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23

Evelyn.

*Una sintonía perfecta no existe, pues recordemos que la misma perfección es un defecto.

Eran alrededor de las ocho de la tarde cuando terminé la llamada con mi madre y estaba rebuscando las llaves en mis pantalones. Jeon y yo habíamos a la misma heladería que anteriormente visitamos, realmente me lo pasé genial probando aquellos helados con sabores exóticos.

Estaba deseando entrar a casa y enseñarle a Yoongi una figurita que le había comprado, pues después de que me marchara de la heladería, encontré un muñequito de colores oscuros que me recordó a él. Decidí comprarlo y dárselo como una "sorpresa", pues de esa forma seguro que podría ver esa sonrisa suya que tanto me gustaba. Puede que me gustara ver a la gente sonreír, pero ninguna de esas sonrisas se podrían haber comparado con la hermosa que tenía Yoongi, que aunque solo la dejara mostrar en escasas ocasiones, hacía que el corazón te volara.

Saqué las llaves y con un rápido movimiento, abrí la casa. Pasé dentro de esta con una sonrisa estampada en la cara, pues la misma idea de ver al peliverde me agradaba demasiado. Caminé por la casa, extrañándome no verlo comiendo o rondando por ahí.

-¿Yoongi? -Lo llamé- ¡Yoongi! -Grité al no obtener respuesta.

Pero la respuesta nunca llegó, de no ser mis mismas palabras rebotando entre las paredes. El corazón se me oprimió mientras avanzaba con rapidez por la pintoresca casa. Las pulsaciones empezaron a dispararse mientras mi mente planeaba los peores escenarios.

Yoongi no estaba. Entonces recordé lo de "cuentas pendientes". 

Me dirigí a su habitación, la cual extrañamente, tenía la puerta abierta. ¿Yoongi y puertas abiertas? Eso no era compatible en ninguna de las suposiciones, en ninguna.

Me dirigí a mi habitación algo preocupada. Quizás yo estaba exagerando y él solo había salido a tomar el aire, aunque el único aire que él tomaba era el oxígeno que entraba por sus fosas nasales.

Vislumbré un pequeño papelito encima de la mesa de mi habitación y no pude evitar fruncir el ceño. Yo no había puesto ningún objeto en esa mesa, almenos eso creía recordar. Me acerqué con mis piernas temblando y no pude reprimir una mueca de extrañez. Aquello tenía mala pinta, muy mala pinta. Tomé el papel entre mis dedos y traté de agudizar mi vista para poder leer algo en aquella hoja.

Por ti, me estoy arruinando Quiero parar, ya no te quiero No puedo hacerlo, esto es una mierda Por favor, no me des ninguna excusa No puedes hacerme esto.

PD: Lo siento, Evelyn. Quizás esto sea lo último que veas mío, Yoongi.

Tuve que releerlo una decena de veces para tratar de entender el significado que tenían esas líneas sin demasiada coherencia, pero no lo logré. Mi mente trabajaba rápido mientras esas letras resonaban en mi cabeza. ¿Qué estaba pasando? ¿Lo último que viera suyo...por qué?

Salí corriendo de la habitación con el corazón en el puño y con las ganas de llorar superándome. Sabía que la única persona capaz de entender tal cosa era nada más ni nada menos que Julia. Ya no aguantaba más sin obtener respuestas, más si se trataba de Yoongi. Ese chico era demasiado misterioso, incluso, para su propio bien.

Algo andaba mal y lo sabía.

Rebenté -o mejor dicho, fundí- el timbre a timbrazos  de la casa de la señora de bucles dorados. Ella lo sabía todo, estaba segura.

-¡Ya voy! -Se oyó desde el otro lado de la puerta.

La señora que iba vestida con unos gracisos pantalones de gatitos, vistiendo una de esas camisas algo horteras de su época, me abrió la puerta. En otra ocasión me hubiera reído, pero esa no era la ocasión indicada para estallar en carcajadas, no.

Ella sonreía abiertamente con esa alegría propia suya, pero al ver mi cara de desesperación y de sufrimiento, frunció el ceño y cambió totalmente su semblante divertido a uno serio. Puso sus manos sobre sus caderas tal y como yo la hacía, solo que a ella le quedaba mucho mejor que a mí esa postura de firmeza.

-¿Qué te sucede, querida? -Dijo comprensivamente.

-Yoongi -Una palabra, seis letras y un segundo para pronunciarla, fue lo que me dió la entrada directa a su casa-.

-Habla -Dijo una vez estábamos dentro-.

¿Habla? ¿Por dónde se suponía que debía de empezar? Yoongi era alguien complicado, tanto de tratar como de entender, por lo que poder hablar sobre él, también lo era. Podía ser que yo hablara sobre cualquier tema con una habilidad sorprendente, pero cuando se trataba del chico de la morgue, todo se tornaba más complicado. Tenía los ojos cristalizados y las palabras no salían de mi garganta por mucho que yo implorara que lo hicieran, era algo frustrante cuando la situación requería explicaciones.

Apreté el papel que tenía en mi mano, no sabía si hablarle sobre lo que había escrito o simplemente mostrárselo directamente, ¿Pero qué tenía que esconderle a ella? Si quería respuestas, lo primero que debería de hacer era mostrar la evidente prueba.

Ella me tomó por los hombros y la preocupación tiñó su rostro.

-Dime que está contigo -Suplicó-.

La miré directamente a los ojos. ¿Saben eso de que los ojos son el espejo de nuestras emociones? Ella entendió que evidentemetne, él no estaba conmigo.

-Necesito saber que es lo que escondéis -Pedí-. No puedo vivir sin saber lo que le sucede, lo tenéis que comprender -Dije desesperada.

-No te puedo decir nada...-Dijo algo apenada-.

Pensé rápido mientras miraba hacia el techo, haciendo un esfuerzo terrible por no llorar. ¿Cómo podía mantenerme de pie? Ni yo lo sabía. Mi pierna picaba el suelo haciendo que el momento se tensara más de lo que ya estaba, mientras trataba de encontrar alguna cosa que me sirviera para convencer a la señora. Por sorprendente que fuera, Julia era prácticamente idéntica a mí, y no solía abrir la boca en cuanto tenía algo que callar. Pero yo necesitaba esa información costara lo que costara, pues lo necesitaba por mi mismo bienestar y por el suyo. ¿Cómo iba a ayudar a Yoongi desconociendo sus problemas? Era prácticamente imposible.

Entonces se me encendió la bombillita mental.

-Si me cuentas lo que le pasa, te enseñaré esto -Dije mostrando el papel que anteriormente había leído-. Me lo escribió Yoongi -Dije-.

Ella trató de quitármelo de las manos, pero conseguí esquivarla con un rápido movimiento.

-Primero dime lo que pasa-.

Suspiró mientras se dirigía al salón a sentarse en una silla, el mismo acto la delató, pues lo que iba a relatarme no era poco. La seguí con convicción, pues no me había costado ningún esfuerzo conseguir la información que necesitaba. Al menos...

-Todo empezó con la señora Min -Habló-. Yoongi estaba obsesionado con su sueño de ser músico, rapero, pero su madre estaba totalmente opuesta a su decisión. Ella quería que él ocupara su puesto en su gran empresa, por lo que tuvo que actuar.

Se detuvo mientras mi mente no dejaba de plantear diversas hipótesis, pero ninguna era acertada a la realidad:

-Él estaba enamorado de la novia de Jeon, tu ...respiró hondamente- jefe. Todos eran muy amigos en ese entonces, pero entonces...-Se calló-.

¿Sabéis que significa cuando una persona deja de hablar en un momento como este? Que nada bueno está por venir, y no me equivocaba. Cada vez me sorprendía más, pues jamás imaginé que Yoongi, con sus celos y rabietas, fuera "muy amigo de Jungkook". Había un detalle que no encajaba, pues ¿Por qué se odiaban ahora? La respuesta no tardó en llegar.

-La señora Min asesinó a Miriam, la novia de Jungkook, en sus mismas narices mientras ellos no podían hacer nada -Sollozó-. Desde entonces, pensé que Yoongi era lo más parecido a mi hijo, por lo que necesitaba protegerlo, le compré la casa en la que ahora vivís -.

Se hizo un largo silencio mientras trataba de asimilar todo lo que estaba entrando a mi cabeza. ¿Yoongi pasó por todo eso? ¿Por qué demonios se lo seguía tragando? La respuesta era muy evidente, pues aquello debía de ser una trauma demasiado fuerte para él y no lo podía negar. Mis ojos empezaron a arder con el solo pensar por lo que el peli verde había pasado. Después de todo, él no era más que una persona como yo, con esa marquita insuperable pero que a la vez trataba de borrar.

