Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Chapitre X

Un relámpago me despierta al aturdir mis tímpanos.

El frío me invade.

Miro a la persiana que se cierra y se abre sin cesar debido al viento.

Me paro sobre la cama hasta quedar cara con el afuera.

El cielo gris, las nubes navegando en el cielo.

Las flores del jardín se mueven sin parar, descontroladamente.

Asomo la cabeza, agarrando las puertillas de la persiana, haciendo un esfuerzo para cerrarlas, pues el viento bate fuerte.

Suspiro al entrar en calma, al acogedor calor de dentro.

Frunzo el ceño, mirando a las camas de las otras dos.

Nadie.

—¿Una vez más me dejan sola aquí? ¿Dónde están esta vez? —quedo fuera de la cama, rascando mi cabeza en un bostezo.

Con mis ojos ansiando cerrarlos y hundirme en la cama una vez más, voy hasta el candelabro, la vela pegada al fondo, completamente derretida; tomo este y lo dejo dentro de la gaveta.

Antes de voltearme a hacer no sé qué, entrecierro mis ojos, mirando la ropa negra sobre la mesita.

La túnica...

Quedo unos segundos parada en el mismo lugar.

¡Tengo que irme!

Mis sentidos se reaniman y agarro la bata negra.

Quitando mi cam... la camisa de Alphonse y lanzándola a mi cama, me pongo rápidamente, que la verdad no sé ni cómo lo hice, ajustándose a mi cuerpo la túnica.

Voy hasta la cómoda, en una de las gavetas de esta agarro una tira, rápidamente convirtiendo en un moño mi cabello frente al espejo, cubriéndolo luego con la capucha.

—Oh Dios, espero que este día sea normal —observándome al espejo como monja. Miro la puerta a mis espaldas, corriendo hacia ella con incomodidad.

A punto de girar la perilla.

Miro a mis pies acalambrados del frío —¡Rayos! —aún sigo descalza.

Voy hasta el suelo debajo de mi cama, tomando el par de zapatillas negras que me había regalado mi padre para mi anterior cumpleaños.

Aún erguida, me las pongo al instante.

Ahora sí.

Andando.

Llego a la perilla en un segundo, dándole vuelta hasta quedar fuera y hacer sonar la puerta al cerrarla.

Miro hacia el final del corredor, luego al principio, a punto decir que estaba completamente vacío.

Una monja de espalda a mí, inerte hasta donde llega a alcanzar la poca claridad del día tan como me gusta, o mejor, lluvioso.

Camino, optando la pose de siempre con mis manos y cabeza.

Llego casi al principio del corredor.

—Hermana —sin quedarme parada, la saludo inclinando mi cabeza hacia ella.

—¡Ey! ¿Qué hermana de qué? Soy yo —frunzo el ceño.

—¿Alphonse? —su voz me lo dice todo, es él.

Me volteo, esperándomelo con su cara y su hermoso... —Ah, disculpe, —río apenada luego de mirarla —pensé que era... Alphonsa, la otra monja igual que tú, —continúo riendo —e igual que yo, por supuesto —estoy formando un teatrillo desde buena mañana. Hago un esfuerzo en seguir mi camino.

—Princesa zanahoria, soy el mismo. Un bigote rasurado no hace la diferencia <<¿Qué?>>—arrugo mi frente, dándome la vuelta—. Dime cuándo has visto una monja con bigote... Nunca ¿verdad?

No puedo evitarlo.

Una risilla se escapa de mis labios apretados, reteniendo una hondonada de carcajadas.

Su cara inexpresiva ante mi reacción —¿Qué? ¿Nunca has visto una cabeza sin pelo? —me trago mi risa, literalmente, junto a mis labios.

Suspiro.

—Disculpe, hermana Jeanne —expulso aire de mi boca, haciendo desbordar mi risa nuevamente, inclinándome hacia delante junto a mis carcajadas sin sonido.

—Escucha... no le veo la gracia a esto.

Dejo mi mano sobre mi estómago.

Vuelvo a quedar en mi anterior posición, respirando hondo para calmar mi pecho agitado, volviendo a la normalidad mi rostro.

Aclaro mi garganta.

Su mandíbula tensa —¿Terminaste? —asiento con la cabeza, mi expresión seria —Nos deben estar esperando en la sala opuesta a donde se realizó el banquete, ahí es donde las monjas se reúnen junto al obispo en cada una de sus problemáticas, cosas de la catedral y demás.

—No recuerdo bien si era por... —busco entre los pasillos del salón solitario —allí... —señalo uno de ellos —o por...

—Para eso estoy yo, princesa... —me toma de la mano; le miro, él sonriéndome —para llevarte a donde quieras ir, —alarga su sonrisa —al lugar que desees —sus ojos oscuros atrapándome en su abismo.

—Vamos —mi pecho se ahoga.

—¿Qué dices? —su mirada conjetura... ¿temor? ¿seducción?

Me quedo sin habla.

—Hermanas —una de blanco y negro pasa por nuestro lado.

Alphonse suelta mi mano, dedicándole una sonrisa a la señora.

Segundos de incomodidad.

—Tenemos que... —le miro.

Él responde tarde —Sí.

Camina hacia una dirección que se me hace desconocida. Le sigo el paso por detrás.

        ________|^|^|^|^|^|^|^|________

Una larga galería. Grandes vitrales en la pared este, acomodadas hasta el final.

Este final no es tan lejano, apenas varios pasos faltan.

Varias religiosas con sus capuchas de espalda a nosotros.

—Verás que fracasarán, todo aquí es una mentira, como ellos mismos —dice Alphonse luego de un prolongado silencio.

—¿De qué hablas? —le miro.

—No hay ningún endemoniado entre nosotros como ellos dicen —suelta sin apartar su vista del frente.

—¿Por qué estás tan seguro? —inquiero.

—Princesa, llevo el tiempo suficiente aquí para darme cuenta de todo, conozco bien a estas personas que desde que llegué, aquí han permanecido. Nadie ha mostrado señales de estar poseído o siquiera algo fuera de lo común. Por más vil que sea, un demonio no puede ocultarse tan bien, su naturaleza es desesperada e irascible —lentamente me mira a los ojos.

Segundos esconden nuevamente su mirada dentro el velo —Pero aún pensando esto, toda posibilidad podría existir, y siendo así tendremos que investigar sobre esto. Como dijiste tú, esta es una oportunidad para descubrir quién me arrebató a mi hermana, y no la desaprovecharé.

—Sí —miro al frente también—. Si no lo hacemos nosotros, nadie aquí lo hará. Pero... si nunguno de nosotros estamos endemoniados... ¿quién es el responsable de todas estas muertes? —en cambio de una respuesta, una voz resalta en todo el lugar, captando mi atención al instante.

—¡Una cálida bienvenida a todas mis hermanas! —traspasamos la gran entrada junto a la voz de Pierre, que frente a todas nosotras, alza los brazos como el Jesucristo detrás de él —Veo que ya todas están aquí, y creo que ya deben de saber el motivo —sonríe, elevando más uno de sus brazos para chasquear sus dedos. No sé si es impresión mía, pero nos mira a nosotras que nos acercamos al tumulto.

Al instante un ruido a nuestras espaldas.

Volteamos al mismo tiempo, quedándonos parados en el mismo lugar, solo para ver cómo cierran las puertas por detrás.

La morada es cuadrada, si no fuese por las puertas al nordeste y noroeste, diría que estamos encerrados aquí.

Pierre entre dos confesarios dejando un espacio apreciable de los dos —Ahora pasaré la lista de nombres de las hermanas que le pedimos asistir.

Hunde su mano en un bolsillo que apenas se distingue en su ropa, sacando un papel de dentro, agitándolo para ponérselo al alcance de su vista —¿Soeur Clémence? —busca entre todas con sus ojos.

—Je vous prie de bien óvulo ir m'accorder votre attention, Monseigneur, ici —esta asiente, haciéndole saber que está presente.

________|^|^|^|^|^|^|^|________

—¿Soeur... Marie? —"esa soy yo", después de veintidós nombres.

—Je vous prie de bien óvulo ir m'accorder votre attention... Monseigneur, ici —le contesto a este que queda mirándome con sus ojos vacíos.

Devuelve su vista a la hoja —¿Soeur Jeanne?

Silencio.

Disimuladamente le doy con el codo a Jeanne justo a mi izquierda.

Esta parpadea —Eem... ici, Monseigneur —responde titubeando.

Pierre tarda unos segundos en volver a lo suyo. Aclara su garganta —Y por último: soeur Anne.

—Ici, Monsieur —una moja responde a mi derecha.

Miro hacia ella, su cara de leve sonrisa apuntando hacia Pierre.

Su tono de voz me parece conocido, hasta sus facciones.

Mi mirada al parecer, jala la suya.

—¿Te conozco? —frunzo el ceño.

—Yo no, —sonríe con la comisura de sus labios —lo siento —se escurre entre todas por la izquierda.

Quedo un poco confundida.

—Ahora que se ha confirmado su estancia, para dar comienzo a este acto de despojo... ¡Digamos juntos! ¡Alabado sea el señor! —du voz resuena en mi pecho.

—¡Alabado sea el señor! —exclamo al unísono.

No para qué servirá esto.

—¡Que comience el desapojo de pecados e impurezas! Ustedes, hermanas, deben ser salvadas y purificadas ante todo mal que ahora se presenta, ocultándose tras esa persona en la que se aloja —los sacerdotes dentro de sus confesarios, asoman su cabeza para tomar la ventanilla y cerrar por completo.

Pierre se retira, caminando hacia la puerta de la izquierda —Ordénense por su respectivo, Urbain Grandier o Edmond Girard.

Alphonse y yo compartimos miradas, avanzando hacia frente a la taquilla de Grandier, a la derecha.

—¿No crees que esto está un poco... raro? —escucho al que va detrás de mí.

Ladeo la cabeza noventa grados a la derecha —Justamente iba a inquirir lo mismo. Esto me pone mal del estómago.

—Hay algo que nos ocultan. Pero ¿qué?

—Presiento que lo descubriremos muy pronto —vuelvo al frente.

Por delante choco con alguien —Auch.

—Disculpe —una monja.

Arreglo mi velo.

Esa voz.

Espera...

La tomo del hombro.

Mi presentimiento pocas veces me engaña.

Logro voltearla hasta encontrar su cara.

—¿Amélie? —me detengo en sus ojos, cuestionándome lo que veo.

Lo que menos podría haberme imaginado.

La cuestión es...

¿Está aquí por la misma razón que yo?

Dejo caer mi brazo.

¿Descubrir en qué armazón se esconde el demonio?

Noto la cara de Alphonse a mi lado —Princesa Zanahoria, estaré al principio en la fila —tarda en apartarse.

Sin responderle, siento cómo se aleja.

—¿Por qué? —mirándola —¿Por qué estás aquí? —fijamente.

—Es algo que debo explicarte luego, este no es lugar —mira a los lados.

—Solo necesito saber si no piensas hacer otra tontería, no tengo la necesidad de tratarte como una niña, pues no lo eres.

Algo que por el contrario, al parecer no entiendes.

—No tengo la menor idea de lo que dices. No estoy aquí por nada que involucre peligro, al contrario de ti. Además... ¿qué tan malo podría ser asistir a una simple confesión de monjas? —ladea su cabeza hacia la formación.

—Bien dicho todo, —logro captar su mirada nuevamente —y aún no me has contado qué haces aquí, Amélie.

—Con más tranquilidad, en la habitación habré de contarte —tres monjas se acomodan en nuestro lado; nos apartámos un poco.

Ensancho los ojos al recordar a mi madre —¿Has visto a Beatríce? Cuando desperté ninguna de ustedes dos estaba.

—Juto iba a hacerte la misma pregunta, también cuando desperté ella no estaba por ningún lado —arruga su frente, como yo.

—Tal vez el médico regresó a dar noticias de nuestro padre —me detengo en mis pensamientos, mirando indirectamente al suelo.

—Sí, tal vez —suspira—. Una pregunta —parpadeo contablemente y la miro a los ojos —¿Quién es aquella monja que caminaba a tu lado? —todo queda en un repentino silencio.

Desviamos la vista rápidamente hacia la fila.

Arrugo levemente la frente, buscando la causa de tal sosiego.

Paseamos los ojos por nuestro alrededor.

Las cabezas negras amontonadas en dos filas, firmemente.

Todo quietud.

Todo en orden.

¿Eso es?

Voces angelicales —me adentro a la fila luego de que Amélie me tomara de la mano.

¿Cómo pueden hacerlo de manera que te gratifique el alma?

El mismo cantar de ayer en la noche.

Encuentro con la mirada un trío de blanco y negro a derecha e izquierda, alzando la voz, brindando luz a pesar de la oscuridad del salón.

La verdad que me he encontrado dudosa estos días.

Dudas que entre ellas, si Dios existe es una.

Noto que la formación avanza; doy un paso hacia delante.

Las personas me han enterrado en un juego en el que no encuentro camino por el cuál avanzar.

Si hacia el camino a Dios o hacia donde me han llevado hasta ahora: la no creencia, la aborrecía a la religión de todo tipo.

Suspiro.

________|^|^|^|^|^|^|^|_______

QUELQU'UN II

Apenas y puedo subir con normaalidad los tres escaloncillos hasta el confesario.

¡Tranquilízate¡ Demuestra de qué estás hecha, honra a tu Dios como es debido. Todos ustedes son un montón de idiotas ciegos, cobardes ante lo que tanto blasfemanla misma voz en mi cabeza, llenando mi garganta de un sabor amargo, provocándome náuseas.

Seco con mi muñeca las gruesas gotas de sudor que mantienen caliente mi frente; trato de que ni un solo cabello quede fuera del velo.

Ya detrás de la taquilla, junto a un intenso dolor de cabeza, suspiro con mis labios temblorosos.

Mi vista nublada la paseo por todo el salón completamente encerrado.

¡Habla ahora!un chirrido molesto en mis oídos, cubriéndolos con mis manos al instante.

¡Ya vasta por favor! —suplico mentalmente.

—¿Quieres decirme algo... —el habla del padre Edmond desde dentro de la madera pulimentada detiene mi temblor —hermana?

