Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23: Reconocimiento

Siguió empujando a la gente para poder salir de aquel lugar y, entre sus esfuerzos se llevó varios insultos. Cuando la salida estuvo dentro de su campo de visión una voz conocida lo detuvo.

— ¿Qué haces tú aquí?

David.

Pero ¿Qué hacía él allí?

— Vine a divertirme — mintió nervioso y gritando.

El sujeto no le creyó y lo empujo hacia afuera. Aquello Seb podría haberlo considerado un favor sino lo hubiese hecho de una manera tan tosca y bruta.

Para cuando el exterior los envolvió el cielo se había vuelto de un azul profundo que con facilidad podía confundirse con negro. Sin embargo pudo encontrar a las dos personas que buscaba gracias a la pálida luz de la luna que hacia enormes esfuerzos por contrarrestarla.

— ¡Christian! — Llamó con la voz temblorosa.

— ¡Dylan! — La voz de David denotaba claramente confusión.

Seb lo ignoró sin darse cuenta, pues su interior se carcomía.

Tenía miedo de ver a Dylan a los ojos, temía encontrarse con un par de ojos indiferentes, no quería ser nada para aquel chico. Deseaba significar algo… Lo comprendía pero aun le costaba asimilarlo del todo.

Su miedo no era infundado, porque cuando ambos chicos voltearon por los ojos de Dylan apenas si pasó una sombra de haberlo reconocido.

— Hola — saludó con timidez.

— Sebastián — devolvió el saludo el chico de los ojos verdes. — Lo lamento Dave, tuve que salir.

— ¿Se conocen? — Intervino Christian mientras con sus manos los señalaba a él y a Dylan.

¿Pero por qué se hacia el loco? Si no sabía que se conocían, entonces ¿Por qué Chris había sacado de aquella manera a Dylan?

— Claro — dilucidó. — Si no lo sabías, ¿Por qué sacaste a Dylan? — Quería una respuesta.

— Porque era obvio que te lo quedabas viendo, creí que te gustaba así que le iba a contar tu situa…

David ahogó una burla, que en realidad de disimulada no tuvo nada.

— ¡No termines! — Medio gritó exigiendo no deseaba que sus sentimientos fueran compartidos.

— Tranquilo. — Christian alzó sus cejas y manos al mismo tiempo en señal de rendición ante su tono autoritario.

— Lo siento Dylan, no era mi intención fastidiarte la noche.

— No hay problema, supongo que de todos modos debo regresar ya a casa. Ya es tarde. ¿Nos vamos Dave? — añadió el aludido mientras dirigía su mirada al cielo.

Sebastián sintió, de nuevo, aquella sensación de malestar dentro de él. ¿Por qué todo parecía ser tan difícil?

— Por favor — respondió el mentado de forma un tanto déspota.

— ¿Puede irse Sebastián con ustedes? — Su amigo sin consultarle preguntó.

— Claro, ¿Por qué no? — Respondió Dylan sin emoción alguna en su rostro aunque en el rostro de David pudo apreciar claramente la repulsión. 

Después de aquello mucho no hicieron, simplemente se despidieron y Sebastián caminó al lado de Dylan, ninguno de los tres muchachos hizo intento de entablar una conversación. No fue sino hasta que el chico de ojos verdes llevaba conduciendo poco más de diez minutos después de haber dejado a su amigo en su casa, cuando Seb sintió que el silencio era desgarrador y por fin se animó a hablar.

— Yo, lamento que Christian te haya molestado.

— Es un chico agradable.

— ¿Qué te dijo? — Se encontraba en total incertidumbre, y aunque temía la respuesta, no saberla era peor.

— Que uno de sus amigos necesitaba aclararse, y que yo había llamado su atención.

— Sí, bueno… él piensa, no es que yo… — sus palabras parecían no tener una ilación.

— ¿Te gusto? — Preguntó Dylan sin proporcionarle la oportunidad de esclarecerse.

—  ¿Qué? — Sintió sus mejillas enrojecer, ¿Desde cuándo se sonrojaba cual muchacha virginal?

Calló por unos minutos intentando pensar en una buena respuesta, pero a su mente nada acudió.

— ¿A qué juegas? — El perfecto silencio fue quebrantado por la grave voz de Dylan.

— ¡Yo no estoy jugando! — Ni siquiera pensó.

— ¿Entonces cómo se le llama a lo que tú haces? Primero me hablas, luego me ignoras y luego tu amigo me sale con eso.

La rabia volvió a aflorar en Sebastián.

— ¡Maldita sea! En ningún momento he jugado. Mejor dime ¿Por qué Clarissa se ceñía sobre ti como si fueras suyo? ¿Y por qué David actúa de manera tan protectora contigo? — Giró el cuerpo varios grados en dirección al conductor, como buscando encararlo y al mismo tiempo sus sentimientos salieron a flote sin que pudiese evitarlo.

Dylan calló durante un par de minutos, los cuales se volvieron un martirio para el moreno.

— Ella es mi novia. Y él es mi amigo — el silenció se apoderó del auto por escasos segundos — desde la infancia.

Sebastián ya sabía que la chica era su novia. Pero no quería.

“ ¿Qué quiero?”

 — Pero tú no eres heterosexual como para tener novia. — Musitó.

— ¿Y? Eso a nadie le importa.

— A mi me importa — murmuró sin pensarlo mucho, sus sentimientos estaban expuestos así que en realidad más bajo no podía caer.

— ¿Sabes? Es difícil encontrar a alguien de tu mismo sexo que esté dispuesto a aceptarte y quererte. Además Clarissa es buena persona.

“Tan buena como una cucaracha” Se amonestó mentalmente por pensar tan mal de una persona a quien no conocía.  

—  ¿Has intentado algo con alguien que en verdad te guste?

Dylan le dirigió una mirada cargada de sarcasmo.

— ¿Eres estúpido o te haces? — Inquirió.

Sebastián enmudeció.

— Lo lamento.

Después de aquello no volvieron a tertuliar, y el resto del camino pasó en un tortuoso silencio. Solo fue roto por una escueta despedida, sin embargo, al abrir la portezuela de su lado, Sebastián no descendió del vehículo ipso facto, durante unos segundos no dijo nada y mantuvo la puerta abierta.

— Debes tener paciencia si quieres algo realmente. — Agregó antes de cerrar tras de sí la puerta.

No volteó pero se percató que Dylan no se marchó de inmediato.

Ψ                             ψ                            ψ

Suspiró pesadamente, después del suceso con Dylan no habían vuelto a tener contacto, ni siquiera en las tardes al entrenar basket. Dylan había faltado a todos los entrenamientos. Su semana había sido desastrosa. Había funcionado durante todas sus clases como un autómata. Terminó de ducharse y se preparó para irse, tenía tareas, muchas en realidad. Pero su cabeza estaba hecha un lío…

Llegó a su casa y su mamá con una sonrisa lo recibió.

— ¿Pasa algo cariño?

— ¿Algo de qué?

— Pareces agotado.

— Tareas — quiso desviarse por la tangente. 

— Parece algo más.

Sebastián no respondió. Pero su madre lo tomó por los hombros para conducirlo al sofá y sentarse junto a él.

— ¿Y bien?

— ¿Y bien qué? — Preguntó en respuesta aunque con un tono muy poco amable.

— Soy tu madre Tian, es difícil que una madre no se dé cuenta de que su hijo no está bien. Dime — su madre aguardó por un instante antes de continuar — ¿Es por una chica?

— No es una chica.

— ¿Es un chico? — En el rostro de su madre claramente podía leerse la sorpresa.

— ¿Qué? ¡No!

— Pero acabas de decir…

— Bueno si pero no — era un respuesta ambigua pero era la verdad — se trata de un amigo — aclaró. — Solo me peleé con un amigo.

Sebastián se odió en ese mismo instante por dos cosas: primera por hacer una tormenta en un vaso de agua y segunda, por no poder aclarar lo que en su mente acontecía. ¿Por qué se interesaba tanto en estar bien con Dyl? ¿Y por qué carajo no podía sacarlo de su cabezota? Más aun, ¿Por qué diantres estaba molesto con Dylan por estar con Clarissa?

— ¿Te fuiste a golpes contra alguien? — La voz de su madre se elevó un par de octavas más — yo no te eduqué para pelearte. — Lo reprendió.

— No fue a golpes, solo estamos enfadados el uno con el otro — dilucidó antes que su madre siguiera con la reprimenda.

Y volvió a sentirse más infantil que nunca.

— Oh, bueno en ese caso. Dejen de comportarse como niños de seis años, ambos están por encima de los diecisiete, así que es tiempo de que solucionen las cosas como personas adultas.

Pero no era tan fácil, al menos no para él. Cada que veía a Dylan su corazón parecía iniciar la tercera guerra mundial contra su lógica, y no sabía a qué bando unirse.

— Tienes razón — concordó, y era verdad. Él debía aclararse tanto consigo mismo como con el otro chico. — Mañana iré a buscarlo — sonrió para después irse a su habitación.

Aventó su mochila a un costado de la mesa que a veces solía emplear para realizar sus tareas académicas y después dejó que su peso fuese sostenido por la cama. Sacó su celular, y se lo quedó viendo durante un buen rato, intentaba encontrar la fuerza en su interior para llamar al joven de ojos verdes o cuanto menos mandarle un simple mensaje de texto. Reunió la valentía necesaria para hacer lo segundo.

Hola, estarás libre mañana?

Pulsó el botón de enviar, y rezó por obtener una respuesta y no quedar como estúpido.

Realmente te importa? Que quieres?

Quiso matar en ese mismo instante a Dylan. En su lugar solo lo insultó mentalmente.

Podemos hablar?

Si seguía enviando mensajes así de escuetos y con tantos circunloquios, su crédito se agotaría y tendría que salir para hacer una recarga. La expectativa no le simpatizó.

Donde? A que hora?

Al menos ya había cedido un poco.

En donde trabajo, te parece bien a las 12?

Dylan demoró en responder, pero al final lo hizo.

 De acuerdo.

Suspiró cansado, hablar con el muchacho de la verduzca mirada lo dejaba agotado mentalmente, aun cuando lo hacía por mensajes.

Ψ                             ψ                            ψ

El despertador sonó y Sebastián se levantó de la cama, en realidad había dormido muy poco pero no había querido pararse antes por la pereza. Entró a la ducha y con agua fría se aseó, aquel día necesitaría sentir frio, pues de algún modo esperaba que aquello le ayudase a no decir cosas que no quería decir y que a los pocos segundos de haberlas dicho se arrepentía. Se vistió de la mejor manera que pudo y en cuanto se percató del motivo simplemente para compensarlo no se peinó.

Desayunó algo ligero y salió.

Su madre también trabajaba los sábados, por tanto no tuvo la necesidad de avisar que saldría o pedir permiso.

Llegó al sitio en cuestión, media hora antes de  lo planeado. ¿Pero es qué no había visto la hora? No pudo evitar reprochárselo. Empero estando en la cafetería poco quedaba por hacer, así que cuando la camarera (conocida suya) llegó, ordenó un jugo y conversó durante unos minutos con la misma.

La acción se repitió cuando la chica le llevó el jugo.

— ¿Esperas a alguien? —Inquirió.

— Algo así — sonrió.

— Vendrás a trabajar, ¿Cierto?

— Seguro — rió y la chica lo imitó.

— Llegué. — La voz de Dylan parecía un tanto malhumorada. Y aventó una revista que traía consigo sobre la mesita — Un café sin azúcar — ordenó de manera tajante.

Sebastián quedó anonadado por aquel comportamiento del chico, nunca lo había visto actuar así de déspota. Claro, eso sin contar cuando ambos comenzaban a lanzarse comentarios mordaces, pero eso podía entenderse, sin embargo la chica no tenía ni vela en el entierro.

— Enseguida se lo traigo — su compañera de trabajo se fue un tanto desconcertada.

— ¡Ey! — Lo quiso reprender.

— ¿Qué? — Preguntó un tanto punzante como si no supiera lo que hubiese hecho.

— Nada. — Si le decía algo lo más probable era que no llegaran a ningún lugar, por tanto claudicó.

— ¿De qué querías hablar?

— Yo no quise arruinarte la noche aquella noche — frunció el seño ante sus palabras, y como no sabía cómo iniciar, simplemente intentó primero por lo más suave.

— Eso ya lo habías dicho. — Dylan clavó su mirada en la suya dejándolo sin armas — así que si es por eso olvídalo, y dejemos a lado esta farsa.

El chico hizo ademan de levantarse pero Sebastián lo detuvo al tomarle el brazo. 

— ¡No! — Alzó su voz un poco más de lo normal, ganando con ello atención no deseada. — Tu café aun no llega. — Añadió un tanto avergonzado por su acto.

El mayor suspiró y sacó un par de billetes para dejarlos en la mesa y después de asir su revista se  marchó. No dio pauta a Sebastián para que reaccionase.

El moreno se percató de que con el dinero que Dylan había dejado se cubría el doble de la cuenta, cosa que le ayudó a ahorrar tiempo y poder salir corriendo tras el joven de ojos esmeraldas. ¿Desde cuándo perseguía a infantes?  

— ¡Ey! — Le reclamó en cuanto se puso a la par con sus zancadas —. ¿Qué fue eso? ¿Qué es esto?

Dylan se apretó el puente de la nariz y suspiró mientras se detenía por segundos. Sebastián sintió una punzada en el pecho ¿Es que acaso lo incordiaba?

— No entiendes nada — le dijo.

— Tienes razón, no entiendo nada. Explícame — pidió con un toque de amabilidad.

— Camina — ordenó su compañero.

Estuvo a punto de rechistar pero en su lugar volvió a transigir. Avanzaron un buen tramo en silencio, hasta que Sebastián se dio cuenta de que cada vez había menos gente en los alrededores. 

— Me enamoré de ti, ¿Vale? Lo siento.

Sebastián sintió que su corazón se paró en seco al igual que sus pies... Dylan lo imitó y hundió su mirada en su ser. El moreno se sintió invadido de alguna forma, los ojos esmeraldas del joven tenían ese poder sobre él, lo podían hechizar en un segundo… Saberlo hizo que sus sentimientos revolotearan y chocaran entre ellos mismos.

— No — no sabía que quería decir con aquella palabra que sus labios emitieron. — Esto no puede ser, somos hombres.

Y  allí estaba de nuevo aquella excusa barata, quería ser algo para Dylan pero no era capaz de tomar las riendas de las cosas y hacerlo. ¿Podía haber alguien más incompetente que él? ¿Existía alguien más contradictorio? Se odiaba.

— Si hubieras sido mujer también me habría enamorado de ti. — Continuó el joven de ojos verdes.

— Eres homosexual — señaló — si hubiera sido mujer me habrías ignorado completamente — acusó, y aquello de cierto modo dolió.

Imaginarse jamás conocer a Dylan llegó a doler en su interior.

— No me enamoré de ti por tu físico; me enamoré de tu pasión, de tu determinación por hacer las cosas. De cómo te entregabas a los estudios, de la manera en que te desvives en cada entrenamiento. Quizá fue ello lo que me gustó.

¿Pasión? ¿Determinación por hacer las cosas? ¡Pero si era el ser más incompetente del mundo! Ni siquiera podía aclarar lo que en su interior sucedía. Su cabeza iba a explotar, debía pensar, tenía que hacerlo, pero a solas.

— Debo irme — Sebastián giró para marcharse no obstante Dylan lo detuvo.

— Ven conmigo.

El joven cuyos ojos brillaban como si de poseyeran la fluorescencia tiró de él hasta que estuvieron frente a su vehículo y lo metió en el mismo. Sebastián pensó en bajarse pero en su lugar aguardó a que el otro muchacho subiera.

— Desde siempre mi vida ha sido arrastrada por la corriente del río de mi padre, hice lo que mi padre siempre quiso, me regí por las últimas palabras de mi madre, jamás me hizo falta algo, supongo que por eso mi vida siempre me pareció insulsa, pero cuando llegaste tú, con aquella lengua filosa y con tus obstinados actos, llamaste mi atención, he de admitir que en un principio creí que sólo era por tu físico, pero luego, sin darme cuenta terminé enamorado. Por eso quiero estar contigo, quizá sea demasiado cursi pero no encontré palabras más ordinarias para decírtelo. — Explicó. — ¿Es malo querer estar con la persona que se ama?

“No”

— Yo no sé qué decir, quizá solo te estás absteniendo — sugirió.

Dylan rió amargamente y en segundos sus ojos se vieron iluminados por lágrimas.

— No entiendes nada, si fuera eso ya se me hubiese quitado. He tenido sexo tanto con Clarissa como con hombres. — El joven recargó su frente en el volante, quizá pretendiendo ocultar los riachuelos que sus esmeraldas emanaban.

Parte de aquello le enfureció. Y buscó la manera de deshacerse de aquel sentimiento antes que fuera tarde.

— Eso no explica tu comportamiento con la mesera, me llevo con ella. Es una buena compañera.

Dylan volvió a reír pero sin la misma acidez que anteriormente.

— Eres ingenuo, realmente lo eres.

— Eso no responde a lo que dije.

— Estaba celoso de ver como con ella podías sonreír tan fácilmente, y cuando estás conmigo no haces más que comentarios punzantes y fruncir el seño como si estuvieses molesto o incómodo.

En ese momento el interior de Seb fue invadido por una ternura arrolladora, Dylan no entendía que en realidad hacía eso porque le costaba aceptar lo mucho que le agradaba estar con él. Tomó el rosto del chico entre sus manos e hizo que nuevamente sus ojos se clavaran en aquellos suyos. Con parsimonia, pues la indecisión anidaba en él, acercó su rostro al de Dylan, buscando un contacto especial, quería besarlo… Unir sus labios y probar su humedad, explorar su cavidad y reclamarla como suya.

Pero Dylan lo detuvo colocando sus manos sobre sus hombros.

— No quiero que hagas esto por lástima, no es tu lástima lo que busco y quiero.

El moreno abrió ligeramente la boca intentando anular su comentario pero a su mente no acudió nada. Retrocedió ligeramente.

— Lo sabía — sonrió el joven de ojos esmeraldas, sin embargo aquellas joyas que Sebastián comenzaba a descubrir le encantaban, no refulgieron de alegría.

Fue consciente entonces, que al quedarse callado había herido a Dylan sin que se lo propusiera.

— Dijiste que si quería algo debía ser paciente con ello. Pero no creo que eso se aplique en ti. Podría esperar años y tú seguirías sin sentir algo.

Sebastián deseaba hablar, en serio buscaba decir algo, pero no podía, era como si mentalmente estuviera bloqueado.

— Así que por favor — pidió con voz acompasada virando su atención hacia el frente — no hagas eso. No me ilusiones. Tú no entiendes lo que es… Quizá lo que siento desaparezca con el tiempo, una semana, un mes o tal vez dos. Pero llegará el día en que podamos ser amigos. — Sus labios dibujaron una sonrisa insulsa.

— Podemos ser amigos ahorita — el moreno no midió el peso de sus vocablos antes de emitirlos, y aquello solo le confirmó, erróneamente, a su compañero que no lo gustaba.                  

— Ser amable es una manera de matar lentamente a alguien que está enamorado de ti. Así que no lo seas… — La voz de Dylan había cambiado, ahora parecía indiferente.

Seb hubiese preferido que le gritara, que estuviese furioso, pero que no fuera tan indiferente con él.

— Por eso te pido ese favor, no te me acerques, no seas amable conmigo. Y cuando yo te busque, será porque podemos ser amigos, porque habré aniquilado lo que siento. —Dylan sonrió en ese momento para él, pero era una sonrisa apócrifa.  

— En fin — suspiró el chico de ojos verdes — ¿Deseas que te lleve a casa?

— Por favor — musitó.

Dylan puso en marcha el auto.

“Es mi culpa” No sentía que las cosas hubiesen mejorado, en realidad no habían avanzado nada. Todo parecía retroceder… No estaba bien, nada estaba bien.

“Duele, ¿Por qué siento un vacío en mi pecho?”

 En menos de una hora estuvieron frente a su modesta casa.

Seb se tomó su tiempo para bajar, permaneció durante unos segundos viendo hacia enfrente. Hacia la nada. Pero después vdirigió su atención a Dylan. Experimentó una ajena combinación de tristeza, deseo y anhelo, fue tal que se planteó la posibilidad de besar a la fuerza a Dylan. ¡Tenía que estar loco para siquiera pensarlo! Pero luego cayó en cuenta que sería injusto. El chico, dueño de aquellos ojos que le gustaban, estaba comenzado a dejarlo ir. Estaba permitiéndole marcharse… Y sería injusto que él rompiera con ese objetivo, él que no había hecho más que comportarse como un idiota, por no ser lo suficientemente valiente y aceptar lo que sentía. A ciencia cierta aun le costaba admitirlo. Dylan merecía estar con alguien que no fuera un cobarde, alguien que no temiese de lo que sentía, alguien que lo mirara con cariño y dulzura. Ese alguien no era él. Aun cuando se lo propusiera y abrazara sus sentimientos, ya era demasiado tarde. Lo que deseaba estaba desfilando frente a sus ojos para marcharse. Ya había pasado, ya estaban en ese punto de no retorno.

— Adios — se despidió y abandonó el interior del auto.

No hizo más que cruzar la puerta de su casa, cuando cayó de rodillas y se quedó sin saber qué hacer. Lo que sentía parecía no querer manifestarse con lágrimas, en su lugar se quedó ido en ese sitio, pensaba y no lo hacía al mismo tiempo, su mente estaba cubierta por una densa neblina y sus sentimientos estaban tan heridos que no podían ni siquiera revelarse o manifestarse en gritos o llanto, estuvo así durante quizá unos segundos, tal vez minutos, no podría decirlo con seguridad.

Dylan merecía estar con alguien mejor… Simplemente mejor que él.

Así que Sebastián cerró los ojos y suspiró con fuerza. Y cuando los abrió, lo dejó marchar.

Nota1: Lamento la demora >,..,< 

Nota2: Espero que les agrade el capítulo.

Nota3: Si desean que equis o ye personaje vuelva a narrar o que quieren que lo haga por primera vez, coméntelo. Haré lo posible... 

Nota4: Gracias por leer. 

Nota6: Espero leer sus comentarios >,..,< y que no me tiren de a loca x) 

Nota7: Los invito a leer Alexitimia (; 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro