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🎸Capítulo Dos




Hollywood's Bleeding – Post Malone

Hollywod.

Unas horas antes.

MITCHEL

La escuché abriendo la puerta y dirigiéndose a mi balcón dando fuertes zancados para correr las cortinas invitando a los rayos del sol que me diese en la cara. Sentí el intenso dolor de cabeza y me cubrí rápidamente con la almohada. Unas inmensas ganas de agarrarla del brazo y echarla de mi departamento me invadieron.

No lo haría.

Me dolía tanto el estómago que no me quedaba de otra que hacerme un ovillo implorando que se detuviera y que ella dejara de gritar antes de que me explotara la cabeza como un maldito globo. Resoplé hastiado contra la almohada.

Su voz provenía desde el pie de la cama.

—¿A qué hora llegaste? Tenías que reunirte temprano con los chicos en la disquera y, dudo muchísimo, que tengas un hermano gemelo que este reemplazándote.

—Mierda —gruñí.

—A mierda huele esta habitación —respondió con voz nasal. Levanté un poco la almohada para ver cómo hacia presión con su dedo índice y pulgar en las aletas de su nariz. Su cabello rojizo estaba planchado y un traje azul cielo cubría su cuerpo.

— Está hecha un desastre al igual que su dueño —añadió.

Hice una rabieta con los pies buscando que se callara.

—¡¿Quién carajo te dejó entrar?! —grité aventándole la almohada con la que hace un momento estaba ocupando de protección que ella fácilmente esquivo.

— Tengo la llave de tu departamento. 

—¡Eres la peor manager! — vociferé—. No me dejas ser feliz.

Recordatorio: 

Mandar a cambiar la cerradura de la puerta principal.

Me senté con las rodillas ligeramente flexionadas y dejé mi rostro entre las palmas de mis manos suplicando que por un día me dejara en paz. Cuando la escuché empezar a recoger mi habitación sentí la culpabilidad golpearme, y tal vez no había sido lo único. Un escalofrío me recorrió y pensé que era debido a que solo traía puesto un pants de lana cuadriculado color azul. Me levanté rápido y sentí un mareo después.

Eso no me detuvo para salir corriendo al baño y volver lo que mi cuerpo ingirió toda la noche anterior. Mis rodillas tocaron el suelo y con una mano sobre la tapa y el antebrazo en el asiento me sostuve. La primera arcada vino acompañada de un dolor en la boca del estómago y las que le continuaron a esas también. Sentía que ya no me quedaba nada en el estómago y un sudor frío descansaba en mi frente. Mi mano apretó el botón para que el agua se llevara todos los rastros de mi desgracia. Dejé mi frente recargada sobre mi brazo y mantuve los ojos cerrados. Tratando de respirar con calma y concentrándome para ubicarme en donde estaba. La fuerza que ejercí no hizo más que empeorar el dolor de cabeza con el que me había despertado. Desearía culpar a los gritos con los que Susan había decidido despertarme, pero estaría engañándome. 

Me senté con la espalda pegada en la pared, una pierna estirada y la otra flexionada para recargar mi codo y la cabeza sobre mi mano en un puño,

—Mitchel... —murmuró desde el marco de la puerta.

—Ya le hablaré a los chicos para cancelar la práctica de hoy, así que no tienes que esperar a que me aliste para acompañarme. No pienso ir a ningún maldito lugar.

Ella soltó un suspiro de cansancio.

—No soy tu mamá, ya no puedo seguir formando parte de este bucle autodestructivo y dejarte que lo sigas haciendo. ¿Quieres echar a la borda tu carrera musical? ¿Ese es el gran plan? Porque déjame decirte que te está saliendo de puta madre. Estoy harta de verte en todas las revistas de escándalos habidas y por haber.

Resoplé fastidiado.

— Me importa una mierda lo que la gente diga de mí.

Susy soltó una risa y negó con la cabeza.

Algo me decía que la risa no era genuina, y que se estaba cabreando.

»¿Crees que la afectada seré yo? Las veces que sido despertada en la madrugada para responder esas llamadas donde me entero que estas en la estación de policía detenido no es de las cosas más tranquilizantes que existen. El dinero de las multas no sale de mis bolsillos y tampoco la que tiene un mal historial que la precede. 

Agaché la cabeza con la vergüenza invadiéndome. 

— Madura de una maldita vez y actúa como el adulto que eres. Tienes que entender que no puedo estar detrás de ti asegurándome que te comportes frente a las personas.

Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas empezar a deslizarse por mis mejillas.

Lloraba de impotencia.

No podía negar nada de lo que me estaba diciendo porque cada una de esas cosas no eran más que la pura verdad. Entendía que todo el mundo se sintiera decepcionado del que se suponía era la estrella del momento y llevaba años esforzándose para hacerse un lugar en la industria. Ahora no era más que la sombra de aquel chico que amaba la música y entregaba su alma en los conciertos.

Toda esta situación era un dolor de culo.

La sensación de estarme muriendo por dentro no la podía borrar con ninguna sustancia y ya lo había comprobado en esos meses. No era más que un chico rebelde para ellos.

Tiré de mi cabeza hacia atrás y me quedé viendo la pared.

—Dúchate —ordenó.

—Creí haberte dicho que no saldré.

No fue necesario que la mirara para saber que le estaba colmando la paciencia.

— Te darás una ducha y te cambiaras mientras hago algo de desayunar porque tenemos algo muy importante de lo que hablar. 

Chasqueé la lengua.

Espere a que saliera del baño y cerrara la puerta.

Me levante para quitarme las dos prendas que llevaba puestas. Deslice la puerta de cristal para entrar y abrí la regadera para dejar que el agua fría comenzara a caer sobre mi tembloroso cuerpo. Me preguntaba si el jabón sería suficiente para lavar los rastros que me había dejado la noche. Mis manos retiraron los mechones que me caían sobre el rostro para mejorar mi visión atreves del agua. No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero salí cuando escuché a Susy gritarme desde afuera. Mis dedos se fueron al puente de mi nariz mientras cerraba los ojos implorando que se detuviera. Envolví una toalla gris alrededor de mi cintura y con una mano quité el vapor del espejo para mirarme.

Joder.

Estaba hecho mierda.

Me lave los dientes unas cuatro veces buscando deshacerme del sabor que me había dejado haber arrojado mi estomago en el retrete. Después entre a la habitación para terminar de arreglarme. Me encontré a Susy en la cocina sentada en un taburete y con los brazos recargado en la isla. Tenía la cabeza escondida entre sus manos y dejé las mías sobre sus hombros haciendo una ligera presión.

—Perdón —susurré.

No sé me ocurría otra cosa mejor que decir.

Ella se incorporó y dejo su cabeza recargada en una mano.

Me senté a su lado para desayunar lo que me había preparado, y noté unas pastillas al lado del jugo de naranja. Mastiqué sin prisa mientras la observaba por el rabillo de mis ojos y algo me decía que estaba teniendo una lucha interna. La verdad es que la prefería callada que gritando por toda la casa como una maldita loca.

Me limpie con el dorso de la mano y agarre el jugo para beber un poco. Fruncí mis labios y cerré mis ojos al sentir el sabor agrio en la lengua. Atrape las dos pastillas entre mis dedos, y después las lleve a mi boca para pasármelas con el jugo amargo. Todo esto bajo se atenta mirada y que me estaba poniendo realmente incomodo.

—Suéltalo —pedí.

—Estuve hablando con tus padres.

Volqué los ojos.

—Dime que no les contaste.

—No fue necesario —aclaró—. Esto es algo que decidimos antes.

Solté una risa nerviosa.

La tranquilidad que sentía se había esfumado.

—¿Qué sucede, Susy?

—Hemos decidido que necesitas unas vacaciones.

No transcurrió ni un minuto para empezar a balancearme en el taburete.

Esboce una sonrisa traviesa.

Fue una serie de imágenes que empezó a correr por mi cabeza de todo lo que iba a hacer sin los constantes regaños de Susan. No más agendas y compromisos.

—Será mejor que borres esa sonrisa. —Enarcó una ceja divertida mientras negaba con la cabeza—. No son las que estas imaginando.

Me dejé de balancear.

—¿Entonces? —pregunté.

Ella dejo sus manos sobre la isla y se enderezo.

—Te irás un tiempo a Inglewood.

Ladee mi cabeza sin comprender nada aún. 

—¿Qué mierda se supone que haré en ese lugar? —cuestioné molesto.

Se encogió de hombros.

—No darme problemas —dijo simplemente.

—¿Es una puta broma? 

—No.

—A la mierda —solté.

Me levanté del taburete para tomar las llaves del auto y mi cartera que estaban en la habitación. No iba a seguir escuchando las estupideces que se les habían ocurrido a mis padres y a la testaruda de Susan. A todos se les habían aflojado un par de tuercas sin duda alguna y no me expondría para ser su maldito conejillo de indias. Sabía que estaba siguiéndome, pero eso no me detuvo. No necesitaba un desayuno ni mucho menos jugar a la familia preocupada. 

La cabeza me palpitaba nuevamente.

Agarré mi celular y cartera. 

—Voy a salir.

No espere a que me respondiera para emprender camino a la salida.

—No —ordenó con una voz gélida.

La miré sobre mi hombro.

—Si sales por esa puerta renuncio —añadió.

Esboce media sonrisa.

—No te atreverías —reté.

Se cruzo de brazos.

—Pruébame. 

Fruncí la nariz con molestia y me relamí los labios.

—Carajo —solté.

No esperaba que mi día continuara de la manera en que lo hizo después de que Susan me obligara a hacer mis maletas y tomar un avión a Inglewood. Al parecer me quedaría en la casa de mis tíos el tiempo que estuviese en ese lugar y por eso me recibieron con un abrazo y un beso en la mejilla en el aeropuerto. No negaría que estaba de un humor de perros y me puse peor cuando me di cuenta de cómo era ese condado de mierda. 

El transcurso en auto solo sirvió para que mi tía me contara sobre los lugares a los que podría ir para distraerme. Estaba seguro que mi idea de diversión no era la misma que la de ella y, cuando llegamos a su casa, no pude evitar poner los ojos en blanco. 

Había olvidado como lucía un hogar.

Debieron haber notado que no era un chico de muchas palabras, ya que después de indicarme cual sería mi habitación me dieron un poco de espacio. Lo cual agradecía porque ya comenzaba a sentirme asfixiado y fastidiado por tanta atención. No quería ser un malagradecido, estaban haciendo lo que mis padres no se atrevían a hacer.

Necesitaba salir porque me volvería loco.

Ni si quiera me preocupe en sacar la ropa de mis maletas solo que quería deshacerme de esa sensación de estarme quedando sin oxígeno. También había llevado mi guitarra eléctrica, pero tampoco la saqué de su estuche y la dejé sobre la cama. Baje las escaleras con prisa y, antes de salir por la puerta principal, les avise que le daría una vuelta a la manzana. Me acomodé el gorro de lana mientras le daba una rápida mirada al cielo nublado y descendía los escalones del porche. No pensaba regresarme por una sombrilla y que mi tía terminara decidiendo que no era buena idea salir ahora.

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