11
Yoongi.
No podía dormir. Después de aquel día lleno de emociones era complicado volver a conciliar el sueño.
Me sentía mal y a la vez bien. Me explico:
Ella no era mi novia, pero ella empezaba a hacer cosas extrañas en mí. Ella no se acordaba de nada y sin embargo creía que yo era su pareja, cosa que no era correcta. ¿Cuándo dejaré de ser tan estúpido? No quería pareja, no en ese momento.
Las cosas estaban complicadas y no era la mejor opción ni para mí, ni para ella. Aun así, la besé, aun así, le agarré de la mano. Actos tan inocentes pero que viniendo de mí demostraban demasiado, no era fácil para una persona que no se relacionara demasiado ir y besar a una chica,no. Era más bien justo lo contrario.
En mis quince años puede que hubiera besado a alguna que otra chica, pero todo aquello eran actos nulos de sentimiento. Era hacerlo por hacerlo, realmente no me sentía especial ni nada parecido al hacer dichas acciones. Pero con Evelyn era diferente. Cada que trataba de hacerlo, la timidez me consumía y a la vez me sentía afortunado de alguna forma. Afortunado por tenerla a mi lado, porque a pesar de ser egoísta el hecho de que ella no supiera que en verdad no éramos nada, yo la quería conmigo.
Estaba jodido.
Quería decirle la verdad, que ella estaba mal conmigo y que las cosas iban a empeorar si llevábamos esto a un extremo, porque yo no era alguien bueno para ella. Era alguien que la podía terminar arrastrando conmigo y eso no era nada bueno, porque una vez que alguien se metía en mi vida no podía salir de ella.
Era un ciclo de mierda del que yo tampoco podía salir.
Me sobé las sienes con frustación, podía asegurar que eran las cuatro de mañana y todavía no podía conciliar el sueño. Me sentía feliz y a la vez todo lo contrario, pues mis sentimientos en aquel momento libraban una lucha por tratar de sobrevivir.
Recordé las palabras de aquella profesora de lengua que tenía en primaria: no importa tener secretos, todos tenemos algo que no queremos revelar al mundo.
Aquella profesora podía ser un muermo, una aburrida y tediosa maestra que nos mandaba hartas páginas de tarea y miles de temas que estudiar, todos pesados y complicados a la par. Aun así, no quitaba de que fuera una buena profesora y que de vez en cuando te diera algunos truquitos y palabras de aliento que te ayudaban a concentrarte con tu futuro.
Aun así, esas palabras siempre habían resonado en mi cabeza. ¿Algo que no queremos revelar, eh? Quizás, solo quizás, yo tuviera un par de cosas que no quisiera revelar. Sabía muy bien que a nadie le iba a importar lo que yo dijera o dejara de decir, de todas formas estaba encerrado en mi burbuja que me impedía revelar mis sentimientos al resto del mundo.
Pero yo no era así. Simplemente hay un momento en la vida en el que puedes seguir luchando o simplemente, rendirte. Yo no me rendí, no era tan covarde. Redirse es una gran muestra de debilidad que a nadie nos debe de hacer falta, puesto que todos deberíamos de luchar por nuestros propósitos y sueños, por nuestra forma de pensar sin importar lo que los demás piensen. Porque en el momento en el que te ciernes a pensar sobre el qué dirán, estás jodido.
Y yo lo sabía más que nadie, un día la vida me metió una patada en la boca y calló todo lo que era y fui.
Creéme, yo no era así.
Me dejé caer de la cama al suelo haciendo un estruendoso ruido. Bueno, quizás esto se debía a que la cama estaba a una altura considerable del suelo, pero como sabía que de otra forma era incapaz de levantarme, había que acudir al método Croqueta. No me preguntéis sobre el nombre, los créditos se los debo al estúpido de mi hermano.
Quizás este método no era nada efectivo, pues además de ser sonoro, podía terminar con la vida de tu columna vertebral.
