🎸 Capítulo Cuarenta y Dos
All I Need To Hear – The 1975
MITCHEL
Dejé caer el maletín deportivo negro al suelo.
Tenía alrededor de tres horas que me habían dado de alta en la clínica, y luego hicimos una parada en un restaurante para comer algo. El apartamento seguía exactamente igual a como lo dejé hace nueve meses cuando me fui a Inglewood. Bueno, no del todo, se notaba que alguien lo había aseado hace poco. Llené de aire mis pulmones y una especie de nostalgia se asentó en mi pecho. Susan cerró la puerta detrás de mí antes de acercase y situarse a mi lado.
—Bienvenido a casa.
Esbocé una sonrisa de lado.
—Lo recordaba más grande —le confesé divertido.
Hizo una mueca de horror.
—Dime que lo primero que planeas ahora que has vuelto no es mudarte, porque te juro que en este mismo instante renuncio.
Me reí.
—¿Entonces asi será siempre? —cuestioné con una ceja enarcada—. Yo te pido favores y tú me amenazas con renunciar.
—Somos un buen equipo.
Negué con la cabeza y levanté el maletín.
—Lo somos —respondí.
Camine hasta mi habitación para dejar mis pertenecías afuera del armario y tumbarme en la cama boca abajo.
Solté un fuerte suspiro.
—Extrañé mi cama.
—¿Y cuáles son los planes? —indagó. Estaba recargada en el marco y de brazos cruzados. Llevaba puesto un traje de vestir color rosa y una camisa blanca—. ¿Qué debo decirle a la prensa ahora que saben que saliste?
Cerré mis ojos.
—Que estoy trabajando en material para un nuevo sencillo.
—¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy —respondí.
—¿Cuánto tiempo?
—Me tomaré de aquí a que termine el año para escribir nuevas canciones —le informé con la voz amortiguada por tener la mejilla contra el colchón—. Necesito estar solo, así que no iré a la disquera con los chicos para escribirlas y practicarlas allá.
Ella descruzó sus brazos y se acercó para sentarse al borde de la cama.
—¿Estas seguro? No creo que sea una buena idea que vuelvas a estar solo después de acabar de salir de un lugar donde estabas rodeado de muchas personas.
Abrí mis ojos para que viese la seguridad en ellos.
—Es todo lo contrario —murmuré—. Lo necesito.
—Mitchel... —intentó decir.
Extendí mi mano para tomar la suya.
—Confía en mí.
Se lamió los labios antes de asentir con la cabeza.
—Esta bien.
Necesitaba que volviese a confiar en mí. Esperaba que algún día todos dejarán de pensar que era una bomba con cuenta regresiva que algún día explotaría y volvería a recaer en cualquier momento. Aunque también sabía que no podía controlar lo que todos pensaran de mí, pero sí que podía controlar lo que pensaba de mí mismo y ya no era ese chico que encontró en esta cama hace nueve meses y decidió mandar lejos para que entrara en razón.
—Gracias.
—Bueno, pues ya no interrumpiré más este progreso creativo que está por empezar y te dejaré solo para que te acomodes —dijo antes de levantarse de la cama.
—Susy —la llamé.
Me dio una mirada por sobre su hombro.
—¿Sí?
Me senté y flexioné un poco mis piernas, dejando los antebrazos sobre mis rodillas y la observé con seriedad.
—Recuerda lo que te dije en la camioneta sobre de que buscaras a una psicóloga. —Sus ojos brillaban con algo indescifrable grabado en ellos, y esperaba que entendiese que necesitaba eso—. En verdad quiero seguir asistiendo a terapia por un tiempo más.
Me dedicó una sonrisa dulce.
—Prometo traerte varias opciones cuando venga a visitarte.
—Saluda a los chicos de mi parte —le pedí.
—Suerte, Mitchel —murmuró—. Crea nuevos éxitos.
—Lo intentaré.
***
Estaba sentado en el taburete de madera frente al piano de cola negro. Tenía unas hojas pentagramadas en blanco para mis partituras y un lápiz descansando en el atril. Había una melodía que no dejaba de resonar en mi interior en las ultimas semanas. Nunca imaginé que tenía que enamorarme y también que se rompiese mi corazón para volver a intentar escribir una canción.
Era como tener las palabras atoradas en la garganta y estas rasgaban para que las dejase salir. Aunque no negaría que una de las principales razones por las que estaba haciendo eso era porque deseaba buscarla en la música. Sentir que estaba sentada a mi lado y con su cabeza recargada en mi hombro escuchándome tocar.
