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30-Feliz...¿Sorpresa?

Evelyn.

Fregué mis ojos para tratar de sacar algo del arrastrate sueño que me perseguía. Eran alrededor de las seis de la tarde de un quince de julio, el día de mi cumpleaños. Sí, a pesar de que era mi día especial, debía trabajar como cualquier otro día. Era algo triste, pero nada que ver con mis últimos días en el pueblo madrileño.

"Que mala cara tienes", "duerme más", "¿Qué te pasa? Eran las tres frases que más me estaban repitiendo. Y sí, el dolor por lo de Yoongi iba menguando, pero no podía negarlo. No podía negar que cada noche que pasaba en vela pensaba en Yoongi y sus actos sarcásticos. Su sonrisa e incluso su enfado por lo de la música, por no decir que todavía me acordaba del día en que tiró mis brillitos decorativos a la basura.

A pesar de todo, trataba de convencerme de que nada iba a pasar, pues ya había pasado una semana desde que me fui y las únicas notícias que recibía eran las de Julia, pues la mujer se buscó la vida para aprender a llamarme por teléfono. Era un fenómeno, de verdad.

Me levanté del mostrador y fui a revisar que los zapatos estuvieran en su respectivo orden, pues una chiquilla algo maleducada se había dedicado a derrumbar todas las cajas al piso. En el momento en el que lo hizo contuve mis instintos de enfado, pero este era el precio a pagar: recojer y revisar cada una de las malditas cajas de cartón. Las fui apilando en columnas algo desiguales. En cuanto terminé, apoyé mi mano sobre mi espalda y bufé.

Sí, este no era un gran trabajo, pero era lo más frustrante que podías encontrarte. Al no haber personal, la poca gente que estaba dispuesta a aguantar aquello, tenía que esforzarse al máximo y dedicar hartas horas. Incluso invadiendo las de su tiempo personal.

Miré mi reloj de muñeca: eran las seis menos cinco. Sonreí al reloj por inercia, el cual no me devolvió la sonrisa.

Caminé hasta el pequeño vestidor que teníamos las empleadas y empleados del lugar para poder cambiarnos de ropa antes de salir. Entré en este y cerré la puerta con pestillo. No era un gran vestidor, tampoco estaba segura de si debía considerarse como tal, pero almenos tenía un par de perchitas que no venían para nada mal.

Saqué de la pequeña bolsita transparente que había escondido un vestido gris -algo ajustado- con detalles de florecitas y corazones. Me cambié rápidamente de ropa y me calcé con unas Nike de color naranja fosforito. Sí, sabía que esta combinación jamás conjuntaría, pero el caso era que trabaar en una zapatería te daba ventajas como esta, pues podías tener a tu disposición toda una colección de zapatillas Nike fosforescentes. Toda una pasada, vaya.

Vi mi reflejo en el espejo alargado que estaba apoyado en el suelo y empecé a retocarme el pelo, cuando oí unos sonidos. Fruncí el ceño algo indecisa por si salir o no, pero después de pensármelo dos veces, salí. ¿Y si era un ladrón? En verdad no tenía ni idea de quién estaría dispuesto a robar e ir a la cárcel por unas zapatillas tan poco relevantes y pasadas de moda. Era algo absurdo.

-¡Feliz cumpleaños! -Me abrazó mi madre en cuanto llegué a la parte más centrada de la puerta.

¿Qué estaba pasando? ¿No habíamos acordado de que yo iría a casa para merendar todos juntos?

-Gracias, mamá -Dije algo extrañada-.

Entonces, entraron Andrés y Sofía a la tienda, cada uno estrujándome en un abrazo.

-¡¡Felicidades, primer miembro del escuadrón Morcilla!! -Dijeron ambos.

Reí por la graciosa forma que tenían de desearme un feliz cumpleaños.

-¿Qué es todo esto? .-Dije viendo como todos iban arreglados. Sorpresa era que Andrés no calzara esas horribles zapatillas viejas.

-Tenemos una sorpresa -Sonrió Sofía-.

Andrés asintió.

-¿Sorpresa? No hacía falta, chic-

Entonces, cuando creí que esto no era suficiente, vi algo...

Una cabellera de color menta se hizo presencia en el lugar. Me quedé helada mientras veía aquella imagen acercarse. Aquella escuálida figura vestida de colores de la morgue, ese paso de tortuga o más bien de caracol jorobado y esa sonrisa que me hacía dudar sobre mi ritmo cardíaco.

¡Yoongi! ¡Min Yoongi estaba caminando hacia mí! Abrí mucho los ojos mientras notaba que el corazón estaba a punto de salirse de órbita. No sabía si esto era un maldito sueño, pero después de pellizcarme disimuladamente el brazo, supe que no.

-Feliz cumpleaños, Evelyn -Dijo él cuando estábamos a centímetros de distancia-. Lo sient-

No aguanté más. Le tomé el rostro, y aun sabiendo que mi madre y mis amigos estaban presentes en el lugar, me acerqué a su cara. Nos quedaban milímetros de distancia. Yo lo miraba a él con los ojos cristalizados por la emoción, y él me miraba a mí con aquella chispa de felicidad que conseguía destruir a cualquiera. Fueron milésimas de segundo las que pasaron mientras yo lo miraba y él miraba a mí, yo tomándole suavemente por las mejillas. Entonces, él unió nuestros labios, causando una sensación de cosquilleo que me recorrió todo el cuerpo. Lágrimas brotaron de mis ojos mientras él movía lentamente nuestros labios.

Me sentía completa, me sentía yo misma por una vez en mucho tiempo.

Entre aplausos y vítores provenientes de mis amigos, fue mi día más especial.

Él se separó de mí un poco y me miró fijamente con esa sonrisa ladina que tanto amaba ver.

-Supongo que somos novios -Dijo-.

Se lo confirmé, pero no con palabras. Salté y le di un casto beso para abrazarlo con todas mis fuerzas.

-Sí, chico de la morgue -Dije con las mejillas algo acaloradas y el corazón latiéndome a mil-. Supongo que somos novios-.

El sonrió de nuevo y sin más, volvió a besarme.

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