Después de ahogar un par de quejas -o quizás unas cinco-, me levanté con la mano en la cabeza y me dirigí a la cutre mesa que tenía para "estudiar".
Todas las partituras estaban sin orden alguno, esparcidas de aquí para allá con tachones y rayajos incluídos. Era un desastre, de esa forma no iba a conseguir llegar a ninguna parte como músico, era evidente, pero el motivo era este: no me llegaba la inspiración. Sí, podía parecer tonto, pero era así.
A un cantante, rapero, escritor o dibujante, le tiene que llegar la inspiración para hacer las cosas producivamente, a mí no me llegaba de ningún modo. Había oscasiones en las que plasmaba mi dolor y sufrimiento en hojas, tratando de formular versos de rap. No estaban nada mal en mi opinión, aun así, no era lo único a lo que quería aspirar. Quiero decir, no estarían mal un par de letras bonitas con un sentido coherente.
Me senté en la silla algo aburrido y desvelado y con un lápiz que apenas podía coger -pues estaba demasiado pequeño- traté de plasmar mis pensamientos.
Empecé por lo básico, el motivo de mi actual felicidad. Terminaría por tratar de encontrarme a mí mismo, quizás.
~~~
Toc Toc.
Toc Toc Toc.
Toc Toc Toc Toc.
Toc Toc Toc Toc Toc.
Abrí mis ojos con molestia y pesadez. ¿Quién coño estaba perforando la puerta?
-¡Yoongi! -Dijo aquella voz acaramelada pero a la vez chillona.
Oh, no me acordaba.
Empezó a picar de nuevo la puerta, llamando insistentemente sin detenerse. ¿No podía parar? ¿Acaso no veía que si no constestaba era por algo? Agh. Me froté la cara bruscamente y con algo de enfado. A saber que horas de la mañana eran para que estuviera gritándome. Miré mi celular y eran las dos de la tarde.
Bueno, no eran horas de la mañana, aun así no había motivo para gritar, no lo había. Olvidé el hecho de que ella tenía razones para hablar fuerte en el momento que fuera y a la hora que fuera, la muy...
-¡¡Yongi!!
Me levanté de golpe por la impresión y con muy mal humor me dirigí a la puerta. Estaba enfadado, o más bien indignado de que me despertara de esa forma tan molesta. Después se quejaba de que si yo hacía ruiditos al sorber de la taza de café, cuando era casi involuntario. Digo casi porque al principio lo era, pero después, al ver su cara, empecé a hacerlo a propósito.
Ok, admito que no tenía razón en ese momento, aun así...
-¡Pelo de ment- Abrí la puerta de golpe haciendo que se callara y me mirara de arriba a abajo.
¿Acaso esto era una clase de escaneamiento de avión o algo?
Debería dejar de ser tan grosero cuando me acabo de despertar, pero para mí era imposible, pues estar tan pacíficamente dormido y que vayan y te despertaran de esa forma tan irritante lo empeoraba.
-¿Qué quieres? -Dije tratando de no sonar demasiado amargado, pero por la cara que puso la chica supe que mi intento había sido en vano.
Me apoyé con el marco de la puerta dejando caer mi peso sobre este, mirando con algo de superioridad a la pelo rosa enana que estaba en frente de mí. Estaba seguro de que le sacaba algo más de una cabeza, pero era difícil comprabar si estaba en lo cierto cuando ella no dejaba de moverse nunca.
-Hay un bicho -Dijo con cierto temor- en la pared de la cocina-.
Rodé los ojos muy molesto. ¿Enserio? ¿Por un simple bicho me molestaba así? Esto era demasiado, y mi mal humor lo único que hizo fue aumentar. ¡Por favor! ¡Que ni que le fuera a comer! Estaba seguro que se trataría de una mosquita sin importancia, Evelyn era demasiado exagerada con las cosas -sin importar de que se tratara-.
Con aburrimiento y pesadez caminé a paso de tortuga hasta llegar a la cocina y os voy a decir algo: si hubiera un bicho, lo habría visto, pues las paredes de la casa eran blancas y yo tenía buena vista. Pero no, no había nada, absolutamente nada.
Me giré para enfrentar a la enana de zapatillas fosforescentes y que además, estaba con una sonrisa radiante en su cara. ¿Qué estaba planeando? Y debo de aclarar otra duda, eso de que las chicas bajitas son súper lindas y tal, es mentira. Son la reencarnación del demonio. La miré con cara de póker tratando de descifrar algo más en esa cara tan malévola, por un momento me di cuenta de que aquello del bicho era una estafa, pues de otro modo ella no estaría sonriendo de esa forma tan macabra.
Me empujó hasta donde estaban las sartenes y demás cosas para cocinar y dijo:
-Cocina la comida porfa -Hizo una cara ñoña-, te lo recompensaré de alguna forma-.
¿Qué? ¿Acaso creía que le iba a cocinar o algo por el estilo? Yoongi no cocina, y menos para una chica ñoñ-
-Y veré esto -Dijo señalando la carcasa de una de mis películas de terror-.
No hizo falta decir ni una palabra más, mi mal humor se desvaneció por completo y me dirigí a la cocina a hacer algo básico que no me requiriera demasiada fuerza mental y física. ¿Una película de terror? Sí, había visto perfectamente la carcasa de esta, sin embargo dudaba de que ella fuera capaz de soportar aquella película, pues que yo supiera solo veía series rositas de las cuales nada de lo que aparecía terminaba sucediendo en la vida real. Y no digo que lo mío con las historias de terror llegara a suceder, pero era más realista.
-La vas a ver entera -Dije a modo de advertencia-.
Realmente no era capaz de cumplir ninguna amenaza ni nada por el estilo, simplemente quería que cumpliera con su palabra. Sería de ser muy desagradecida que no cumpliera con su palabra después de que yo cumpliera con la mía, y recuerdo que ella me había despertado a gritos aludiendo que un bicho andaba por la cocina, cosa que era falsa. Agh.
-Sí, sí -Dijo y se marchó a su habitación-.
Puse un montón de espaguetis para que se hirvieran mientras revisaba cosas al hazar en mi teléfono. La verdad era que no lo solía usar demasiado, realmente solo lo hacía para ignorar a las personas de vez en cuando y en las ocasiones en las que el aburrimiento llegaba a superarme.
Pensé que Evelyn Carson era demasiado alegre y entusiasta por las cosas. El primer día en el que se presentó al trabajo traté de hacer lo que hice con el resto de médicos, pero ella se aferró. Realmente su sueño era ese, aunque me impresionara bastante. Yo también tenía un sueño, muy distinto al suyo y sobretodo, había una diferencia que siempre nos haría distintos tanto a Evelyn como a mí: ella podía cumplir su sueño y yo jamás lo lograría.
Era patético, pero cierto.
Porque la vida no es tan bonita como en los cuentos de hadas, solo los más fuertes llegarán a cumplir sus sueños sin quebrase en el intento.
Cuando vi que los espaguetis estaban listos, empecé a sofreirlos con tomate y otras especias de las cuales no me acuerdo. Empecé a mover con tranquilidad la deliciosa comida -que por cierto, era mi favorita-.
Bueno, quizás Evelyn tenía mucha suerte de tener padres que se preocuparan de ella, aunque ella algunas veces alegara de las llamadas de su madre, en el fondo sabía que a ella le gustaba que su madre le dedicara algo de tiempo. Que tus seres queridos te dediquen su tiempo es algo hermoso que algunas personas deberían de aprender a apreciar.
Me acuerdo de las peleas en las que combatía contra mi hermano, y que ahora extraño tanto. Puede que yo sea un chico cerrado y de pocas palabras, que hasta pueda parecer amargado o desconsiderado, pero eso no significa que mi corazón sea como yo quiero que lo vean. Las personas cerradas también sienten, aunque muchos se esfuercen en negarlo. También ven y opinan, aunque hay veces que prefieres guardarte tu opinión porque eres consciente de que si la dices no le harás bien a nadie.
