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9- Ñoñerías de las vuestras.

Evelyn.

Estaba mareada y sentía como la cabeza me podía estallar en cualquier momento. En un principio no veía nada, me sentía pesada y con poca fuerza, débil. ¿Dónde estaba? No tenía ni idea.

Entonces oí el ruido de una puerta. Mis ojos eran demasiado pesados y no podía abrirlos, todo en mí daba vueltas y sentía que en un momento a otro me iba a pasar algo. Escuché pasos acercándose, pero ninguna voz. ¿Estaba secuestrada? La pregunta no era esa, más bien sería: ¿Alguien estaría dispuesto a secuestrarme y aguantarme?

Sin bromas, la cabeza me dolía muchísimo, unos pinchazos me atormentaban y la pesadez y la sensación de que todo estaba dando vueltas a mi alrededor no cesaba. Veía todo oscuro, por lo que supuse que estaría con los ojos cerrados. No podía hablar, no tenía fuerza, pero sí escuchar y pensar con la suficiente claridad como para saber que no estaba sola.

Los pasos se detuvieron a una mínima distacia de donde quisiera que me encontrara yo, y me temí lo peor. Exigía saber ya donde demonios estaba.

-Lo siento -Murmuró alguien a mi lado-.

¿Qué? ¿Esto era mi funeral? ¿¡Por qué podía seguir pensando entonces!?

Con una fuerza de voluntad impresionante abrí los ojos y miré a mi alrededor. Todo se mostraba borroso, hasta que poco a poco fui aclarando la vista. Entonces mi mirada se dirigió al chico que tenía a mi lado.

Dios, me sonaba bastante, como alguien lejano, pero no tenía ni idea de quién era. Tenía el cabello verde menta teñido -cosa que me pareció peculiar- y vestía como un muerto. Sin ofender, pero ese chico vestía demasiado gótico para mi estilo, a pesar de eso su cabello era bastante notorio.

-¿Quién eres? -Conseguí pronunciar después de unos segundos en lapso.

~~~

El chico de cabello menta y yo estábamos esperando a que el médico procediera a hablar. Este parecía algo disgustado y preocupado, haciendo que yo lo estuviera todavía más. Todavía no lograba entender nada, ¿Quién era el chico que estaba sentado a mi lado? ¿Por qué estaba en un hospital? ¿Por qué no estaban mis padres?

Desde que desperté aquel día, había recibido constantes visitas del chico oscuro. Este venía siempre disculpándose con algún que otro detalle, siempre mostraba una cara de pesar que me perturbaba. Odiaba que la gente tuviera esas caras, de trsiteza y aungustia plasmadas en sus rostros. Era algo que no me gustaba. 

No he de omitir el hecho de que me hicieron diversas pruebas. No me permitían saber sobre qué, yo solo me dejaba llevar para constar las preguntas que se me hicieran para luego regresar a mi habitación. Aquello me olía muy mal. ¿Por qué tantas pruebas? Era algo que no comprendía, al igual que el mismo hecho de que un chico me visitara tan constantemente. ¿Acaso era él mi novio? Yo no recordaba haber tenido novio ni pareja de ningún tipo, tampoco amigos. Además, ¿Por qué mi madre no estaba conmigo en ese momento? Si tan grave era el motivo de mi estadía en el hospital, ella no hubiera tardado dos segundo en ir a ver en que estado me encontraba.

Todo aquello era extraño y poco normal o razonable.

Yo me encontraba sentada en frente de la mesa del médico con los brazos cruzados y el ceño fruncido:
-¿Qué tanto tienen que decir? -Miré al chico que se encontraba a mi lado- Venga, hablen-.

Este tenía la mirada en un punto fijo, ignorando mi pregunta. Era de mala educación, ¿No sabían? Ignorar a la gente en este tipo de momentos era de mala educación, sobretodo, ¿Por qué todo el mundo sabía sobre mí y yo no? Aquello era invasión, me sentía vigilada. A mi lado había un chico bien uniformado que no debía de sacarme mucha edad, el cual también tenía la vista en un punto fijo e inerte. Se suponía que aquella gente tenía alguna realción conmigo, pero ¿Cuál?

Estaba ansiosa, nerviosa y demasiado preocupada. ¿Qué era tan malo para no poder decirme?

Miré al apuesto chico que estaba a mi lado:

-¿No váis a decir nada? -Inquirí.

Entonces aquel chico que estaba parado a mi lado me dirigió la mirada por un momento y supe que algo andaba mal. Bueno, lo sabía desde hacía una semana, desde que desperté. Pero ahí estaba yo, como una idiota que no entendía nada mientras prácticamente acosaba a preguntas a los que estaban a mi alrededor. ¡Me debían una explicación! ¿O no? Por lo mínimo quería saber porqué estaba en un hospital rodeada por tres personas a las que la tristeza de sus caras se les notaba a kilómetros.

El médico tosió antes de hablar y me miró con lástima, cosa que odiaba que la gente hiciera. No era ningún triste animal que necesitaba compasión de alguien, ¿O sí?

-Has perdido la memoria -Sentenció- Es una cosa temporal, poco a poco...

Me levanté de golpe, arrastrando la silla en la que segundos antes estaba sentada. ¿Qué acababa de decir? ¿Pérdida de memoria, yo?

Dejé de escuchar las palabras del médico, era como si de repente hubieran tapado mis oídos. Simplemente mi mente se negaba a escuchar más. Por un momento me sentí débil, impotente e indefensa, no tenía conciencia de nada lo que estaba pasando y que me dijeran aquello había actuado como un balde de agua fría en las mañanas.

-No es cierto -Señalé al médico-.

A mi cerebro le costaba procesar aquellas palabras, pues dudo que a alguien le sentara demasiado bien que le dieran este tipo de noticias. Miré al médico con cara de deseperación, lo único que esperaba era que aquello fuera una broma y que detrás de la puerta de la sala estuvieran mis amigos para darme un susto. Pero la cara del médico no tenía ni un ápice de engaño, tocaba nerviosamente las hojas que tenía sobre la mesa con sus manos y mantenía su mirada en estas. El rostro de preocupación de todos los presentes me alertaba de que aquello era demasiado cierto, tanto, como el hecho de que yo hubiero amanecido sietes días con la luz del hospital.

Tan cierto como que aquello no parecía ser una broma.

Miraba en todas las direcciones con los ojos abiertos, me llevé las manos a la cabeza para echarme el pelo hacia atrás por frustración. Aquello no estaba nada bien, no.

-La irá recuperando con el tiempo -Continuó el chico con barbijo que tenía como médico-, solo has perdido los recuerdos recientes-.

Alcé una ceja y volteé a ver al chico de cabello castaño.

-¿Quién eres tú? -Él no respondió, lo hizo la tristeza de su rostro, de modo que caminé hasta el de pelo menta- ¿Y tú? ¿Se puede saber dónde están mis padres? ¡No os quedéis callados!

El chico del color de pelo pintoresco se levantó y caminó hacia mí con seguridad. A un par de centímetros, cuando estábamos demasiado cerca, se acercó a mi cara y dijo:

-Soy Min Yoongi, tu novio -Tomó aire-. Estás en Inglaterra por trabajo-.

No dijo nada más, el chico salió de la salita mientras yo me quedaba plantada en medio de la salita. ¿Qué? ¿Novio? Jamás, yo nunca tendría novio, menos una persona que vistiera de manera tan cutre y oscura como la suya, no. Mi madre siempre me dijo que tenía que focalizar, y si no lo recordaba a él era porque no sería tan importante, ¿No?

El médico le dió un paquete de pastillas al otro chico y un papel donde ponía la información y datos que debería seguir. Yo seguía plantada sin entender nada, cada vez que hacía fuerza para tratar de volver hacia atrás, de recordar que era lo que exactamente pasó, la mente se me nublaba. Aquello eran recuerdos borrosos. ¿Inglaterra? Recordaba eso, más bien recordaba que tenía un sueño de ser médica en dicho país extranjero, pero en mi mente nunca apareció la idea de yo estando en este lugar. Lo peor de todo era que era cierto, pues mis padres no aparecían y ese hospital no se parecía en absoluto a ninguno de los que hubiera en mi país de origen.

Pero yo nunca tendría pareja, ¿Verdad? El chico no estaba tan mal, pero a pesar de eso, yo tenía mis motivos.

Motivos que por desgracia, no sa habían borrado todavía de mi mente.

-¿Salimos ya? -Dijo con algo de urgencia el de pelo castaño.

Asentí con la cabeza, pues todavía no encontraba las palabras adecuadas para hablar con cordura.

El médico se despidió de nosotros y finalmente salimos de la habitación, mientras mis pensamientos cruzaban mi mente sin piedad alguna, atormentándome y llenándome de curiosidad a la vez. Todo era muy confuso, a la vez extraño.

-No quiero sonar grosera -Dije mientras caminaba al lado del chico trajeado-, pero quisiera saber quiénes sóis y porque estoy aquí.

Miré en dirección al chico, este aparentemente nervioso, se rascó la nuca y mantenía la mirada en cualquier lugar que no fuera yo. Eso era muy sospechoso, mentalmente me anoté ese comportamiento por próximos acontecimientos.

-Soy Jeon Jungkook -Dijo lentamente, pensando cada una de la palabras que salían de su boca, supuse que no querría crear malentendidos-, tu antiguo jefe-.

Balanceaba mis brazos hacia adelante y hacia atrás mientras mi cerebro iba recaptando información. Mi jefe, claro.

-Tú trabajas en un hospital que queda más centrado en la ciudad -prosiguió-, eso es todo-.

Pasamos la puerta de cristal de este hospital y el viento caliente sopló mi cara. Toda esa oleada de calor que no había podido disfrutar con anterioridad por haber estado encerrada en una consulta, la estaba disfrutando ahora, calzada con mis amadas zapatillas y mi vestido rosa palo. Todo a mi alrededor era grandioso, o esa era la perspectiva que tenía después de salir de aquel lugar tan monótomo, pues tampoco era nada del otro mundo.

-¿Quieres ir a tomar algo? -Preguntó.

Me quedé sin habla, atípico de mí. Teniendo en cuenta que no hacía mucho me acababan de notificar de mi pérdida de memoria y ahora me estaban pidiendo ir a tomar algo, si no fuera que también por el hecho de que tenía que procesar que tenía pareja y que, además, tenía como jefe a alguien muy apuesto. Sin duda alguna esto no era algo que sucediera todos los días, claro que no.

Me tomó un par de segundos analizar su pregunta para poder tomar una respuesta coherente.

-Está bien -miré en busca de un lugar- ¿Podemos ir a una herladería? -Pedí como una niña pequeña.

La verdad era que necesitaba un poco de helado para refrescarme, aquellos sabores dulces y maravillosos con aroma a chocolate y fresa no vendrían nada mal para la ocasión.

Al muchacho que estaba a mi lado se le iluminó el rostro, como si toda la pena que tenía se le hubiera quitado de golpe, cosa que me alegró bastante, pues aquella sonrisa que mostraba era capaz de enamorar a cualquiera. El chico asintió repetidas veces.

-Te llevaré a una donde hacen los helados deliciosos -Dijo mientras prácticamente me arrastraba para acompañarme a esta.

~~~

Me relamí los labios, tratando de aprovechar hasta la mínima gota de aquel delicioso helado de chocolate, nata y que además, tenía virutas de colores. Pero en vez de eso, solo conseguía esparcir el chocolate por toda mi cara, obligándome a coger una servilleta para que Jungkook no se burlara de mi aspecto.

Habíamos ido a una cafetería algo peculiar.

Se encontraba bastante "escondida", ubicada entre unas tiendas poco vistosas de una de las calles menos regentadas. Desde fuera, podía parecer el típico local aburrido, cutre e incluso; soso. Pero nada que ver, al pasar la puerta de colo plata y hacer sonar la típica campanita del techo, todo aquello era un  paraíso de color, una marivilla visual para mis ojos.

Las paredes eran de un color salmón que estaba entre la tonalidad de mi pelo y de mi vestido, muy acaramelado y la verdad: precioso. Continuemos por los demás detalles, como lo podría ser el curioso mostrador el cual estaba a rebosar de comida. Los camareros iban trajeados a lo anime, mientras que las chicas eran lo más parecido a las Maids, con ese vestido negro con detalles blancos.

Las mesas, todas de colores saltones -como el amarillo, verde, naranja...- estaban bien distribuídas al lado de unas máquinas expendedoras que te daban muchos detalles para tus helados. El suelo estaba tapizado de un color azul celeste, mientras que en el local sonaba música a todo volúmen y se rebosaba felicidad. Luces de colores iban en diversas direcciones animando el aspecto de este.

En cuanto Jungkook y yo pasamos la puerta, un par de mujeres nos atendieron.

Era complicado decidirse por qué helado o dulce querías escojer exactamente, pues aquello tenía de sabores que no sabía si quiera que existían. De todos los colores y tamaños no solo había helados, sino galletas para complementarlos y otros elementos como virutitas de chocolate o de otros sabores.

Yo me decanté por las virutas de colores y el helado de chocolate y nata, mientras que el chico que estaba sentado frente a mí prefirió algo más corriente, como un helado de fresa con galletitas incrustadas en él.

Jeon despeinó su pelo y me miró abiertamente a los ojos.

-¿Te gustó el lugar? -Inquirió.

Solo me hizo falta volver a darle un repaso al local para admitir que sí, que claramente aquello me encantaba.

-Es... -busqué las palabras adequadas- fantástico, maravilloso.

Él rió mostrando aquella hilera de dientes bien cuidados y perfectamente blancos.

-Sabía que te agradaría -comenzó-, lo descubrí hace tiempo con un viejo amigo, a pesar de que a él no le gustaban en lo absoluto este tipo de lugares, supo que a mí sí-.

Asentí lentamente con la cabeza.

-¿Te puedo preguntar algo? -Dije con inquietud, cosa que tampoco era demasiado normal en mí.

-Adelante -Dijo mientras mordía su helado, cosa que hizo que me diera un escalofrío, pues yo no era capaz de morder los helados-.

Miré en otra dirección que no fuera él.

-¿Quién era el pelo de menta? -Dije volviendo a fijar mi mirada en él- El de la consulta, antes-.

Él abrió los ojos, aparentemente sorprendido que le preguntara aquello. Aunque realmente yo necesitaba saber quiénes eran todos allí, porque por más que tratara de recordar, mi mente era un borrón negro.

-Él...-Dijo pensativo- Tu novio-.

Oh, eso ya lo sabía. Lo que realmente quería saber era quién era mi novio.

-Ya, pero quiero saber más de él -Dije ansiosa.

-Nadie sabe demasiado de él -Se limpió la cara con una servilleta-, es cerrado a le gente, pero en el fondo es buena persona-.

Noté como se rostro cambiaba, quizás de nerviosismo o quizás simplemente de la preocupación. Todo el mundo se preocupaba por mí mientras yo me mantenía al margen, no era que me hiciera feliz tener pérdida de memoria, pero realmente no podía hacer nada. Además, según dijo el médico, la iría recuperando. Por lo manos no eran recuerdos demasiado importantes, aunque olvida el hecho de que tenía novio era algo demasiado importante. Yo no recordaba tener pareja, era algo que no encajaba, pues yo misma me prometí que nunca tendría. Ya tenía suficientes marcas como para crear otras nuevas.

-En fin -Dijo Jungkook entirando sus brazos hacia arriba-, tendrás algunos días de descanso hasta que te recuperes-.

Se me iluminó la cara. ¿Vacaciones? ¿Alguien había dicho vacaciones? Teóricamente dijo "días de descanso", pero todo el mundo sabe lo que días de descanso significa: vacaciones pagadas. O quizás no, pero por lo menos tendría tiempo para hacer el vago.

Alcé las manos y miré al cielo -más bien al techo brillante de la cafetería-.

-¡Gracias, Dios! ¡Gracias! -Entonces, cuando me dí cuenta de lo estúpida que estaba sonando, bajé las manos y fingí estar seria. Tosí adrede como si nada hubiera sucedido, ganándome una sonrisa del chico que tenía enfrente- Quería decir, gracias -Hablé con un tono más formal-.

A pesar de que aquel personaje que tenía en frente fuera mi jefe, en mi cerebro marcaba otra cosa, pues ser tan atractivo no era bueno para un trabajador de un hospital. Amé su sonrisa, que mostraba sus dientes blancos como perlas y a la que asimilé con un conejo, pues los dientes posteriores tenía cierto parecido. Él se rió ante mi repentina actitud hasta que terminó por contagiarme. Parecía que aquel hombre era capaz de todo, incluso de contagiarte esa risa tonta, esa con la que no te ríes con nada pero aun así sonríes como idiota.

-¿Vamos a casa? -Dijo mirnado su reloj.

En verdad sabía que él necesitaría irse, pues la simple acción de mirar con suspicacia el reloj que colgaba de su muñeca lo indicaba. Yo hacía lo mismo, era una forma indirecta de comunicarle a alguien que debes irte.

-Vale -Recogimos las cosas que se quedaron esparcidas por la mesa, después de despedirnos de las chicas Maid, salimos del maravilloso local-.

Como un golpe en la cara, volví a la realidad.

El cielo oscuro ya se había cernido sobre toda la ciudad, dándole ese aspecto triste y aburrido que aborrecía. Pocas personas cruzaban las calles, algunas con prisas y otras tranquilas, andando para dar un vuelta. Las calles se sumían en un silencio algo preocupante, -almenos para mí- aunque la tranquilidad inundaba cada milímetro.

A mí me gustaba el ruido, era una forma de hacerme sentir segura y en compañía, sin embargo, el silencio lo interpretaba como algo a lo que temer. Para mí era algo asfixiante tener que lidiar con él, era una sensación de vacío que no me agradaba para nada.

Caminamos con tranquilidad y sin prisas mientras hablábamos de temas triviales hasta llegar a la que supuse que era mi casa.

-Esta es tu casa -Dijo Jeon señalando el edificio de color ceniza que tenía ante mí- Nos vemos-.

Hice una breve reverencia como muestra de respeto, él se dió la vuelta y se marchó.

Observé el fúnebre edificio que se abría ante mí. No solo era por ese color tan seco, sino por las manchas de las que preferiría pensar que estaban causadas por el agua y no por otra cosa. Por lo demás, era estrecho y de poca altura. Bueno, no está tan mal...

Marqué el número que se suponía que era de mi casa, y después de que la puerta de la entrada se abriera, subí como un rayo por las escaleras.

Pero entonces una vocecilla peculiar y poco común me detuvo a tan solo un par de escalones.

-¡Evelyn, querida! -Dijo Julia.

Vaya, yo sí me acordaba de esa mujer. Algo extraño, pero al verla fue como que todos los recuerdos vividos con ella me sacudieran la mente, haciendo que recordara todo lo vivido con ella. Le devolví con cariño la sonrisa:

-Buenas noches señora Julia -Le saludé-.

Ella movió la cabeza de un lado para otro.

-No me llames señora, puedes llamarme Julie -dijo con esa voz chillona que podría despertar a medio vecindario-. Yoongi me habló de tí últimamente, ¿Estáis saliendo?

Me quedé perpleja por un momento, estática en mi lugar. ¿Eh? ¿Quién era Yoongi? Traté de volver atrás en el tiempo, pero en mi mente no aparecía nadie con ese nombre tan extravagante: Yoongi. Nunca había escuchado ese nombre, y aunque en mi mente algo me estuviera dando señales, mi cerebro no las llegaba a procesar. Era como un bloqueo, una pared gruesa que me impedía pensar con claridad.

-¿Evelyn? -La señora me sacó de el lapso-pensamiento en el que había entrado involuntariamente.

Sacudí mi cabeza y parpadeé un par de veces: traté de volver a la realidad.

-Perdona, ¿Qué decías? -Dije algo perdida.

Ella sonrió y entrecerró los ojos con esa pizca de malicia que siempre señalaba a una dirección: ella estaba tramando algo.

-Nada, los jóvenes de hoy en día...-Subió las escaleras con ritmo relativamente lento- tan ajetreados.

Reí bajito, esa frase me hizo gracia.

-¡Aun recuerdo cuando mi marido y yo nos conocimos en alta mar! -Chilló desde su lugar, ya debería de estar a punto de llegar a su casa mientras que yo seguía plantada en el mismo sitio de antes-  Tan apuesto con su traje de marinero...-Oh, su discurso familiar, lo había olvidado.

Cerró la puerta haciendo un ruido ensordecedor, haciendo a la par, temblar todo el edificio.

Suspiré con cierto pesar y empecé a subir las escaleras cuando recordé lo que había dicho. ¿Quién era Yoongi? ¿Saliendo? Oh, estaba demasiado perdida. ¿Tanto había hecho en este país? ¡Si tenía más vida social en dos meses de aquí, que en toda mi vida de España! No era ningún micromachismo ni nada, pero era cierto. Yo me juré no tener pareja y sin embargo ahora era por lo único que se me mencionaba. Impresionante. No me reconocía, bueno, quizás había perdido demasiada memoria.

Esperaba que mi supuesta pareja fuera alguien divertido, amable, que fuera dedicado...

-Toma -El pelo verde me metió un bollo en la boca-. Come-.

-aghuda -me empezaba a ahogar-.

¡Dios mío! -y eso que yo era atea- ¿Esa era la bienvenida que te daban? Apenas había terminado de subir los peldaños de las escaleras y ya estaba a punto de volver al hospital. ¡Menudo bastardo! ¿Acaso pretendía matarme? ¿Esa era su intención? ¡Qué vil! Traté de sacarme el trozo de pan de la boca, mientras este me miraba con el rostro alarmando. Podía jurar que en ese momento yo no me llegaba el aire, cuando de repente me cogió por la espalda y de un movimiento seco me apretó más arriba del abdomen varias veces, haciéndome la Maniobra de Heimlich.

Finalmente pudo sacar el trozo -o mejor dicho, pedazo- de alimento que por poco termina con mi vida.

Me eché al suelo llevándome las manos al pecho. Respiré pesadamente sintiendo como por fin estaba libre. ¡Casi muero!

Voy a hacer una breve -pero a la vez extensa- lista de mis penosas causas de muerte que casi terminan conmigo:

-Cuando casi muere mi cel en una piscina de niños pequeños.

-Por los chistes de mi padre -que a pesar de ser penosos, tenían su gracia-.

-Porque un teñido de verde me había metido un cacho de pan en la boca que casi me asfixia.

-COMING SOON...

Y aquí finaliza mi lista.

Me reincorporé mirando acusadoramente al sujeto que tenía en frente mientras le señalaba con el dedo índice de manera acusadora:

-¿¡Querías matarme!? -Grité.

El chico se reincorporó con su mirada fija en mí. Podría asegurarte con total confianza que aquellos orbes oscuros eran capaces de escudriñar cada milímetro de tu alma y destruírlo en pedazos, enserio.

Se acercó y plantó la mano a mi lado, acorralándome contra la pared. Estábamos a unos simples milímetros de distancia el uno del otro, podía sentir perfectamente como su respiración se mezclaba con la mía, la forma en la que sus ojos atacaban a los míos y me obserababan con profundidad en ellos.

Entonces sucedió.

Él plantó sus labios sobre los míos, cortando mi respiración y acelerándome el pulso. Quería empujarlo, quería correrlo, pero a la vez el nerviosismo y la sopresa del momento me lo impedían. ¡Este era mi primer beso! ¡Con un desconocido! Sí podía parecer una vieja que no había dado un beso en su vida, aunque yo aparentara exactamente lo contrario.

Sus labios yacían inmóbiles sobre los míos, sus ojos que mantenía abiertos -al igual que los míos- me miraban con fijeza y rudeza, mientras que yo mantenía el ceño fruncido.

¿El pelo verde me estaba besando?

¿El que casi me ahoga?

~~~

Ambos yacíamos inmóbiles sobre el sofá, sin mediar palabra. El chico que tenía a mi lado estaba sentado cual indio mientras yo estiraba las piernas hacia el suelo.

Llevábamos unos veinte minutos contados de esa forma, mirando al techo, a la pared, al suelo o incluso, al televisor apagado. Aquello empezaba a ponerme nerviosa -bueno, en verdad lo hizo desde el primer momento, para qué mentir-, jugaba con mis propios pies o manos, desordenaba mi pelo o simplemente observaba al pelo de verde. 

Todo esto fue después de lo del beso. Yo no sabía como reaccionar, de modo que él entró a la casa y yo lo seguí hasta llegar al sofá y quedarnos allí en modo -roca- para lo que yo consideraba; una eternidad.

Finalmente, cuando creí haber memorizado visualmente todo el salón, decidí tomar la palabra.

-¿Cómo te llam- No terminé. NO TERMINÉ LA MALDITA FRASE PORQUE A ÉL SE LO OCURRIÓ CORTARME.

AGH.

-Lo siento, fue... fue...-Tartamudeó- un error-.

¿Eh? Se refería al beso, ¿Verdad? 

Vamos, que me estaba diciendo por la cara que no quería haberme besado, aun así lo hizo. ¡No te digo! La gente normal no va por ahí besando a los demás como si nada y luego de "robarles" su primer beso se echan atrás como si nada hubiera pasado.

El caso era que él nunca fue normal.

Un pequeño vacío se formó en mi corazón. No era que tuviera esperanzas con él ni nada de eso, simplemente... fue mi primer beso y él lo nominaba como un error. Debo de admitir que aquello dolió un poco, pero solo un poco, en el fondo muy fondo de mi corazón.

Asentí con la cabeza sintiendo su mirada sobre mí, analizando cada uno de mis movimientos.

Entonces mi mente me mandó una señal: <<¿No era él tu novio, Evelyn?

Mierda. Quizás ese no era mi primer beso. ¿Entonces fue un error? ¿Las parejas no se besan entre ellas?

-Espera -Le apunté a la cara con ese precioso dedo y él dirigió sus ojos hacia este-, ¿Tú eres mi... novio?

Decir la palabra "novio" para mí, era algo vergonzoso. Siempre traté con chicos, siempre, pero nunca tuve un novio. Supongo que ese mismo hecho era lo que hací que no pudiera asimilar todavía que tenía uno. ¿O no? ¿Qué era exactamente él de ?

Su rostro pálido -que me recordaba al de un fantasma o incluso al de nu vampiro- tomó un leve color rosado, fijó su mirada en el seco suelo de color beige.

-Sí -Dijo con timidez-.

Oficialmente, tenía novio.

-¿Se puede saber por qué casi me atragantas con pan antes?

Él me miró, la seriedad plasmada en su rostro:

-No era pan -Dijo con sequedad-. Era un pastelito-.

¿Pastelito? Aquel trozo reseco que casi termina con mi vida, ahora se podía llamar pastelito. Por su puesto, nada que ver con esos de la pastelería que queda cerca de tu casa, aquello era tan delicioso y dulce que casi me muero y todo -nótese el sarcasmo-.

Reí bajito, risa que terminó convirtiéndose en unas carcajadas estruendosas.

-No hace gracia -Dijo desde su posición-, ¿Eso no es lo que les gusta a las chicas rositas?

Dejé de reírme, quería escuchar sus palabras para próximas burlas:

-Voy enserio, a muchas les gusta que les regalen un pastelito hecho por su hombre amado -llevó sus manos hacia su pecho y suspiró pesadamente, fingiendo estar enamorado- y que después les den un dulce beso-.

¿Hacían falta más palabras? Palabras para definirlo como retardado, digo.

Empecé a reírme, pues a pesar de parecerme demasiado irónico y tonto lo que acababa de decir, que se expresara de esa forma tan seria para decir ese tipo de cosas terminaba de firmar mi sentencia, pues quizás moría de la risa y todo.

-Sí, ñoñerías de las vuestras -Dijo mientras se tallaba el rostro con su mano, mirando a la nada y apoyado en la palma de su mano-.

Dulce beso, hombre amado, pastelito... Este era un caso totalmente perdido...

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