—Yo... —mi voz se ahoga en mi esófago.

¡Habla! —mi cabeza retumba.

—¿Hay alguien más ahí? —su pregunta intrigante me congela.

Involuntariamente, mis dientes muerden mi labio inferior, enseguida la calidez de la sangre recorriendo mi mentón.

Siento cómo mi cuerpo va debilitándose de a poco, mis sentidos adormeciéndose, cayendo lentamente en un abismo sin fin.

—¿De qué me habla? —estúpida zorra. Alargo mi lengua hasta limpiar la sangre de la barbilla.

—Creo que ya no es necesario seguir con esto, usted puede retirarse, hacia la izquierda junto a la puerta —tanta estupidez en su tono de voz casi me quema los oídos.

Sin más que decir, me retiro hacia dicho rincón.

Demasiado fácil.

Camino por frente a la formación de vírgenes. Tan inocentesle sonrío abiertamente a una de ellas.

Pensé que esto daría más que hacer. Según lo que me había dicho, ellos son demasiados astutos.

¡Estúpidos! Lo que son.

Quedo parada frente a la puerta, torciendo una sonrisa.

—Debo ser una de las elegidas.

________|^|^|^|^|^|^|^|_______

ALPHONSE

Luego de que la monja antecesora a mí caminara desde la taquilla hasta frente a la puerta de la derecha, dejo la columna de todas ellas detrás de mí, rodeando el confesario hasta quedar detrás.

Relamo mis labios resecos.

—¿Desde hace cuánto no haces esto? —preguntan ahí dentro —Hablar con Dios.

—Desde hace mucho, mucho tiempo —trato de que mi voz parezca lo más reconocible a una mujer.

—¿Y quieres hacerlo? —otra pregunta.

—¿Hablar con Dios? —¿para qué perder el tiempo? Doy un paso hacia el postigo cerrado —¿Por qué no? Aunque carezco de información sobre por qué estas confesiones en un día cualquiera y sin motivo alguno; bien que podemos buscar a los que se sospechan endemoniados sin nosotras ser purificadas, se supone que la catedral ya es un templo bendito.

—Eso es cierto, aunque la verdad, hermana, no hay día específico si se trata de hablar con Dios.

—Entonces proceda —contesto al instante.

—No... Ya no —¿Qué? Frunzo el ceño.

—¿Por qué...? No entiendo —mi tono serio aún.

Acerco más mi rostro al postigo.

—Acabas de probar varias cosas aquí, en esta pequeña conversación, hermana —Este viejo está demente. Su voz tranquila—. Solo eso y nada más, puede retirarse a la formación.

—Pues si así es, le dejo, que tenga buen día...

Justo antes de regresarme junto a mi princesa, su voz me detiene —Una cosa más, he de decirle, y tómelo con simpleza e inteligencia —giro mi cabeza noventa grados a la izquierda, observando los disímiles orificios de la caseta—. Acérquece, acerque su oído —lentamente correspondo a este.

Mi cara a pocos centímetros, esperando a escuchar lo que tiene que decir —Yo sé... quién es —susurra—. Se quién es el demonio responsable de todo esto, y detrás de quién se esconde como cobarde —mis ojos se ananchan ¿Por qué debería creer en sus palabras? Solo es un viejo decrépito.

—Espero que esté claro de lo que dice —decido continuar hacia la formación.

—Más que claro estoy, hermana, —una vez más, me detengo —incluso conozco más a todas las monjitas de este lugar que ustedes mismas —risillas —¿Te digo más? Pues, hermana, es más fácil ser solo una persona a intentar ser varias, haz de conformarte.

Tenso mi mandíbula, suspirando levemente —Lo siento mucho por usted, no sé de qué me habla —camino hasta casi el declive.

¿Sabrá sobre...?

—Hasta luego, Jeanne —bajo los escalones junto a su tortuosa despedida.

¡Maldición!

🕯️††††††††††††††††††††††††††🕯️

Nota de autor: Bastante tiempo desde la última actualización, ¿verdad?

¿Cómo están?

¿Cómo se sienten?

Ya casi es navidaaaaad jaja.

Espero que, aunque corto, que este capítulo les haya gustado.

Preguntas curiosad e intrigantes:

¿A quién acusan como culpable de las posesiones?
¿Quién creen que sea el demonio asesinoooo?
¿Algo raro o duda que preguntar?

Déjeme sus comentarioooos que tanto me gustan jaja y tampoco olviden apoyarme con su voto (★^O^★)

Y pues... si desean charlar un rato o desahogarse, etc, me pueden escribir por Instagram: fautinoperezmontro:

https://www.instagram.com/fautinoperezmontro/

PASEN LINDO DÍAAAA.

Gusbay, y ya no les dejo más bazofia por acá jajaja, como siempre.

Fautinopérez.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro