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Capítulo 6: Confesión nula

El lugar estaba atiborrado de hombres con disfraces que dejaban poco a la imaginación, las luces parpadeaban de esa manera tan típica de los antros, Dylan y él se encontraban cerca del cadenero aunque no lo suficiente para alcanzar a sobornarlo sin mucha obviedad, David se abrió camino entre empujones y codazos mientras arrastraba a un guapo y renuente Dylan. Sonrió al cadenero y, mostrándole un par de identificaciones falsas y otro par de billetes, les dejó entrar.

– Ponte bien el antifaz – reprendió a Dylan cuando este se lo alzaba ligeramente para rascar su mejilla.

– Me pica – se disculpó.

David llevó a Dylan hasta un par de asientos cerca de un escenario, se sentaron. Pocos minutos pasaron para que la función especial de aquella noche comenzase, un par de hombres bailando e interactuando con el público, bromeando, coqueteando y guiñando, todo para que los presentes se sintieran a gusto y no se cohibieran. Uno de ellos se acercó a David.

– Oye guapo – ronroneó con el micrófono aún puesto – ¿Cómo te llamas?

– Fernando – mintió.

– Fernando, dime ¿Tienes pareja? – le coqueteó.

David quiso seguir su juego buscando que su mejor amigo y amor frustrado sintiera algo, pero en su lugar decantó por mentir.

– Si – le sonrió al hombre – y es él. – Respondió mientras tomaba la mano de Dylan y lo atraía para sí, le dio un gran abrazo, aunque quería más.

Aquel sujeto del escenario hizo un exagerado y feo puchero antes de marcharse. Aquello le disgustaba, los travestis, aquellos que insistían en cambiarse el sexo, tal vez sonara hipócrita, puesto que él era gay, pero aun así, él cuanto menos se aceptaba pero ellos... El show no duró mucho tiempo después de aquello. Lo agradeció.

La música subió de volumen y cuerpos comenzaron a reunirse en la pista bailando y rozandose entre ellos, Dylan y él tomaron alcohol y después, cuando el alcohol le dio un poco de valentía David se animó a bailar, quiso llevar a su amigo pero este rechazó tozudo.

Se perdió en la música, cerró los ojos y se dejó guiar por ella, bailaba sólo, no le importaba, disfrutaba de hacerlo, le gustaba la manera en que el mundo desaparecía cuando lo hacía, podía olvidarse de sus responsabilidades, de su posición, de su imagen, de su familia y de su condición.

Movía su cadera no de una manera femenina pero sí erótica, resbalando sus manos por su cuerpo, o chasqueando sus dedos al son de la música, con pasos cortos o estáticos, no era una coreografía simplemente se movía según se lo dictaba su cuerpo al sentir la música. No se percató que había llamado la atención, hasta que abrió los ojos, muchos lo veían. Dejó de bailar enseguida, completamente avergonzado. Y vio a su amigo, lo veía con deseo.

<<Deseo>> repitió en su mente de manera amarga <<No sólo quiero que me desee>>

Se acercó a Dylan , prácticamente, lo arrastró a la pista, bailaron juntos. David lo disfrutó.

– No sabía que bailaras tan bien – observó su amigo – sabía que jugabas fútbol pero ¿Bailar?

– Hace tiempo que lo hago – señaló David con pesar.

<<¿Tan poco te importo? He estado contigo 2 años y, ¿No te habías dado cuenta?>>

Desechó sus pensamientos y siguió bailando, miraba a Dylan a los ojos, su mirada se desvió a sus labios, estaban entreabiertos, esta vez no resistió. Besó a Dylan.

Su amigo dejó de bailar y no le correspondió.

– David – susurró sorprendido.

– ¿Qué?

– Nada – contestó.

Dave no quería que eso terminara allí, no cuando ni siquiera había empezado. Tomó a Dylan de la nuca y lo volvió a besar, esta vez con pasión, se abrió paso entre sus labios con la lengua, degustó con vehemencia su boca y finalmente, Dylan le respondió de la misma manera.

<<Date cuenta, hazlo por favor>> suplicó,

<<Te quiero>>.

