🎸 Capítulo Cuarenta y Cuatro
Don't Let Me Go
–Cigarettes After Sex
MITCHEL
Mis ojos se deslizaban con pereza por cada individuo que se encontraba en el salón. Unos sostenían una copa de champán en sus manos y dialogaban animadamente. Mientras que otros no se alejaban del área de bocadillos y arrasaban con todo.
Esbocé una sonrisa al ver a Brayden y Chase en ese grupo, llenándose las mejillas como si fuesen un par de ardillas. Negué con mi cabeza lentamente y estuve tentando a capturar esa imagen con la cámara de mi celular, pero mi diversión fue interrumpida por una pelirroja. Llevaba un traje de vestir color blanco y el cabello descansando a un lado de su rostro en bucles.
—¿Nervioso?
Bufé.
Me volví hacia ella con las manos adentro de los bolsillos de mi pantalón negro de vestir.
—¿Nervioso por llevar mucho tiempo sin hacer una presentación frente a un público? En lo absoluto, estás equivocada —aseguré con ironía.
—No pienso volver a preguntarte algo.
—Te ves linda.
Reprimió una sonrisa.
—Lo sé —aseguró.
Intercambiamos una mirada antes de regresar la atención hacia al frente. Ella se había encargado de toda la fiesta por el lanzamiento de mi disco.
Cuando pasó un mesero aproveché para robarle una copa de champán de la bandeja de plata que llevaba en la mano. Le di un sorbo grande bajo la atenta mirada reprobatoria de Susy. Me lamí los labios con la intención de borrar el rastro húmedo que había quedado en ellos. Fingí una cara de desconcierto por su reacción. No estaba haciendo nada malo, casi no bebía, solo en ocasiones como esas.
—¡Estoy nervioso! —le espeté—. Déjame en paz.
Me miró fijamente.
—Te necesito en tus cinco sentidos.
—Ya sé que no puedo arruinar esto —admití, y luego volví a llevar la copa hacia mis labios.
Hizo un ademán con su mano restándole importancia.
—No es por eso.
—¿Entonces? —cuestioné.
—Por cierto, te he traído un regalo... —dijo cambiando de tema drásticamente.
—No tenías porqué.
—No, pero quise hacerlo. —La miré con el ceño fruncido y la copa cerca de mi boca—. Te lo mereces después de haberte esforzando tanto.
—Espero que sean vacaciones —comenté animado.
Negó con su cabeza.
—Tú siempre quieres estar de vacaciones.
—¿Y eso qué tiene de malo? Mejor no me digas, ya con esa contestación sé que no lo son.
Esbozó una sonrisa, pero no me estaba viendo a mí.
—Mejor cállate, que tu regalo acaba de llegar.
—¿De qué...? —intenté preguntar. Susan extendió su mano para tomarme de la barbilla y girar mi rostro hacia al frente.
Cada invitado que se encontraba en se lugar desapareció de mi campo de visión. Solo quedamos ella y yo. El aire dejó mis pulmones cuando mis ojos se encontraron con los suyos. Me tambaleé hacia atrás estupefacto y con el corazón latiéndome con rapidez.
Me moría por seguir viendo aquellos ojos verdes que me perseguían por las noches, pero no pude seguirme conteniendo y la recorrí con lentitud mientras tragaba grueso para deshacerme del nudo en mi garganta. Tenía puesto un vestido negro de tirantes que llegaba a la altura de sus tobillos, una abertura en su cintura y otra que dejaba entrever su pierna izquierda y sus pies descansaban sobre un par de zapatillas abiertas.
¿Cómo podía incluso verse más perfecta que antes?
Aferré mi mano a la copa para no dejarla caer.
—Joder con tu regalito... —logré formular.
Susan le dio un apretón a mi brazo.
—Se ve preciosa, Mitchel.
—Perfecta —le corregí.
La miré jugar con sus manos antes de esbozar una sonrisa delicada y yo le correspondí hipnotizado. ¿Era posible volver a enamorarse de la misma persona aún cuando no habías dejado de estarlo en ningún momento? Tenía planeado atravesar todo el maldito salón para estrecharla contra mis brazos y susurrarle al oído cuanta falta me hizo en los tres años que habían pasado. Deseaba contarle tantas cosas, y que ella me contase otras, pero la sonrisa que me había dado se esfumó y se dirigió con los acompañantes que venía al otro extremo.
Fruncí el ceño desconcertado.
—¿Qué fue eso?
—No lo sé —confesé.
¿Qué había pasado para que reaccionara de esa forma? Justo en ese preciso instante divisé a Cristel acercarse a nosotros y ubicarse en medio de ambos.
—¿Listo, campeón? —La había escuchado. Sin embargo, mi atención estaba en otra chica y no podía dejar de verla.
—Está entrando en cortocircuito —le escuché decir a Susan.
—¿Por qué? ¿Por la canción?
—No exactamente, ya te voy a contar... —dijo antes de comenzar a parlotear como un loro.
En la posición que estaba Destiny me daba una perfecta vista trasera que me tenía babeando.
Solté una exhalación.
—Cierren la boca que no me dejan pensar.
—¿Y qué tienes que pensar? —indagó Cristel con burla.
Me volví hacia ellas para fulminarlas con la mirada.
—Las odio.
Cristel pellizcó mi mejilla y la movió de un lado a otro.
—Nos amas —aseguró.
—¡Ya te dije que no me gusta que hagas eso! —le espeté quitando su mano de mi rostro—. Maldita sea, no soy un bebé.
—¿Por qué es tan fácil meterse contigo? —preguntó burlona.
Le entrecerré mis ojos con molestia.
—Mitchel, ya es hora —avisó Susan.
—Tengo que ir a hablar con ella.
—Lo harás después —ordenó.
Maldije por lo bajo antes de seguirlas.
Snow On The Beach – Taylor Swift
DESTINY
Me encontraba caminando de un lado a otro en el pasillo.
—Creo que lo mejor será volver a casa.
Kendra soltó un suspiro.
—Tienes que controlarte.
Me detuve para verla. Su vestido golden rose con tirantes le llegaba por arriba de la rodillas y se había alaciado el pelo. Lucía hermosa.
—¡No lo he visto en tres años! —le espeté.
Se cruzó de brazos.
—Pues con más razón, ahora deberías estar adentro comiéndole la boca.
—¿Y si no me quiere ver? Te recuerdo que su manager fue la que me envió las invitaciones. No quiero que se sienta presionado al verme aquí.
Puso los ojos en blanco.
—¿Puedes dejar esa negatividad a un lado? Si no quiere llevarte a un rincón oscuro al verte con ese vestido que llevas es un completo idiota.
Sonreí de lado.
—¿Lo crees así?
Asintió con su cabeza.
—Si tuviese lo que él tiene entre las piernas te follaría contra la pared toda la noche —aseguró.
Mis mejillas se calentaron.
—¿Qué carajo? —soltó Matty.
Ambas nos giramos hacia él, y de los nervios se me había olvidado que estaba con nosotras. Tenía una petaca de acero donde llevaba un poco de whiskey cerca de los labios y se había privado de beber al escuchar a su novia.
—Ay, vamos. No te pongas celoso.
La ignoró deliberadamente.
—Ella tiene razón —respondió dirigiéndose hacia a mí—. Es un idiota si no valora que estés aquí.
Les sonreí a ambos.
—Gracias por acompañarme —susurré.
Kendra extendió una mano y atrapó la mía.
—Siempre.
Tomé un fuerte suspiro antes de que empezáramos a dirigirnos hacia el salón. Lo primero en recibirnos fue la música de jazz que emergía de las bocinas en un volumen moderado. La decoración era de color azul, blanco y dorado. Me preguntaba si tenía que ver algo con del disco. Todos lucían demasiado elegantes y sus murmullos se escuchaban como zumbidos de abejas. Mis ojos viajaron por toda la sala hasta encontrarlo al lado de su manager con una copa en la mano y el ceño fruncido.
Una burbuja nos envolvió solo a los dos.
Los latidos de mi corazón se fueron haciendo cada vez más pausados, un calor subió desde mi pecho y terminó en mis mejillas. ¿Cómo era posible que todo el ruido de mi alrededor fuese callado solo con verlo? Tenía el cabello más largo que desde la última vez que lo había visto y mordí mi labio inferior al ver cómo lucía con aquel traje de vestir negro. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, porque se miraba bien y no me refería solo a la vestimenta que llevaba.
Me percaté del momento en el que ella lo tomó de la barbilla y dirigió su rostro hacia mí.
Esos ojos nublados lograron paralizarme.
Antes mis latidos habían logrado calmarse, pero en ese instante se dispararon y los podía sentir en mis oídos. Ese aleteo en mi estómago provocó que retorciera las manos nerviosa y sintiera toda mi piel caliente. Había tantas cosas grabadas en su mirada que todas mis dudas fueron disipadas. ¿En qué estaba pensado cuando llegue a creer que él no querría verme? Me recorrió lentamente y, al llegar nuevamente a mis ojos, le sonreí como había deseado hacer por tanto tiempo y cuando me devolvió la sonrisa lo supe.
Seguía irremediablemente enamorada de él.
Pero había olvidado que las burbujas eran creadas para explotar en el momento que menos esperas. Una chica de tez oscura apareció en mi campo de visión dirigiéndose hacia donde estaba él. Lo primero que pensé al verla fue en que se me hacía conocida.
Llevaba puesto un vestido de color azul cielo largo, con tirantes en la parte superior y el pelo castaño oscuro le caía en bucles por su espalda. Era demasiado impresionante. Tuve que concentrarme para darme cuenta de que era la misma que salía en las fotos con Mitchel.
Una punzada en mi pecho hizo que borrara la sonrisa que tenía en mis labios y preferí darme la vuelta antes de verlos juntos. Me encontré con mis amigos observándonme confusos. Kendra envolvió su brazo alrededor del mío antes de comenzar a caminar hacia la mesa de bocadillos.
—¿Qué fue todo eso? Hasta acá pude sentir toda la tensión sexual acumulada.
Me dolía el corazón.
—Solo fue tu imaginación.
Se burló.
—No me mientas, yo sé lo que vi.
—Ella esta aquí —musité.
—¿Quién?
Me acerqué para susurrarle al oído.
—¿Recuerdas las fotos que te enseñe después de haberte contado sobre Mitchel?
—Sí, claro —respondió.
—Acabo de verla caminar hacia donde está él —le dije con la voz entrecortada, y me sentía tan ridícula—. No sé en qué estaba pensando al venir.
—Eso sí que no, nada de arrepentirse. —Se detuvo para tomarme de las manos—. La razón principal por la que estás aquí es para apoyarlo.
Asentí con mi cabeza.
—Tienes razón —admití.
Se esuchó el tintineó de un cubierto contra una copa de vidrio. Todos nos giramos hacia dónde estaba un escenario improvisado. Había una batería de lado izquierdo, un teclado de lado derecho y un micrófono en medio. Me tensé al ver la decoración que estaba pegada justo en el centro de la pared. Se trataba de un faro y un velero. Dos chicos se ubicaron frente cada instrumento, Mitchel se pasó la correa que sostenía a su guitarra por la cabeza y agarró el microfo con ambas manos sin quitarlo del tripié.
—Gracias por estar aquí en un momento muy importante para mí. —Su mirada recorrió cada espacio del salón con lentitud—. La canción que elegimos para tocarles esta noche pertenece al nuevo sencillo y se llama «No olvides mi voz», esperemos que les guste.
Me abracé a mi misma al ver cómo cerraba sus ojos para tomar un fuerte suspiro, y luego le daba un asentimiento de cabeza a los chicos.
El que estaba en el piano fue el primero en comenzar a tocar una melodía que me erizo la piel. El segundo que estaba en la batería le dio pequeñas caricias a los platillos con las baquetas haciendo alusión al ruido que hacían las olas del mar al golpear la orilla.
Mitchel deslizó la plumilla por las cuerdas tan delicadamente que parecía que tuviese miedo de romperlas, pero el sonido que creo fue lo ultimo que se necesitaba para que la melodía se sintiese completa. Entonces sus párpados se fueron cerrando poco a poco al ser arrullado por la música, y sus labios se separaron para empezar a cantar:
Náufrago en la oscuridad
Esperando encontrar ese faro que me guíe
¿Puedes oírme suplicar?
Las grietas están creciendo
Me estoy hundiendo
🎶
Escucho voces susurrándome
Me arrastran a la oscuridad
No dejes que me alejen de ti
Eres la luz que me llevará de regreso a casa
🎶
Solo busco un poco de calma en la tempestad
Lucharé contra la marea
Sólo guíame a casa
🎶
Ooh, solo tienes que guiarme
Ooh, solo tienes que guiarme
Ooh, solo tienes que guiarme
🎶
No olvides mi voz cuando tu luz apunte al norte
Estaré esperando por ti
No olvides mi voz cuando tu luz apunte al norte
Estaré esperando por ti
Cerré mis ojos para que las lágrimas cayeran por mis mejillas sin control alguno, dejando que la melodía se llevase el dolor de mi corazón. Me permití abrirlos cuando se formó un silencio que después fue acompañado por un coro de aplausos. Matty había ido por una sirvilleta de tela y me la extendió para que me limpiase. Fruncí el ceño al darme cuenta de que era la que ocupaban para envolver los cubiertos y reprimí una sonrisa. Estaba segura de que me había arruinado el poco maquillaje que Kendra con mucho esfuerzo se había encargado de ponerme.
La mayoría se había acercado a felicitar a los chicos con abrazos y algunos simplemente estrechaban sus manos. Kendra me tiró del brazo para que pudiésemos convencer a algún mesero de que nos diese una copa de champán. La verdad dudaba que nos las fuesen a dar, aún me faltaban algunos meses para cumplir los veintiuno, pero nada costaba internarlo.
Veinte minutos después terminamos sentadas y con los brazos sobre una mesa, derrotadas al no haberlo logrado. No es que bebiese seguido, solo en las festividades y maximo tres copas de vino, pero después de todo lo que había pasado en la noche una no me hubiese venido mal. Matty no dejaba de reírse de nosotras y beber de su whiskey. Kendra se lo arrebató para darle un buen sorbo, y después me ofreció, pero lo rechacé levantando una mano.
Elevó una ceja.
—¿Y piensas quedarte aquí toda la noche?
—Me lo estoy planteando.
—Matty y yo no venimos para verte sentada en un rincón cuando podrías estar recuperando el tiempo con ese bombón.
—Van dos —le soltó Matty.
Eso me sacó una sonrisa.
—¿A qué estás esperando? —preguntó con la petaca cerca de la boca, y añadió antes de beber—: ¡Ve a buscar a tu hombre!
Mi hombre.
Me gustaba como se escuchaba eso.
—Eso haré.
Me levanté de la mesa y emprendí camino.
—¡Usen protección! —gritó a mis espaldas. Mis mejillas se calentaron al sentir la mirada de las personas que se habían girado hacia nosotras—. ¡Me mandas un mensaje!
Lo busqué en cada mesa por si estaba sentado y en los círculos de personas que estaban de pie. El corazón me latía cada vez más fuerte al no encontrarlo y estaba desesperándome. Mi última opción era salir a la terraza, así que me dirigí hacia ahí con la velocidad que me permitían las zapatillas y deseaba haber venido en converse, ¿por qué no se podía asistir a esos eventos cómoda? Un suspiro cansado dejó mis labios antes de empujar la puerta de cristal y sentir el aire frío acariciar mi piel.
Mi alma dejó mi cuerpo al ver a Mitchel, pero no se encontraba solo, esa chica estaba con él. Estaba apunto de regresar por donde había venido, cuando sus ojos se encontraron con los míos. Se enderezó al tiempo que retiraba con lentitud sus brazos del varandal de vidrio. Ella también se volvió para verme y quería que la tierra me tragara en ese mismo instante. Apreté mis manos en puños, buscando fuerzas para lograr formular más de una palabra sin ponerme a llorar.
—Lo siento... —susurré apenada—. No quería interrumpir.
—No lo hiciste, tranquila —respondió la chica.
Y hasta su voz era hermosa.
Me quedé de pie incomoda viendo cómo le decía algo en voz baja, y luego se dirigió hasta a mí, regalándome un guiño y una sonrisa antes de salir por la puerta. Mitchel tenía una mano sobre el varandal y la otra en su bolsillo.
—¿No piensas acercarte? —preguntó divertido.
—S-sí.
Camine hasta situarme a su lado con la mirada puesta en en las luces de los grandes edificios. ¿Por qué no era capaz de mirarlo a los ojos? Tal vez porque se daría cuenta de lo afectada que estaba. Me aferré al varandal y deseaba que no pudiese esuchar los latidos frenéticos de mi corazón.
—¿Ya no me seguirás evitando?
—No lo estaba haciendo —le mentí sin descaro.
—Ajá.
Podía sentir su mirada sobre mí, recorriéndome con lentitud y mi cuerpo reaccionaba a su presencia.
—Es linda —aludí.
No pude ocultar el tono amargo en mi voz.
—Sí, lo es.
Auch.
No preguntes, Destiny. No lo hagas.
—¿Ustedes...?
Mitchel se quedó callado, así que agarré un poco de valor para volverme hacia él. Sus ojos me dirían la verdad.
Noté el instante en que comprendió mi pregunta.
Y comenzó a reírse.
—¿Por esa razón estuviste rara toda la noche?
—Yo creí que ... —intenté explicarle, pero hizo algo que me tomó desprevenida. Llevó mi mano hacia su corazón, este golpeaba tan fuerte que abrí los ojos con asombro.
Negó con su cabeza.
—No sigas, por favor —pidió. No había terminado la oración, pero debía imaginarse lo que diría—. No te compares, ni mucho menos te tortures con pensamientos equivocados. Nadie nunca se te podrá comparar, y siento lástima por la que piense que tiene una mínima oportunidad conmigo. Mi corazón ha sido tuyo desde esa noche en que nos conocimos y dudo que algún día vuelvas a regresármelo.
Sentí mis ojos borrosos por las lágrimas que comenzaban a acumularse. No importaba cuántos años hayan pasado, aún era experto en saber qué decir para dejarme suspirando.
—Se llama Cristel.
Hasta el nombre era hermoso.
—Ah —emití.
Esbozó una sonrisa.
—Es novia de Susan —aclaró divertido—. Y mi amiga.
Qué.
¿Me estaba diciendo que me pasé toda la noche torturandome por una película que se había formado en mi cabeza? Sí, con eso confirmaba que los celos eran algo que no quería volver a experimentar nunca más.
Solté una risa nerviosa.
—Ahora que lo pienso hacen muy linda pareja.
—Estabas celosa... —murmuró. Dio un paso hacia a mí acortando la distancia—. Es la primera vez que me celas, no puedo negar que ha sido divertido y luces muy tierna.
—No fue divertido —le aseguré—. Eres un imbécil por disfrutarlo.
Cerró sus ojos al escucharme.
—Te extrañé, pulga.
—Y yo a ti, bicho —susurré.
Me atrajo hacia él y yo recargué mi cabeza en su pecho.
Inhalé su olor con profundidad.
Estar entre sus brazos me hacía sentir como en casa.
—Salgamos de aquí.
—No podemos... —le recordé. Aunque en el fondo yo también deseaba que nos fuésemos, pero tenía que fingir un poco—. Es la fiesta del lanzamiento de tu disco.
Sentí cómo vibraba su pecho por la risa.
—¿Crees que quiero seguir comportiendote con toda esta gente? —cuestionó. Se alejó para dejar sus manos en mis mejillas y observarme con intensidad—. Necesitamos recuperar el tiempo que estuvimos lejos.
—Lo sé —admití.
Una de sus manos abandonó mi rostro para deslizar uno de sus dedos por mi brazo con lentitud. Erizándome la piel en el proceso y haciendo que soltara un suspiro.
—No puedo seguir fingiendo tranquilidad cuando lo único en lo que pienso desde que llegaste es en ti, en ese vestido y en lo que habrá debajo de el. —Se inclinó para susurrar lo siguiente cerca de mis labios—. Solo esas tres cosas han mantenido ocupada mi cabeza.
Kendra no estaba muy equivocada que digamos.
Me di una palmadita mentalmente en la espalda por haber elegido ese vestido hace algunas horas atrás.
Un calor recorrió mis mejillas.
—No hay nada... —lo provoqué. Él dejó de acariciarme en el acto y miré cómo se le dilataban sus pupilas.
—En definitiva, nos largamos de aquí —dijo antes de comenzar a tirar de mí hacia las puertas de cristal.
Mi corazón empezó a bombear con rapidez. En el camino nos encontramos a Susan que nos regaló una sonrisa.
—¿Todo arreglado? —le preguntó.
Se inclinó para que los demás no escuchasen.
—Sí, pero ¿crees que puedas seguir la fiesta sin mí?
Le guiño un ojo.
—Tranquilo, yo me haré cargo.
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