Capítulo 15: Cuatro lágrimas resquebrajadas
<<No empieces con la mierda del plebeyo>>
En ese instante Dave fue absorbido por una vorágine de emociones lúgubres: dolor, decepción, melancolía, soledad, y más, su amigo, el amor de su infancia había defendido a aquel muchacho...
<<No empieces con la mierda del plebeyo>>
Casi, casi podía escuchar cómo se formaba una nueva grieta en su maltrecho corazón, siempre esperando, siempre buscando lo mejor para su amigo y siempre ignorado, ¡Siempre en segundo lugar! ¿Algún día cambiaria aquella situación? Siendo optimista quizá en poco tiempo, siendo pesimista jamás en toda su existencia. Ahora entendía que amar era un don, pero que te correspondiera era una dicha infinita.
Entonces cayó en cuenta, Dyl no había ignorado a Sebastián para despreciarlo, sino para controlar sus impulsos.
<<No empieces con la mierda del plebeyo>>
El chico tenía lo suyo, menudo, cabello negro y ojos del mismo color, su piel era tan blanca que parecía vampiro, así que sí; era atractivo, quizá por eso Dylan lo buscaba, además gente como él no rondaba en donde ellos, por lo tanto era como una oveja negra entre muchas ovejas blancas, iguales pero diferentes al mismo tiempo. Eran humanos pero de disímiles clases, sabía que menospreciar a alguien por su condición social era ridículo y que estaba mal, por eso no despreciaba al plebeyo, simplemente subrayaba lo extrínseco del chico.
<<No empieces con la mierda del plebeyo>>
Sólo ha despertado su curiosidad, se dijo, después de todo Dylan jamás se enamoraría y menos aún por el físico, así que aun cuando el chico era atractivo, bueno aquello no importaba en nada.
Dylan se sentó en el otro sofá a juego, él lo imitó algo ofuscado.
- ¿Qué pasó? - Cuestionó.
- ¿No es obvio? Se le subieron las copas - explicó algo grosero.
Dave no dijo más, no quería recibir respuestas mordaces, ¿Qué había pasado? Y ¿Por qué se estaba desquitando con él? Si estaba en su casa y se trataba de su mejor amigo, ¿Desde cuándo Dyl se comportaba así?
Respiró profundo y soltó el aire despacio.
- ¿Y los padres del chico? - Aún cuando se había prometido que no hablaría más no pudo resistirse, se trataba de Dylan...
Del niño que no lo había tratado mal cuando todos se mofaban de él. Del pequeño que había sido su amigo aun cuando los demás se burlaban de su complexión, y lo ignoraban. Dylan había sido su amigo desde entonces, y desde entonces él comenzó a experimentar cosas que aceptó una vez que las comprendió.
- ¡Cierto! - Reconoció - tomaré su celular, gracias Dave.
El chico con ojos verdes removió la ropa de Sebastián hasta dar con su celular, un artefacto arcaico y sencillo.
Tecleó y después dejó el celular en los bolsillos del chico.
- Listo - sonrió - espero que con un mensaje su mamá no se preocupe.
Pasaron unos incómodos minutos en silencio hasta que David decidió romperlo al avisarle que iba a dormir. No tenía nada que decir, o bueno no tenía nada que podía decir.
- Buenas noches - lo despidió Dyl.
- Sabes que puedes acompañarme - le recordó como un último intento de hacerle conocer sus sentimientos.
- Lo sé - concordó - pero ya te lo he dicho. Somos amigos - enfatizó las últimas palabras no en un mal sentido, sino como diciéndole que su amistad era lo bastante valiosa como para perderla por calentura - mejores amigos David.
- Ya sabes donde están las sabanas y cobijas, lleva a tu amigo a la habitación de huéspedes, hay también una pequeña colchoneta para que Seb duerma allí. - Fue lo último que le mencionó.
- Gracias - apenas si había sido un murmullo.
Se dirigió a su cama con pesadumbre ¿Acaso Dylan no tenia ojos como para no darse cuenta que cada vez que le decía que eran amigos no hacía más que lastimar a su anhelante corazón? Era un jodido ciego, un maldito con la vista empañada que no hacía más que enterrar diminutas dagas en su corazón provocándole un dolor invisible pero penetrante que parecía sólo aumentar y nunca disminuir; y él, él era un estúpido por no darse por vencido, por haber guardado aquel sentimiento que debió aniquilar tan pronto lo hubiese entendido, por seguir siendo un niño en cuanto a sentimientos respectara y sobre todo en cuanto a Dylan envolviera, pero no; había decido guardarlo y atesorarlo para algún día entregárselo, se burló en su fuero interno de sí mismo, ¡Que inocente era! Y pensar que aún conservaba la ilusión de algún día verse correspondido y junto al chico con ojos bosque estar. Como un inocente niño había querido, jamás creyó que llegaría el momento en que el mismo sentimiento lo asfixiara: él no necesitaba hallarse en medio del mar para ahogarse.
¿Cómo es que siendo un infante había aprendido a querer de aquel modo? Quizá se debiera a la candidez innata que cualquiera posee a esa edad.
¿Cómo es que al darse cuenta de sus sentimientos no se aborreció como cualquiera lo hubiese hecho? Por qué comprendió que al amor poco le importaba si era hombre o mujer. Cupido había decidido flecharle y él siendo un fútil mortal no tenía la fuerza para combatirlo, ni siquiera para resistirse.
Se desvistió hasta quedar con tan sólo sus bóxers y se acostó dispuesto a dormir; Morfeo lo acunó en sus brazos no mucho tiempo después.
Se despertó por el sonido de agua cayendo, parpadeó en un intento de cobrar algo de lucidez, y comprendió que alguien estaba en su ducha.
Dylan salió minutos después.
- Lo siento - se disculpó - pero debo cubrir a Sebastián en su trabajo.
- ¿Qué? - ¿Su mejor amigo la haría de mesero? ¿Iba a trabajar en lugar de aquel plebeyo? Por ridículo que pareciera se molestó por aquello, puesto que en más de una ocasión le había pedido a Dylan que hiciera su trabajo escolar, y en todas se había negado, ¿Por qué no podía hacer una escueta investigación en tres días pero si volverse mesero de un día para otro?
- Tendrá una jaqueca horrible. - Explicó llanamente.
- ¿Qué pasará con él? - Inquirió, la sola idea de tener que soportarlo le evocaba un regusto amargo.
- Sé que no te agrada, pero no puedo llevarlo a su casa en esa condición - dilucidó con algo de timidez, David entendía que tampoco podía llevarlo a su casa por su padre, ¿Qué explicación podría dar? Dylan siempre había intentado darle gusto a aquel hombre llamado Benjamín, un hombre que casi nunca le prestaba atención - ¿Puedes cuidar de él? Por favor.
Estuvo a punto de contestar que de ningún modo lo haría, pero se contuvo, ¿Y si él suplía al plebeyo? Así no tendría que lidiar con él, el punto en contra, y vaya que era enorme, era que su amigo y el plebeyo tendrían su casa para ellos solos. Aunque sí lo pensaba bien tampoco era un problema tan grande, puesto que el chico tenía resaca y aparte, según lo que había visto, era de aquellas personas que no se atreverían a reconocer algo que a ojos de la mayoría no era normal.
- Quédate tu - respondió mientras se ponía de pie y se dirigía a la ducha - lo supliré yo. - Dicho aquello cerró la pequeña puerta del baño.
Se duchó y, mientras el agua lavaba su cuerpo se dio cuenta, que no era el desagrado por cuidar al plebeyo lo que lo había impulsado a hacer aquello, sino el ayudar a su amigo y el poder quitarle de encima algunas incomodidades. Eran simples acciones pero que quizá a la larga dieran frutos, Dylan tendría que darse cuenta de sus sentimientos tarde o temprano, ya había esperado mucho, un día más un día menos no haría una diferencia significativa. A veces a Dave le parecía que intentaba volar con un ala rota, por todos los esfuerzos que hacía y los invisibles resultados que obtenía.
Al terminar se vistió con unos sencillos pantalones de mezclilla y una camisa casual azul, salió de su recámara y encontró a Dylan en la cocina. Su amigo removía las cosas como si diamantes escondieran.
- ¿Qué haces? - Preguntó curioso y livianamente entusiasmado, tuvo un exiguo espejismo que su amigo se preocupara por él y le hubiera preparado algo antes de marcharse y cubrir al ebrio que, seguramente seguía durmiendo.
- Busco agua mineral, o algunas aspirinas - respondió.
¿Aspirinas? ¿Se sentía mal?
- Oh claro - respondió mientras iba directamente a un cajón en donde se encontraban las medicinas. - Toma - le dio la caja de las pastillas y después sirvió algo de agua para que su amigo se la tragara.
- Gracias - sonrió genuinamente mientras cogía el vaso con agua - las pondré a un lado de Ian, para cuando despierte - le explicó. - Por cierto apúrate, Sebastián entra a la una en punto.
¿Tan tarde era? Verificó en su teléfono la hora, y en efecto eran cerca de las doce. Sí que le gustaba dormir.
- Seguro - sonrió, pero en su interior algo, de nuevo, se rompía. Su ala rota le impedía volar...
- Deberías comer algo antes de irte - le aconsejó - ¿Tienes cereal o algo?
Aquellas prosaicas palabras, tan humildes para algunos, pero que a él lo revivieron de forma sutil, Dyl se preocupaba por él. Aquel hecho, la certeza de saber que no era sólo un cero a la izquierda lo reconfortó.
- Creo - contestó en un susurro al tiempo que le daba la espalda para buscar un tazón y poder servirse leche en el ya antes dicho.
Comió con avidez, necesitaba salir de aquel espacio, que, en un principio le había parecido enorme ahora le parecía tan estrecho como la pupila de los humanos al dilatarse. Parecía que el plebeyo le robaba el oxigeno, su oxigeno.
Recordó que el fin de semana en el que Dylan y él, habían ido al lugar de trabajo del plebeyo, el chico no llevaba ningún uniforme más un guardapolvo que tenía en el nombre del lugar. Supuso que en la cafetería lo tendría, así que después de comer y cepillar sus dientes salió.
Aunque antes de marcharse el chico de ojos verdes le gratificó por hacerle aquel favor, por ayudar a Sebastián y por su hospitalidad. Dave se sintió bien con aquello.
Aparcó su auto en un estacionamiento pues no había lugar libre en las calles a esas horas, sólo esperaba que supieran cuidar bien de su Mercedes coupé, ese auto, ese auto no le había costado ni siquiera una buena calificación en el instituto pero cómo le gustaba. Caminó el resto del trayecto hasta llegar a la cafetería.
- Buenas tardes - saludó a la primera camarera que se topó, la chica le devolvió el saludó y él continuó - vengo a suplir a un mesero, ¿Con quién debo hablar?
- ¡Uh! No hables con nadie o le podría ir mal al chico, sólo registra el nombre de Sebastián en la bitácora y ponte su guardapolvo. - Le explicó mientras le señalaba el sitio en donde se encontraba la bitácora.
- ¿Cómo supiste que se trataba de Sebastián? - Él recordaba perfectamente no haber mencionado su nombre.
- Es su nombre el único que falta en el registro. - Después de aquello la chica se fue a atender una mesa.
Hizo lo que la mesera le indicó y después como buen cristiano, y como la lógica lo indicaba, trabajó y atendió las mesas de buena manera. Aunque maldijo cuando un par de personas lo trataron como escoria sólo por según ellos, era de clase inferior, ¡Ni siquiera le había dejado propina! Bueno no la necesitaba, pero algo debía llevarle a Sebastián.
La manera en que aquellos individuos lo habían menospreciado hizo que considerara seriamente sus tratos al plebeyo, no, al plebeyo no, a Sebastián. ¿Aquello era con lo que tenía que lidiar? Siendo así lo compadecía, debía ser realmente un fastidio tratar con gente altanera y engreída... ¿Pero quienes se creían? Él valía su peso en oro, si no es que hasta más, se reprendió mentalmente al darse cuenta que estaba cavilando de la misma manera en que aquellas personas debían hacerlo. Ahora concebía el porqué Dyl siempre insistía en ser amable con todos.
Suspiró cansado, alejó esos pensamientos de su mente y, como un disco rayado que repite las cosas fue a atender a un nuevo cliente. Era un chico esbelto aunque con algo de musculatura, alto a juzgar por el modo en que se doblaban sus piernas, de cabello cobrizo, tez blanca y de ojos verdes, ¿O eran azules? Alguna extraña combinación. ¡Qué más daba! Le cayó bien por sonreírle y tratarle con respeto. Aún cuando la ropa que vestía sugería que no era de clase media, ni mucho menos de baja.
Le sirvió un café frappé y después se marchó para situarse en un lugar estratégico de la cafetería y poder otear para brindar un mejor servicio. Habían transcurrido algunos minutos cuando el chico de cabello cobrizo lo llamó.
- Diga.
- La vez pasada me atendió un camarero, déjame recordar cómo se llamaba - calló por segundos antes de añadir - ¡Sebastián! Se llamaba Sebastián, ¿Hoy no vino?
Le pareció algo extraño que justamente le preguntara por él, pero no dijo nada.
- Tuvo un problema, por eso yo lo cubro, ¿Gusta que le diga algo? - Contestó cordial.
- No, no - respondió demasiado rápido - es una sorpresa - sonrió.
- Está bien.
- Tráeme la cuenta por favor - pidió.
Después de aquello no hubo más cosas dignas de mencionarse, trabajó y agradeció cuando aquello concluyó; ¡Pero qué cansado era! Nunca se había imaginado que algo que parecía tan sencillo y fácil de hacer, fuera tan agotador.
Condujo su auto hasta el estacionamiento de su edificio, estaba tan cansado que sentía sus piernas de plomo puro, era la clase de cansancio que hasta desgastaba la mente, para nada parecido al que sentía cuando entrenaba, y por supuesto no le agradaba nada, pero todo había sido para que su amigo estuviese contento. A veces se olvidaba que él también existía, siempre preocupándose por su amigo, intentando devolverle el favor que hacía muchos años le había hecho. Estaba tan cerca de Dylan y tan lejos al mismo tiempo.
Introdujo la llave de su departamento en la cerradura y abrió dispuesto a sólo entrar y tirarse sobre el piso ni siquiera estaba seguro de poder llegar al sofá ¡Era un exagerado!, pero no le importaba mucho tirarse en el vil suelo, estaba hecho trizas, además hoy habría ido la muchacha a asear el lugar así que estaría limpio; no había ni dado un paso al interior cuando vio a su amigo, la imagen lo dejó atónito.
Su mejor amigo estaba sentado en el sofá con una botella de whisky enfrente, escrudiñó la habitación buscando a Sebastián pero no lo encontró, por lo visto se había marchado antes de darle las gracias, ¡Que malagradecido! Después que tuvo que soportar a personas altaneras en su lugar, maldijo. ¿Pero porque Dylan estaba bebiendo?
- ¿Hace cuanto se fue? - Inquirió mientras terminaba de entrar y cerraba la puerta, sin embargo sus piernas pesaban tanto que tropezó con la alfombra y no pudo mantener el equilibrio.
- Eres un idiota - se burló Dyl - ¿Cómo es que juegas?
- De la misma manera en que bailo - le respondió mientras se unía a la risa de Dyl.
- Si, tienes razón. - Seguía riendo y aquello le gustaba.
Se levantó y fue a sentarse frente a Dylan.
- ¿Por qué bebes?
- Me dio la gana. - Quiso salirse por la tangente.
- Mentiroso, ¿Qué pasó? - Conocía a su amigo.
- Nada.
- Cuéntamelo. - Insistió.
- No lo recuerda - confesó con algo de aflicción- Ian no recuerda nada de lo que pasó ayer.
- ¿Qué pasó ayer? - Temía la respuesta pero la necesitaba.
- En realidad nada - contestó ahora sin emoción alguna en su voz- sólo un par de palabras - explicó como si de ridiculeces se tratase.
No pudo evitar sentirse aliviado, aún cuando supo que no le había dicho toda la verdad, se había sentido amenazado... Como si le fueran a robar algo, pero ¿Cómo podían robarle algo que nunca le había pertenecido? Dylan en la vida le había pertenecido, así que ¿Por qué tenía aquellos sentimientos ridículos?
Fue y se acomodó a un lado de su amigo, su compañero recargó su cabeza sobre su hombro. El olor a alcohol inundó sus fosas nasales.
- Eres el mejor amigo - susurró.
Escuchó, otra vez como algo se quebraba; parecía que debía comenzar a acostumbrase a aquel sentimiento.
Estuvieron en silencio durante bastante tiempo.
- ¡Ey! Vamos, tenemos que dormir - sacudió con suavidad a su amigo, pero no respondió. Dylan se había quedado dormido.
Se quedó allí un rato más sin saber qué hacer, recordó como segundos antes habían sonreído como cuando pequeños eran, ver a Dyl sonreír y feliz había sido lo mejor de aquel día. Cómo añoró los días en donde ambos eran niños y podían divertirse con cosas sencillas, no se preocupaban por nada y no tenían aquellos sentimientos que acomplejaban la existencia; eran sólo infantes. Parecía una muchachita tonta enamorada. No, se corrigió, no parezco una niña enamorada, tan sólo soy un humano que siente amor para su desgracia.
Estaba sentado a su lado sin hacer nada, pero parecía serlo todo para él.
Nota1: ¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué piensan acerca de David? ¿Entienden el porqué de los nombres de los capítulos?
Nota2: Gracias por leer y comentar (:
Nota3: Quería poner nota 3 x)
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