12
Evelyn.
Recogí a Revólver del sofá, extrañamante esta mañana había amanecido en mi cama. No recuerdo con certeza lo que hice ayer por la noche después de ver la película con Yoongi, pero lo que sabía con certeza era que la cabeza me dolía demasiado. Me ardía a más no poder mientras unos pinchazos me atormentaban, por no hablar de la sensación de vértigo que tenía. Era horrendo, de verdad.
Creía que me iba a desplomar en cualquier momento, no tenía estabilidad total sobre mí misma, por lo que caminé de vuelta a mi habitación. Al entrar en esta, el mareo se intensificó al ver tanto color. Espera, ¿Había dicho yo eso? Sí, si lo dije. Todos aquellos colores hacían destellos en mi cabeza y a la vez me mareaban más de lo que ya estaba.
Me acosté en la cama y miré al techo de color rosa. Cerré los ojos y la sensación de ser arrastrada por algo invadió mi conciencia. ¿Tan mal dormí? ¿Acaso me sentó mal alguna comida de las que servían en el parque de atracciones? Bueno, de eso ya hacía dos días y la verdad era que la probabilidad era mínima.
Me levanté con cuidado y cautela de la cama sintiendo que el mundo se me venía encima -o más bien, que yo me venía abajo-. Caminé muy lentamente dentro de lo que yo podía y apoyándome con varios objetos de la habitación me dirigí al pequeño cubículo de colores tristes que en ese momento me relajaban bastante. Wow, yo agradeciendo la existencia de los colores-incoloros. Abrí el grifo del agua helada y sin pensarlo me mojé la cara varias veces, haciendo que esa pesadez que notaba por encima de mí disminuyera.
-Mucho mejor...-Dije a pesar de que me seguía doliendo la cabeza.
Sí, la pesadez y la sensación de que me hundía había desaparecido, pero los pinchazos y el dolor constante permanecían ahí, dejándome algo atontada.
Fui a la cocina con pasos lentos tallándome la cara con la palma de mi mano, aquello realmente era asfixiante y agotador. Iría a buscar unas pastillas o algo, no creía que pudiera pasar mucho más tiempo con aquella horrenda sensación atormentándome.
Llegué a la cocina y me subí a la piedra que estaba al lado del fregaplatos, pues era tan bajita que a penas podía llegar al balde donde estaban las pocas cajas de pastillas de las que esta casa disponía. Me puse de puntillas y alcé mi mano derecha para tantear con las cajitas. Bajé todas las que estaban allí, pero no conseguí nada, pues parecía ser que había de todo menos lo que necesitaba.
Qué oportuno, eh.
-¿Qué haces? -Dijo esa voz ronca pero a la vez áspera que tanto conocía.
Sin darme la vuelta respondí:
-Buscar algo para el dolor de cabeza-.
-Ah -Me giré y lo observé con el mismo rostro aburrido que siempre llevaba a todos lados-. Tengo en mi cuarto-.
¿En su cuarto? ¿Para qué tenía pastillas en su cuarto? No tenía ni idea, así que al verlo desaparecer por el pasillo pensé que quizás debía de seguirlo, él era de muy pocas palabras y con nada quería decirlo todo. Sabía que no era bueno hablarle demasiado por las mañanas, eso me demostró el día anterior.
Él caminaba con aires firmes pero a la vez descuidadamente, dando cada paso con sencillez y a la vez con superioridad, como si estuviera marcando su territorio con cada tacto que procedía de sus pies al suelo. Él era simplemente, él. Tan extraño, pero a la vez tan común...
Entró en su habitación y no le cerró con traba, más bien la dejó la puerta abierta de par en par, por lo que entendí que lo que quería era que yo entrara, pues él siempre cerraba con todas las precauciones su habitación. A mí no me molestaba tener la puerta abierta, sabía perfectamente que el chico de la morgue no iba a entrar ni aunque le pagaran por ello. Mi brillo podía llegar a causarle un gran paro cardíaco, y yo no me quería hacer cargo de muertes.
Pasé cautelosamente, no solo porque mi dolor de cabeza fuera en augmento, sino porque aquello bien se hubiera podido usar como la entrada a un túnel del terror, todo oscuro y demasiado macabro. Él se sentó en una silla que estaba ubicada en frente de una mesa en una esquina de la habitación. Rebuscó en una de las miles de cosas que tenía encima de esta, mientras yo me acercaba tímidamente hasta su posición.
Llegué a su lado sin hacer ningún ruido y lo miré en silencio, finjándome en la cantidad de hojas que tenía sobre la mesa.
-¿Qué? -Dije inconscientemente después de que mi mente hiciera "clic", aquella situación ya la había vivido. Aquellas partituras desordenadas con letras y notas desperdigadas en aquellos papeles ya los había visto antes.
Me froté la cabeza, cada vez mi dolor y pesadez iban en augmento como si estuvieran unidos. Traté de ubicar, pero no, aquella situación a pesar de haberla vivido sabría decir cómo o cuándo. No entendía nada, mientras que los pinchazos se intensificaban al igual que las ganas de dormir o simplemente estar acostada, creí que todo estaba dando vueltas en un sentido vertiginoso.
Entonces Yoongi de un amnotazo apartó las hojas para que yo no pudiera verlas, cosa que me ofendió bastante.
-¿Para qué las apartas? -Pregunté curiosa.
Él ni se dió la vuelta, y tal como yo lo hice en la cocina respondió:
-No te importa lo que haga -Dijo con sequedad-.
He de admitir que ese tono tan seco, firme y tajante me dejó helada por un momento. Tenía razón, pero aquello me dolía, pues ¿Qué tanto no podía ver? Ok, debía dejar de ser tan paranoica, quizás eran cosas suyas, aun así...
-Claro que sí me importa -Dije y traté de quitarle los papeles-.
Los sostuve entre dos dedos mientras trataba de entender aquello. Me di una bofetada mental, ¿Quién era yo para urgar en sus cosas? Aun así, a pesar de ser consciente de que aquello era de mala educación, los movimientos actuaron por sí solos sin poderlos retener. Me giré de espaldas a él para tener un poco más de tiempo para ver de qué se trataba aquello, ¿Por qué tanto misterio? Si aquello era música, debería de mostrarla al mundo, no quedársela solo para él. Eso no lo llevaría a ninguna parte, por mucho que él quisiera esconderse nada se conseguía a cambio de nada.
Él trató de arrebatármelas mientras yo me movía como una sanguijuela escapando de su depredador: quería saber más.
Entonces, de un movimiento brusco y seco, él me jaló hasta quedar frente a frente. Su mirada solo desprendía ira mientras que la mía trataba de descubrir el porqué de ese enfado. No lo comprendía, claro que no, pero él tampoco se abría a explicarme. ¿Acaso no era mi novio? ¿Acaso yo hacía lo correcto al urgar en sus cosas? ¿Acaso lo hacía él al escondérmelas? No tenía demasiado claras las respuestas a estas preguntas, pues lo único que deseaba en ese momento era poder descifrar algo de esas letras y símbolos desconocidos para mí.
-La última vez que te digo que me des eso -Habló con un tono aterrador-.
Por un momento sentí escalofríos, pero después volvía a ser la Evelyn Carson de siempre.
-Espera un momentito -Traté de leer más, pero él me arrancó las hojas de la mano.
-Vete fuera -Dijo.
-¡Venga ya! -Dije a modo de broma- ¿Qué tanto escondes?
No creí que aquella pregunta hubiera salido de mi boca, pero era más que obvio, yo nunca pensaba antes de hablar. Bueno, no era nada malo, aunque en parte sí. Si hubiera sido algo más consciente, habría entendido que estaba invadiendo la privacidad del chico y estaba teniendo una actitud completamente irrespetuosa.
-¡Que te vayas ya, joder! -Me empujó hacia a fuera cerrando la puerta en mis narices.
Y ahí estábamos, pasillo, yo y la puerta en frente de mis narices.
Entonces me percaté de que había sido algo imbécil, pero ahora ya era algo tarde. Me sentía pésimo, pues las punzadas en mi cabeza y las ganas de llorar competían para ver quién terminaba conmigo. Me senté en el suelo tratando de ganar algo de equilibrio, pero era imposible, todo a mi alrededor se movía y mis ojos empezaron a cristalizarse.
Entonces, alguien llamó a la puerta. Me replanteé si ir a abrir o no, pero al ver que Yoongi tampoco se movía a hacer algo, lo hice. Me levanté a duras penas y caminé algo lento -para mí- hasta llegar a la puerta principal. La abrí con cuidado y la silueta de alguien mucho mñas alto que yo -bueno, eso era fácil- me sobresaltó.
-¿Evelyn? -Dijo mi jefe desde su considerable altura, que no debería superar a la del pelo-menta.
Lo miré para soltar de nuevo una estupidez:
-Buenas -¿Enserio? ¿Buenas? Reí internamente mientras me sonrojaba delante de él-.
Pero él si que rió, contajiándome la risa.
-Buscaba a Yoongi, eh -Dijo algo nervioso- ¿Qué hacías tú aquí? No suele tratar con gente muy a menudo-.
Bueno, de eso era consciente, él era cerrado a todo.
-Vivo con él -Contesté.
La cara del chico pareció desfigurarse por un momento, como si le hubieran despertado de un sueño y todavía tuviera que asimilar su estancia en al realidad. Me miró con los ojos extremadamente abiertos.
-Wow -Se enderezó- Eso no me lo esperaba-.
Reí sin mucha gracia: yo tampoco. Entonces el dolor de cabeza regresó a mi cabeza.
-Au -Dije mientras posaba mi mano sobre esta, sobándola como si de esa forma la mala sensación fuera a disminuir-.
-¿Te duele la cabeza? -Dijo mirándome con algo de preocupación.
Puso su delicada mano sobre mi frente haciendo que yo desviara la vista hacia él. Él era tan dulce y tierno...
-Sí...-Dije sin mucha convicción.
Como un acto reflejo, me agarró la mano y me sacó de la casa, sin importar el hecho de que se hubiera dejado la puerta abierta o que en verdad fuera a hablar con Yoongi. Me dirigió con cuidado dejando que me apoyara en él para bajar las escaleras, gesto que agradecía demasiado, pues sentía que las escaleras se me iban a tragar en 0,.
Salimos del edificio y dejé escapar un leve jadeo. El aire fresco chocaba conntra mi cara aliviándome pero a la vez desorientándome. Era extraño, pero necesitaba sentarme en el suelo por un momento.
-Para...-Dije en un susurro- No puedo caminar tan deprisa...
Jugkook se detuvo y pasó mi brazo por su hombro para darme más estabilidad.
-¿Quieres que nos detengamos? -Me miró con preocupación- Te puedo llevar a mi casa-.
Miré al suelo, los ojos me pesaban y aunque hiciera sol yo sentía un frío terrible. Necesitaba descansar o por lo mínimo, una pastilla para calmar el dolor que me estaba atormentando. Asentí sin mucha fuerza con la cabeza, me sentía débil por un momento.
Él me agarró con algo de fuerza y juntos pasamos varias calles. La gente hacía presencia en estas, pero realmente estaba tan desorientada y cabizbaja como para poder disfrutar del maravilloso día que hacía. Por si no fuera poco el malestar que me perseguía, también me sentía mal por lo de esa mañana con Yoongi. En verdad yo no tenía ningún derecho de invadir su privacidad, eso estaba mal y era consciente de mi error. Francamente quería pedirle perdón, pero ahora no era el momento: no estaba en condiciones. Quizás cuando llegara a casa de nuevo lo hacía.
Finalmente, nos detuvimos en la puerta de una casa preciosa. Era igual de bonita que Jeon, simple pero con esos detalles que la hacían diferente.
Él aflojó nuestro agarre para buscar las llaves en su pantalón y así abrir la puerta. Observé un poco a mi alrededor cuando pasamos dentro.
La estancia era francamente agradable, con un aroma a flores bastante tranquilizante. Las paredes eran de un color claro, al igual que el techo y algunas cosas de allí. No, no era para nada parecida a la casa en la que yo vivía, de alguna manera los colores pasivos de allí eran atrayentes y para nada aburridos o sosos. Estaba bien decorada y ordenada, con un sofá al lado de la pared con una tele en frente. Lo curioso era que el televisor se encontraba entre unas columnas llenas de libros. Aquello era el mismísimo paraíso, a pesar de que la casa no fuera demasiado grande era acogedora.
-Ven a mi habitación, creo que necesitarás descansar un poco -Dijo.
-No hace falta, enserio -Dije moviendo mis manos en signo de negación.
Él posó sus manos en sus caderas, tal como mi madres haría.
-O te mueves tú o te muevo yo -Dijo seriamente a pesar de que una sonrisa adornara su cara.
Caminé de mala hasta quedar detrás de él y seguirle hasta llegar a la habitaicón. Esta también estaba muy bien decorada, con una cama bastante grande con las sábanas azul turquesa y una mesa con muchas ojas y libretas como escritorio. Habían un par de muebles más, como el armario, la cómoda y el zapatero, todos bien orientados en la pequeñita habitación. Miré todo con admiración.
-Siento que sea demasiado pequeña...-Dijo mi jefe rascándose la nuca con nerviosismo.
Aunque siempre diga que es mi jefe, no me supera en edad y dudo un poco sobre cómo pudo entrar con ese prestigioso cargo en un hospital teniendo tan poca edad. Yo no lo veía como a alguien al que temer, más bien todo lo contrario. Era como un amigo, a pesar de que no supiera si él me consideraba también como ello, yo no lo podía ver como alguien tan superior a mí. Era extraño que tuviera la misma edad que yo.
Lo miré.
-No, tranquilo -Dije haciendo un ademán con la mano para restarle importancia, porque realmente no me importaba el tamaño de su habitación, era irelevante-. ¿Me puedes dar una pastilla por favor?
El semblante de su cara cambió, como si se hubiera acordado de algo importante y asintió.
-Ya vengo -Dijo saliendo de la habitación-.
Hum. Interesante. Este chico era realmente demasiado atento, mientras que yo era... simplemente yo. No creía tener nada especial como para llamar la atención, además de mis colores y pasión por las cosas alegres y llenas de vida. Mucha gente consideraba esto como un don, pues ver a alguien sumamente feliz porque sí, era algo bueno ¿No?
Tampoco era que fuera tan feliz. A mí me agradaba ver la felicidad de las personas, pero claro; para ver a las personas felices tienes que ser feliz tú también. Es un factor sumamente importante si quieres que tu alrededor se tiña de positividad.
¿Sabéis la pega de esto? Que muchas veces me tuve que tragar la "mierda" y los problemas de los demás, y aunque de esa forma yo los hiciera feliz a ellos, una parte de mí se detruía. Quería que todo estuviera bien, de modo que era como una esponja: absorbía el dolor ajeno para quedármelo para mí. Esto no estaba del todo bien, pues estaba quebrándome al escuchar muchas cosas que no serían de mi incumbencia. Todo esto empezó hace años, después de lo ocurrido con los chismes en mi pueblo sobre que yo era una dejada, pensé que habría mucha gente como yo.
Lamentablemente, la había. Y peor que yo.
Hubo una temporada en la que creé varios perfiles en internet dedicados a la ayuda de las personas. Simplemente ellas me hablaban por privado sobre sus penas y yo trataba de ayudarlos, pero no todo era tan fácil.
Al hacerlo a escondidas de mis padres, la única que era capaz de controlar esa situación era yo. Los mensajes augmentaban, al igual lo hacían los comentarios negativos. Era destruyente ver cada historia que la gente me contaba, algunas se me escapaban de las manos y no podía hacer nada. Por lo general eran personas que estaban realmente mal, por lo que cada vez sus mensajes contenían un contenido más aterrador.
Eso marcó mi adolescencia y probablemente mi vida. Hubieron cartas de suicidio y cosas aun peores de las que preferiría no hablar, cosas que me estrujaban el corazón al no poder actuar.
Decidí dejarlo por lo sano eliminando esos perfiles, hasta que tuve una idea. ¿Qué tan bien sería ayudar a los demás a otro nivel? ¿No estaría bien ser médica? Sí, quise ser médica por una única razón: quería ser el motivo de nuevas sonrisas. Por lo menos de esta forma podría ayudar a gente con problemas sin dolerme tanto, algo que era meramente positivo.
Ese era mi sueño. El motivo por el cual luché varias veces e incluso terminé en este país extranjero.
Porque de eso trataban los sueños, e¡unas ilusiones que te persiguen sin descanso para que tú las persigas a ellas.
-Aquí están -Dijo Jungkook despertándome de mi lapso mental.
Me tendió la cajita y yo procedí con la libertad que tuve a tomar una pastilla en ingerirla. El sabor era realmente asqueroso, agrio a más no poder, pero supuse que en breve notaría los efectos.
Le devolví el pequeño envase de cartón blanco con una medio sonrisa a modo de agradecimiento.
-Descansa un poco, voy a salir para ir a hablar con Yoongi -Dijo él señalando la puerta de detrás de él con el pulgar-.
Simplemente asentí, y cuando vi que él pasó por el marco de la puerta para irse me desplomé en la cama.
Nota:
Puede contener faltas de ortografía, está en revisión.
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