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🎸Capítulo Dieciséis


Shadow of Mine – Alec Benjamin

MITCHEL

Una semana.

Era el tiempo transcurrido desde que estuve con Destiny en el Karaoke y la mayoría de las cosas no tenían pies ni cabeza sin importar cuánto buscase. Me costaba creer que en verdad subí al escenario a cantarle una canción y que le haya gustado. ¿Acaso era eso posible? Tal vez porque no fue mía y, a pesar de no conocer su situación, una corazonada me dijo que eligiera esa.

Antes cuando escribía canciones iba más allá de crear futuros éxitos musicales. Era el poder desahogarme a través de las letras, aquello que llevaba adentro y callaba con todas mis fuerzas. ¿Qué hacía ahora con esos pensamientos que deseaban escapar de mi cabeza y ser plasmados en papel? Un miedo de equivocarme me invadía cada que quería intentarlo. Una inseguridad que antes no había existido. Detestaba eso, dejar que mis temores tomaran las riendas. No pude evitar sentirme culpable de que solo pudiese tocar a Eris cuando hubiese un público presente.

El celular volvió a vibrar interrumpiéndome.

Cada llamada que hacía terminaba en una discusión que se escuchaba por toda la casa. Susan no me escuchaba, le gustaba gritarme y recalcarme cada error. Empezaba a entender a mi vecina con su preferencia por estar desactualizada por los problemas que acarreaba contar con un celular. Destiny, era una chica tan rara y no en el mal sentido. No quería ser un pesado abrumándola con mi presencia, pero en verdad disfrutaba de su compañía.

Solía quejarse demasiado, más que yo, algo que parecía imposible. A pesar de llevar poco tiempo conociéndola, mis intenciones eran buenas y esperaba no arruinar las cosas. Tenía que recordarme eso cada que mi boca intentará soltar comentarios incoherentes como esa noche. Mentiría si dijese que Destiny no me parecía una chica preciosa, pero había más de una razón por la que no debía intentar nada con ella. Estiré la mano hacia uno de los cajones del velador en busca de un pedazo de papel y un bolígrafo negro para anotarlas. 

Razones para no caer en sus encantos.

1. Tiene 17 años.

2. Es mi nueva amiga.

3. No quiero lastimarla.

Me quedé observando el pequeño trozo de papel entre mis dedos. Hubo un instante en el que llegué a creer que habría más y casi me burlé de la cantidad. Sin embargo, las tres razones tenían el suficiente poder de frenarme. ¿Desde cuándo hacía ese tipo de cosas? Y lo más importante, ¿en qué momento empecé a ponerle un alto a mis deseos? Llevaba tanto tiempo viviendo en descontrol que pedirme ir despacio con algo se sentía extraño.

Desde un principio me comporté de forma distinta sin planearlo. Si Brayden y Chase me viesen se reirían de mí, a pesar de llevar tantos años siendo mis músicos, no los conocía. Nunca intenté hacerlo y me bastaba con dialogar solo lo estrictamente necesario. Eso no quería decir que no lo hayan intentado, al principio fue así, pero se detuvieron al entender que no obtendrían nada de mí. En cambio, Susan era diferente, no podía explicar con palabras lo que significaba para mí. Nuestra relación se basaba en odiarnos y después llevarnos bien.

Me sorprendía la facilidad con la que cambiaba de tema. ¿Por qué tenía que sobre pensarlo todo? ¿Existía alguna forma de apagar mi cabeza? Mis brazos se estiraron a los lados y solté un suspiro fuerte. Cada día que pasaba era mas difícil tener que levantarme de la cama. El cansancio no era más que un resultado de las pocas horas que dormía y la escasa comida que ingería al día. Se suponía que debía encontrar una razón que me motivase a hacerlo.

Todo tenía un límite y sentía que el mío estaba llegando. Entonces, ¿por qué en el fondo deseaba ayudarla a ella? Y ahí estaba de nuevo, apareciendo en mis pensamientos, como un maldito boomerang y me mareaba de maneras inexplicables. ¿Quién carajo se creía que era? Es que de verdad era una pulga muy molesta. No podía evitar preguntarme qué tenía ella de especial para llamar tanto mi atención. Todo ese tiempo me dije a mi mismo que era el misterio que emanaba de su persona, pero ¿no todos teníamos secretos que ocultar?

Una de las cosas que más disfrutaba hacer era engañarme a mi mismo y, si me dijese la verdad por una vez en mi vida, sería que pude verlo en sus ojos, la forma en que se estaba apagando y la soledad que la acompañaba como una sombra. Mirar a Destiny era como ver un reflejo de mí. Era como si la vida me diese la oportunidad de salvar a alguien que aún tenía esperanza. Una razón por la cual si valía la pena levantarse de la cama. No sabía cómo hacerlo, pero estaba dispuesto a intentarlo.

Me obligué a levantarme con lentitud de la cama y saqué ropa de los cajones antes de entrar a la ducha. Después de terminar de arreglarme y buscar la excusa perfecta para volver a verla salí de la habitación. Mientras bajaba de las escaleras, escuché susurros viniendo de la cocina y me detuve antes de pisar los últimos escalones.

—Tienes que hablar con él —suplicó Corinne. No la podía ver, sin embargo, por el tono en su voz supe que algo no andaba bien.

Peter soltó una risa amarga.

—¿Qué te hace pensar que me escuchará? No hemos mantenido una conversación mayor de cinco minutos desde que llegó.

—Mitchel está empeorando —comentó.

—Si me lo preguntas, yo lo veo mejor, hasta sale a la calle.

—¿Te estás escuchando? La basura que consume hace que parezca que está bien. ¿Acaso crees que esa energía es por él? Ninguno sabe qué cosas hace o consume cuando está allá afuera. No podemos dejar que lo siga haciendo, ellos no nos lo perdonarán.

Hubo un momento de silencio después de eso.

—Si lo que dices es cierto, nada nos asegura que solo lo haga estando afuera.

Mierda.

—¿Estás insinuando... —Ni siquiera se atrevió a terminar la pregunta.

Mis ojos viajaron con rapidez al piso de arriba y sentí una gota de sudor caer. No me preocupaba lo que encontraran, en todo caso, era lo que harían con ella.

—Con quien tienes que hablar es con sus padres —sugirió.

—¿Crees que eso hará alguna diferencia? —preguntó con duda—. A estas alturas ya no tienen ninguna autoridad sobre él.

—En realidad —corrigió—. Nadie la tiene.

—No está bien... —Se le quebró la voz mientras intentaba continuar—. Cada día que pasa empeora más su condición.

Escuché unos pasos y tuve que pegar mi espalda a la pared.

Peter se había acercado a ella.

Solté un suspiro.

—Connie, nada lo que pasa es tu culpa. Todos saben que Mitchel se hundió después de ese día y nadie ha podido ayudarlo en meses. No quiero ser pesimista, pero si sus propios padres no lo lograron, ¿crees que sus tíos que apenas conoce lo harán?

Elevé mi cabeza y cerré los ojos.

¿Se refería a los padres que me consideraban muerto?

No lo habían dicho en voz alta, pero actuaban como si fuese así.

—Fue su elección, nadie lo hará cambiar de opinión. Ni siquiera haber venido aquí —añadió.

Me congelé al escuchar sus palabras, entonces esa era la verdadera razón. ¿Cómo pude haber sido tan ingenuo? Me fue tan fácil creer en Susan que no me cuestioné nada. Era como recibir una maldita apuñalada en la espalda de la única persona en quien confiaba. Sabían que venir a este lugar no impediría que siguiese consumiendo y viviendo de la manera en que lo hacía. Los había considerado tontos por llegar a pensarlo, aunque en el fondo también deseaban que dejara de hacerlo.

¿Por qué ninguno podía entenderlo? Nunca me entrometí ni mucho menos les dije cómo vivir sus vidas. Pensé que podría soportar esa situación hasta que Susan me avisara que podría regresar a casa. Sin embargo, esto lo cambiaba todo, ya no había una razón para seguir ahí.

Regresé escaleras arriba sin hacer ruido y entré a la habitación con la intención de guardar mis cosas. Estaba tan enojado de que me engañaran de aquella forma. Mi atención se desvió por un instante a la ventana de Destiny, una pequeña luz alumbraba la estancia y reflejaba su silueta. Se suponía que la ayudaría, que era a su casa a la que me dirigía cuando bajé las escaleras. ¿Hasta cuando dejaría de ser un egoísta de mierda? Escupí una maldición antes de soltar las cosas y salir por la ventana.

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