🎸Capítulo Diecisiete
For the Crowd – Lolo Zouaï
DESTINY
Me acerqué a la ventana dando pasos pequeños cuando escuché un ruido proveniente del techo inclinado. No tuve tiempo de preguntarme qué era, porque una silueta emergió de las cortinas grises, ocasionando que me tambalease hacia atrás y que su mano rodeara mi cintura atrapandome.
Elevé mi rostro para ver sus ojos opacos antes de aferrar mis manos temblorosas a su pecho. A ese punto los latidos de mi corazón se habían disparado y mi respiración era un desastre. Mi cuerpo estaba tan pegado al suyo que podía sentir el calor emanando y su aliento chocando contra mis mejillas.
No tenía mucho tiempo que salí de la ducha, así que mi cabello seguía húmedo y su mano libre tomó un mechón entre sus dedos. Su cabeza estaba ladeada mientras me observaba fijamente y la intensidad con la que lo hacía me tenía congelada. Una ráfaga de viento se coló por la ventana provacando que se erizara mi piel y despertara de la ensoñación en la que me tenía. Me solté de su agarré dando unos pasos hacia atrás y abrazándome a mí misma.
—¿Qué se supones que estás haciendo aquí? —pregunté en un susurró. Intenté ocultar los estragos que me había dejado su cercanía y odiaba cómo reaccionaba mi cuerpo a él.
—Vine a verte, pulga —dijo simplemente.
—No recuerdo haberte invitado.
Esbozó una media sonrisa que no llegó a sus ojos.
—No necesito invitación —Extendió su mano para tocar la diadema que descansaba en mi cuello y la empujé de mala gana.
—Ya te dije que no toques mis cosas.
—¿Qué pasó con «Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío»? —indagó divertido.
Me llevé una mano a la frente.
—Eso es para las personas que se casan, imbécil —corregí.
Se adentró más en la habitación y lo seguí con la mirada. Mis ojos se entrecerraron al notar que llevaba puesto un gorro de lana morado y no pude evitar sentir curiosidad a qué se debía el cambio de color. Se volvió hacia mí y noté algo que no hice antes. Mitchel se veía cansado y, no sabía cómo explicarlo, pero había algo diferente.
—¿Todo en orden? —pregunté.
—¿Por qué no lo estaría? —Se acercó con rapidez para retirar la diadema sin darme tiempo de reclamarle—. ¿Qué escuchas esta vez?
Se quedó concentrado con sus manos inmóviles sobre las almohadillas anaranjadas. No dejé que la tuviese por mucho tiempo, desconecté el cable del walkman y una sonrisa burlona apareció en mis labios mientras se lo mostraba.
Abrió su boca indignado.
—¡Iba a decirte cuál era mientras la escuchaba!
—¿Qué dices? Estoy segura de que ni siquiera la conoces.
—¿Y tú qué sabes? —replicó.
—Dijiste que no escuchabas música.
—¡No quiere decir que nunca lo haya hecho! De hecho, conozco a muchos artistas y en persona.
Volqué los ojos.
—¿Se supone que eso deba impresionarme?
—Un poco —confesó.
—Eres tan infantil.
—Lo dice quien desconectó el cable para que no escuchara música —dijo mientras se retiraba la didadema y me la entregaba.
—Entonces... —murmuré—. ¿Cuál era la canción?
—I'm with you de Vance Joy —respondió sin despegar sus ojos de los míos.
Me aclaré la garganta.
—Sí —musité derrotada.
Camine hasta la alfombra para sentarme con la espalda recargada en la orilla de la cama. Una pierna quedó estirada mientras que la otra flexionada y la llevé hacia mí pecho. Su presencia en mi vida empezaba a gustarme cada vez más y no podía evitar sentirme asustada. Aunque la mayor parte del tiempo deseaba golpearlo por ser tan idiota y sacarme de quicio. En ese momento recordé las palabras del Sr. Saltzman acerca de que debería tener al menos un amigo, y sentía que no me había equivocado con Mitchel.
Si ignoraba sus constantes flirteos y lo que estos provocaban en mí, existía la posibilidad de llegar a ser buenos amigos. Me ayudaba a distraerme y, de cierta forma, se lo agradecía. El trabajo no era lo que había esperado que fuese. Sin mencionar lo desanimada que me encontraba por la cantidad tan escasa que me pagaban. Me hacía pensar que nunca juntaría el dinero para el carro.
Después venían los recuerdos de lo que sentí estando en la ciudad y qué tal vez no era buena idea seguir con el plan de irme. No desaparecía aquel sentimiento de que no merecía ser feliz y que mi castigo era quedarme en un lugar donde no me querían. Mitchel se quitó las botas negras de combate y las dejó recargadas en una esquina. No pude evitar agradecer internamente el gesto, porque sabía que lo hacía para no pisar la alfombra con ellas. Una vez que se sentó a mi lado atrapó una hebra de cabello y tiró de ella hacia abajo.
—No te enojes —suplicó.
Elevé una ceja.
—¿Quién dijo que lo hice?
—Eres una mala perdedora.
—Ni siquiera estábamos jugando.
—¿Deberíamos?
Lo miré de reojo.
—No pareces un rival difícil de vencer.
—Pruébame —insinuó.
—¿Por qué todo lo que dices siempre suena con doble sentido?
—Porque tú quieres que suene así —Detestaba que tuviese respuestas para todo, dejándome como una tonta.
—Mejor iré por la caja de casetes.
Extendió su mano para detenerme.
—Déjame a mí.
Lo observé dirigirse hasta donde se encontraba y yo aproveché para sacar los auriculares negros que estaban dentro de una de las gavetas del velador. Mi celular también estaba allí, con la pantalla apagada y sentí un cosquilleo en mis dedos por agarrarlo. No lo hice, enterré esa curiosidad y me recordé porqué no debía.
Sabía lo que encontraría, todos esos recuerdos y los múltiples mensajes de odio por parte de mis compañeros. No era tan fuerte para enfrentar todo aquello en ese momento. Mitchel volvió con la caja entre sus manos y se sentó dejándola enfrente de mí. Actúe como si no hubiese pasado nada y conecte los auriculares al Walkman. En silencio le extendí uno, se lo colocó en su oreja derecha y yo en la izquierda.
—Para que sea justo meteré mi mano y agarraré un casete sin mirar —expliqué.
Ladeó su cabeza.
—Sospecho que eso no será un problema para ti.
Evite sonreír para no delatarme.
Mi mano se adentró en la caja, deslicé mis dedos lentamente por las filas y me detuve en uno.
—Estoy un poco oxidado, así que no seas muy ruda conmigo —pidió con un fingido puchero.
Me preguntaba si utilizaba ese tipo de palabras para ponerme nerviosa.
—Demasido tarde —dije simplemente.
Inserte el casete y apreté el botón de play.
No sabía cuánto tiempo llevábamos en ese bucle, pero hubo un momento en el que nos recostamos sobre la alfombra, con nuestras cabezas juntas y cuerpos en direcciones diferentes. Mitchel no paraba de hacerme reír, cada ocurrencia que salía de su boca calentaba mi pecho y provocaba que quisiera golpearlo para que se callara.
No quería reír, mejor dicho, no lo merecía. Sin embargo, cuando estaba con él me sentía un poco egoísta por desear hacerlo. Estar con Mitchel era como escuchar música, podía olvidar todo por un pequeño lapso de tiempo. Desde el principio no me detuve con mis constantes rechazos porque algo dentro de mí gritaba que lo hiciera. Si eso era lo correcto, ¿por qué su compañía se sentía tan bien? ¿Por qué quería seguir construyendo más momentos así?
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté del momento en el que empecé a acariciar las hebras inferiores de cabello que sobresalían de su gorro. Me encontraba en una encrucijada; si me detenía, se daría cuenta y si no lo hacía, también.
Solo quedaba arriesgarse, así que dejé de hacerlo y llevé mi mano hacia el Walkman que descansaba sobre mi pecho. Lo presioné con más fuerza de la planeada e intenté controlar las palpitaciones de mí corazón. La canción cambio, no sabía si era una ayuda del universo, pero lo agradecía.
Me mordí el labio inferior, y luego tomé un respiro.
—Fade Into You, de Inhaler —musité.
Sentí su mirada sobre mí.
—Creo que no hace falta decir quién ganó.
—Aún así, me gustaría —dije con burla.
—¿Cómo puedes ser tan dura conmigo?
—No tengo la culpa de que prefieras vivir en la oscuridad.
—¿Eso qué significa? —indagó.
Abrí los ojos.
—Que no puedo creer que vivas sin escuchar música... —murmuré sorprendida—. Cada que encuentro una canción con la que me siento indetificada me ayudaba a saber que no soy la única en sentirme sola.
—¿No te gusta estar sola?
Esa era la cuestión, que sentirme sola y estar sola no era lo mismo. La soledad se conocía como la ausencia de cualquier tipo de relación. En cambio, estar sola era por elección propia y yo no lo había elegido. Me quería convencer de que había alejado a todos, pero la realidad no era así. Al menos, no de la mayoría.
¿Cómo le decía que antes mi vida era completamente diferente? ¿Cómo le decía que aquella no era la verdadera Destiny? Que murió el día que su mejor amiga lo hizo. ¿Qué respuesta debía darle? Qué la verdadera razón por la que me gustaba estar sola era porque nadie me haría preguntas que expusieran mi pasado. Sin embargo, deseaba tener a alguien que no las hiciera y ese era él.
Cambiar de tema.
Sí, eso haría.
—¿No lo extrañas? —murmuré.
—¿Qué cosa?
—Tocar para una multitud.
—No —dijo simplemente.
—No lo entiendo.
—Es que no debes hacerlo.
—¿Qué clase de cantante no escucha música y no extraña tocar frente a sus fans? —pregunté divertida.
Silencio.
Un silencio que me erizó la piel.
—Soy un fraude —dejó caer esas palabras de sus labios y toda la estancia se heló. Me enderecé al instante y lo observé por sobre mi hombro.
—Mitchel... —murmuré.
—Llevo meses haciendo presentaciones por compromiso —soltó una risa amarga, y en ningún momento despegó la mirada que tenía puesta en el techo—. ¿Acaso no te parece triste? «Un cantante que no escucha música y no extraña tocar frente a sus fans». —repitió mis palabras, haciendo que un sabor amargo se asentara en la boca de mi estómago y me hiciera sentir realmente culpable—. Hace un momento te pregunté si te gustaba estar sola, pero tranquila, no necesitas responder. En cambio, yo te contaré algo.
»Constantemente tengo el mismo sueño, en el que estoy cantando, la multitud haciendo coros y todo parece normal —murmuró, y a pesar de estar al lado de mí, sentía que su voz se alejaba cada vez más—. Hasta que las luces se apagan, el silencio se extiende por todo el lugar y me aferró al micrófono. Mi corazón late con fuerza, un sudor aperla mi frente y el miedo me inmoviliza. ¿Alguna vez has sentido tanto terror que desearías desaparecer? Sin embargo, no puedes hacerlo y comienzas a buscar el camino en la oscuridad.
»Estar arriba de un escenario me hace sentir vulnerable, así que entenderás la razón por la cual no lo extraño. Todos te pintan la idea de ser un artista como un cuento de hadas, pero nadie se atreve a leerte las malditas letras pequeñas del contrato y que la soledad se volverá tu única amiga. No por elección, es que no puedes permitirte confiar en nadie. Solo basta dar una pisada en falso para caer en el lado oscuro de la fama. ¿Sabes qué es eso? Es como vivir con los ojos vendados.
La tranquilidad con la que brotó cada palabra de sus labios me provocó terror. Mitchel era la prueba de que aunque no vieses el sufrimiento de una persona no significaba que no existiera. Todo ese tiempo me dejé engañar por su perfecta apariencia que nunca se cruzó por mi cabeza que estuviese pasando por algo de esa magnitud. No sabía que estaba llorando hasta que sentí la humedad en mis mejillas. Diría qué cómo era posible que estuviese viviendo de aquella manera por tanto tiempo, pero a eso no podría llamársele vivir.
Me volví hacia al frente, porque no podía verlo a la cara, ¿cómo pude haber sido tan imprudente con mis palabras? Siempre tenía que arruinarlo todo. Mordí mi labio inferior hasta sentir el sabor metálico en la lengua. Lo escuché caminar por la habitación y algo me decía que era para recoger sus botas. No me giré a verlo en ningún momento porque la vergüenza era demasiada. Fue tan rápido que ni siquiera me dio una oportunidad de detenerlo. Mitchel salió por la ventana sin decir palabra alguna y un terror de que se fuese con la idea equivocada me invadió.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro