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3

Lo miró asombrado, creo que es un demonio, pero ¿Qué quiere de mí? No quiero ni preguntar, no quiero que me asesine.

—¡Vete! —le susurró tapándome con la cobija.

No recibo respuesta alguna, tengo miedo de sacar mi rostro fuera de mis cobijas, aquí dentro me siento seguro, sé que suena absurdo, pero estar aquí debajo de las cobijas es mejor que estarlo viendo.

—¡Daniel! ¡Daniel!

Esa cosa demoniaca intenta quitar mi cobija, yo trato de jalarla hacia mí, creo que lo está logrando, me ha quitado la cobija de encima.

—¡No!

Progenito me mira a los ojos por algunos segundos, yo no puedo moverme, ni decir nada, segundos tan solo después, yo no puedo controlar mi cuerpo, siento como si alguien más hiciera todo por mí.

—¡Ayuda!

Trato de gritar, pero la voz no sale por mi boca, no puedo hacer nada, tengo mucho miedo, temor, me siento extraño. Me pongo de pie involuntariamente ¿Por qué hago esto? Empiezo a caminar hacia la puerta, yo no quiero salir de mi habitación.

—¡Déjame!

gritó un poco asustado, de pronto caigo al piso, sin poder evitarlo. Me levanto y miró todo a mí alrededor, me encuentro en el suelo y no logro ver al demonio por ningún lado. Rápido me lanzo a la cama y trato de dormir, ¡Solo quiero dormir!

***

—¡Daniel! ¡Despierta, tienes que ir a la escuela! —mamá grita abriendo la ventana.

—No mamá, tengo sueño.

Ella se acerca a mí y me quita la cobija, no me quedo de otra, más que levantarme.

—Ponte el uniforme, luego bajas a desayunar.

Mamá sale de mi habitación, yo me dispongo a cambiarme. Terminando bajo a desayunar, en la mesa ya están todos.

—¡Oh hot cake! —comentó, tomando uno.

Comienzo a desayunar, terminando tomo mi mochila y salgo de la casa. Me dirijo al camión y subo, me siento como siempre junto a Luis.

—Hola Daniel ¿Cómo estás? —pregunta Luis sonriendo.

—Bien, ¡Creo!

—¿Creo? —él me mira confundido.

—Sí, es que en la noche tuve una pesadilla, eso creo, más bien eso quiero creer.

Miró hacia la ventana, me gusta ver por ellas, aunque ver demasiado me marea un poco.

—¿Qué viste? ¿Mi muerte?

—Luis no es gracioso, creo que mi cama esta maldita, hay algo debajo de ella, puedo asegurarlo.

El camión se detiene y todos bajamos de el, Luis y yo nos dirigimos a nuestro salón. La clase transcurre como siempre, quiero entretenerme en otra cosa, así que miró a la ventana como de costumbre. Tan grande es mi asombro al ver a Progenito apuntándome con su dedo.

—Daniel ¿Estás bien? —me pregunta la maestra, al verme asustado.

—Sí, sólo necesito ir al baño.

Me pongo de pie y salgo del salón, entró al baño y me enjuago la cara.

—¡Esto no es real! ¡No es real!

Me miró en el espejo, pero no soy yo, es Progenito. Cierro la llave y corro al salón, respiró fuertemente, estoy asustado.

—¿Estás bien? —La maestra me mira, mientras entro al salón.

—Sí, es sólo... olvídelo.

El timbre suena justo cuando me siento en mi lugar, Luis y yo nos dirigimos al estacionamiento.

—Oye, ¿Que paso ahí dentro? Todos te miraban como si estuvieras loco.

—Después te digo, ni yo mismo sé qué pasó

—Está bien adiós, hoy iré a tu casa.

Luis se dirige al auto de su mamá, mientras yo al de papá. Él comienza a conducir, yo sólo miró por la ventana sin decir ninguna palabra, estoy muy confundido con lo que ha pasado hoy.

El auto se detiene fuera de mi casa, rápido entró a la casa. Veo a la sala, ahí se encuentran Flor, con su amiga Sam y Carlos con su amigo Jack.

—¡Hola pequeño Daniel!

Sam me saluda, le regreso el saludo brevemente y subo a mi habitación, sólo para encontrarme con la horrible cama. Suspiró profundamente, me cambio y bajo a comer. El timbre suena y rápido voy a abrir la puerta, es Luis.

—¡Vamos arriba! —le gritó, mientras caminó a las escaleras.

Entramos a la habitación y Luis aún me sigue observando extraño, estoy empezando a creer que Luis piensa que estoy loco.

—Ya verás que él está aquí.

Caminó un poco y me agacho para ver debajo de la cama, sé que no debería hacer esto, pero Luis tiene que ver esto, él solo podrá creerme cuando lo vea.

—¡Progenito! Sé que estás ahí, sal.

Sigo mirando debajo de la cama, no hay nada ahí, creo que es irreal pensar que alguien vive ahí.

—Mejor vamos a jugar, esto me da un poco de miedo.

Luis sale de la habitación, yo detrás de él. Salimos al patio y empezamos a jugar, aunque yo en lo personal, no quiero hacer nada. Las horas pasan. Luis, Jack y Sam se fueron a sus respectivas casas.

Yo estoy por irme a dormir, sólo me cepillo los dientes y ya.

—¡Rápido Daniel! No tengo toda la noche —Carlos grita fuera del baño.

Me enjuago la boca, al voltear al espejo, otra vez veo a Progenito y no a mí.

—¿Viste eso? —le preguntó a Carlos, quien entra al baño.

—¿Ver qué? ¿Acaso estás loco?

El me mira extraño, yo tan sólo corro a mi habitación. Me acuesto sobre mi cama y miró el techo, sólo espero que no aparezca de nuevo, que me deje en paz.

—¡Daniel!

Bajo la cobija, pero no veo a nadie, tan sólo me duele un poco la cabeza. Comienzo a sentirme como ayer, Progenito controla mi cuerpo.

—¡Déjame! ¡Por favor! —le digo una y otra vez, pero no logro hacer nada.

—Cierra la boca, nos divertiremos.

Me levanto de mi cama involuntariamente y caminó a la puerta.

—¡No! ¿Qué harás? —trato de decir, pero mis palabras no salen de mi boca.

Caminó a las escaleras, veo hacia abajo, Flor sube las escaleras con un vaso de agua en las manos ella no sabe qué pasa. Siento que mis mejillas forman una sonrisa, yo no he hecho eso.

—¡Daniel! ¿Qué haces aquí? ¿Vas por agua? —ella dice, mientras camina hacia a mí.

Ninguna palabra sale de mi boca, por más que quiero gritar que se aleje, las palabras no salen de mi boca.

—¿Qué tienes? —pregunta Flor nuevamente, tomándome de la mano.

Quito su mano de mi brazo y agregó: —¡No me toques!

Obviamente esa no era mi voz, se escuchó muy diferente, extraña y terrorífica.

—¿Qué? ¿Estás enfermo de la garganta?

Ella está ahí parada frente a mí, mirándome confundida. Veo como mis brazos se extienden y la empujo involuntariamente. Ella rueda por las escaleras, hasta que llega al final de estas. Sangre comienza a salir de su cabeza.

Vuelvo a tener control de mí mismo, sin saber qué hacer, corro a mi habitación y me encierro.

—¿Qué estoy haciendo? ¡Es mi hermana, tengo que ayudarla!

Me pongo de pie y trato de llegar a la puerta, cuando estoy a punto de abrirla, Progenito aparece frente a mí.

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