🎸Capítulo Cuatro
Old Me - 5 Seconds of Summer
MITCHEL
De todos los posibles escenarios con los que esperé encontrarme anoche cuando volví a casa de mis tíos. Ninguno fue que estuviesen en la sala, sentados en el sofá viendo una película con las luces apagadas y un tazón de palomitas. Presenciar aquella escena era como teletransportarme a mi infancia cuando vivía con mis padres. Una sensación extraña se acento en mi pecho, la deseche al instante, porque mi plan había sido saludarlos y pasar de largo para ir a la habitación.
Sin embargo, mi tía Corinne planeaba algo distinto al pedirme que me acercara, justo cuando estaba al inicio de las escaleras y mi mano descansaba en la barandilla de madera. Ni de coña me sentaría con ellos. Me quede de pie abajo del marco observando con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta cómo mi tío estiraba su mano para darle pausa a la película.
La caminata que había dado guiándome con el GPS me confirmó lo que ya sospechaba desde un principio. No había lugares interesantes para divertirse y me preguntaba qué se suponía que haría en todo ese tiempo y en qué habían quedado Susan y mis padres con ellos. No necesitaba quebrarme la cabeza intentando deducirlo, porque esa noche Corinne me contó que ella era la maestra de música en la escuela del condado y que tendría que acompañarla a las clases de los grupos del último año. No tenía sentido negarme, porque sabía que le contaría a Susan y todo se iría a la mierda.
Ella me importaba, aunque no lo demostrara siempre.
La idea no me hacía ni puta gracia, pero no me quedaba de otra que asentir con la cabeza y asegurarle que estaría ahí sin falta. Eso explicaba la razón por la que mi tío estaba dejándome frente a la escuela y despidiéndose de mí con una simple sonrisa de lado y una mirada extraña. Después de murmurarle un gracias apenas audible, mis pies tocaron el asfalto húmedo y saque mi cajetilla de cigarros de uno de los bolsillos traseros de mis pantalones y un encendedor. Lo acuné con una mano para que el viento no lo apagara e hice una ligera presión sobre el para inhalar el sabor mentolado.
No me podía quejar de ellos, porque me estaban dando el espacio que esperaba tener y tampoco me rondaban con preguntas incomodas. El tío Peter se parecía mucho a papá, era un hombre de pocas palabras y observador. Sentía una acidez de rechazo en el estómago al pensar en que para más dos personas con las que muy pocas veces me había relacionado en mis veintiún años estaban cuidándome que los propios seres que me habían engendrado.
Esboce una sonrisa amarga mientras me terminaba el cigarrillo para entrar a la escuela. ¿Corinne esperaba que fuese una especie de niñera? No podía ni cuidar de mí mismo, qué iba a estar al pendiente de chicos que me daban absolutamente igual. Menuda mierda en la que me había metido.
Saqué mi celular y me encontré con algunos mensajes de Susan. Con la otra mano aun sostenía el cigarrillo y le di una última calada antes de deshacerme de él tirándolo al suelo y pisándolo con la punta de mis Vans.
No le respondí.
Cuando llegue a la entrada le entregue mi identificación al guardia de seguridad y me acompaño hasta al salón de música. No llevaba ni cincos minutos y ya sentía que me asfixiaba. Era como un pez fuera del agua, creía que mis años en la escuela se habían acabado hace mucho. Cada que pasábamos por un salón mis ojos viajaban a las pequeñas ventanas que tenía las puertas viendo a los alumnos tomando clases.
Guarde mis manos en los bolsillos de mi sudadera e intercambiaba miradas incomodas con el guardia de seguridad que no dejaba de verme con desconfianza. Vislumbre a mi tía saliendo del último salón antes de que llegáramos al siguiente pasillo donde se encontraban los casilleros. Al verme sonrió como prueba de que me conocía y eso basto para que el de seguridad me dejara continuar solo y regresara a la entrada.
Movió el celular en su mano.
—Peter me aviso que te dejo en la entrada.
Elevé un hombro y forcé una sonrisa.
—Estaba respondiendo unos mensajes —mentí.
Su mirada se suavizo.
—No te regañare por fumar. —Se acerco para deslizar su mano en mi espalda, instándome a entrar al salón sin vergüenza—. Espero que no te moleste que me haya tomado el atrevimiento de avisarles a mis alumnos de tú llegada y pedirles que tratarán normal.
Ladee mi cabeza.
—Gracias, Corinne.
— No quiero que te sientas incomodo el tiempo que vayas a estar conviviendo con ellos y puedas enseñarles un poco de lo que sabes.
No sabía lo mucho que valoraba que les pidiese que me trataran como a una persona normal. Hacía mucho nadie me trataba de esa forma, no importa a donde fuese, me reconocían. Excepto la noche anterior en la que conocí a aquella chica loca bajo la lluvia.
***
No me sorprendió que la emoción le haya ganado a la mayoría olvidándose de la promesa que le habían hecho a Corinne de comportarse. Intenté ser amable al pedirles que no me tomaran fotos o videos, lo que menos quería era que los reporteros supieran donde estaba, así que les ofrecí autógrafos en su lugar.
Después de un rato comencé a sentirme agobiado con la situación, y fue cuando ella les pidió que tomaran asiento.
Ella se me acerco para pedirme un favor, si podía tocar la canción que estaban viendo antes de que yo llegara. Fue cuando me percate del piano de cola color negro que se encontraba situado en una esquina. Me acerqué lentamente mientras ella me seguía de cerca y, cuando me senté para deslizar mis dedos por las teclas, ella me extendió las partituras y el silencio reino en el aula.
Sentía la atención de todos sobre mí, pero ya estaba acostumbrado a eso. Acomodé las hojas en el atril y situé mis pies cerca de los pedales. La canción era Riverside de Agnes Obel, pero no la conocía. Escuche cómo regresaba al centro del aula para explicarles lo que pasaría a continuación, pero yo estaba más sumergido en controlar los nervios y el miedo que sentía porque sabía que no lograría transmitirles nada.
No sería la primera vez que tocaría por simple compromiso, llevaba meses haciéndolo en cada presentación. Mis dedos se quedaron pausados en el acto, cuando alguien llamo a la puerta evitando posiblemente un desastre. Hasta creía que podría tratarse de una señal del universo para decirle a mi tía que no me apetecía tocar ninguna canción frente a sus alumnos. Los murmullos regresaron como zumbidos de abeja descontrolados en un panal y no preste atención a lo que decían. ¿Se darían cuenta si me escapaba? Negué con mi cabeza divertido con la idea y me volví hacia la puerta para ver porqué tardaba.
Su espalda cubría por completo a la persona que estaba frente a ella porque no distinguía de quien se trataba. Descase mi codo izquierdo en el piano buscando recargar mi cabeza en el puño de mi mano y deslizando la otra por las teclas llamando la atención de algunos sin pretenderlo.
Levante la mirada cuando todo el mundo se volvió a callar y me dio curiosidad saber por qué. Dejé de mover mis dedos el instante en el que la reconocí, y me erguí con rapidez para no perderme de vista ninguno de sus movimientos. Se le miraba perdida e incómoda mientras tomaba asiento en la primera fila y dejaba su mochila a un lado de sus pies.
Cuando la conocí estaba tan sumergido en mis pensamientos que no me permití apreciarla de ninguna manera. En esta ocasión lo haría y me deleitaría en sus delicados rasgos. No sabía que las chicas lindas se encontraban escondidas en las aulas escolares y la inocencia que transpiraban. Que pequeño era el mundo.
Sonreí cuando me percaté de lo grande que le quedaba la ropa que llevaba encima. ¿Era consciente que de esa forma se miraba más pequeña de lo que ya era? La palabra fragilidad podía describirla, pero ¿era solo en apariencia o por dentro era igual? Ladee mi cabeza captando la forma tan insegura de observar a su alrededor y el miedo de moverse demasiado. Una parte de mí estaba ansiosa porque ella notara mi presencia y, no lo comprendía del todo, nunca tenía que desesperarme por llamar la atención de alguien. Mi codo se resbalo de los nervios, pero me enderece rápido y con vergüenza antes de que alguien se diera cuenta.
Normalmente las cosas nunca salen como uno quiere y, siendo el que estaba detrás de esto, no sería la excepción. Todos volvieron a murmurar, ¿qué no podían estar cinco minutos en silencio? En vez de ser un lugar de estudio parecía un maldito gallinero y me preguntaba cuanta paciencia se requería para ser docente. En definitiva, no serviría para esto y no sabía cómo le diría a Corinne.
Estaba tan sumergido que no me percaté de que eso ocasiono que su mirada de la chica viajara hasta a mí. Sus ojos se abrieron con horror y un rubor cubrió sus mejillas provocado resaltar las pecas que las salpicaban. Emitió un jadeo de sorpresa y soltó una maldición. Se ganó que la atención de todos se posara en ella, y reprimí la sonrisa que quería brotar de mis labios.
Después de que Corinne los calmara me pidió continuar y, tras darle una última mirada, me volví hacia el piano. Inspire hondo, cerrando los ojos por un breve instante y suplicándome hacerlo bien. Mi mirada se concentró en las hojas que estaban en el atril y mis dedos eran temerosos a la hora de ejecutar las notas.
Todo el silencio en la estancia había sido opacado por la música provocando que guardaran silencio por completo. Mi corazón golpeteaba contra mi caja torácica y los nervios cubrirme la frente en un perlado húmedo. Era esa extraña sensación en la que sientes tapado los oídos y no eres capaz de escuchar con claridad. Mi incomodidad estaba llegando hasta tal extremo de no sentirme bien en mi propio cuerpo.
¿Nunca volvería a sentirme bien mientras la interpretaba? La pregunta llego a mi mientras tocaba las ultimas notas y un coro de aplausos llenaba la estancia. Me quede quieto escuchando a lo lejos todo tipo de elogios hacia mi interpretación, pero yo no era capaz de creerlos. ¿En verdad no se habían dado cuenta de lo mal que lo había hecho? Solo cuando termine sentí que podía volver a respirar y, ocultándome mi temor, me volví hacia ella.
¿Por qué? No lo sabía.
Se podría decir que fue por instinto.
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