3
Fregué mis ojos con fuerza, me dolía la cabeza a más no poder. Me senté en mi cama, eran las cinco de la mañana, dentro de muy poco debería de levantarme para ir a mi trabajo, pero ya que. Me levanté y me dirigí al cuarto de baño.
Se trataba de un pequeño cubículo con las paredes de madera -o eso parecía- y el suelo tapizado de color blanco. Demasiado aburrido para mí, alguno de esos días trataríad de darle mi toque personal, aquello parecía la morgue. Para completar el fabuloso diseño de este, se encontrban un fregamanos, un baño y una ducha. Muy simple, por lo menos tenían un pequeño espejo adicional que me serviría de mucho.
Miré mi caray mi estado era cuanto menos, deplorable. Querría decir que tengo un despertar de princesa, de esas chicas que amanecen sin rastros de sueño y con el pelo en perfecto estado, pero yo era lo contrario: ojeras, la almohada marcada en mi cara, la marca de mis gafas incrustrada en medio de mi nariz y mi precioso pelo rosa salía con las puntas en direcciones sin sentido. Era un completo desastre, pero todo tenía solución, ¿Verdad?
Con una pereza impresionante y sin que los pinchazos de dolor desaparecieran de mi cabeza, me metí en la ducha. Abrí el agua esperando bañarme al estilo Jacuzzi, pero entonces la agua helada procediente del mismísimo Polo Norte me hizo estremecerme. Sentí como todos los vellitos de mi cuerpo se erizaban mientras yo trataba de cambiar el agua, pero era imposible: no había agua caliente.
Me duche a una velocidad sónica mientras respiraba pesado, aquello era lo único que me faltaba para terminar en urgencias, chistoso que era el lugar al que dentro de dos horas me encontraría trabajando. Quizás podía presentarme allí como una médica enferma.
Salí de la ducha envuelta como un Maki japonés y me dirigí a mi habitación, la qual, al igual que el cuarto de baño, necesitaba urgentemente de mi toque personal. Me arrastré a mi maleta, con la nariz roja y los ojos llorosos, rebusqué lo que fuera que me iba a poner el día de hoy. Cambié mis zapatillas de color verde por otras de color amarillo, cada cual más fosforescente que la anterior. Me vestí con unos simples jeans y una camiseta que ponía claramente: Fuck everything. Sabía que la gente en su primer día de trabajo iba más formal, pero yo no era igual a toda esa gente, yo era diferente. Nada en mí podía combinar, tenía que ser desodenada y la vez brillante, de alguna manera.
Cogí mi mochila que tenía un estampado de pintura como si fuera de spray metí documentos y mi monedero con las cosas esenciales que iba a necesitar y caminé con pesar hasta la cocina. Con suerte, mucha, había un paquete de pan bimbo en rebanadas. ¿Cómo podía haber eso en una casa? Me extrañaba el hecho de que la casa tuviera cazuelas y otras cosas, pues además de restos de comida, tenía más mobiliario. ¿Esto era cortesía?
El pan no estaba en mal estado, lo tosté con la tostadora -sí, había una, sorprendentemente- y al poco tiempo me la comí. No tenía mucho más, tampoco tenía hambre ya que el dolor de cabeza bloqueaba cualquiera de mis necesidades, algo que me molestaba. Hoy era mi primer día de trabajo, ¿Enserio debía empezar de esa forma?
Faltaba poco para tener que irme, por lo que agarré mi mochila y me la colgué al hombro, saliendo como siempre, dando un portazo que se hacía sonar hasta las afueras de la ciudad. Bajé los peldaños de las escaleras mientras revisaba en mi celular, en España debía de ser de madrugada, así que llamaría más tarde a mis amigos/familiares, cuando ambos tuviéramos tiempo libre.
Cuando me encontraba a un paso de salir del edificio, la mujer que me había encontrado el día anterior, me sorprendió a un milímetro antes de tocar el pomo de la puerta.
-¡Buenos días! -Oh, no. Por favor no me chilles para darme los buenos días... me giré con mi mejor mueca de felicidad matutina y la devolví el saludo.
-Buenos días -Dije con notablemente mucho menos entusiasmo que ella, realmente estar con terrible dolor de cabeza y tener que aguantar que te griten por la mañana era algo estresante... Pero no era que no me agradara, de hecho me parecía muy amable su saludo y eso, pero no me gustaba que me gritaran en plena mañana.
-¿Vas a trabajar? -Dijo viendo mi aspecto.
-Así es -Hice una breve pausa-, debo de irme -señalé la puerta, pero esta parecía querer tener una conversa extensa en ese justo momento, sabiendo que tenía que irme-.
Empezó a hablarme de sus hijos, ¡Sus hijos! No era por ser grosera, pero le acababa de decir que debía irme y ella seguía sacando tema de conversación, tema tras tema, cada uno me interesaba menos. Traté de mirar mi reloj de muñeca, quizás de esa forma ella veía que estaba haciendo un sutil intento de irme, pero ella se limitó a verme y sonreír de nuevo, contándome ahora la vida de sus nietos. Cuando por fin terminó de hablar, después de contarme sobre todo su árbol genealógico, se dió media vuelta y sin despedirse de mí ni nada, se fue dejándome ahí plantada.
Genial: dolor de cabeza, ducha fría, una señora que me deja plantada y yo que llego tarde a mi trabajo. ¿Peor? Imposible.
Bufé y salí del edificio, para empezar a caminar unas cuantas cuadras.
Creí estar perdida totalmente cuando por fin vislumbré el gran hospitalde color blanco. ¡Aburrido! ¿Por qué todo era tan malditamente monótomo? Acababa de llegar y ya sentía la imperiosa necesidad de encontrar unos recreativos y echar mi dinero de forma tonta.
Llegué a las puertas de cristal de este, y solo puse un pie sobre el suelo de brillante color blanco -y dale con el blanco- cuando una mujer muy apurada se me echó prácticamente encima. Iba perfectamente vestida, tanto, que me sentía algo intimidada, pues también era algo más alta que yo, su piel era pulcra y su pelo castaño se mantenía en un moño alto sobre su cabeza, totalmente recojido. En cambio, mi pelo era... ¿Cómo decirlo? Algo extraño, de color extraño -pero precioso, obviamente- y recojido de una forma extraña. Mejor no hablemos de mi mochila o mi camisa, pasemos a mis zapatos que literalmente hacían que toda la superfície -prácticamente transparente- del hospital tomara un fuerte color similar al de un semáforo.
Era cómico de cierta manera, pues el color amarillo había sustituído al blanco.
Se veía mejor así, que queréis que os diga, igual de esa forma la gente de allí se alegraba algo más.
-¿Eres la chica nueva? -Joder, que rapidez. Si que destacaba, pues.
-Eh sí -Logré articular-.
-Sígueme -La chica caminaba, prácticamente corría-.
Traté de seguirla mientras que el sonido que emitían mis zapatillas al resbalarse contra el suelo me avergonzaba y nos acompañaba todo el trayecto. Pasamos pasillos e incluso compartimos un ascensor lleno de incomodidad, -claro, ella no era como el taxista de chistes malos que te sacaba conversación en 0,- y finalmente, llegamos a una pequeña sala. Nos mantuvimos fuera de esta, la mujer picó sus nudillos contra esta y me miró:
-Hoy empezarás tu trabajo, tienes que cuidar a la persona que está ahí dentro -Dijo-. Su nombre es Min Yoongi, tiene fobia social y habla de depresión.
-Pero yo no he estudiado psicología -Traté de decir, pero aquella chica de perfecta vestimenta me empujó dentro de la sala tendiéndome un par de papeles, en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba a solas en una sala con un chico que tenía ¿Depresión? ¿Fobia social? La habíamos liado un poquito, más que nada, yo no estaba capacitada para ayudar a alguien que vestía de cementerio y tenía la mirada de hielo, no.
Pensé rápido, quería que me tragara la tierra, o cualquier cosa. Mi dolor de cabeza no se reducía, mientras que rápidamente ojeaba aquellas hojas. ¿Pero qué demonios iba a hacer? ¡Yo no estaba especializada en eso! ¡Yo había estudiado medicina, no psicología! Bufé mientras mi mirada pasaba de arriba a bajo sobre los aburridos papeles.
1 CASO A TRATAR PARA LA SEÑORITA EVELYN CARSON.
Nombre del paciente: Min Yoongi.
Edad: 19 años.
Enfermedad: Tiene fobia social, y según sus padres han comentado, depresión, cosa que el paciente niega reiteradas veces.
Opinión del paciente: No voy a hacerles caso.
Firma del paciente: -La casilla estaba vacía-.
Estas fichas eran penosas, no dejaban información detallada, ni tratamiento ni nada. ¿Y bien? Evelyn Carson, ¿Qué hará usted ahora? No tenía ni idea, me habían echado allí sin información, además de abandonarme a mi juicio y a mi suerte, cosa que no era para nada recomendable.
Miré abiertamente a mi paciente, el cual me sacaba un año. Estaba sentado despreocupadamente sober uno de los sofás que había en la salita, mirándome fijamente cono si tuviera ganas de matarme, cosa que daba algo de miedo. No quería este trabajo, pero no iba a ponerme a llorar y patalear como una niña de cinco años, solo debía de aguantar unas seis horas y ya podría marcharme a casa, nada malo, ¿Verdad?
-Veamos...-Dije moviendo mis manos hacia delante y hacia atrás- ¿Eres Yoongi, verdad?
Él no despegaba la mirada de encima de mí, cosa que me empezaba a molestar. Solo permitía ese comportamiento si era mi amigo el que lo hacía, pero viniendo de un desconocido, me ponía enferma, odiaba que la gente hiciera eso. Empecé a caminar por la salita, sabía que no tenía que decirle, empezaría con lo básico, tampoco era que quisiera tener que saber de su vida.
-Todo lo que quieras saber está en el papel -Dijo desinteresadamente, cosa que me molestó un poco.
-Ya, pero el papel es una mierda y no aclara nada -Contesté molesta por todo: mi dolor de cabeza en aumento, todo lo de la mañana, esto...-.
Él sonrió con ironía, pero a mí me daba igual.
-Alguien que entiende -Dijo por fin-.
Me senté en una silla giratoria que había y empecé a realizar mi trabajo: dar vueltas tontas en la silla mientras él estaba echado en el sofá. Era molesto no tener nada que decirle, pero a la vez tenía que saber de él di quería ayudar.
¡Evelyn!- Me llamó mi cerebro- ¡Viniste aquí para cunplir tu sueño, centrate mujer! Era cierto. Me enderecé en la silla y dejé de hacer el tonto.
-Bien eh -Medí mis palabras- ¿Exactamente por qué tienes fobia social?
Al carajo con medir las palabras, Evelyn nunca sería de las personas que medían sus palabras antes de hablar, no. Aun así me daba igual, debía y era mi obligación ayudarle, él debía de opner de su parte si no quería terminar en mi ignoración. O sea, que yo lo ignorara, hecho que tampoco creo que le importara demasiado.
-¿Crees que te contaré eso siendo que no te conozco? -Rió sin pizca de gracia- A todos vosotros os importa una mierda si estoy bien o si estoy mal, solo hacéis vuestro trabajo. Agradece que cunado vengan los médicos me haré el bueno.
¿Qué? Con todo el respeto del mundo, yo estaba ahí porque ese era mi sueño, no solo porque tuviera que trabajar en aquel lugar -que también-. Yo vine con el propósito de ayudar a la gente, de sacarles una sonrisa, y este chico con nombre "Yoongi" decía con pocas palabras que iba a pasar de mi cara y que haría como si nada delante de los médicos. ¿Acaso era que quería seguir mal? ¿Era masoquista? No entendía nada, pero yo quería seguir mi propósito, Evelyn, Evelyn Carson daba su palabra de que no iba a dejar un solo paciente sin antender, y este peliazul no iba a ser ninguna excepción, por muy chulo que se las diera.
Suspiré pesadamente, aquel no era el mejor momento para rechistar, no.
-Mira, yo vine aquí con el propósito de sacarles a todos una sonris- Dejé de hablar cuando este se levantó -por fin del sofá y se acercara peligrosamente a mí, cruzando sus brazos. No me callé porque ese tío me intimidara, solo por que se me hizo interesante que con esas palabras lo hubiera sacado del sofá, que en cambio a todo el hospital, tenía mantas de color negro. ¡Pero que no estábamos en la época del cine descolorido, por favor! ¿Acaso no les enseñaron en el jardín de infantes lo importante que era la necesidad de color en el mundo? Amargados...
-¿Una sonrisa? ¿Pero quién te crees? -Giró la cabeza negando una y otra vez y me volvió a mirar con desagrado- En el mundo no solo se necesitan sonrisas, ¿Sabes? Y yo no tengo ningún problema-. Bufó- ¿Acaso es un problema no relacionarte con la gente?
Me quedé muda. ¡Claro que lo era! Almenos para mí, la chica rosita necesitada de colores, gente y pasión.
-Exactamente -Respondí vacilante-.
-No tengo necesidad de conocer gente, ni la voy a querer jamás -respiró-, ¿Para qué querría eso? Solo es una preocupación adicional a tus problemas, no hay necesidad de tener.
Me quedé con la boca abierta, tanto, que mis gafas se bajaron hasta casi caerse. Me las empujé con mi el nudillo de mi dedo índice. ¿Tenía razón? No lo sabía, pero tampoco hacía falta exagerar tanto, tener amigos, en casos normales, era positivo. No lo iba a forzar, pues él no quería estar en aquel lugar y yo menos. Quería salir de allí en cuanto antes, pues al final me quedaba sin argumentos. Me sentía incómoda.
¿El primer día y ya estás estresada, Evelyn? -Maldita conciencia desalentadora.
Pues sí, por que se suponía que debía de tener argumentos para contraatacar los del chico, pero era difícil, pero un médico siempre debía de tener solución, y yo no tenía solución para nada. Me sentía desarmada y poco profesional, pero realmente aquel tampoco era el campo en el que debería de estar. ¡Que me tocaba pediatría o algo por el estilo, no esto!
Él se volvió a sentar en el sofá y yo no sabía muy bien como reaccionar, hasta que finalmente me senté en la silla giratoria, dejando que mi curiosa mirada inspeccionara el lugar.
La habitación en sí era pequeña, con un sofá, una mesa con la silla y varios estantes con libros. No me sentía cómoda, aquello era todo lo opuesto a mí, pero el trabajo no era un lugar donde debñia de pedir gustos, ¿Verdad? De todas formas estaba bloqueada, no sabía como hacer para ayudar al tal Yoongi, que se mantenía viendo vídeos a todo volúmen.
-¿Qué ves? -Otra vez atacaría con preguntas, esperaba que contestara algo productivo.
-Vídeos-.
Qué grande eres, no sabía que veías vídeos campeón. Rodé los ojos, ¿Quería jugar? Estaba bien.
-¿De que son los vídeos? -Resalté la última palabra.
-De música -.
No me jodas.
-¿Escuchas rap? -Dije echándome a un lado suyo, haciendo que él se alejara un poco de mí, supuse que el espacio reducido no era lo suyo.
Él no dijo nada, cosa que me tomé como un sí irrefutable. Bajó el volúmen de la musica y frunci el ceño, pues pasó de mi cara prácticamente durante una hora.
Me encontraba sentada en la silla giratoria mirando atentamente a Yongi, faltaban unas dos horas para terminar mi larga y pesada jornada de la cual no había conseguido absolutamente nada de provecho, pues Yoongi no quería hacer nada, se limitaba a decir qeu él no estaba enfermo, que todo era invención de sus padres. Yo suspiraba y me frustraba no poder ayudarlo, pero si realmente tenía razón y no tenía nada, tampoco estaba mal.
Estaba ya por irme, abrí la puerta de la sala y cogí mi mochila y simplemente abría la puerta, estaba decidida a irme de el lugar cuanta antes posible, aquello no era agradable, no podía mediar palabra con Yoongi por que él estaba todo el tiempo con su celular ignorando al mundo.
Él se me adelantó y salió antes que yo, no sabía si él podía irse, pero no me importaba. Supuse que la encargada de saber eso era yo, y yo no sabía nada, por lo que me dió igual. Aquello para el muchacho no era agradable, a él no le gustaba estra en ese lugar, por lo que n iba a someterle a hacerlo. Ya suficientes veces me había repetido que la hoja que yo tenía sobre las manos mentía, de modo que me negué a insistir más o tna siquiera presionarle, no me correspondía.
Caminé por los pasillos mientras pensaba en mis cosas cuando choqué repentinamente con un chico, haciendo que una lata de café que llevaba cargando se le derramara encima, haciendo que su traje pulcro se ensuciara del caliente líquido.
-¡Lo siento mucho!- Traté de limpiarlo con una servilleta, la situación era incómoda, pues el líquido se espercía más creando una mancha de color marrón en su traje. Podía sentir como mis mejillas se tornaban de un color granate, mientras trataba de no parecer patética -cosa que ya era imposible-.
-Tranquila no pasa nada -El chico me tomó por las muñecas y me hizo mirarle a los ojos. Podía notar cierta pizca de diversión en su mirada, cosa que hacía que yo me avergonzara mucho más, me sentía terrrible-. ¿Eres la nueva?
El castaño me miraba con fijeza.
-Sí -Respondí soltándome de su agarre, pues aun nos manteníamos cogidos de las manos-.
-Está bien, adiós -Se despidió con la mano, mientras se dirigía hacia los pasillos de los cuales yo había venido.
Que raro.
Salí de mis pensamientos mientras salía del hospital, lo único que esperaba era que todos los días no fueran así, pues era demasiado pesado en ese caso. Caminé por las calles que ya estaban teñidas de un azul oscuro y vi un supermercado. Si algo aprendí en mis clases de inglés, era que sin duda la comida típica eran los "fish and chips", que eran básicamente patatas fritas con pescado. Agarré un carro del lugar y fui llenándolo de comida y demás, pues además de tener hambre tenía unas ganas inparables de decorar el cementerio que constituía mi casa, era realmente urgente.
Agarré pósits, cintas de colores, pegatinas de todo tipo, figuritas de muñecos, algún que otro muñeco... Miles de cosas de las que después me arrepentiría por haber invertido tnato dinero, pues estaba segura que pocas de ellas gastaría. O tal vez no, el cambio que le haría a la casa iba a ser radical.
Mientras pasaban los objetos por la caja registradora, más me arrepentía de ser tan impulsiba y tan poco recapacitadora, ¡Pues por poco me llevo el súper entero! No me sorprendió la cuenta a pagar, extremadamente cara, bueno sí que me sorprendió a manera tan fácil que tenía de gastarme el dinero. Todo un despilfarro, y eso que aun no había visitado los recreativos.
Salí del super con cuatro bolsas, dos en cada brazo que iba equilibrando para no tener que ir de vuelta al hospital, en este caso, para cambiarme las manos -si es que eso se podía-.
Me faltba relativamente poco para llegar a casa cuando mi teléfono empezó a sonar, podían ser mis padres o mis amigos.
Efectivamente, era Sofi.
-¡Hola Sofi!- Respondí a la llamada.
-¿Cómo estás?- Habló ella, como siempre y como yo, con las preguntas directas. Se oía ruido, debería de andar en la calle.
Pasé por el portal de mi edificio, por suerte no eestaba la señora de la mañana, pues ahora no tenía tiempo para su charla sobre su vida, necesitaba decorar el lugar donde vivía y dormir.
-Bien bueno...-Dije mientras subía las bolsas de la compra y sujetaba el teléfono entre la cabeza y el cuello, algo impresionante que no se me cayera. Abrí la puerta de mi casa mientras seguía hablando- pero la casa en la que vivo parece la morgue, toda aburrida e igual. La voy a decorar, me tardará mucha faena sin duda...
Dejé caer las bolsas en el suelo, estaba agotada.
-Amiga, me alegro de tu bienestar -Dijo ella, parecía apurada-. Me tengo que ir, te mensajearé lo pronto que pueda-.
-Está bie- No pude terminar la frase, me cortó la llamada en mis propias narices. Agh, odiaba que la gente me hiciera eso, era furstrante.
Pero nada era tan frustrante como la imgen que tenían delante.
-¿Qué haces tú aquí? -Inquirió Yoongi.
-Eso querría saber yo también-.
Él se cruzó de brazos.
-Esta es mi casa -. Hizo una pequeña pausa- Vete, invades mi propiedad.
-Esta casa es mía -.Repliqué.
-Es mía, no tuya -Repitió él como si on le entendiera-.
Me apresuré a dirigirme a mi habitación y rebusqué entre los cajones que había en una mesita y saqué unos folios impreos que mostraban que la casa era mía. Parece que Yoongi pensó los mismo que yo, por que cuando me dí la vuelta para volver al salón y mostrarle que era mi casa, él estaba detrás de mí plantándome los papeles en la cara, yo hice lo mismo.
Ambos fruncimos el ceño y miramos los papeles del otro.
-¿Es una...?
-¿¡Casa compartida!?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro