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Capítulo 8: Diferente

Cuando la madre de Sebastián se fue por completo, un incómodo silencio se apoderó de la situación y el lugar, Dylan quería romperlo pero no sabía cómo. 

– ¿Y bien? – La voz de Sebastián dejaba entrever claramente que no le agradaba en lo absoluto su presencia.

– ¿Y bien qué? – Repitió. 

– ¿En qué momento te irás? – En definitiva a Sebastián no le caían bien ni en lo más mínimo. 

– Mañana – respondió tranquilo mientras se sentaba en un sencillo y gastado sofá. 

– De ninguna jodida manera – le contestó aún más molesto que antes. 

– Tu madre me ha pedido que me quede, ¿Qué se supone que haga? – La verdad era que eso era lo menos importante, sin embargo no quería ser maleducado marchándose. – No quiero quedar mal, yo tengo un ápice de educación – Sebastián parecía no tenerlo así que hizo hincapié en ello.

– No te preocupes le diré a mi mamá que te has quedado. 

La forma en que Sebastián aludió a su madre hizo que su pecho doliera, extrañaba a su mamá, no había sido justo que ella muriera cuando él sólo tenía seis años. 

– He allí del porque me quedaré – aunque siendo sinceros Dylan quería estar un rato con Sebastián, en todo el día no lo había visto – lo hago por ella no por ti.

Dylan hubiese deseado tener una mamá que se preocupara por él. 

– Como quieras – siseó Seb mientras lo abandonaba y se dirigía, a lo que Dylan supuso, su habitación. 

Aquello no ha salido tan bien, pensó con pesar; aunque segundos después se reprendió. ¿Por qué demonios buscaba a Sebastián? El tipo ni siquiera tan, tan guapo como para que él lo buscara. Era un chico común y corriente, y ya. ¿Qué es lo que había visto en él? Nada, no podía haber visto algo especial en él, era inteligente, bien parecido, atleta pero nada especial... En estas cavilaciones se encontraba cuando sintió como una sábana golpeaba su rostro, segundos después una almohada acompañó a la primera; Sebastian se las había lanzado. 

– Dormirás en la sala – sentenció mientras lo señalaba con su flaco dedo índice desde a dos metros de distancia.

La descortesía de aquel chico lo molestó ligeramente, no había hecho nada... Dylan no había ido con la intención de quedarse, así que ¿Por qué carajos se enojaba con él? 

– ¿En dónde más si no aquí? – preguntó con la intención de fastidiar. 

Sebastián se puso rojo. 

– ¡Oh! Ya veo. ¿Creíste que quería dormir contigo? – Dylan se acercó a Sebastián de la misma manera en que un león lo haría a su presa. 

Estando tan cerca apreció con claridad los ojos de Sebastián, uno del mismo color que el ámbar y el otro del color del metal. Ya decía él que nadie podía tener los ojos tan anormalmente negros. Aquellos ojos dispares lo confundieron por milésimas de segundos.

– Tu – Sebastián se puso aún más rojo – tu me besaste. – Medio acusó medio susurró.

– Tu también lo hiciste – señaló molesto. 

– ¡No es verdad! – refutó el moreno colérico. 

– ¿Ah no? 

– Estaba borracho – Sebastián buscó la peor excusa en el mundo. 

– No recuerdo que hayas bebido aquella tarde, mucho menos que llegaras ebrio – Dylan de burló.
estando a escasos centímetros de él, nunca había visto a alguien con aquella clase de heterocromía, había visto a personas con un ojo azul y el otro verde, o con pequeños puntos de un color distinto en su iris pero jamás uno dorado y el otro gris. 

– ¡Cállate! – el chico parecía echar fuego por las fosas nasales – de todos modos – ya había moderado su voz – ¿Qué favor necesitas? 

Dylan quedó anonado, ¿Cuál había dicho que sería su pretexto para ir a visitarlo? 

– Comparto algunas clases contigo, ¿Podrías pasarme los apuntes? 

– De acuerdo – Sebastián volvió a marcharse. 

Dylan volvió a su asiento y esperó pacientemente por unos minutos, hasta que llegó Sebastián y le tendió un par de libretas, unos bolígrafos y unas hojas blancas. Aquel chico comenzaba a mostrar algo de hospitalidad. 

– Gracias – le sonrió. 

– Por nada. 

Dylan comenzó a copiar los apuntes con parsimonia mientras Seb se sentaba en el sillón y leía un libro, los copio de manera tan lenta que un caracol hubiese parecido la luz comparado con él, la verdad era que lo había al propósito, no quería terminar rápido para luego no saber que hacer y querer hablar con Sebastián por el simple hecho de querer llenar el silencio. Miró de reojo a Seb y lo que vio le agradó, aquel niño tenía una pierna sobre la otra no al estilo de las chicas si no con el tobillo en la rodilla de la otra pierna, su rostro estaba sereno y tan calmado como las aguas de un estanque, en él se apreciaba la concentración... El libro que sujetaba en sus manos era demasiado grueso como para el gusto de Dylan, Sebastián dejó su libro a un lado y tomó uno más pequeño que estaba junto a él, lo hojeó con rapidez hasta encontrar lo que buscaba; era un diccionario, después de aquello Sebastián volvió a su lectura y Dylan fingió nuevamente que se enfocaba en lo que hacía. Pronto terminó aunque siguió con la farsa.

Su celular vibró y Dylan lo sacó, Clarissa le había mandado un texto.

Mi amor, por q no fuiste a la escuela? Te paso algo? Estas bien? Te quiero.

Quizá Clarissa no era tan mala persona, se preocupaba por él, aun cuando el propio Dylan no se preocupaba por ella, quizá los sentimientos de Clarissa empezaban a profundizarse, debía aclarar pronto aquello, no quería lastimarla. Respondió enseguida.

Tuve cosas que hacer, lo lamento. También te quiero.

Recibió la contestación en poco tiempo .

Descansa amor.

Dylan le respondió con un escueto "igualmente"

– Si tus padres te están llamando, ¿Por qué no vas con ellos? – Sebastián se paró de su lugar y se dirigió a su pequeña cocina, aquel chico enserio quería deshacerse de él. 

– ¿Quien dijo que eran mis padres? – Su padre rara vez se percataba de su presencia y su madre se había ido hacia mucho tiempo. 

Fue en pos de Sebastián.

– ¿Tu novia entonces? – preguntó de nuevo mientras sacaba de su pequeño refrigerador un bote con nutella, jamón, leche, tomate, aguacate y queso. 

– ¿Por qué insistes en correrme cuando te he dicho que me iré mañana? – A Dylan comenzaba a cansarle el escuchar en cada frase, que aquel chico emitía, la despedida tácita que había. 

– ¿Por qué quieres quedarte? – Sebastián lo encaró y se encontró embelesado con aquellos ojos desiguales, le gustaron mucho.

– No lo sé – admitió sin pensar. – ¿Por qué quieres que me vaya? 

– No tienes nada que hacer aquí – le respondió arisco. 

– Tu madre... – comenzó lentamente aferrandose a aquella excusa.

– Mentiroso – le cortó – a ti te importa un comino lo que mi mamá te pidió. Así que ¿Por qué no me dices cual es la broma en todo esto? – preguntó molesto mientras lo golpeaba tenuemente con la punta de su dedo índice. 

Dylan se quedó sin habla, ni el realmente sabía que hacía allí, había sido cuidadoso siempre pero ahora, ahora se dejaba llevar por cualquier impulso; ¿Qué había pasado en tan poco tiempo? 
Miraba directamente a los ojos disímiles de su compañero, poco a poco bajó a sus entreabiertos labios, estaban rojos completamente llenos de color quizá a causa de la furia, y sin contenerse tomó el rostro de Sebastián con sus dos manos y lo atrajo para sí, besó con furor sus labios, poco le duró el gusto. 

No lo vio venir pero sin duda sintió el puñetazo de Sebastián en su rostro, el dolor le recorrió por todo el cutis, al mismo tiempo fue empujado por el chico.

– ¡Maldito estúpido! ¡Vuelve a tocarme y no te la acabas – amenazó con el rostro crispado. – ¡Yo no soy como tú!

<<Yo no soy como tú>>

Esas sencillas palabras quedaron rebotando en su cabeza aun cuando Sebastián se marchó, ¡Que estúpido había sido! ¿Cómo pudo haber pensado en enredarse con alguien que a leguas se notaba hetero? Maldijo en sus adentros...

<<Yo no soy como tú>>

También el detestaba ser diferente, detestaba que lo que le gustara estuviese mal, pero ¿Cómo puedes llamar placer a algo que haces pero que no te hace sentir pleno ni completo? ¿Cómo algo tan mal podía sentirse tan bien? Ni siquiera sintió desprecio por la sociedad, sino por la naturaleza, lo que él era no era natural ni normal... Y la sociedad no hacía mas que seguir las leyes de la naturaleza, un varón y una mujer, macho y hembra... Aun así de vez en cuando la gente podía pasarse un poco de la raya con sus actitudes displicentes hacía aquellos que no eran iguales, que no pensaban ni gustaban de las mismas cosas.

Dylan sintió un vacio en su pecho, no era el rechazo sino la discriminación, no era la pequeña ilusión rota sino las palabras despectivas que aquel muchacho con hermosos ojos le había dirigido. Habían dolido, aun cuando Dylan se las había gritado a si mismo cuando se descubrió, porque lo habia hecho; al notar que era diferente, al reparar que en lo que él veía no era lo mismo que los demás veían, al comprender y advertir su sexualidad se paró muchas veces frente al espejo y gritandose lo réprobo que era terminaba llorando, y rezando a quien sea que lo escuchara que lo cambiara y lo volviera normal, nadie nunca escuchó sus ruegos. Su madre sin duda había previsto aquello, aun cuando ella pasó poco tiempo con él, lo había conocido mejor que él a si mismo a sus diecisiete.

<<Oculta a quien ames o te lastimaran>>

 Cierto era que a Seb no lo amaba, pero lo había atraído aun sin explicarse el porqué, y había querido estar con él. Quizá solo había sido la calentura, intentó mentirse pero, pero, ni él lo creía.

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