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4

-Me temo que se van a tener que quedar viviendo juntos por el momento -Sentenció el encargado de las viviendas, dejándonos con un amargo sabor de boca-.

Ahora tendría que vivir con el chico al que tenía que cuidar. Genial. No me caía mal, pero compartir casa con un paciente... no era del todo normal, sobretodo si eso implicaba que el paciente era un chico al que le gustaba tener su espacio y poca vida, cosa que para mí era una tortura, pues era muy pegajosa a las personas, por no decir que tenía planes de remodelar la casa, y era obvio que los iba a llevar a cabo.

Min Yoongi bufó y sin esperar ni nada, subió las escaleras con pesadez. Caminaba muy lento, ¿Acaso era la reencarnación de una tortuga Ninja? Bueno, estas eran muy veloces en comparación a él. No aguantaba, parecía que lo hiciera a propósito, tardaba medio año en levantar un pie y mover el otro. Era estresante, no me dejaba avanzar y eran las nueve y media de la noche, hora a la que tendría que haber empezado la remodelación y haber cenado. 

-¿No puedes ir más rápido? -Me quejé.

-Voy a un paso moderado -respondió pasando de mi pregunta-, ¿Sabes que si vas rápido te puede dar un paro cardíaco?

Quise reír, pero era desesperante que además de ser un chinchoso fuera condenadamente bueno en responder ocurrentemente cuando tratabas de dejarle mal.

-A mí me dará un paro cardíaco, de lo lento que vas -Aclaré, pero el Mr Yoongi pasó olímpicamente de mi cara, pues ni me dejó pasar ni hacer ningún movimiento, siempre se ponía estratejicamente para bloquearme el paso. Bastardo caracol jorobado y cojo.

Cuando por fin llegamos a la casa, este se paró al lado de la puerta esperando a algo. Yo no traía llaves, así que imité su postura, esperando a que sacara las suyas y abriera la puerta de la dichosa casa. 

-¿Vas a hacer algo? -Inquirí, ya estaba empezando a cansarme su actitud tan... pasota- ¿Ahora qué? ¿Tanto le cuesta a tu cerebro pensar sobre qué llaves vas a sacar? Sabía que eras lento per- 

-¿Por qué no sacas las tuyas? -Dijo mirandome como lo había estado haciendo todo el rato, con esa fijeza tan inquietante.

He de admitir que aquello me desequilibró completamente, no sabía exactamente com reaccionar, ¿Acaso sus llaves también estaban dentro de la casa? Eso sería un gran problema, si los dos no teníamos llaves no podríamos entrar. Debería de haber hecho caso a los consejos de mi abuela, que siempre decía que fuera con calma para no olvidarme nada. Al final el Yoongi tendría razón... Ahs este no era el momento para darle la razón a un bastardo caracol jorobado y para colmo, cojo.

Me rasqué el codo, admitir que me las había dejado en casa no me haría parecer muy inteligente, de primeras:

-Digamos que apuraste tanto en que saliéramos que me las olvidé -Me encojí de hombros para quitarle hierro al asunto-.

Él abrió los ojos como platos mientras sacaba del bolsillo trasero de su pantalón unas llaves plateadas -¿A si que no era la única despistada que guardaba las cosas en los pantalones, eh?- y me las restregó por delante de la cara. 

-Yo sí traigo -Dijo-.

-¡Perfecto! Ahora podemos entr-

Y otra vez esa estúpida manía de cortarme en mitad de la frase. No le di un tortazo por maleducado porque no lo conocía, si no, no habría dudado en hacerlo. 

-A, a. -¿A, a?- Llaves mías, entro yo -.Abrió la puerta y sin dejarme hueco entró y cerró la puerta en mis narices.

¡Me acababa de cerrar la puerta en mis narices! ¿De qué iba? ¡Jodido caracol jorobado! 

Me entraron ganas de gritarle, era muy infantil. Esa también era mi casa, además, me tenía que tener respeto, pues por algo era su ¿Psicóloga? Ya no sabía decir que era, pero me daba igual. Él parecía un anciano que buscaba esconderse y no divertirse y para el colmo me había robado prácticamente mi casa, que por cierto, también era suya. Quería echar la puerta abajo, si hubiera tenido superpoderes lo hubiera hecho, pero el caso era que no era así, de modo que aporreé la puerta con toda mi fuerza. 

Chica tonta, pues eso lograría despertar a todo el vecindario. Y vaya que lo logró, porque la señora de bucles dorados apareció detrás de mí. 

-¡Chiicaa! -Me llamó, sus gritos hacían eco entre las paredes del edificio - ¿No puedes entrar?

Ese es uno de los momentos en los que tu mente te implora que actúes rápido si no quieres morir, sabía que no era tan dramático, pero el hecho de que ella estuviera allí solo significaba una cosa: me iba  atragar su discurso familiar, otra vez. 

-Eh no...- Me rasqué la nuca- Se me han olvidado las llaves, ya sabe, un pequeñ-

-¡Puedes venir a mi casa! -Dijo entusiasmada, quizás demasiado entusiasmada.

Entonces entré en pánico.

¡112! ¡Unas cuantas neuronas, son urgentes!

Estaba pensando lo más rápido que podía, tratando de encontrar una escusa viable para escapar de la situación en la que estaba a punto de enfrentarme. Todo y que la chica era amable, no quitaba que fuera demasiado habladora y aunque esto me solía gustar, no me agradaba que fuera ella la única que hablaba y que para colmo fuera de gente que probablemente estaría -mínimo- diez metros bajo tierra. 

Escuché una risita proveniente de mi apartamento compartido, y supe que Yoongi estaría muy divertido ante la escena. La señora pareció no escucharlo, pues estaba arrastrandome hasta mi trayecto final: su casa.

Abrió su puerta con parsimonia y finalmente se hizo a un lado para dejarme pasar.

Decir que estaba flipando era un eufemismo. Aquella casa estaba demasiado bien decorada, toda de colores vivos, despampanantes y brillantes.

-¿Esta es tu casa? -Pregunté con admiración. Parecía una niña pequeña cuando le daban una bolsa llena de sus gomitas favoritas.

-Sí, querida -señaló a una silla-. Toma asiento mientras preparo un té-.

Hice lo que me había indicado con gusto, aquello para mí era fascinante. Supuse que aquella mujer en el fondo se parecía mucho a mí, pues además de hablar por los codos y tener la casa perfectamente amueblada y sobretodo decorada -en mi gusto-, tenía un buen gusto en lo que a ello se refería. Fantástico tener una persona así en mi bloque de edificios, realmente fantástico. 

Estuvimos hasta las doce pasadas hablando sobre ropa y marcas, curiosamente, en su época ella solía vestirse similar a como yo lo hacía ahora.

~~~

-¡Gracias de nuevo! -Dije haciendo una breve reverencia, mientras ella hacía ademanes con la mano restándole importancia.

-No es nada, cariño, vuelve cuando quieras -Sonrió una vez más y entró a su vivienda, haciendome volver a la realidad-.

La oscuridad se sumía en todo el mini-edificio en el que residía, aquello era incluso espeluznante. Me dirigí a mi puerta y como supe que el caracol jorobado no iba a estar dispuesto a abrirme la puerta a las doce pasadas de la noche, tuve que ir a recepción a que me dejaran una copia de la llave.

Bajé con cuidado los peldaños de las escaleras tratando de que crujieran lo manos posible, cosa difícil y atormentante a la vez, pues cada que pisaba uno hacia un ruidito típico en las películas de terror, cosa que me repelía pues: yo era muy miedosa a todo y el sonido hacia eco entre las paredes del edificio.

Llegué por fina  mi destino, y después de conseguir la llave -cosa que costó un poco, pues el señor estaba cansado y no quería atenderme- volví con sigilo -el que se me permitía- a mi morada.

Puse la llave en esta tratando de no hacer ruido, y medio lo conseguí, pero todo se fue al traste cuando la puerta chirrió al abrirse. ¿¡Por qué todo allí chirriaba o hacia ruiditos extraños!?

Entonces, después de haber pasado milagrosamente por la puerta y haberla cerrado, algo llamó mi atención. Se oían ruidos y no los estaba produciendo yo. Por un momento pensé que era Yoongi, cosa que sería obvia, pero esos ruiditos tan sutiles no procedían de él.

Con el alma en la mano, me dirigí a la cocina lentamente y girándome hacia detrás y hacia los lados para ver si algo me estaba siguiendo. Sí, con algo me refiero a un fantasma o un vampiro o algo así. Pero para mi mala suerte, este no era un vampiro de los de las historias que te robaban suspiros de amor, no. Me hubiera gustado ser como Rapuncel y llevar una sartén a todos lados para dejar KO a cualquier enemigo que se enfrentara a mí, pero para mi desgracia solo tenía mis bracitos de pollo que no podrían ni matar a una mosca. Quizás una mosca sí, pero... ¡Ya me entiendes!

El caso era que yo estaba sola, enfrentandome a cualquier monstruo que pudiera sali de allí, y no eran pocos, para mi desgracia.

-¡¡Ayuda!! -Grité a todo pulmón mientras empezaba a golpear al monstruo que caminaba por el pasillo.

Empecé a golpearlo inutilmente con mis puños mientras pensaba un par de cosas. ¿Acaso se les podía tocar a los fantasmas? ¿Por qué no me había hechizado o matado? Este fantasma era muy raro, pero más raro fue cuando habló:

-Bu-.

-¡¡AAAAAA!! -Corrí por toda la sala y tropecé con el sofá, cayendo de bruces sobre este. Misión sobrevivir: fracasada patéticamente - ¡ALEJATE! ¡VETE!

Entonces todas las luces de la casa se prendieron de golpe, haciendo que viera a mi presunto asesino, el cual reía descontroladamente.

-¡Aaaa! ¡Ayuda! -Repitió con voz de ardilla asfixiada mientras desaparecía por el pasillo, dejando todas las luces prendidas. Entonces pude ver algo en el suelo. Fruncí el ceño.

-¿Por qué hay cinta amarilla pegada al suelo? -Dijo observando la cinta que seguía un camino recto en cada parte de la casa.

El chico volvió a aparecer por el pasillo y señaló la mitad en la que él se encontraba:

-Esta es mi mitad, la otra, la tuya -Iba a volver a desparecer cuando pareció acordarse de algo importante y regresó de nuevo-. No te pases a mi mitad-. Dijo haciendo énfasis en la palabra <<No>>.

-Está bien, está bien, no me pasaré...-Dije con molestia por tener una persona así de controladora con sus cosas en  mi casa, ¡Ni que le fuera destrozar nada!

Giré sobre mis talones para ir a mi cuarto y poder dormir plácidamente, pero algo colorido llamó mi atención. Me giré completamente y fijé mi mirada en el cubo de reciclaje enorme que había en la cocina. Sobre este había algo muy familiar que brillaba con pequeñitos destellos. Me acerqué para ver de que se trataba, y oh, preferiría no haberlo visto.

Mis cosas para realizar la fabulosa y grandiosa reforma estaban tiradas en el bote de la basura y arrugasdas, como si no fuera poco. Las saqué y las contemplé apenada, cual niño por la pérdida de su oso de peluche.

Me importó una mierda las reglas de no pasar de la mitad correspondiente que había puesto el fantasmagol (caracol fantasma) y crucé pisando toda su zona para llamar a su puerta.

Aporreé la puerta de este, pero me ignoró. El bendito debía de estar durmiendo mientras yo sufría la terrible pérdida de mis brillantes. ¡Sería bastardo de arrojar así como así mis objetos! Estaba claro que el no padecía fobia social, mucho menos depresión, lo que él padecía era morguitifantasmagolitis aguda. Cosa que por cierto, no curaban los médicos.

~~~

Estaba comiéndome un bol de cereal de esos que dicen que llevan estrellitas de colores -cosa que no era cierta, pues aquello parecían bolitas mascadas de chicle- mientras esperaba de manera impaciente a que el asesino de mis brillitos saliera de su habitación. Por suerte para él, no había muchos daños en cuanto a mis adornos, si no, podía considerarse hombre muerto.

Muy normal todo ¿No? Él tiraba mis brillitos, yo lo mataba de una forma lenta y dolorosa.

Todo muy normal.

Entonces, el susodicho apareció como un muerto por la cocina, el pelo verde menta estaba rebuelto y su cara afirmaba que era un asesino en serie.

Le apunté con la cuchara que contenía restos de las "estrellitas":

-¡Tú! -Este volteó a verme sin ninguna expresión en el rostro, parecía que no se enteraba de con quien se había metido.

-Qué -Respondió tan secamente que en vez de parecer una pregunta, sonó como una afirmación-.

Entonces alcé los brillitos por encima de la mesa, dejándolos sobre su mitad -sí, había mitad de mesa y si te sorprende, deberías saber que también hay cinta de esa en las botellas-.

-Has asesinado vilmente a mis decoraciones-.

Él cogió un tenedor y apartó el objeto de su mitad, retirándolo hacia la mía. Lo miró con una mueca de asco y finalmente dijo:

-Eso puede ser perjudicial para la salud, no quiero ñoñerías de preescolar en mi casa-.

¿Había oído bien? ¿Perjudicial? ¿Ñoñerías? ¿¡Preescolar!? No me extrañaba que un amargado que vivía en la penumbra se le dificultara el hecho de convivir con la más viva imagen del color y de la pasión, pero ese comentario me ofendió bastante, pues tenía razón. Aquellas decoraciones las había sacado del material infantil de decoración, pero ¿Qué querían que hiciera? Todo lo demás era muy aburrido y soso, careciente de color y diversidad, como los adultos. Y eso que yo era adulta, pero prefería vivir de una manera más libre.

Él agarró un vaso para servirse café -tan agrio como él pues- mientras miraba a la nada. No sabía que una persona podía perder por tanto tiempo la mirada, pero aquello era la confirmación de mis sospechas.

No dije nada más sobre el tema de mis decoraciones, realmente era un persona peacífica a la que no le gustaban las peleas y esas cosas...

-¿Con que esta casa era la morgue, eh?

Casi me atraganto con mi propio aire. ¿Cómo sabía él que dije eso? Bueno, no tenía nada malo describir la realidad, de modo que no hbaía hecho ninguna mala acción, dejando claro que él había tirado a la basura mis fabulosas técnicas para decorar la casa. Eso se podía considerar mucho peor que queyo llamara a su casa la morgue ¿Verdad? Y es que así lo era, tanto él como la casa parecían haber salido de un cementerio.

Él volteó a verme mientras sorbía como si nada su taza de café. Sabía que esa mirada era intimidante, pero a mí no me causaba ninguna reacción. Además, estaba hablando con mi amiga cuando dije esa palabra describiendo la vivienda, él no tendría que meterse en conversaciones ajenas.

Alzó una ceja, expectante:

-Así es -Asentí convencida mientras me levantaba a lavar mi bol-, esta casa no tiene nada de color, es amarga y aburrida.

Empecé a enjuagar las cosas -mías- mientras él me miraba como si fuera un bicho raro, como si hubiera salido de otro planeta. Lo gracioso era que él era el extraño. Demasiado aburrido, diría.

-Es mejor que sea aburrida a que parezca un mural de artes -Se encogió de hombros-.

Me giré para observarlo y este yacía completamente despreocupado apoyado en el costado de la mesa, sorbiendo como un anciano -que era a lo que más se asemejaba- de la taza de café. Era agotador ver que para lo que quería si tenía rapidez, mientras que para lo que no le convenía actuaba lo más lento posible. Me parecía egoísta. Apoyé mis manos sobre mis caderas tratando de mostrar superioridad, gesto inútil porque el muchacho -que era mayor que yo- ni volteó a verme. Miraba la taza como si eso dependiera su vida, supongo que lo hacía más bien para tener una excusa para ignorarme.

¡Que no era tan mala persona! Solo me gustaba el ajetreo, venga ya.

-Está bien, mantén tu parte como te de la gana, haré lo mismo con la mía -dije-.

-Me da igual lo que hagas mientras no tenga que interferir con mis cosas -Dijo seca y pausadamente.

Ash, ok. Tampoco iba interferir en sus cosas, estaba bien que le gustara ser el Dios supremo, pero por favor, que ni que yo hubiera elegido vivir aquí.

Ya iba vestida, pues lo hice antes de que el peliverde apareciera con su radiante mal humor. Fui a mi cuarto tratando de no pisar la línea, pues el muy controlador había puesto demasiada cinta y lo peor de todo era que dejaba muy reducido mi espacio, mientras que él tenía la libertad de hacer una maratón por el suyo. Cosa que dudaba, no entendía para qué razón quería tanto espacio y tanta mierda si era un asocial y se mantenía en su habitación, más dudaba que quisiera hacer ejercicio dentro del lugar. Sí, era algo que no podía comprender. Quizás solo lo hizo para dejar menos espacio para mi brillantez, pero oh, oh, eso no sucedería. Yo decoraría mi hogar -también el suyo- costara lo que costara.

Me calcé mis amadas zapatillas y con un abrir y cerrar de ojos, ya estaba pasando por la puerta -que sí, tenía mitad y mitad, por si las moscas- para salir e irme a mi trabajo.

Bajé las escaleras como Rayo McQueen por si Julia, la señora de bucles dorados, volvía a aparecer. No era que me cayera mal, era justo lo contrario, pero si llegaba tarde al trabajo no me hacía falta una carga de más. Cuando no vi moros en la costa, me tomé la libertad de correr el metro que me hacía falta para alcanzar la puerta y salir.

Pero entonces, algo tiró de í muy bruscamente haciéndome retroceder y chocar muy bruscamente contra algo o alguien. ¡Casi me ahoga! Me dí la vuelta y ví como el Yoongi inexpresivo de siempre agarraba el asa de mi mochila, alzándola un poco. Cuando pasaron unos pocos segundos de incomodidad y silencio, me soltó de la correa y caminó por delante de mí con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

Me quedé indignada parada en mi sitio, y él, al ver que no andaba, se detuvo y sin darse siquiera la vuelta, me dijo:

-¿Vas a quedarte ahí, parada? Te recuerdo que tienes que cuidar de mí en el hospital -Dijo seriamente, pero había un deje de sorna en sus palabras. Bastardo, ¿Acaso era esa la forma de detener a alguien cuando andaba? ¿Cogerle de la asa de la mochila hasta asfixiarle? Ugh.

-Cuidarde tí...-Solté una risa nasal, y volví a caminar a una distancia prudencial de él. Igual me empujaba a la carretera, quien sabe- Ni que fuera tu madre-. Terminé cuando pasamos la primera calle.

Entonces él volteó de nuevo, tomó mi mano y me posicionó a su lado. Cuando terminó, me soltó la mano y me miró muy seriamente:

-¿Puedes caminar a mi lado? No es que fueras un perrito para andar detrás de mí -Bufó mientras ambos tomábamos la marcha de nuevo-.

¡Claro que no era su perrito! ¿Acaso insinuaba algo? No me hacia ni pizca de gracia que me tratara como un niño de seis años, lo podía parecer a simple vista por varios motivos, pues tener el pelo rosa y vestir de una manera tan descordinada no era típico de adultos. Aun así, me ofendía que él fuera el que me dijera que caminara a su lado, tenía mis principios, ¿Vale?

Si no lo hacía era porque temía de quedar atropellada por un coche, o quizás una moto o un camión. Quizás pensaba la manera más serial de asesinarme mientras se ocultaba con ese rostro sin emociones y yo no me daba cuenta, era normal sospechar ¿No?

El camino fue incómodo para  mí, yo necesitaba hablar con las personas pero no con él. Él tenía siempre pegada al rostro esa cara de: no me hables. Para él podía ser completamente normal andar con alguien en silencio, pero para mí no y me estresaba. ¡Era que era jodidamente diferente a él! Mientras él quería silencio, yo quería ruido, mientras él quería oscuridad, yo quería luz, mientras él preferiría tomar un café amargo, yo preferiría tomar cereales de "estrellitas" de colores. Polos completamente opuestos.

Por fin, para mi agrado y tranquilidad, llegamos al hospital pulido de blanco. Algo que me hizo gracia era que mientras mis zapatillas marcaban el verde color fuerte sobre la superfície de este, las suyas apenas eran una pequeña sobrita negra. Reí.

-¿De qué ríes? -Inquirió- ¿Acaso te has visto al espejo?

No lo resistí, le pegué sin fuerza con mi puño a su brazo. Este me miró por un momento, pero volvió a su faceta natural.

-¿Insinúas que soy fea? -Dije.

Entramos a la pequeña salita en la que se suponía que debía de atenderlo, pero sabía que esto para mí era como unas vacaciones pagadas. Bueno, no tan así, pero no hacer nada y que te pagaran era todo un lujazo.

-Sí -. Dijo rutondamente mientras asentía muy convencido de su respuesta y me miraba escaneándome. Ugh. -No solo es eso, tu pelo es muy...

Hizo gestos con las manos que no sabría identificar, pues era complicado entender las cosas cuando venían de él. Que él comentara despectivamente sobre mi pelo y aspecto era algo que me molestaba, no porque me hiciera sentir mal o algo por el estilo, eso me daba igual. Simplemente me molestaba que un Neandertal tuviera la cara de decirme eso, yo sabía qu evestía cien veces mejor que él.

-¿Precioso? ¿Hermoso? -él hizo una mueca de asco mientras se tumbaba en el sofá. Si que tenía una rutina ajetreada el tío...- Tú no estás para hablar -Dije ganándome la atención de este, no dijo nada pero sabía muy bien que su mirada me decia que continuara, aunque no me dijera nada lo haría igual -. ¿Cómo te teñiste el cabello? ¿Con hojas de marihuana?

Ok, debo admitir que eso hacia un paciente no era apropiado, y tampoco era que me divirtiera hacerlo ni que lo hiciera porque él hubiera "herido los sentimientos de mi pelo", solo lo veía como una forma de sacarle información poco a poco. Espera, ¿Y si realmente lo hizo así? ¿Acaso la droga teñía el pelo?

Muy bien, Evelyn Carson. Premio número uno a la mejor idiota con respuestas poco ocurrentes del año.

-Así es -Respondió.

Literalmente abrí mis ojos como platos. ¿Así es? ¿¡Así es!?

Ahora entendía todo. Entendía porque era así de amargado y poco socieble, pues debía de tenérselo muy callado el caracol jorobado cojo fantasma. Además, ahora que lo pensaba, la chica que el día anterior me adjudicño este cargo, parecía desesperada, como buscando a alguien para deshacerse del sujeto que tenía justo delante, medio dormitando en el sofá. Mi boca formó una perfecta O, ¿Era ese muchacho un criminal? ¡Vivía con un criminal!

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-¡Eres un criminal! -Grité muy fuerte.

Entonces me gané una mirada suya que me quitó la voz. Si su mirada "normal" era seria, esa no tenía descripción ni en la RAE.

-Era broma -Rió brevemente para volver a tomar su rostro de siempre- Te tomas todo muy a pecho.

Y sí, era literal, porque una mano se me había subido al pecho como señal de susto, pues era lo que me había dado el muy descarado. Aunque visto desde otra perspectiva, quizás me hubiera hecho algo de gracia, pero no era el caso.

-Rellena esto -le tendí unos papeles-.

Él cogió con un gesto rápido las hojas que yo sostenía con las manos y con desprecio y hastio las fue pasando rápidamente, no podía creer que estuviera realmente leyendo la información que debía concretar en cada apartado.

-No -. Respondió haciendo una bolita con los papeles y lanzándola a cualquier dirección de la sala.

Joder. ¿No podía ser algo considerado? ¡No hacia esto por gusto! Yo tampoco quería estar ahora en este lugar, sin embargo trataba de hacerlo ameno, aunque este fuera algo terco y no escuchara ni hiciera nada por mejorar. Si estás enfermo, lo lógico es curarte, ¿No?

-Te he dicho que lo rellenes - Dije mientras recojía y se los plantaba delante de la cara otra vez-.

-Y yo que no lo voy a hacer -Enderezó su postura en el sofá y me miró fijamente, como si de esa forma fuera a hacerme reternerme o algo.

-Lo harás -Le cojí una mano y le puse un bolígrafo en este, mientras que literalmente le incrustaba los papeles en la otra-.

Él me miró desafiante, tomó el papel y el boligrafo y con muchafuerza y sobretodo, desagrado, empezó a escribir. Me dirigí a mi sitio mientras buscaba información sobre lo que se podía hacer en estos casos de depresión, pues mis conocimientos sobre el tema eran nulos. Encontré varias páginas web, solo que la mayoría decían cosas que sabía que no podía hacer, fichitas y cosas así que Yoongi no haría, no porque yo no quisiera, porque él no correspondía ni colaboraba en absolutamente nada.

Unos papeles cayeron encima de mi mesa bruscamente y luego lo hizo el boli. Alcé mi mirada viendo como Yoongi se dirigía de nuevo al sofá después de haberme entregado las hojas que debía rellenar. Las cogí entre mis dos manos y las revisé mientras me colocaba de nuevo las gafas sobre el puente de mi nariz, y la respuesta no me sorprendió en lo absoluto:

NO VOY A COLABORAR, NO TENGO ENFERMEDADES MENTALES.

YOONGI.

Miré al chico que estaba mirando a la nada pensándolo todo. Este chico era espectacular, era capaz de decir eso cuando sabía que tenía que esforzarse un poco, pero siempre se empeñaba en que él no tenía nada, entonces, ¿Por qué venía aquí?

-¿Qué haces aquí? -Inquerí.

-Respirar -Dijo sin mover la vista de donde la tenía, quien sabe donde-.

-Te hablo en serio-.

-Yo también-.

Bufé por su falta de amabilidad.

-Mira, me tomo esto muy enserio, no es para que bromees todo el tiempo -No le quité la mirada de encima, viendo como este se encogía de hombros-.

-De todas formas, tu vida seguirá igual que siempre -fijó su mirada en mí-, trabajas, disfrutas en tu mundo rosita y luego estás feliz por hacer feliz a los demás, dime, que tiene de importante eso.

Me quedé sin palabras.

-Ayudar a la gente es hermoso -Dije con honestidad-.

-Pues yo no necesito de tu ayuda -.

Sabía que eso para él no significaba nada, pero para mí y para mi sueño y carrera sí. Era como un jaque-mate.

Yo quería ayudar, claro que quería, pero nunca había visto que la gente no se dejara ayudar. Lo más lógico, es que cuando necesitas ayuda, estés dispuesto a recibirla. Es como si te dan un regalo por tu cumpleaños, esperan que lo abras. No es lo mismo, pero la verdad ese comentario hirió a mi persona. Necesitaba ayudarlo, joder.

Y quizás era eso, yo necesitaba algo de su opacidad y él necesitaba algo de mi luz.

Me hizo gracia Julia, y a vosotros? Cuál personaje os agrada más?

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