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🎸 Capítulo Cuarenta y Tres


Always Yours – BANNERS

DESTINY

En una de mis últimas sesiones con el señor Saltzman pude contarle todo lo que había pasado. Él fue la segunda persona en escucharla y la tercera fue mi madre. Cada vez resultaba menos difícil decirla en voz alta, y esperaba que algún día pudiese contarla sin sentir que le había fallado a Saffron.

En mi último día de clases fui a buscarlo, no pude evitar llorar y agradecerle por todo el apoyo que me había brindado desde el primer momento en que entre a su oficina. Me dijo que estaba muy orgulloso de mí, y luego me regaló un cactus pequeño en una maceta. Le prometí que cuando pudiese viajar a Inglewood iría a visitarlo.

Los dos meses que estuve de vacaciones antes de ir a la universidad trabajé en Pann's como mesera después de haber convencido a Elanor. También recordé que aún tenía el dinero que había ganado de mi primer trabajo en la tienda el anterior año. Si juntaba lo de ambos no era mucho, pero sí lo suficiente para tener tiempo de adaptarme a las clases, y después poder buscar un trabajo que no afectase mis horarios.

Un tarde cuando terminó mi turno fui al baño para quitarme el uniforme que consistía de un pantalón de tiro alto negro y una camiseta polo color roja. Saqué de mi mochila la camiseta con el estampado de la serie «The Big Bang Theory» y me la pasé con rapidez por la cabeza y los brazos. Después saqué el short de mezclilla de tiro alto que me quedaba grande y pase un cinturón por las trabillas pasa sostenerlo. Una vez que había terminado me volví a poner mis converse rojas y salí del baño empujando la puerta.

Me estrellé contra el duro pecho de alguien y levanté la mirada para disculparme. De todas las personas que pude haberme encontrado en ese momento nunca llegué a pensar que sería él. Garret dio un paso hacia atrás para darme un poco de espacio y esbozó una sonrisa tímida.

—Lo siento —murmuró.

Junté mi entrecejo desconfiada.

—¿Qué haces aquí?

Antes de que me respondiese le di una ojeada al lugar para asegurarme de que Jeremy no anduviese cerca.

—No vine con él —aclaró.

—¿Qué?

—Si estás buscando a Jeremy, no está aquí.

No mentiré que me alivio esuchar eso, pero no porque le siguiese teniendo miedo. Es que no quería que causara un escándalo en el restaurante y les trajese problemas.

—¿Y eso?

—Tienes meses que me alejé de él

—Oh —emití.

Noté lo tenso que se encontraba.

—¿Puedo llevarte a casa? —ofreció pasándose una mano por su nuca, y luego señalando la puerta—. Me gustaría hablar de algo contigo a solas.

Mordí el labio nerviosa.

—No creo que sea una buena idea —le confesé.

—¿Ni por los viejos tiempos?

Bajé la mirada a mis pies, y luego la volví a levantar.

—Está bien.

Me despedí de Elanor agitando mi mano antes de salir de la puerta cristal con Garret detrás de mí. Cuando íbamos en el auto no podía evitar sentirme realmente nerviosa.

¿Por qué me estaba buscando después de tanto tiempo?

—¿Garret? —pregunté.

Al parecer eso lo hizo reaccionar y tomar valor para hablar:

—Sé que las vacaciones están por acabar y todos nos iremos a la universidad, pero no podía aceptar que las cosas quedaran del modo en que las dejamos. Te conozco desde hace muchos años, fuiste mi amiga y mi primer amor. Me tarde en darme cuenta de que, aunque no haya formado parte de todas las personas que te lastimaron durante meses, el saberlo y nunca haber hecho nada al respecto hizo que formara parte. No importa la cantidad de veces que me disculpe contigo, soy consiente de que no serán las suficientes. Aún así, debo intentarlo, porque te mereces cada una de ellas.

En la lista de cosas que necesitaba hacer antes de irme no estaba encontrármelo y recibir una disculpa sincera de su parte. Perdí la cuenta de las veces en que interrumpió la conversación para disculparse durante el trayecto a casa. Sin embargo, aunque estuviese arrepentido de corazón, no podíamos volver a ser amigos. Él no olvidaría lo que hizo y yo no confiaba en él. La verdad prefería quedarme con el recuerdo de lo que algún día fuimos.

Mi madre realizó una pequeña cena en mi última noche en casa antes de llevarme junto con papá a la universidad al siguiente día al amanecer. Iba en el asiento de atrás con los auriculares puestos y los recuerdos emergieron conforme avanzábamos. Buenos y malos. Pero después de todo, era mi hogar y en donde había crecido. No le estaba diciendo adiós, era un hasta luego, porque volvería a pasar las festividades con mis padres y visitar el restaurante de Pann's. Sin mencionar que aún me quedaba algo muy importante por hacer y era hablar con los padres de Saffron. No porque deseara que dejasen de pensar cosas erróneas de mí, era porque se merecían saber la verdad sobre su hija, que fue una chica que luchó hasta su último aliento de vida y que todos deberíamos aprender de ella.

***

1 año y medio después.

—¿Entonces vendrás? —preguntó Kendra.

Levanté mi atención el libro que tenía entre mis manos y me volví hacia a un lado. Ella no dejaba de observarme con sus enormes ojos color café y sus labios formando un puchero. Tenía una mala costumbre de salirse con la suya cada que hacía eso. ¿Cómo podía seguir viéndose sexy haciendo algo tan infantil? Tal vez por eso los chicos que estaban sentados frente a nosotras en el vagón no dejaban de verla. Llevaba el cabello suelto, era rizado y de color castaño oscuro. Su atuendo constaba de una blusa de tirantes color blanca, una chaqueta de pana negra, unos jeans de mezclilla de tiro largo y unas botas Dr. Martens color negro.

Las luces del techo hacían que su piel morena brillara.

Kendra era mi amiga y compañera de dormitorio. Si pudiese describirla en una palabra sería: huracán. La energía que desprendía algunas veces podía llegar a ser intimidante si no la conocías lo suficiente para saber que era un amor de persona y no había nada que temer. Bueno, con excepción a las veces que la llegué a ver molesta, pero ese enojo nunca era dirigido hacia mí. El metro se detuvo ocasionando que nuestros cuerpos se balancearan de un lado a otro.

Enarqué una ceja.

—¿No te cansas de pedirme siempre lo mismo?

—¿Y tú no te cansas de siempre rechazar mis invitaciones? —rebatió con tristeza.

Cerré el libro y lo guardé en mi bolsa de lona.

—Te he dicho mil veces que no me apetece ver a un montón de chicos beber hasta desmayarse o vomitando sobre los pobres arbustos de la fraternidad. No intentes chantajearme con eso de que siempre te rechazo las salidas cuando ahora mismo nos dirigimos al cine.

Dejó caer su cabeza en mi hombro.

—Me tocará ir sola.

—¿Por qué no le dices a Matty que te acompañe? —le sugerí.

Matty era su novio desde hace ocho meses. Ambos eran de signo fuego, así que podían llegar a ser demasiado intensos y apasionados. Lo sabía de primera mano porque cuando iba a verla al dormitorio se pasaban horas comiéndose la boca. Mientras que yo tenía que subirle a la música para no tener que escucharlos y enfocarme en hacer tareas, dibujar o leer. No negaría que en algunas ocasiones tuve que llegar a salirme para dejarlos solos debido a los celos. El único romance que había en mi vida era el que leía en los libros y veía en las películas.

Me la pasaba llenándome de actividades para tener la mente y el tiempo ocupados. Sin embargo, no importaba cuánto me esforzara, él siempre buscaba la manera de colarse en mis pensamientos y calentarme el pecho. Recordaba que hace algunos meses Kendra me había convencido de volver a utilizar un celular, y es que llevaba tanto tiempo sin hacerlo que me había acostumbrado.

A veces me arrepentía de haber aceptado, unas más que otras y una de ellas tenía que ver con él. Una noche me entró curiosidad por querer saber qué estaba sucediendo en su vida y lo busqué en Google. No negaría que no me dolió lo que vieron mis ojos. En una foto que le habían tomado saliendo de un lugar aparecía una chica a su lado, al principio no me preocupe, hasta que esa misma siguió apareciendo en otras, y otras, y otras más.

Fue como recibir un puñetazo en el estómago, y luego sentir como si me hubiesen arrancado el corazón. Nunca había experimentado unos celos tan amargos y dolorosos. No me reconocí en ese instante y deseé aventar el celular. Esa noche lloré tanto que terminé despertando a Kendra y me desahogué contándole todo lo que había pasado entre nosotros. Al terminar le enseñé cada una de las fotos y, tras observarlas detenidamente por varios minutos, llegó a la conclusión de que no estaba pasando nada entre ellos y que no había nada de que preocuparse. Me hizo notar que en ninguna foto la tomaba de la mano o salían dándose muestras de afecto.

No me sentí orgullosa de la forma en la que reaccioné, porque fuese conmigo o con otra persona, solo quería que él estuviese bien. Luego de haber vivido aquella experiencia tan horrible me prometí no volver a buscar nada referente a él en internet por el bienestar de mi salud mental y de mi corazón. Aún recordaba lo que nos habían hecho a los dos hace un tiempo atrás. No podía confiar lo que viese de él en internet.

La voz de Kendra me sacó de mí ensimismamiento.

—Quiere comprarse una moto, así que pidió horas extras en el trabajo para juntar más rápido —murmuró con un dejé de tristeza.

—¿Y si en lugar de ir a esa fiesta vamos a otro lugar?

Ella se enderezó.

—¿A dónde?

Le ofrecí una sonrisa nerviosa.

—No sé.

—La mejor armando planes —dijo con ironía.

Si eso no le había gustado, lo que estaba por decirle menos.

—Pero sería hasta mi próximo día de descanso.

—¿No puedes faltar?

—No —mentí.

Llevaba desde mitades de mi primer año en la universidad trabajando en una cafetería donde se podía leer y comprar libros. Me gustaba demasiado como para querer faltar. No había nada mejor que estar oliendo todo el día el aroma a café y el que desprendían los libros.

—¿Por qué no te creo? —preguntó con recelo.

Abrí la boca fingiendo indignación.

—¡Tengo que alimentarme!

—Un día no haría mucho la diferencia, no es que tuvieses el mejor salario. Puedes conseguir algo mejor y lo sabes.

Torcí los labios.

—No lo hago por el dinero —le aseguré.

—Si crees que algún día mágicamente llegarás y te dirán que te regalarán una cantidad excesiva de libros, debes saber que te quedarás esperando y con el corazón roto.

Fingí lamentarme.

—Déjame soñar.

—Yo podría regalarte libros.

Sonreí.

—Mira que lo he pensado y podría faltar al trabajo.

Entrecerró sus ojos.

—Que conveniente —murmuró.

El metro se volvió a detener y ambas nos levantamos para bajar en esa estación. Cuando las puertas se abrieron, todo pasó en cámara lenta, mientras nosotras salíamos dos chicos iban entrando y uno de ellos tenía puesto un gorro de lana. Sabía que no se trataba de él, pero aún así mi corazón latió con rapidez por desear que fuese así.

Una vez que las puertas se cerraron detrás de nosotras me volví hacia ellas para asegurarme de que en verdad no fuese él, porque no era la primera vez que eso me sucedía. A veces me hacía tanta falta que creía haberlo visto en lugares en los que él nunca estaría. Me gustaría poder decirle que no había detenido mi vida en lo absoluto y que si no había intentado nada con alguien más no era solo por él. Porque era capaz de vivir el resto de mi vida sin él, pero escogía no hacerlo.

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