Ninguno de aquellos pensamientos, como bien sabía, le llegaron a Dylan. Pero no dejó de besarlo, habían dejado de bailar hacia poco, pero sus labios seguían moviendose acoplados.

– ¿Nos vamos? – le susurró en el oído después de separarse.

Dylan asintió.

Salieron de allí con mucha mayor facilidad que cuando quisieron entrar. Tomaron el primer taxi que pasó y David le dio una dirección cercana a su casa, no quería que nadie se enterara, nadie debía saber. Dylan siempre había sido precavido y no sería él, por su emoción, quien revelara sus secretos.

Había decidido no llevar su auto cuando quedó de verse con su amigo, no tenía planes ni siquiera de asistir a aquel evento en el bar, pero la presencia de Sebastián lo había hecho sentir amenazado, como quien siente que va a perder algo y esta dispuesto a luchar con todo para no hacerlo. Exactamente así se sintió cuando Dylan se había quedado viendo a Sebastián quizás no mucho tiempo, pero se había quedado viéndolo.

Entonces se adelantó. Tenía que hacer que su amigo lo comprendiera, no quería que Dylan estuviese con alguien más que no fuese él. Llevaba mucho tiempo pensando en él, quizás cuando era niño no lo comprendió en primera instancia; puesto que ¿Qué niño se da cuenta que se ha enamorado de un chico? Ninguno, o al menos no fue el caso de él. David creía y estaba casi seguro que sus sentimientos por Dylan no podían ser más genuinos y puros, porque cuando eres niño pocas cosas superficiales te interesan. Si se hubiese enamorado de él a los 16 años, bueno, otros factores hubieran intercedido para que Dylan le gustase, tales como: físico, posición, dinero, morbo, entre otras, sin embargo al ser un niño y no comprenderlo, simplemente quería estar con aquella persona que lo hacía sentir bien y quien era amable con él. Y cuando descubrió el nombre de aquel sentimiento lo había aceptado sin rechistar y quejarse, lo abrazó y se aferró a el.Pero Dylan había cambiado, la segunda vez que se vieron, parecía no reconocerlo entre la pequeña multitud, y eso lastimó en cierto modo a David. Llevar esperando años para ver a alguien especial y que ese alguien no te reconozca, a quién sea lastimaría. Aquel niño alegre y, con ojos sinceros e inocentes había desaparecido; seguía siendo igual de amable y cortés, pero era frío y distante. Observaba a las personas con cierta frivolidad y despotismo, muy, muy ligero pero lo hacía. Y parecía buscar a alguien, David se ilusionó por escasos segundos pero al pararse frente a él, aquella búsqueda que Dylan realizaba no cesó con su presencia.

Llegaron a una casa desconocida pero cercana a la suya, David pagó y bajaron del taxi. Caminaron un par de cuadras hasta llegar a su casa.

Vivía solo, su familia estaba en España, él había ido a vivir con el prometido de su hermana, cosa que había logrado a través de una red de ardides. Al final lo descubrieron pero el ya estaba lejos y sin más lo siguieron manteniendo gracias a que les dijo que cuidaría que el prometido de su querida hermana no cometiera ninguna estupidez y dejase embarazada a alguna chica.

Entraron sin preámbulos, y ya estando dentro, David se volvió y tomó a Dylan de la nuca nuevamente, lo besó, esta vez con suavidad, intentaba transmitirle lo mucho que lo quería, que lo anhelaba, soñaba y que lo había esperado.

Pronto estuvieron en el sofá, uno encima del otro. Dave arriba, había visto tantas cosas sobre complacer al pasivo que no se preocupó en aprender como deleitar a un activo, él deseaba que Dylan se sintiese protegido y querido, y no había otra manera que siendo él mismo el activo. Las manos del subyugado exploraban con avidez su cuerpo mientras que las suyas tocaban con deleite y casi adoración el cuerpo de la persona protagonista de su amor.

– Espera – susurró Dylan al tiempo que colocaba la palma de su mano sobre el pecho de David. – Yo no soy pasivo – advirtió.

– Ni yo – respondió con voz ronca – quizás en otra ocasión lo sea pero hoy, hoy no me siento con ganas de serlo.

– Soy virgen – avisó en un susurro avergonzado.