Sentí como si una mano invisible tomara mi corazón y lo estrujara, todo eso sin romperlo. No podía romperme, no si quería encontrar al peliverde. Pero la sensación era horrenda. Sentía como si el mismo oxígeno que necesitaba para vivir me fuera pesado, mientras que mis manos empezaron a sudar incotrolablemete.

Me abalancé a ella para estrujarla en una abrazo. Yo podía aguantar de todo, o eso creía, porque en ese momento me sentía como una débil taza de cristal al borde de una mesa. A punto de caer y de quebrarse en mil pedazos, aun así, me mantenía impasible.

Pero la mujer no era como yo. A ella le podía afectar más lo que dijera, pues era mucho más mayor que yo y esas noticias no eran de su agrado.

-Él te ama -Dijo entre sollozos-. Se fue para evitar que su madre te perjudicara, yo lo sé. Muéstrame el papel, por favor -Dijo ella-.

Como lo prometido es deuda, me saqué el papelillo arrugado y se lo mostré. Ella lo tomé entre sus finas y delicadas manos, pasando su vista sobre este. No puedo evitar sonreír amargamente, hecho que mi corazón doliera más.

-¿Sabes? Que él te haya hecho esto es...-Parpadeó un par de veces mientras seguía sonriendo de esa forma tan hiriente- Realmente conmovedor. 

-Debería de buscarlo -Dije mientras me levantaba de la silla en la que había permanecido sentada, haciendo un ruido ensordecedor-.

Pero antes de que pudiera tan siquiera marcharme, la mujer me tomó del brazo. La miré extrañada mientras ella me hablaba con su mirada, pero nunca fui vidente para descubrir los que ella trataba de comunicarme.

-No vayas -Mandó preoupada-. Es peligroso-.

Me giré para verla mejor.

-¿Sabes? Quizás él ahora sea mi prioridad -Retuve las lágrimas-. Me da igual el peligro, voy a luchar-.

Ella negó con la cabeza.

-Eres igualita a él -Sonrió tristemente-. Ten cuidado. Sobretodo de Jeon-.

Asentí con la cabeza y salí de la colorida casa.

Y entendí varias cosas.

Él no era tan oscuro. Trataba de retener aquel pasado que lo carcomía, yo, al contrario, trataba de cegarme con la luz. Pero cierto era que Yoongi fue siempre un calco de ese lado oscuro que siempre tuve, ese que no quería que saliera a la luz. Él quiso guardarse sus problemas, quiso hundirse en su pequeño mundo mientras ignoraba lo que a su alrededor sucedía. Y yo era todo lo contrario.

Éramos como la luna y el sol. Nunca podríamos encontrarnos, sin embargo, sin noche no había día y viceversa. Sin Evelyn no había Yoongi, sin Yoongi no había Evelyn. Porque no todo en la vida tiene que ser similar, la gente debería de buscar la diversidad en vez de ser conformistas con lo poco que tienen. Y Yoongi era la clara lección de las etiquetas no existían.

Él no era un chico de la morgue, él era Yoongi. Era un chico que vestía de negro y que tenía el cabello de color menta. Era cariñoso y un romántico cuando quería, aunque la delicadeza nunca fuera su fuerte. Él era oscuridad y dolor, pero a la vez era amor y persistencia. Él era Yoongi, no el depresivo amargado del que no podías confiarle ni tu nombre. Era una persona con miles de historias que contar, por lo que una estúpida etiqueta jamás podría definirlo.

Y yo no era la chica rosita. Yo era Evelyn. Una chica con el pelo rosa y unas Nike tan llamativas que podían derretirte las retinas. Alguien que lo único que quería ver era sonrisas y sueños, porque ella sabía que jamás podría tener los suyos. Nadie se podría atrever a juzgar a las demás personas, sobretodo, sin saber su historia. Y quizás yo lo hice con Yoongi, motivo de mi arrepentimiento.

Entendí que la vida no se basaba en unas estúpidas etiquetas, pues nadie podía conocer a otra persona tanto como para colgarle ese cartel invisible.

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