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Capítulo 10: Existencias vacías

Se levantó con asadura del suelo, la heterocromía de Ian lo dejaba embelesado y anonado ¿Quién en su familia tenía aquellos rasgos? Había examinado a su madre pero ella no tenía ni los ojos claros sino del típico color café oscuro.

- Lo siento - se disculpó.

Nunca actuaba de manera tan torpe, pero ¿Qué le pasaba?

- Esta bien - era el turno de Ian restarle categoría al asunto - siéntate - lo invitó señalando el sofá.

Dylan obedeció aún cuando parte de él no quería; había resuelto alejarse de manera total de Ian; el chico claramente había marcado su línea y, estar allí con él no le ayudaba mucho.

- ¿Necesitas algo? - preguntó aprensivo.

- ¡Ah, no! Sólo cavilé que podíamos ver una película juntos, tú sabes como amigos. Digo, después de todo ayer me hiciste compañía aún cuando no tenías el deber.

Dylan analizó su propuesta por segundos, no tenía gran cosa que hacer... Después de todo, su vida era bastante aburrida.

- De acuerdo - consintió - ¿Dónde tienes los DVD's? - cuestionó al notar que la televisión que ellos poseían aún tenía la caja detrás de la pantalla.

- Están bajo el reproductor - le indicó con su dedo índice.

Comenzó a remover los DVD's buscando algo bueno que ver, se percató que la mayoría eran clones, seleccionó dos títulos: Mamá e Inmortales, Ian estaba entretenido en la cocina.

- ¿Cuál de estas dos quieres ver? - le preguntó mientras alzaba los envoltorios de las películas.

- Inmortales - sonrió.

Colocó el disco en el reproductor y los característicos trailers comenzaron anunciando nuevos estrenos.

- Ya comenzó - avisó.

- Ya, ya voy - contestó.

Dylan volteó en su dirección y se encontró con que Ian llevaba dos contenedores de palomitas, se acercó a ayudarlo.

- Gracias.

Después de ello ambos se sentaron para disfrutar de la cinta.

En realidad no prestó atención a la película, su mente no dejaba de reprocharle su comportamiento; Ian había visto una parte de él que ni su padre ni su mejor amigo conocían, lo había visto deleznable. La noche pasada había intentado salvaguardarse ecuánime ante los comentarios que el moreno le dirigió pero no estaba tan seguro de haberlo logrado, y sus pensamientos no hacían más que reprenderlo. Maldición, ahora tendría que recuperar la imagen que había perdido; aquella estoica y fría, y para eso necesitaba a Sebastián cerca.

El filme concluyó y él se levantó de su lugar.

- Tengo que irme - anunció y se dirigió a la puerta.

- ¿No quieres quedarte? - le preguntó Sebastián. - Ya son casi las siete, podrías quedarte a cenar.

- ¿Y por qué querría quedarme a cenar contigo? - le contestó displicente. 

Sebastián no dijo nada y él siguió su camino. Maldita fuera la hora en que aquel novato recibió la beca. Aunque en ciertas ocasiones le gustaba la actitud de aquel chico, la manera tan díscola de comportarse con él, le gustaba que tuviera tanto fervor a la hora de defenderse, que no se inmutara por nadie ni por nada; aquel niño había sublevado su mundo y vida, y él había querido domar aquel cachorro de león, no, no había querido, quería domarlo y lo conseguiría. Cerró la puerta tras de sí.

Subió a su auto con la intención de irse a casa, no le apetecía hacer mucho. Después de todo parecía que su vida no tenía sentido, eso no quería decir que tuviese los típicos pensamientos de un adolescente "la vida es un asco", "me quiero morir", "nadie me quiere", no por supuesto que no, era sólo que él comprendía que de interesante no tenía mucho, aunque bueno, materialmente hablando lo tenía todo, así que su vida no podía ser tan mala.

Recordó que no había pasado tiempo con Clarissa así que sus planes originales cambiaron y se dirigió a la casa de su novia.

- ¡Cariño! - Ronroneó Clary al verlo cuando le abrió la puerta - me alegra tanto que vinieras. - Se lanzó y lo apretujó en un cariñoso abrazo.

- Clary - la bordeó - te extrañaba.

Después de aquellos saludos ambos unieron sus labios en un beso.

- Pasa, pasa - Clary lo jaló hacía dentro.

- Tranquila cariño - sonrió mientras era arrastrado por la chica.

- ¡Vamos! Mis padres están en casa, quiero presentártelos - vocalizó.

Dylan se puso blanco, el color de su rostro huyó a nunca jamás, si una chica quería presentarlo a sus padres, significaba que esa chica quería más de él, pero él no podía ni quería dar más.

- Amor no te preocupes, no nos vamos a casar mañana - Clary se dio cuenta de lo que pasaba en su mente - sólo quiero que se conozcan. Además sería de muy mala educación si estando ellos en la casa no te los presento.

<< ¡Serénate!>>

Fácil de decir, difícil de hacer. Siguió a Clarissa hasta la sala en donde sus progenitores estaban. Las dos personas que se hallaban en el lugar vestían de acuerdo a su posición, la señora portaba un hermoso y elegante vestido marfil, su cuello era adornado por una piedra azul que colgaba de una cadenita dorada, y el hombre vestía un traje gris con una corbata roja. Su padre, según Dylan, hablaba por teléfono y al parecer discutía con la persona del otro lado, su madre estaba detrás de una laptop y escribía de manera casi frenética, ninguno se percató de su llegada.

- Madre, padre - los interrumpió contenta.

- Hmmm - fue la vaga respuesta de su madre a la llamada de Clary, su padre ni siquiera volteó a verla.

Dylan se sintió mal por Clary, él también conocía aquella sensación de ser ignorado.

- ¡Madre! ¡Padre! - Clary subió su voz considerablemente.

- Cariño estoy trabajando - la mujer detrás del computador respondió calmada, aunque Dylan intuyó que el arrebato de su novia la había alterado y molestado.

- ¡Ahora no! - el trajeado padre de Clarissa habló con voz grave mientras le dirigía una mirada que prometía represalias, la voz hizo que los tímpanos del chico retumbaran.

Dylan entendió que no ganarían nada bueno allí, así que jaló a la chica y de la llevó a su habitación, la cual conocía casi a la perfección, había pasado demasiadas noches con ella.

- Perdónalos, han tenido mucho trabajo - Clary quiso absolverlos de su culpa y negligencia.

- No hay nada que disculpar cariño - la envolvió, ella necesitaba un abrazo.

En ese momento, y como ya lo esperaba Dylan, Clary se soltó a llorar, estaba avergonzada y lastimada por la indiferencia de sus padres, y se sentía humillada sobre todo porque él lo presenció, él la estrujó más entre sus brazos.

- Los odio - murmuró dolida.

Pero ella no los odiaba, no podía odiarlos eran sus padres y las personas que la mantuvieron desde pequeña, querer no siempre es poder, pensó.

- No, no los odias - la contradijo con suavidad mientras le daba un casto beso en la sien - si los odiaras no te dolerían sus acciones.

- Te odio a ti también - bromeó al darse cuenta de la verdad.

- Yo también te quiero - le respondió.

- Dime por qué - pidió de manera dulce.

- ¿Por que qué? - Al parecer habló de más.

- ¿Por qué ellos son así? - seguía llorando y su voz salió cortada.

- No lo sé - y era la verdad, no sabía por qué. - Hay quienes dicen que no se puede tener todo en la vida - intentó ayudar. - Sin embargo, tampoco creo que las personas de bajos recursos tengan lo que se dice una relación estrecha con sus familiares - añadió al recordar como la madre de Sebastián tenía que dejarlo para ir a trabajar - así que, supongo debemos dar gracias por tener al menos dinero.

- Quizá - dudó la pequeña chica que tenía entre brazos.

Clarissa al igual que todos no llevaba una vida perfecta, distaba mucho de ella, porque aunque a Dylan no le afectó mucho el que su padre no estuviera con él, todo parecía indicar que a ella sí; tal vez se debía a las experiencias que cuando chicos eran tuvieron, en el caso de Dylan cuando su madre murió se sintió solo y abandonado, sin embargo las palabras que aquella mujer le dio bastaron para que él se guiara por ellas y construyera un muro para protegerse y no sintiera nuevamente aquel vacío y pérdida, pero en el caso de Clarissa, ¿Qué había pasado en su infancia? Aquella interrogante hizo que se diera cuenta lo poco que conocía a aquella chica de físico perfecto, lo poco que sabía de sus sentimientos y lo mucho que estaba al tanto de su cuerpo, ¿Había sido tan egoísta y ególatra como para no preocuparse por ella? Parecía que sí lo había sido. No obstante no por ello no dedujo, en ese momento, que las actitudes de casi "bruja malvada de cuentos de hadas" que Clary solía protagonizar se debían a aquella ausencia de atención, ella quería que la quisiesen y vieran, aún cuando sus métodos no eran los más ortodoxos.

Cuando Clary se calmó pudieron tener una superflua conversación para pasar el tiempo... Hasta que la sirvienta llamó a la puerta. 

- ¿Qué quieres Anastasia? - Preguntó de mala manera sin abrirle la puerta.

- Sus padres insisten en que baje a cenar - la voz de la persona del otro lado era trémula, por lo visto hacer enojar a Clary redundaba en ella. 

- Diles que no quiero cenar, y tu mensa ya sabes que no ceno, bien podrías decírselos. - Después de aquello Clary se volvió a él e intentó besarlo.

- Yo creo que deberíamos hacer caso - la detuvo.

- No quiero - protestó.

- Vamos - la animó.

- Únicamente si me das un beso - pidió.

Aquella era la Clary que él conocía, y se lo dio, apenas fue un roce de labios pero con ello bastó. Bajaron tomados de las manos, la sirvienta iba detrás de ellos, era una chica pequeña, morena y con ojos grandes.

- Ya creíamos que no bajarías cariño - su madre le habló a Clary con tanta dulzura que sí Dylan no lo hubiese visto y escuchado no lo habría creído.

- Estaba con mi novio - gruñó renuente.

Dylan intuyó que ella no quería ser grosera con ellos pero que tampoco quería quedar como tonta por aceptar el falso y escaso amor que le profesaban.

- Pero que falta de educación Clarissa - su padre la reprendió ligeramente aunque sin la voz gruesa de hacía unas horas - ¿Por qué no nos lo has presentado?

- Perdone, fue mi culpa - Dylan no quería que ella despreciara su cariño.

- Robert, deja a los niños en paz - su madre intercedió - y deja que cenen con nosotros.

Dicho aquello Dylan y Clary se sentaron a cenar, sin embargo no fue una cena callada sino todo lo contrario, bromearon y platicaron como sí nada malo hubiese pasado, como si momentos atrás no los hubiesen ignorado, Dylan tuvo que unírseles.

Cuando aquello concluyó, él se despidió amablemente tanto de los padres de Clarissa como de ella, y se marchó.

Al llegar a su casa y finalmente a su cuarto eran cerca de las once, estaba cansado y se hubiera metido a dormir si no hubiera vislumbrado en una esquina de su cuarto su violonchelo, recordó que hacía meses no lo tocaba, parecía ridículo ¿No? Qué el gran Dylan, el chico perfecto, el mejor atleta de todo el instituto sintiera placer de tocar un violonchelo, pero como todo y todos nunca encajaban de manera exacta en el molde; ni siquiera él que aparentaba ser perfecto.

Fue por él y lo sacó de su estuche, lo afinó, puso brea al arco y comenzó a tocar suavemente, con calma y afabilidad, puede decirse que lo hacía como sí no quisiese lastimarlo, lo hacía sentir tan bien y melancólico al mismo tiempo, gozaba de aquel sonido y lo transportaba a otros lugares, no podía decir que lo trajinaba a algún paisaje de la naturaleza, no, sino, como de cliché, lo mandaba a un sitio en donde nadie estaba, en donde el único que existía era él y todo lo que lo rodeaba era oscuro o blanco y sin complicaciones, pero de la nada su interior cambió, pudo deberse al día tan pesado o a recuerdos enterrados, Dylan no podría decirlo, el panorama dejó de ser encantador para él, y por ende los movimientos que hacía igual, de dulce pasó a agresiva la melodía, de suave pasó a fuerte, y en lugar de querer proteger quiso lastimar... El sonido ya no era armonioso y calmado sino discordante y belicoso.




(:


Rebecca llegó a casa, sin querer se había tenido que quedar en el hospital a ayudar durante mucho más tiempo del que creyó que estaría pues había mucho que hacer en aquel lugar... Al entrar se encontró con un silencioso Sebastián cocinando, su hijo había aprendido a hacer de todo debido a la fachada que debían mantener, no era algo malo pero ella hubiese preferido que el lugar de aprender a barrer, cocinar e incluso lavar, hubo un tiempo en que no tuvieron lavadora, hubiera aprendido a tocar algún instrumento, a practicar algo más que el basket ball, pero no... Dominik había dicho que sería arriesgado y lo único extra que Sebastián sabía hacer era pelear, maldijo en sus adentros.

- Volví - anunció y Seb se dio la vuelta para sonreír pero la alegría no llegó a sus ojos.

¿Qué le pasaba a su hijo? ¿Necesitaba dinero?, ¿Acaso era la escuela? ¿Se sentía presionado? ¿Sufría bullying? La última pregunta alarmó seriamente su corazón.

- Hola mamá - saludó - dentro de poco estará la comida, ¿O debo decir la cena? - medio bromeó.

- ¿Cómo estás? - le preguntó preocupada.

- Bien, gracias. ¿Qué tal tu trabajo? - de nuevo su hijo cambiaba el tema.

- Tranquilo - mintió, si le decía la verdad Seb se preocuparía y querría trabajar entre semana.

Además faltos de dinero nunca estarían.

Cuando la comida estuvo lista Seb comenzó a servirla sin embargo sólo aprovechó un plato, al parecer él no quería comer, Rebecca se sintió un tanto desilusionada pues quería platicar con él, a pesar de no dijo nada cuando su pequeño se dirigió a su cuarto.

- Iré a estudiar - se excusó al momento de marcharse.

<<Tal vez se siente solo>>

Quizá sí debería conocer a Nikolay, quizá debería saber la verdad, conocer quién es realmente, saber sobre su pasado, y posible futuro, y conocer a su padre; ella sabía que aunque siempre había procurado ser todo para Sebastián, ser madre y padre para él, jamás llenaría el vacío que la ausencia de un padre provocaba. Rebecca hizo un gesto de negación, contarle todo lo que desconocía sólo lo pondría peor, así que desechó sus ideas.

Decidió llamar a Dominik aún cuando tenía explícitamente prohibido hacerlo entre semana y hacerlo ella; al demonio se dijo, Sebastián era también hijo de Dominik y por tanto debía estar enterado de lo que le sucedía, además ambos debían tomar las decisiones respecto al futuro de Sebastián.

Cuando Nikolay subiera a la cúspide de la empresa sería el momento en que ellos volverían a ser una familia, pero ella cada vez veía eso más lejos... Además estaba la disyuntiva de como se lo tomaría Sebastián al reconocer a Domink.

Si sus cálculos no le fallaban en Moscú serian cerca de las cinco de la mañana, así que eran muchas las probabilidades que Domink se encontrara despierto.

Tomó el auricular y comenzó a marcar al celular del ruso, esperó pacientemente y al tercer timbrazo contestaron.

- Dobroye utro, ¿govoryat? - la voz era de una mujer, la voz era idéntica a la que solo una vez había escuchado.

Buenos días, ¿Diga?, tradujo.

Ekaterina; había bastado una orden de aquella mujer para arruinar su felicidad en el pasado. ¿Cómo pudo no haber pensado en que aquella mujer podría contestar? Colgó de inmediato con el corazón desembocado latiéndole a mil por hora. Quizá el colgar precipitadamente había sido un error, sin embargo si respondía "número equivocado" corría el riesgo que identificara su voz y que todos sus esfuerzos por ocultarse se fueran al traste.

¿Su error no podía repercutir demasiado o si?








Nota1: Me encantaría que me dijesen que les parece la historia, si les gusta o no, si los personajes son demasiado femeninos (he tratado con todo mi ser de evitarlo) y bueno, agradezco sus comentarios y votos (:

Nota2: ¿Tienen algún personaje favorito? ¿Extrañaron a David?

Nota3: Si hay errores de redacción, no duden en comentarlo (:

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