🎸Capítulo Catorce
LET THE GRASS GROW – Ruel
MITCHEL
Sentí su pequeño cuerpo temblar contra el mío y los peatones que pasaban a nuestro lado nos miraban de reojo. Mantuvo los brazos inertes a sus costados, ¿qué había sido esa sensación en el pecho que me provocó verla en el suelo y darme una mirada llena de lágrimas? No lo sabía, pero no me gustó en lo absoluto. Intenté mantener la calma para transmitírsela y, sin importar cuánto deseaba saber qué era lo que sucedió, me mantuve callado.
No era momento para interrogaciones, lo importante era que ella pudiese estar tranquila. Me alejé un poco, buscando su mirada y ofreciéndoles una sonrisa amigable. Ella agachó su cabeza avergonzada a la vez que se limpiaba las lágrimas con ambas manos. Cuando me di cuenta de que tenía intenciones de irse la detuve tomándola del brazo.
—¿Quieres salir de aquí? —Elevó su mirada a la mía al instante en que las palabras salieron de mi boca y sujeté con más fuerza el mango de la sombrilla mientras esperaba su respuesta—. Déjame llevarte.
Me observó con desconfianza.
—No estoy segura... —titubeó.
—Te prometo que no preguntaré nada al respecto de por qué estabas llorando —Le mostré la palma de mi mano a la altura de mi pecho en juramento.
—Sé que lo haces con buenas intenciones, pero lo último que quiero es llegar a casa y que mis padres me vean así —explicó señalándose con su dedo índice y negando con su cabeza. Su nariz estaba roja, al igual que sus ojos. Desde que la conocí noté lo frágil e indefensa que se miraba por su tamaño, pero lo que estaba presenciando me confirmaba que también lo era por dentro—. Aun así, te lo agradezco.
Enarqué una ceja.
—¿Quién dijo algo de llevarte a casa?
—No entiendo... —murmuró.
—Conozco un sitio que te gustará.
Se abrazó así misma, y luego estrechó sus ojos con desconfianza. Entendía su posición, pero hasta ese momento no le di razones para hacerlo. Si tan solo supiese que con ella había sido diferente desde el principio no dudaría tanto. No se lo dije, porque sabía que no serviría de nada. No me creería.
—¿Y tú cómo lo sabes? Ni siquiera me conoces, solo hemos intercambiado palabras unas cuantas veces. Es raro que pienses que con eso bastará para que sepas lo que me gusta.
—Solo estoy intentando sacarte de este lugar y con eso me refiero a Inglewood.
Ella abrió y cerró su boca.
—¿Me estás tomando el pelo?
—No.
—¿Y cómo piensas que lo haremos? —preguntó esta vez más interesada.
—Tendrás que acompañarme a casa de mis tíos para recoger algunas cosas que necesitaremos.
—Me imagino que entre ellas un carro —comentó.
—Exactamente.
Destiny parecía tener una batalla interna y, cuando pensé que se echaría para atrás, me invitó a resguardarme bajo la sombrilla. Gran parte del camino nos mantuvimos en silencio y no intenté forzarla a hablar. Cuando estábamos a una cuadra de distancia, se detuvo para decirme que se quedaría esperándome y le regresé la sombrilla con la promesa de que no tardaría mucho tiempo. Una vez que llegué subí a la habitación para tomar las llaves del pick-up y cambiarme de ropa. Me quedé observando a Eris, y fue un momento de impulso en el que tomé el estuche de piel y lo colgué sobre mi hombro. Condujé hasta donde se encontraba Destiny para recogerla y poder salir de ese maldito lugar.
***
Break Room 86.
Era un karaoke bar que conocía de hace algún tiempo y del que tenía buenos recuerdos. Estaba llenó de casetes, radios, televisores, juegos de arcade y cuadros de artistas famosos. Te daba la sensación de que al entrar dejabas de estar en la actualidad. Hasta el fondo había un escenario con periódicos pegados en la pared y pantallas planas para ver las letras de las canciones.
Un lugar discreto, frío y con ambiente clandestino.
Siendo día entre semana no había muchas personas y en el fondo lo agradecía. Mi atención se posó en cierta personita que no había dicho ni una palabra desde que entramos y sus ojos recorrían todo el lugar con rapidez. Me percaté de que su mano se estaba aferrando a la manga de mi Jersey de lana.
—Es fascinante... —murmuró embelesada—. ¿Seguro que puedo estar aquí?
—Mientras no ingieras alcohol, no tendremos ningún problema.
—No pensaba hacerlo.
—Entonces no hay de que preocuparse —Seguí caminando hasta los sillones cafés de piel y en el centro había cajas para equipo musical negras como mesas—. Sabía que te gustaría.
—¿Y qué esperas que diga? —cuestionó—. ¿Qué tenías razón?
Me encogí de hombros.
—No estaría mal.
Ambos nos sentamos en el sofá, y dejé mi estuche a un lado. La música no estaba tan alta, lo cual servía para que la gente no gritara en lugar de hablar. Cuando me giré hacia Destiny me di cuenta lo mucho que entonaba con este lugar y que no me había equivocado con traerla aquí.
No es que fuese un acosador, la noche que entré a su habitación me recordó a Break Room 86. Sabía que no borraría sus problemas, pero esperaba que le ayudara a distraerse. La desesperación que miré en sus ojos de salir huyendo la conocía perfectamente y sentí que debía ayudarla. Dejé mi brazo sobre él respaldó quedando atrás de su espalda y logrando que se enderezara por completo. Estaba nerviosa.
—Relájate, Dezzy —murmuré divertido—. Nadie de aquí te dirá algo estando conmigo.
—Estoy relajada, y ya te dije que no me digas así —mintió con descaro.
Me llevé dos dedos al puente de mi nariz.
—¿Crees que puedas dejar esa actitud aunque sea por el resto de la noche? En serio me he estado esforzando por ser amable contigo desde que te conocí. Vale, que te he molestado un poco, pero nunca faltándote el respeto. ¿No quieres que haga preguntas? Bien, no las haré, solo tienes que decirlo y lo entenderé.
Sus labios formaron una línea fina.
—Lo siento —murmuró.
—No te lo dije con la intención de hacerte sentir mal, solo quiero que llevemos la fiesta en paz o que por lo menos lo intentemos.
Asintió con su cabeza.
—Está bien, pero ¿te puedo pedir un favor?
—Claro.
—No me digas de esa forma, tiene un significado muy personal y el que no me gusta que usen.
En sus ojos aún podía ver que se sentía mal por lo que había pasado en Inglewood. Sin embargo, no me arrepentía de lo que dije, estaba en todo mi derecho. Nunca había dejado que me trataran mal sin importar, en este caso, lo linda que fuese.
—¿Lo ves? —comenté más tranquilo—. Hablando se entiende la gente.
Atisbe él amagó de una sonrisa.
—Recuerdo que me contaste que hacías todo lo contrario a lo que te decían.
—Cuando se trata de cosas serias no aplica... —Le extendí mi mano derecha—. Entonces, ¿intentaremos ser amigos?
—Intentaremos ser amigos —repitió.
—¿Así de fácil? —pregunté con duda.
—Desde que te conocí he tratado de evitarte, pero estás en todos lados. Además, no tengo las energías para seguir discutiendo cada que nos vemos.
Abrí la boca con indignación.
—¿Estás diciendo que no te queda otra opción?
—Creo que sí —dijo con burla.
Diría que todo aquello me resultaba un tanto extraño porque no era el tipo de cosas que solía hacer. Era como si volviese a ser una persona normal y me viese de ese modo sin que se lo pidiese. Me sentía cómodo con la idea de empezar a llevarnos mejor.
Un sentimiento de culpabilidad me invadió por haberme acercado con otras intenciones al principio. Sin embargo, no había podido evitarlo. Cuando la observaba, fuese de lejos o cerca, emanaba ese acertijo que me gritaba ser resuelto. No es que haya desaparecido, solo que ahora sabía que indagar sobre ello le afectaría y prefería apagar mi curiosidad que lastimarla.
—Si te sirve de algo, soy nuevo en esto —dije con honestidad.
—No te creo —acusó.
—¡Es cierto! Cuando estás en este mundo es muy difícil encontrar amistades sinceras.
—Yo tampoco tengo amigos —confesó, y noté tristeza en su voz.
—¿En serio? No me había dado cuenta.
Destiny se deslizó lejos de mí.
—Eso fue un golpe bajo.
—Perdón.
—No lo sé... —Estiró sus extremidades inferiores y movió de derecha a izquierda sus converse morados. Dejó sus manos en sus rodillas y me percaté de cómo reprimía una sonrisa—. Ahora que somos amigos no puedo perdonarte fácilmente.
—¿Qué dices? No soy experto, pero sé que las cosas no funcionan así —dije ofendido.
—Tendrás que traerme una bebida.
Me llevé una mano al corazón.
—No han pasado ni cinco minutos y ya me estás pidiendo cosas. Noto un poco de interés aquí.
—¡Tengo sed! —exclamó—. No sabía que vendríamos a un lugar donde ocuparía dinero.
La señalé con el dedo índice mientras que el pulgar apuntaba hacia el cielo y chasqueé la lengua.
—Buen punto.
—¿Entonces? —insistió.
—Debí leer las letras pequeñas de las cláusulas de ser un buen amigo —murmuré, poniéndome de pie para ir al bar—. Ya vuelvo, espérame aquí.
Volví con los vasos de agua, no la encontré y los dejé sobre la mesa antes de comenzar a buscarla con la mirada. De seguro que había ido al baño, así que me senté en el sofá con el tobillo izquierdo descansando sobre mi rodilla derecha. Cuando regresó no supe descifrar la expresión que traía en su rostro, pero la observé en silencio hasta de que se sentó a mi lado.
—¿Todo en orden? —indagué curioso.
—Sí.
—¿Segura?
—Creí que no harías preguntas.
—Solo es para asegurarme, puede que te hayas encontrado a algún idiota pasado de copas.
—No fue el caso, tranquilo —aseguró.
En serio quería creerle, pero se notaba tan nerviosa que me costaba hacerlo. Destiny extendió su mano hacia el vaso de agua y se lo llevó a los labios. Al darme cuenta de que estaba viendo demasiado hacia ese punto en específico, desvíe la atención a otro lado y tragué grueso antes de sentir cómo mi corazón latía con rapidez.
Agradecí cuando alguien comenzó a hablar a través del micrófono atrayendo la atención de todos. No fue hasta ese instante en el que escuché cómo empezó a ahogarse con el agua y me giré en seguida. En un auto reflejo comencé a darle pequeños golpes contra la espalda hasta que logró tranquilizarse. Su respiración era un caos y lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¿Qué fuese eso?
—Me estaba ahogando —dijo con obviedad.
—¿Por qué?
No tuvo que pensar ninguna respuesta ingeniosa, porque en ese instante mi nombre salió por los altavoces, dejándome inmóvil y abriendo los ojos de par en par.
—¿Qué hiciste? —acusé desconfiado.
Destiny se encogió en su lugar.
—Puede que haya anotado tu nombre en la lista para subir a cantar. ¿No se supone que habíamos venido a eso? Además, no me puedes culpar, esa era tu intención y tu guitarra es la prueba.
Me llevé dos dedos al puente de mi nariz.
—Eris —corregí—. Se llama Eris.
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