9
—¡Tú lo matarás! ¡Yo te obligare!
Miró fijamente a Progenito, sin poder creer lo que ha dicho, yo no quiero matar a Luis, es simple, no quiero hacerle daño.
—¡Por favor no! —trato de ponerme de pie, pero Progenito no me deja.
Él continúa mirándome, ya no dice nada, pero si me observa con una sonrisa malévola marcada en el rostro.
—No quiero hacerlo, no lo pienso hacer —le digo algo asustado.
Progenito se esfuma y justo en ese momento la puerta de mi habitación se abre. Yo sin saber qué hacer, tan sólo me pongo de pie y veo a la abuela en la puerta, viéndome con cara de asombro.
—Sin querer escuche lo que dijiste —la abuela dice y empieza a acercarse a mí.
—¿Qué escuchaste? —le preguntó sonriendo un poco.
La abuela no me responde nada, sólo camina por mi habitación, hasta tomar asiento sobre mi cama.
—Vaya, sí que esta vez te gustó el regalo.
Ella me observa sonriendo, yo en mi interior quisiera gritarle que no me ha gustado su regalo, pero estoy más preocupado por lo que escuchó, tal vez escucho que no quiero matar a Luis.
—Si abuela, me gustó mucho —sonrió, fingiendo que me ha gustado.
Me dispongo a caminar hacia la puerta, pero la mano de la abuela me detiene.
—¡Tengo que hablar contigo! —ella menciona, soltando mi brazo.
—Claro, ¿Dime? —doy algunos pasos, y tomó asiento junto a ella.
—¿Hablas solo? O ¿Tienes un amigo imaginario? —la abuela me pregunta, yo sólo desvió mi mirada a otro lado.
Volteo a mi armario, en el espejo que está fuera, logro ver a Progenito, él hace un movimiento de esquina a esquina con su dedo, por todo el cuello.
—Estaba cantando, no hablo solo y mucho menos tengo amigos imaginarios, eso es para niños pequeños.
Me levanto y salgo de la habitación, bajó las escaleras y justo en ese momento suena el timbre.
—¡Yo abro! —grita Carlos, bajando las escaleras junto a mí.
Él llega a la puerta y la abre, veo que Sam y Jack entran a la casa muy contentos.
—Sam me dijo que Flor está recordando, queremos ayudarla.
Jack camina junto a Carlos y después suben las escaleras los tres juntos.
—Tengo un grave problema —susurró en la voz más baja que puedo hacer.
Si Flor se recupera y recuerda, ¡Oh dios!, no quiero terminar en el manicomio. Me han platicado que son horribles, no quiero eso para mi vida.
—¡Daniel! Llamaré a tu mamá, le preguntaré que si puedo llevarte al psicólogo —la abuela entra a la cocina.
—¿Qué? ¿Por qué? —me acercó a la puerta de la cocina y veo como la abuela toma el teléfono.
—No es normal que un niño de tu edad hable solo, me has dado un susto.
—¡Abuela no lo hagas! ¡Por favor!
Ella ve el teléfono unos segundos, luego me observa a mí, pero al final termina colocando el teléfono en su oreja.
No quiero quedarme aquí a esperar que le dice a mamá. Iré a ver cómo va Flor, con su recuperación y todo ese asunto.
Subo las escaleras y caminó a la habitación de Flor, tocó dos veces la puerta y segundos tan solo después logro escuchar pasos acercarse hacia la puerta.
—¡Pasa pequeño Daniel! —Sam deja abierta la puerta, para regresar a la cama de Flor.
—¡Carlos! ¡Flor! ¡Tienen que ayudarme! —me lanzó a la cama de Flor gritando.
—¿Qué pasa?
Carlos me mira un poco confundido, de hecho, todos me miran confundidos.
—La abuela está llamando a nuestros papás, les dirá que, si puede llevarme al psicólogo, pues según ella, me ha escuchado hablar solo.
Los cuatro me observan asombrados, incluso puedo verlos con la boca abierta, pero eso dura poco, ellos comienzan a reír sin parar, algo que me molesta mucho.
—Creo que la abuela tiene razón, necesitas un psicólogo.
Ahora sólo Carlos ríe, los demás por ver sus expresiones, puedo darme cuenta que no están de acuerdo en que necesito un psicólogo.
***
—¡Ya es hora! ¡Ya es hora!
Abro mis ojos, pues algo no normal me hace despertar, siento que alguien me jala del brazo.
Volteo al reloj y este marca las tres y media de la madrugada. Mi cuarto esta oscuro, aun así logró ver la silueta de Progenito junto a mí.
—¡Déjame!, te dije que no quería hacerlo —trato de gritar, pero Progenito cubre mi boca con sus manos, así que mis gritos no salen de mi boca.
Siento que ya no controló mi cuerpo, Progenito me ha poseído. Yo no quiero matar a mi mejor amigo Luis, ¿Por qué yo?, ¿Por qué me pasa esto a mí?
Me levanto de la cama y me pongo mis pantuflas involuntariamente. Me dirijo a la puerta y la abro tratando de hacer el menor ruido posible, claro que involuntariamente.
Bajo las escaleras, esto no me gusta para nada, entró a la cocina y abro el cajón donde se encuentran los cuchillos.
—¡Por favor! ¡No hagas esto! —mis ojos no pueden evitar soltar lágrimas.
Después una pequeña burla sale por mi boca. Salgo de la cocina con un cuchillo en mano y me dirijo a la puerta. La abro con mucho cuidado, involuntariamente salgo y empiezo a correr.
—¡Progenito!
Trató de gritar, pero mi voz no sale de mi boca, no logra salir nada. Veo luces de un carro y me escondo detrás de un bote de basura, si estuviera en otra situación, esto me parecería gracioso.
Sólo que esto no es posible en esta situación, Luis está a punto de morir y lo peor será que por mi culpa.
Cuando la luz del carro sé deja de ver, nuevamente salgo corriendo, nunca había corrido tan rápido.
—¡Te lo dije! ¡Nadie me mira y vive para contarlo!
—¡Entonces! ¿Por qué yo sí? —le preguntó algo confundido.
—¡Te necesito!
Ninguna otra palabra vuelve a salir de mi boca. Tan sólo sigo corriendo en dirección a la casa de Luis.
Reconozco esta calle, tan sólo faltan menos de dos cuadras para llegar a su casa. Yo no quiero hacer esto. Lágrimas empiezan a salir de mis ojos, resbalando por mis mejillas, ni siquiera puedo limpiarlas, Progenito controla todo mi cuerpo.
—Hemos llegado —susurró involuntariamente.
Trató de controlar mi cuerpo, pero es algo inútil, no puedo. Subo por la pared, nunca hubiera podido hacer esto solo, pero Progenito, claro que sí.
La ventana de su habitación está abierta, así que no tengo dificultad para abrirla, pero me imagino que con Progenito nada tiene dificultad.
—¡Luis corre! —Trato de gritar, pero sólo sale un chillido de mi boca. Lo cual ocasiona que Luis despierte, lo miró allí en su cama tan inofensivo, él nunca le hizo daño a nadie.
—¡Daniel! ¿Qué haces aquí? —pregunta él asustado.
De un salto llegó hasta su cama y tapó su boca con mi mano. Él me mira asustado, creo que ya imagina cuál será su destino.
—¡Hola Luis, soy Progenito! He venido a arreglar un asunto pendiente.
Él abre sus ojos de la impresión al ver como saco el cuchillo de mi pijama. Lo levantó alto sin quitar mi mano de su boca, de un solo movimiento el cuchillo entra en su pecho.
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