Muchos prefieren vivir en una burbuja ireal que los encierra y los ilusiona, mientras que todo a su alrededor se está viniendo abajo.
Yo, en cambio, prefiero vivir en mi burbuja trasparente. Es una especie de burbuja en la que veo todo lo que pasa a mi exterior, pero nada llega a influir en mi interior... bueno, puede que un par de cosas sí. Pero es como todo, tomas atención a lo que realmente te importa, es como las tareas del colegio, preferirías hacer otra cosa antes que estas, aun así debes hacerlas.
Finalmente serví los platos y los llevé a la mesa.
-¡Evelyn! -No llegué a gritar, pero sí que hablé lo suficientemente fuerte como para que esta me escuchara.
-¡Ya voy! -Chilló esta desde donde estuviera.
Yo hablaba pausado, ella gritaba; yo necesitaba mi espacio y ella me lo invadía; yo no quería hablar y ella no dejaba de hacerlo.
Me senté y empecé a comer, segundos después ella apareció e imitó mi acción.
-Te vas a morir de miedo -Dije refiriéndome a la película-, te lo aseguro -Fijé mi mirada en ella, que tan despistada como siempre llevaba el pelo revuelto-.
Ella deboraba la comida mirando algo en su teléfono e ignorando a todo lo demás. Odiaba que la gente hiciera eso, realmente me daban ganas de lanzarle el teléfono a la pared, y eso era ser amable. Era muy molesto, pasaban de tu cara y aun así, después de que les llamaras la atención, te ignoraban mientras seguían con lo suyo. Falta de educación, de verdad.
Le arranqué el teléfono de las manos con cara de molestia, me jodía que hiciera eso, más cuando yo era de muy pocas palabras y no era mi interés soltarle la misma explicación veinte veces, no.
-¡Ey! -Dijo acribillándome con la mirada- Devuélvemelo-.
-No -Dije de mal humor- por hoy te quedas sin celular-.
-Pareces mi madre -Soltó- y no tienes ningún derecho sobre mis cosas -defendió-.
Se lo lancé haciendo que ella me volviera a matar con la mirada.
-Bueno por lo menos no pases de mi cara cuando te hablo -Dije- es irritante y de mala educación, lo deberías saber-.
Abrió la boca para decir algo pero la volvió a cerrar de nuevo. Supongo que querría replicarme como siempre hacía, pero lo cierto era que no le debían quedar argumentos. Era algo lógico.
-¿Qué ves? -Inquirí al escuchar voces de alguna serie o vídeo procedientes del celular.
Ella volvió a hacer lo mismo. Volvió a ignorarme, joder.
Di un pequeño golpecito a la mesa para ver si la empanada de la enana reaccionaba, pero esta estaba absorta. Finalmente le pasé la mano por la cara y ella conectó momentáneamente mi mirada con la suya.
-¿Qué decías? -Dijo volviendo la vista a lo que fuera que estaba viendo.
Rodé los ojos, no tenía remedio. Era un caso perdido, estaba totalmente confirmado. Enrollé algunos de mis últimos espaguetis con el tenedor y empecé a sorberlos -sí, sorberlos- haciendo mucho ruido. Almenos sabía que era el ruido necesario para que ella se molestara. No era que me hiciera feliz verla enojar -que también, no lo dudes-, pero quería que ella tomara de su propia medicina. No me juzguéis, ella se lo ganó a pulso desde el momento en el que plantó su puño en la puerta de mi habitación para despertarme. Con ese único hecho ya se había ganado el Joker, pero no, ella me siguió ignorando.
No, eso no estaba bien, pero era demasiado satisfactorio ver como se enfadaba, aunque esto pudiera sonar a completo imbécil.
Deberíais de ver su cara, enserio lo digo.
-Deja de hacer eso -Dijo apuntándome con el tenedor-.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Clavarme el tenedor en el entrecejo? Adelante, hazlo.
