🎸Capítulo Quince
Every Breath You Take – The Police
DESTINY
Desde que pusimos un pie en ese lugar sentí que podía volver a respirar. El saber que nadie me conocía me daba cierta seguridad. Aún faltaban unas cuantas semanas para cumplir la mayoría de edad y no contaba con una identificación. Sin pretenderlo, me aferré a la manga de su Jersey con temor de que nos sacaran por mi culpa.
Mitchel se había mantenido en silencio durante todo el camino y en el fondo estaba agradecida. Ocupe ese tiempo para estar sola con mis pensamientos y tratar de calmarme. ¿Cómo podía ser valiente para algunas cosas y tan cobarde para otras? No sé en qué estaba pensando al venir a la ciudad con Mitchel.
Todo el tiempo pasaba diciéndome que debía mantenerme alejada de él. Entonces, ¿por qué hacía lo contrario? ¿Por qué cedía fácilmente en situaciones cómo estás? La anterior vez culpe a mi vulnerabilidad, pero ¿cuántas veces funcionaria la misma excusa?
Elevé mis ojos para observarlo, ¿cómo podía aparecer siempre en el momento justo? Mentiría si dijese que me sentía del todo incómoda, y era porque una parte de mí sabía que Mitchel no me obligaría a hablar. Todo ese tiempo estuve tan receptiva que no me di cuenta lo insolente que podía llegar a ser hasta que me lo dijo. Acepté intentar ser su amiga, pero ¿qué no me había quedado claro cómo terminaron las cosas la última vez? No podía evitar sentir temor.
Existían días en que deseaba estar sola, pero también estaban esos en que esperaba que alguien llegara a hacerme compañía. Era una lucha interna entre ceder y no hacerlo. Me costaba comprender mis emociones. Hubo un momento en donde me sentí como antes hablando con Mitchel, lo mismo qué pasó cuando estuvimos en mi habitación.
La cercanía y comodidad que pareciera que lleváramos tiempo conociéndonos. ¿Era una mala persona por haber cambiado de opinión y querer que nunca se enterara de nada? El sentir nuevamente que alguien quería ser mi amigo provocaba que quisiera llorar y no de tristeza. Aunque por la mirada de Mitchel en estos momentos me estaba cuestionando si había hecho lo correcto. No me podía decir que había llevado la guitarra de adorno y que no pensaba tocar. Estaba dispuesta a darle una segunda oportunidad, ya que la primera vez no logró impresionarme.
—¿Quién es Eris? —pregunté confundida.
—Mi guitarra.
—¿Le pusiste nombre?
—¿Tienes algún problema con eso? —cuestionó.
Hinché las mejillas para no soltarme a reír.
—No.
—Estás mintiendo.
—Solo me parece muy tierno.
—¿Acabas de utilizar la palabra «tierno»?
—Supéralo —Dejé el vaso de agua con el que casi me ahogaba sobre la mesa. Estas eran las cosas que me hacían pensar que la compañía de Mitchel no era tan mala—. Mejor sube a cantar antes de que todos te empiecen a abuchear.
Entrecerró sus ojos.
—Pagarás por esto.
Le puse morritos, y alcancé a percibir cómo sus ojos se abrían de par en par y un ligero rubor se extendía por sus mejillas.
¿Qué había sido eso?
—Uy, que miedo —dije con burla.
Mitchel se levantó, agarrando el estuche entre sus manos y dándome una última mirada antes de dirigirse al escenario. Mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte con cada paso que daba por la anticipación. Desde mi lugar escuché cómo todos lo recibieron con aplausos, tomándole fotos y grabándolo desde sus celulares. Me quedé quieta por un momento y, solo hasta ese entonces, comprendí algo que no había hecho. Esa ilusión en los ojos de las personas: ellos lo admiraban. Ladeé mi cabeza analizando a Mitchel, ¿por qué parecía ajeno a todo aquello? Era como si hubiese perdido la conexión que tenía con sus fanáticos, aún sin haberlo visto desenvolverse en el escenario, cualquiera que prestara la suficiente atención se daría cuenta de ello. Él se acercó a la chica para decirle algo antes de sacar a Eris de su estuche y colgársela la correa sobre su hombro. No necesitaba presentarse, pero aun así lo hizo. Mis ojos no se despegaron de sus manos, una sostenía el micrófono y la otra el mástil de la guitarra.
—Esta canción va para la chica amante de los vejestorios. —Reprimí la sonrisa que quería brotar de mis labios al escucharlo y quería golpearlo por eso último.
Llevé mis rodillas hacia mi pecho y recargué mi cabeza de costado sobre ellas. Sería la primera vez que lo vería en su hábitat natural y le sentaba muy bien. Todas las luces fueron apagadas, menos las del escenario, cuando sus dedos se encontraron con las cuerdas. Podía sentir un zumbido en mis oídos que iba al ritmo de los latidos de mi corazón. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Lamió sus labios antes de acercar su boca al micrófono y cerrar sus ojos.
🎼Stars Are on Your Side – Ross Copperman 🎼
Somewhere past tomorrow
It's better than it seems
The life you live in dreams
If you're ever broken
There's always an open door
A beacon toward the shore
Sometimes it takes dark, yeah, to feel a little light
Sometimes you need fire to see the other side
So get up off your knees
Hope is still alive
That place your searching for, I know you'll find
'Cause the stars are on your side
Yeah, the stars are on your side
If you're holding breath
Tired and you're frail
Just exhale
Know you're bound for glory
And that all is never lost
No matter the cost
Cuando la última palabra salió de su boca me percaté de que mis mejillas estaban húmedas. No me apresuré a limpiarlas porque sabía que con esa oscuridad nadie se daría cuenta. Me costaba lograr entender si estaba llorando debido a que aún me sentía sensible por lo sucedido en el cementerio o por la letra de la canción que había elegido Mitchel.
Un aura de melancolía lo acompañaba y había algo en su voz que era hipnotizante. Parecía imposible, fue como si se transformara en otra persona, una más vulnerable. Nunca creí que fuese así, todo el tiempo lucía tan seguro de sí mismo. Una ola de aplausos recorrió el lugar entero y destellos de la parte trasera de los celulares. Mis emociones estaban a flor de piel, hasta podría jurar que mi cuerpo entero se había erizado, algo en la letra se sintió de alguna extraña forma cercano.
Llegué a cerrar los ojos dejando que me transportara a otro lugar. ¿Lo había juzgado mal en la clase de Corinne? Ese día no sentí nada, pero esta vez si que lo había hecho. Mejor dicho, ¿lo había juzgado como persona sin conocerlo? ¿No era eso lo que hacían todos conmigo? Me sentía realmente culpable. Hasta ese momento no había dejado de ser amable y ofrecerme su ayuda sin pedir nada a cambio. ¿Cómo pude haber sido tan ciega? Me sorbí la nariz y limpié mis lágrimas. Cuando bajó del escenario el público aprovechó para rodearlo y yo me levanté para salir afuera a tomar un poco de aire.
Inhalé profundo y me abracé a mi misma en busca de un poco de calor. Fue inevitable no imaginar cómo sería mi vida una vez que me mudase. Hasta que aparecía nuevamente ese nubarrón, lo opacaba todo con pensamientos negativos y borraba la sonrisa en mis labios. Un miedo por tener que enfrentar todo eso sola, buscar un lugar donde vivir y trabajar sin descuidar mis estudios. ¿Cómo iba a lograr todo eso? El trabajo que tenía era gracias a mi madre, no era algo que haya logrado por mis propios medios y quién sabe cuánto duraría en el. Estaba cansada de sentir que cada que avanzaba un paso retrocedía tres.
Unas manos se posaron en mis hombros.
—Te encontré —dijo con triunfo.
—Solo quería tomar un poco de aire.
Ladeó su cabeza para verme.
—¿Segura? Por un momento creí que la canción había estado tan mal que saliste huyendo —bromeó. Sin embargo, noté un poco de inseguridad en sus palabras. ¿En verdad creía que podría estar mal?
Lo miré directamente a los ojos.
—Efímero —musité.
—¿Disculpa?
—Aquello que dura por un periodo corto de tiempo.
—¿Querías que durará más tiempo? —cuestionó sorprendido—. La primera vez no luciste tan impresionada.
Entrecerré mis ojos.
—En esa ocasión no había un sentimiento detrás.
Mitchel se aclaró la garganta y desvió la mirada.
—Por cierto... —comentó en un tonto intento por cambiar de tema drásticamente—. Te encontré un nuevo apodo que esta vez podré usar sin problema.
—¿Ah, sí? Ilumíname.
Chasqueó los dedos y me señaló sin vergüenza.
—Pulga.
—¿Mhmm? —emití atónita.
—Lo que escuchaste.
Bufé dando un paso adelante.
—¿Se puede saber en qué estabas pensando cuando se te ocurrió semejante estupidez?
Mitchel comenzó a enumerar con sus dedos.
—Eres pequeña, castaña y te pierdes con facilidad.
Abrí la boca indignada.
Sentí el bochorno subir desde mi cuellos hasta mis orejas de la colera. ¿Cómo podía ser maduro para algunas cosas y tan inmaduro para otras? Lo que más me enojaba era el poder que tenía para cambiar mi humor de un momento a otro.
Le solté un puñetazo en el hombro
—Imbécil.
—Auch —emitió.
—Solo vámonos —murmuré caminando hacia el estacionamiento y lo escuché reírse por lo bajo.
—No te enojes, pulga.
—¡Solo estás empeorando la situación!
—Tú tienes la culpa —acusó.
Me detuve en ese instante, y di media vuelta.
—¿Se puede saber por qué?
—Hace un momento cuando te perdí de vista se me ocurrió.
Solté una risa amarga.
—Reconozco que no soy la persona más normal de todas, pero esperaba tener un mote decente.
—¿Prefieres lo común?
—Touché.
Una de las comisuras de su boca se extendió en una media sonrisa y sus ojos me recorrieron de abajo hacia arriba lentamente.
—¿Seguirás haciendo rabietas?
—¿Disculpa? —cuestioné exhausta.
—No te ofendas... — Se pasó una mano por su nuca antes de fijar sus ojos en los míos—. Pero luces jodidamente caliente cuando lo haces.
Mis mejillas ardían en vergüenza.
—¿Eh?
—Dicen que los borrachos no mienten.
—¿Qué demonios? —murmuré—. ¿Estás ebrio?
—No —soltó una risa nerviosa—. ¿Qué te hace creer eso?
—¿Entonces por qué... —intenté preguntar.
Señaló la pick-up con su mano.
—¿Te parece si mejor nos vamos?
Asentí con la cabeza.
No sabía qué había sido eso, pero mi corazón latía con rapidez y mis manos sudaban. Creí haber sido lo suficientemente clara en mi habitación cuando le dije que no fingiera. ¿Acaso pensaba que no tendría algún tipo de efecto sobre mí? Cualquier chica de mi edad lo tendría si alguien como él dijera cosas como esas cada que podía. Si seguía haciéndolo comenzaría a creerlas y eso sería muy peligroso.
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