No pudo evitar sentirse mejor, sería el primero en estar dentro de Dylan.

– Entonces – le dio una de sus mejores sonrisas – te trataré como a un muchacho núbil.

Dylan no opuso más resistencia y la serie de besos y succiones continuó, hasta que le introdujo 2 dedos a la boca, para entonces ambos no tenían más ropa que sus bóxers.

– ¿Enserio? – medio se burló Dylan.

– ¿Prefieres que llame a la farmacia y pida un bote de lubricante? – le refutó.

Dylan abrió la boca y saboreó sus dedos, pasando la lengua entre y alrededor de ellos, en ese lapsus de tiempo Dave se deleitó viéndolo.

Cuando sus dedos estuvieron lo bastante húmedos le quitó la ropa restante a Dylan y suavemente le introdujo el dedo índice previamente lubricado, lo movió con suavidad y cuando su rosetón estuvo lo bastante dilatado para permitir la entrada a su otro dedo lo hizo. Masajeó con cuidado, delicadeza, suavidad y amor aquella entrada, no quería lastimar a Dylan. Cuando la apertura estuvo lo bastante húmeda y dilatada para recibirlo se deshizo de su ropa interior y con lentitud penetró con su miembro a Dylan. Estaba demasiado apretado y se preocupó.

– ¿Estas bien? – le cuestionó viendo aquellos ojos verdes, y se percató que pequeñas lágrimas comenzaban a florar en ellos. – Lo siento – se disculpó y de manera suave se comenzó a retirar.

Lo último que quería era lastimar a Dylan, ya fuera física o y emocionalmente.

– Espera – lo detuvo – estoy bien, las lágrimas son por reflejo – justificó.

– ¿Seguro?

– Claro que sí Dave – sonrió de forma un poco forzada y le otorgó un dulce beso.

– Voy a comenzar a moverme – le avisó y aquellos ojos verdes asintieron a favor.

Comenzó con vaivenes suaves, intentando que Dylan no sufriera pero que disfrutara y con una mano lo masturbaba. Aquellos vaivenes llevaban algo más que pasión, iba con ellos su confesión, era su manera de confiarle lo que sentía, quizás así entendiera que lo quería y que estaría dispuesto a todo por él.

<<Date cuenta de lo que siento>> pensaba mientras se movía << mírame con algo más que lujuria>>

El cuerpo de Dylan respondió de manera positiva a sus estímulos y pudo acelerar las penetraciones.

<<Entiende lo que intento decirte>> gritó en su fuero interno.

– ¡Ah! ... David – Dylan gimió y en consecuencia él aumentó su ritmo, hasta que su mejor amigo se corrió, pocos minutos pasó lo mismo con él. Se quedó sobre el cuerpo de Dylan, respirando y absorbiendo su esencia.

– No eres un peso pluma sabes – lo reprendió.

– Lo siento – dijo mientras se acostaba a un lado de Dylan y lo abrasaba con fuerza, no quería que aquello se acabara.

A la mañana siguiente ninguno de los dos hizo ademan de querer ir a la escuela, se dedicaron a holgazanear, hasta que en la tarde, cuando Dylan se despidió, sucedió lo que a David no le hizo ninguna gracia ni bien.

– Sabes que lo de anoche no puede volver a repetirse – sentenció Dylan.

– ¿Por qué? – David intentó ser lo más indiferente que pudo.

– Porque entre amigos no hacen eso.

– ¿Y los novios? – David esperaba una sonrisa por parte de Dylan.

– ¿Estas bromeando? – en su rostro no había signo de alegría.

– Claro – mintió sonriendo y con una opresión en el pecho.

– Nos vemos mañana – se despidió su amigo.

– Nos vemos – susurró.

 Entró a su casa con el ánimo por los suelos, tanto tiempo de espera y aquella respuesta, a cualquiera le dolería. Sin poder evitarlo se tiró en la cama y derramó lágrimas amargas, pero no por mucho tiempo. No se autocompadecería eso era de débiles, y él no lo era. Le mostraría a Dylan que la persona correcta era él, lucharía hasta el fin, o bueno, tan cerca del fin sin perder la amistad de Dylan.

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