausaría los pensamientos negativos.

***

Mi pie derecho no dejaba de menearse de arriba hacia abajo mientras mis manos se retorcían entre ellas. No me gustaba que me observara tanto, sentía que lograría encontrar las cosas que estaban mal en mí. Era tan difícil aparentar que no estaba parada en el borde de un precipicio, con los brazos extendidos y esperando que el viento me impulsara para caer de una vez por todas.

¿Había alguna razón para dar un paso hacia atrás y salvarme del abismo? Existía una Destiny gritando, desgarrándome internamente y suplicando ser salvada, pero la razón de mantenerla encerrada era por no ser lo suficientemente valiente y darme otra oportunidad para comenzar de nuevo. Se dice que todos merecen una segunda oportunidad, pero ¿qué pasaba cuando no te creías merecedor de ella? Cuando eras tu propio juez y no podías evitar castigarte cada que tenías la oportunidad.

—¿Tienes problemas para dormir? —preguntó el señor Saltzman. Su mano sosteniendo un bolígrafo con firmeza y escribiendo en su diario cada que lo creía necesario.

—No —respondí.

El mentir con palabras siempre sería más fácil.

—¿Falta de apetito?

Solté una risa y cubrí mi boca con una mano.

—Siento que estoy en el médico —confesé.

—Esto no va a funcionar, Destiny —murmuró dándome una mirada de advertencia—. Tienes que ser sincera con respecto a lo que sientes y tus hábitos diarios.

—¡Estoy siendo sincera!

—¿Y si empezamos de nuevo? —recomendó.

Tiré de mi cabeza hacia atrás y solté un suspiro.

—¡Bien! —dije simplemente.

—¿Tienes amigos con los cuales platicar?

—No los necesito.

—Todos necesitamos tener al menos uno —explicó.

—Sabe perfectamente porqué lo digo.

—No, Destiny —murmuró—. No lo sé.

—Todos en esta maldita escuela me odian, ¿cree que alguien quiere pasar su tiempo conmigo? Se hacen un favor porque de esa manera están a salvo.

Saltzman negó con su cabeza.

—¿Crees que el problema eres tú? —cuestionó.

—¿Y por qué no lo sería? Todo fue mi culpa, no entiendo por qué quieren que tome estas sesiones. ¿Acaso quieren que reviva todo continuamente? No necesitan pedirlo, lo hago cada noche. ¿Es una especie de tortura?

—Nadie quiere eso —aseguró.

—¿Entonces? —pregunté impaciente—. Solo quiero que todos me dejen en paz y ya no me pregunten nada.

—Nos ves como tus enemigos a los que deseamos ayudarte, pero las cosas no son así.

—Solo sé que me quiero ir —dije. Tomé mis cosas y salí con rapidez de su oficina. No miré hacia atrás ni mucho menos me despedí. Lo más probable es que no volvería, ya no me importaba que les informaran a mis padres. Estaba harta de todos y de esta situación.

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