Me dediqué a componer trece canciones en total en los últimos meses. Tuve mis momentos oscuros en el proceso, algo que mi psicóloga aseguró era normal, estaba retomando algo que había dejado por mucho tiempo. Las inseguridades podía sentirlas cualquiera, solo se trataba de aprender a lidiar con ellas y no dejar que estas nos paralizaran. Sin embargo, como todo en la vida, no era tan fácil como sonaba.
No importaba cuánto tiempo llevase escribiendo, siempre habría una parte de mi que sentiría que no era suficiente. Me consideraba alguien ambicioso por siempre buscar llegar a los corazones de quienes seguían mi trabajo. Así que si sentía que la letra no transmitía lo que buscaba no tenía miedo de borrar todo y volver a empezar hasta que estuviese satisfecho. El miedo de todo artista es que las personas no sientan nada por su arte. Aún recordaba el día que fui al estudio de grabación y conecte mi celular al monitor para que las escuchasen.
Estaba sentado en la silla de cuero negra con ruedas.
—¿Cuál fue tu favorita? —le pregunté a la pelirroja.
—«Flores silvestres» —murmuró, y luego añadió con una sonrisa dulce—: Las canciones románticas son lo mío.
Me volví hacia Brayden.
Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y recargado en la mixer de grabación.
—¿Y la tuya?
—En mi caso, me van más las que te dejan llorando... —respondió, y fingió que se retiraba una lagrima del ojo—. Así que elegiré «No olvides mi voz».
Esa había sido la primera canción que escribí.
Y por último quedaba Chase.
—¿Qué me dices de ti? —cuestioné.
—Yo me voy más por el lado erotico, y «Placer» es esa canción que deseas esuchar mientras te dan la follada de tu vida.
Eso hizo que nos empezáramos a reír.
Las tres canciones que elegieron eran las que definían como había sido mi relación con Destiny.
También eran mis favoritas.
***
Scared – Josh Nicols
El transcurso del siguiente año regrese al mismo ritmo que solía tener antes. Nos dedicamos a grabar el audio de cada unas de las canciones, y después seleccionar las mejores ideas para los videoclips, aunque los empezaríamos a grabar hasta el siguiente año. Susan se encargó de entregarme una carpeta llena de nombres, fotos, datos y la experiencia que tenían las chicas. Después de seleccionar a algunas de ellas las cito para hacer pruebas y sesiones de fotos conmigo. El equipo necesitaba saber si había química a la hora de estar en las pantallas.
Al ver que estaba retomando mi camino poco a poco los medios no tardaron en irme invitando nuevamente a los programas de televisión. No todos fueron malos, algunos se limitaron solo a preguntar sobre mi música, pero había otros que preguntaron sobre el tiempo que estuve en la clínica y sobre si el chico malo había quedado atrás. No entendía ese afán que tenían por utilizar ese término. Me limité a mantener mi vida privada donde estaba y solo comentar que estaba trabajando en mi nuevo disco.
En temporada de verano algunas marcas se contactaron con mi manager para ofrecerme sesiones de fotos con sus nuevas líneas de ropa. No era mi estilo preferido, sin embargo, eran estrategias de marketing. El público necesitaba verme por todos lados, casi meterme por sus ojos y de esa forma consumirían mi música. Desde afuera trataba que se luciera perfecto, por que al final del día, eso es lo que quería la gente.
No sabía cuántos años nos tomaría a los artistas lograr que nos viesen como humanos y no como robots. Aún así, iba a seguir viviendo con la esperanza de que pronto llegaría ese día. Tal vez no todos, pero con que gran parte lo hiciera sería un logro gigante para nosotros. La diferencia del Mitchel de hace algunos años con el de ahora era que había aprendido a escuchar a mi cuerpo y determe cuando sentía que era demasiado. Pedía algunas semanas de descanso, y luego regresaba con las energías recargadas.
Antes de tener el valor para ir a visitar a mis padres en época de navidad tuve sesiones de fotos y más entrevistas. No sabía si ellos habían logrado perdonarme del todo, pero yo a ellos sí. Necesitaba continuar con mi vida y era una herida que tenía que cerrar y dejar que cicatrizara de la forma en que merecía. Estaba parado frente al ventanal grande, observando los copos de nieve caer y una opresión en mi pecho hizo que cerrara los ojos por unos minutos.
Mi vida podía estar yendo por el rumbo que había planeado, pero seguía faltando algo importante, una persona para ser exacto y que no se comparaba con lo demás. No hubo un día en el que no llegase a pensar en ella. Me preguntaba qué carrera había elegido y si la universidad le estaba gustando. Si había ido a visitar a sus padres, o si estaría sola celebrando la navidad y no me gustó pensar en la última opción. No debía ser un egoísta, pero es que en verdad no quería imaginármela estando con alguien más. El simple hecho de pensarlo me destrozaba el corazón, porque aunque las estaciones cambiasen, mi amor por ella seguía intacto.
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