Me hice el tonto como la última vez con el café y aludí el hecho de que me estuviera hablando, aunque supiera demasiado bien que ella era capaz de atragantarme con la comida con tal de que parara. Vale, puede que no, pero recuerdo lo que le hizo a la preciada taza que me regaló Julia. Bueno, está bien, solo era un rasguñito, aun así, ¡La maltrató vilmente!
-¡Deja de hacer eso! -Pegó un puñetazo a la mesa que me hizo sobresaltarme.
Oh, oh, Evelyn se enfadó. Bueno, quizás a mi conciencia le hacía feliz probar sus límites y por eso sorbí con toda mi fuerza la alargada masa. Maldito error.
Ella hizo lo que creí que no haría, cogió bruscamente mi plato y me arrancó el tenedor de las manos para lanzarlos directamente al fregadero. El ruido que aquello causó me alertó, pues no era poca la distancia a la que estábamos del lavaplatos.
Ella simplemente tomó su celular y se marchó, dejando ahí la comida y todo.
¡No tenía razón! ¿O quizás sí?
Joder, maldita conciencia.
~~~
Fregué mis sienes mientras veía las palomitas explotar en el microondas. Evelyn ya se había des-enfadado, según ella yo era un irrespetuoso comiendo -y tenía razón-, pero lo hice porque ella empezó -y sí, este discurso puede parecer de un niño de preescolar-.
-Es malo estar delante del microondas -Dijo la chica apareciendo en la cocina-, para el cerebro, digo-.
Seguí con la mirada perdida en aquel plato que daba vueltas lentas pero constantes. Me encogí de hombros con mi cara típica de: me da igual. Porque realmente me importaba demasiado poco, pues mi hermano siempre decía lo mismo y tampoco me había pasado nada. Puede que afectara, pero realmente no sucedía nada -mejor no me hagáis caso, pues mirad como estoy-.
Entonces ella se plantó delante de mí tratando de parecer más alta que yo, pero fue ridículo. ¿No iba a entender nunca que ella era enana? Me miró fingiendo superioridad y por poco me estampa dos bolsas de ruflles y doritos.
-¿Cuál escoges? -Dijo sin apartar la mirada de mí. Evelyn, por favor, que nadie me había ganado a una batallita de miradas... no creo que tú seas la primera en lograrlo, lo dudo- pensé.
Hice caso omiso a sus miradas mientras me centraba en la anaranjada luz del mircroondas.
-Ruffles -Dije aunque en verdad me diera completamente igual.
Lo más importante en las películas siempre iban a ser las palomitas, nada de Ruffles ni de doritos, estos estaban en otro plano. Las palomitas de maíz siempre había sido lo clásico y lo más común en el cine, y aunque no estuviéramos en uno íbamos a ver una película, lo que era básicamente lo mismo.
-Entonces me quedo yo las palomitas -Dijo abriendo de golpe el microondas a pesar de que no había acabado su ciclo y corrió toda la casa como si ello dependiera de su vida.
Me quedé perplejo por unos segundos. ¿Se había atreido a coger mis palomitas? ¿La enana esa había cogido mis palomitas sin permiso alguno? Uff... Mi hermano siempre que me las robaba terminaba con un cachete morado -sí, quizás me pasaba un poquito- y ella estaba jugando a robar mi comida, justo después de robar mi sueño y mi pereza. ¡Aquello era abuso! ¡Era totalmente injusto! Cerré la boca que todavía mantenía abierta de par en par y fui detrás de ella.
Y gente, os recomiendo no robar la comida de los demás: os puede costar la vida.
¡Eso es pecado!
Caminé con paciencia pensando en qué estaría pensando Carson al hacer semejante acción. Sabía que la muy sabandija debería de haberse escondido en su habitación, pero por suerte esa habitación no tenía traba y la mía sí, por lo que podría entrar sin problemas.
Evelyn, prepárate...
Estaba a escasos centímetros de la colorida puerta. No, ya no respetábamos las reglas de la línea que impuse. Ella no recordaba nada y pasaba olímpicamente de la cinta, y aunque a mí me irritara que ella invadiera siempre mi espacio personal -constituído por unos cinco metros-, terminé por joderme y aguantarme. La chica era demasiado apegalosa a la gente sin importar quién fuera, algo que no me gustaba para nada. Pero no iba a hacer que fuera de otra forma, es decir, ¿Con qué derecho?
No llamé a la puerta, simplemente la abrí de par en par.
Y quise morir allí mismo, acababa de presenciar la peor película de horror jamás vista por la humanidad.
-¡Ah! ¡La luuz! -Dije como si fuera un vampiro tapándome la cara con las palmas de las manos.
Esa habitación era reflectante, además de estar más iluminada que el Sol mismo. Eso era capaz de derretir mis retinas, si era que no lo había logrado ya. ¿Pero que problema tenía? ¿Acaso era tan ciega como para hacer eso? Ah, olvidaba el hecho de que tuviera gafas, eso lo explicaba todo.
Y creí por un momento que no había nada peor, pero vaya si me equivoqué.
Debería de ser menos inocente, si es que mi conciencia conocía la misma palabra.
-¿¡Pero qué coño haces!? -Dije cuando vi la situación.
Ella, Evelyn Carson la pesada estúpida, estaba alimentando a unos horrendos muñecos de peluche de purpurina con mis palomitas. La estúpida niñita rosa yacía sentada como si fuera una cría jugando con sus muñecas, pero no, ella lo hacía con peluches coloridos con formas de animales. Realmente creí que debería llevarla a un psicólogo, o al loquero directamente. Esa chica no estaba bien.
Ella ladeó la cabeza mirándome con una sonrisa angelical, aunque esa persona era lo más parecido a un demonio.
-¿Te pasa algo Yoongi? -Dijo como si no supiera que estaba a punto de matarla.
La miré con rabia apretando los puños a mis lados. No, no le pegaría porque eso no era moral, pero las ganas de darle un sopapo eran inmensas. Primero me despiertó a gritos, después me chantajeó con la comida, me ignoró cuando comimos con el estúpido celular de la mierda, dijo que la culpa era mía, se llevó MIS PALOMITAS y SE LAS DIÓ PARA COMER A OBJETOS INERTES. Quise estrangularla por estúpida.
-Mis palomitas -Dije mientras la miraba furioso. Esto era el colmo ya, eh-.
Ella miró el pequeño saquito que tenía en su regazo con inocencia, como si no supiera que estaba cometiendo un delito grave.
-Ah...-Dijo lentamente- Revólver tenía hambre -Se encogió de hombros-.
¿Espera qué? ¿Le había puesto nombre a un estúpido muñeco? Decidme el número de algún psicólogo ya, es urgente.
Pero ahora que lo pensaba, eso no era lo más importante. ¿¡Acaso alegaba de que aquello tuviera hambre!? ¿¡Y yo qué!? Y sí, digo "aquello" es porque realmente eso que tenía abrazado contra su pecho no podía considerarse siquiera peluche. Era el típico muñeco basura que se gana en las ferias, solo que era bastante enorme y gordo.
-Revólver, claro...-Dije con la mirada despectiva sobre ese... ese-.
-¿Vamos a mirar la película? -Preguntó.
-Está bien, pero yo me quedaré con tus pap-
-Le decía a Revólver -Dijo sonriendo maliciosamente-.
Abrí los ojos y la boca, pero los volví a cerrar para evitar mostrar que ella me molestaba. ¿Ganas de estrangularla, decía? Nah, eso era poco comparado a lo que quería hacerle.
-Me debes la película -Dijo apuntándola con el dedo índice, tal y como ella hacía siempre-.
-Vamos -Dijo tomando al muñeco y saliedo de la habitación pasando por mi lado-.
¿Que si tenía celos de un muñeco? Hombre, no, pero me ofendía que tratara mejor a un muñeco que a mí. Tampoco exigía que me cuidara o algo así, pero por lo menos podría respetar mi comida y sueño.
Me dirigí a la sala y apagué las luces en cuanto vi que ella estaba acoplada en el sofá y me dirigí a la estantería que estaba al lado de la tele. Rebusqué entre las carcasas de los discos y conseguí el que íbamos a usar.
Minutos después, me senté en un lado apartando al muñeco de Evelyn, que ocupaba la mitad de este. No era por ofender, pero probablemente aquel coso era más grande que ella, y eso era algo de lo que avergonzarse.
Durante el transcurso de la película veía por el rabillo del ojo a Carson, la que yacía inmóbil abrazando a Revólver. Sus ojos estaban fijos en la pantalla y como si fuera un robot, cogía con su mano derecha los doritos con los que había optado por quedarse. No había hablado en ningún momento de esta, quizás debería de poner este tipo de filamciones más a menudo. Yo, por otro lado, comía con aburrimiento las Ruffles. La enana quería adueñarse de estas también, pero yo llegué antes y agarré la bolsa para que ella se quedara con el otro paquete.
Creí por un momento que le molestaría y que así sabría lo que me había molestado a mí, pero no. Ella engullía cualquier tipo de comida en cualquier estado y sin impotar lo que fuera. La llamaría ballena, pero era muy flaca como para darle este mote. Debería de currarme algo que le molestara, ella siempre me llamaba amargado.
Escenas violentas y con mucho miedo salían en la película, y ella parecía no inmutarse. Yo aun menos, pues esa era la decimo quinta vez que disfrutaba de la película. Me sorprendía que la dramática de mi compañera de casa y mi "novia" no gritara o cosas así, en cambio, se mantuvo en silencio.
Hum... Qué estará planeando...
Los créditos aparecieron en la pantalla y la sala se quedó prácticamente a oscuras.
-Evelyn -Dije-.
Volteé a verla ya que no me había respondido.
Ugh. Estaba dormida.
Me acerqué a ella hasta quedar en frente de esta y le di toquecitos con la mano a su brazo. Nada. Le volví a hacer lo mismo en la cara. Tenía los mofletes regordetes...
¡Focus, Yoongi! -Dijo mi subconsciente.
Cierto.
-Evelyn -volví a llamarla- despierta-.
Nada, la enana estaba dormida como si la hubieran intoxicado.
La miré con detenimiento. Se veía demasiado pacífica como para parecer quien era realmente. Me dieron ganas de besarla pero me retuve, debía de cortar todos los sentimientos que tenía hacia ella.
Entonces mis brazos se movieron involuntariamente y la agarré con delicadeza -quiero decir, con brusquedad-. Entonces ella murmuró algo medio dormida y me abrazó como si fuera ese peluche tonto que tenía y que odiaba. Pensé en soltarla, pero sería de ser muy imbécil dejarla caer al suelo después de haberla cogido ya.
Pero ella me estaba abrazando, ella estaba excediendo del contacto que yo permitía.
¿Pero no la has besado ya, idiota? -Dijo mi cerebro. Estúpido cerebro.
Bueno, sí, también dije que era mi novia y le hice un pastelito, pero como era algo retardado casi la ahogo. ¿Quién ahoga a alguien ofreciéndole comida? Yo.
Pero era lo mejor, si hubiera visto el aspecto del "dulce" que me demoró horas en preparar pero que no era nada agradable, hubiera sido capaz de aventarlo al suelo sin remordimiento de por medio.
Dios, su perfume era demasiado dulce.
Traté de caminar lo más rápido posible hasta la habitación, pero era que la enana pesaba demasiado a pesar de tener un cuerpo diminuto.
La dejé sobre la cama y finalmente salí de la habitación, no quería tener tentación de besarla.
Solo yo tenía conciencia sobre lo que eso conllevaría, y no era nada bueno.
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