🎸Capítulo Diecinueve
Red Lining – Cardinal Lane
DESTINY
Tenía los ojos fijos en el pedazo de papel que descansaba entre mis dedos mientras regresaba a casa. El señor Winters me entregó la paga de la semana, y quería soltarme a llorar cuando miré la cantidad. Mis pies se arrastraban sobre la acera y los ojos me pesaban. No recordaba cuando fue la última vez que descanse. Mi vida se basaba en levantarme temprano para ir a la escuela, regresar a casa a hacer tareas y tres veces a la semana ir a trabajar. Deseaba que solo el cansancio físico fuese el culpable, pero mi cabeza no se apagaba a ninguna hora del día.
Llevaba semanas sin ir a Pann's, esperaba que Elanor y Gordon no estuviesen preocupados por mí. ¿Por qué el día no podía tener más horas? Sentía que el tiempo se me escurría de las manos como si fuese arena de mar. Cuando llegue me dediqué a subir los escalones del porche sin mucha prisa y apretar la correa de la mochila. Escuché ruido del otro lado de la puerta mientras insertaba la llave y un sentimiento de culpabilidad me golpeó al desear que mi padre no estuviese allí.
Una vez que entré, deslice la diadema hacia atrás y pause la música. Un silencio se esparció al saber que había llegado y me preguntaba de qué habían estado hablando. Tomé un fuerte respiro al tiempo que las piernas me temblaban. Solo era mi papá, ¿qué era lo que me sucedía? No debía reaccionar de aquella forma. Caminé hasta el comedor en donde se encontraban cenando y el olor de la comida hizo que recordara que no había ingerido ningún alimento en todo el día. No a propósito, a veces simplemente solía olvidar que debía comer o no me daba hambre.
—Hola, cielo —saludó mamá. El amago de una sonrisa se formó en sus labios mientras sostenía los cubiertos en ambas manos. Mis ojos viajaron a papá que fingía estar muy concentrado en su comida para no verme a la cara. Tragué grueso, despejando las lágrimas que amenazaban con escaparse y volví mi atención a ella—. ¿Qué tal te fue?
—Nada fuera de lo común —respondí.
—¿Ya cenaste?
—Sí —mentí.
Me observó con desilusión.
—Te había dejado un poco en el microondas, sé lo mucho que te gusta el espagueti.
Señalé las escaleras con mi pulgar.
—Subiré a mi habitación, estoy algo cansada.
Emprendí camino sin esperar a que alguno de los dos respondiera, pero una voz me detuvo. Sentí los latidos de mi corazón dispararse y el indicio de sudor hacer presencia en mis manos. No pude evitar soltar una maldición interna y darme media vuelta. Esa forma en que me escudriñaba provocaba que me diesen ganas de vomitar. ¿Acaso no podía fingir mejor que no estaba decepcionado de tenerme como hija?
—Hablaron de la escuela —informó.
Junté mi entrecejo.
—¿Por qué?
—Dicen que llevas varios días sin asistir a tus citas, y eso me hace cuestionarme un par de cosas.
—¿Qué cosas? —indagué temerosa.
—Si te graduaste de psicóloga para auto diagnosticarte y decidir que no las necesitas.
—Nunca las pedí.
Él soltó una risa amarga.
—Ese fue el trato que hice con el director para que pudieses seguir asistiendo a la escuela, a la que, por cierto, nadie quería que volvieras. ¿Crees que es fácil para nosotros? Tu madre y yo tuvimos que buscar trabajo hasta la ciudad, porque nos despidieron de los que teníamos aquí y las facturas nos estaban llegando hasta la barbilla. Nada ha sido fácil para nadie, así que te pido que hagas lo único que debes, que es asistir a la escuela y las citas.
Sentí un enorme nudo en la garganta.
—¿Qué hay sobre mi trabajo? —dije simplemente. No tenía sentido responderle sobre lo demás, era consiente de todo eso y el hecho de que me lo repitiera solo provocaba que me sintiera más culpable. Me congelé en el instante en que noté que mis palabras ensombrecieron su rostro.
—No lo harás más.
—¿Disculpa?
—Será temporal, tranquila. —Se llevó un poco de comida a la boca y mastico lentamente. ¿Por qué sentía que lo hacía a propósito? No era normal pensar que mi padre era capaz de hacer algo solo para dañarme—. Hasta que me avisen que asistes a tus citas podrás volver sin problema.
—No puedes hacer eso... —murmuré sin poder creer lo que me estaba diciendo—. ¿Estás consiente de que quedará una vacante y el señor Winters tendrá que recurrir a buscar alguien más? Nadie en este lugar me dará trabajo.
Enarcó una ceja sin alterarse.
—Él no tuvo en problema con hacerlo.
—¡Porque mamá se lo pidió! —vociferé.
—No tienes opción.
Solté una risa amarga.
—¿Eso será todo? ¿Tú me pedirás algo que no quiero hacer y yo tengo que ceder?
—Soy tu padre.
—Cuando lo recuerdas —murmuré.
Enarcó una ceja.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que hace meses no habíamos tenido una conversación que durará tanto tiempo como esta.
—No se había dado la oportunidad —se excusó.
Solté una risa.
—Vivimos en la misma casa.
—A la cual solo vienes a dormir —apuntó.
—¿No te has preguntado la razón? ¿Crees que no me doy cuenta de la forma en que me ves? No solo encuentro decepción, también hay miedo.
Se quedó callado y pálido ante mis palabras.
—¿Te aterra pensar que tu hija es una asesina? —susurré con dolor.
Mi madre se cubrió la boca con horror.
—¡Destiny Felton! —reprendió papá.
Tragué el nudo que tenía en mi garganta y me permití cerrar los ojos para dejar caer las lágrimas.
Me di la vuelta para irme.
—Puede que hoy no lo entiendas, pero algún día lo harás. Solo busco que estés bien —murmuró. También esperaba que algún día entendiera qué era lo que realmente necesitaba de él.
Subí con rapidez las escaleras y, al llegar a la habitación, le pasé pestillo a la puerta. Aventé la mochila y empecé a deshacerme de la ropa que llevaba puesta mientras caminaba hacia el baño. Me incliné para abrir el grifo, dejando caer el agua y acercando la mano para encontrar la temperatura que buscaba. Una vez que me convenció entré a la tina, y después me hundí por completo.
No quería llorar hasta que se hinchasen mis ojos y me doliese la cabeza. Estaba tan cansada y odiaba quedarme dormida después de hacerlo. Mi vida no dejaba de ir en bucle y sentía que a ese paso moriría. Solo quería que todo se detuviera de una vez por todas, porque existía un miedo carcomiéndome por dentro. Era un miedo por lo que decía y hacía, por la reacción que tendrían los demás conmigo, por no saber qué pasaría al día siguiente. Un miedo que me paralizaba de pies a cabeza. No sabía cómo borrar esa maldita sensación de que el mundo me estaba absorbiendo.
***
Saltzman se aclaró la garganta.
—Sé que estás enojada, pero debes entender que era mi deber notificarlo. —Tenía mis brazos cruzados sobre mi pecho y la mirada en cualquier cosa que no fuese él—. Esto funcionará hasta que dejes de verme como tu enemigo.
—¿Cómo no quiere que lo haga si me obligará a hacer algo que no quiero? —pregunté irritada.
—¿Y por qué no quieres?
—Porque soy consiente de que no puede resolver mis problemas ni mucho menos borrarlos.
Juntó su entrecejo.
—¿Sientes que eres un problema que debe ser resuelto? —cuestionó.
Me congelé por un instante.
Esas no fueron mis palabras, pero sí me sentía así.
—No solo yo, estoy segura de que todos. Es por eso que insisten tanto en que venga con usted.
—Solo queremos ayudarte.
—¿Y de qué me servirá hablar? —cuestioné.
—El no hablar provoca que acumules todo lo que sientes, ¿sabes qué pasará después? Empezarás a sentir un peso que te impedirá hacer muchas cosas. A veces solemos olvidar la importancia que tiene el hablar con alguien. Si te preocupa que algo de lo que digas salga de aquí, debo asegurarte de que eso no pasará. Mi único trabajo es escucharte sin juzgarte y hacer todo lo que esté en mis manos para que te sientas mejor. Tú decidirás lo que quieras contarme, iremos a tu ritmo.
Me volví desconfiada hacia él.
—Lo intentaré —murmuré.
—¿Algo con lo que quieras empezar y te sientas cómoda?
El amagó de una sonrisa se formó en mis labios.
—Seguí su consejo acerca de tener un amigo.
Su mirada brilló con curiosidad.
—¿Es eso cierto?
—Sí.
—¿Te gustaría hablar de él?
Volqué los ojos.
—Esto solo haría que su ego incrementara, eso téngalo por seguro —comenté.
Saltzman sonrió con calidez.
—Se ve que lo conoces bien.
—No del todo, solo un poco. Aunque no lo culpo, porque él no sabe nada mi que no sea lo estrictamente necesario.
—¿Piensas que si le dices lo que sucedió las cosas cambiarán entre ustedes?
—Me verá cómo todos los demás.
—¿Y de qué forma lo hacen? —indagó curioso.
—Con miedo.
—¿Crees que eso es verdad? —preguntó, y dejó de escribir en su libreta para verme—. ¿No te has puesto a pensar que solo es un reflejo de cómo te sientes?
Solté una risa amarga.
—Todos me miraban diferente, algunos con asco, otros con miedo y los últimos con decepción. —No era fácil lidiar con cada una de ellas, la mayor parte del tiempo fingía que no estaban ahí. Sin embargo, como todo lo demás, llegaba a un punto en donde me alcanzaba y me hacía sentir miserable.
—No podemos controlar cómo nos miran los demás, pero sí en cómo nos vemos a nosotros mismos.
—¿En qué forma?
—Tu cuerpo físico es el reflejo de lo que hay en tu interior... —comentó mirándome—. ¿Te sientes cómoda con la idea de que te deje una pequeña tarea?
—Ajá.
—De aquí a que nos volvamos a ver, intentarás comer y dormir bien.
—¿Solo eso?
—Te dije que era un proceso, así que empezaremos con dos cosas que necesitamos para continuar. —Escuché el timbre a lo lejos y era la señal de que la hora de almuerzo daba por iniciada.
—Hasta luego, Sr. Saltzman —murmuré al tiempo que me levantaba de la silla y tomaba mis pertenencias. No pude evitar sentirme culpable por todo el tiempo en que pensé que venir a las citas sería algo horrible.
Asintió con su cabeza.
—Cuídate, Destiny.
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