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30

La enfermera Kinney me entrega una taza con chocolate caliente y un plato con algunas galletas, tomo una galleta y la remojo un poco en el chocolate, para luego comerla.

—Me alegro grandemente de que hayas aparecido Daniel, ahora tengo que avisarle a Isabel que estás aquí —añade la enfermera caminando a su teléfono.

Me pongo de pie y camino hacia ella, veo como toma el teléfono y se dispone a marcar el número de casa de Isabel, mi respiración se acelera al no saber qué hacer.

—Ella se alegrará igual que yo —susurra la enfermera colocándose el teléfono en la oreja.

Volteo a todos lados, me alejo un poco hasta un mueble, donde veo unas tijeras, las tomo y corro hasta la enfermera, corto el cable del teléfono interrumpiendo la llamada que ella estaba por hacer.

Ella me observa asustada, yo tan sólo le sonrió y suelto las tijeras las cuales caen al suelo rápido.

—¿Por qué hiciste eso, Daniel? —pregunta ella angustiada.

—¿Lo del cable? No quiero que llames a Isabel, yo no puedo regresar a su casa —le digo sonriendo.

—¿Por qué? —me pregunta preocupada.

—Si te digo la verdad, te tendría que matar y no quiero matarte —menciono fingiendo angustia.

La enfermera abre los ojos del asombro y corre hasta la puerta, yo rápido tomo el control remoto y se lo lanzo, segundos después ella cae al suelo inconsciente.

—Ya ves, no quiero matarte, pero si tengo que hacerlo, lo hare —añado sonriendo.

***
Narra Isaac.

Camino hacia la puerta principal de la escuela, he faltado mucho y no quiero que me vayan a castigar por eso, aunque lo único que me preocupa en estos momentos es encontrar a Progenito.

—Buenos días —añade la directora.

La maestra me entrega un volante, el cual habla de la misteriosa desaparición de Daniel, si tan sólo todos supieran lo que él ha hecho. Hago bola el papel y lo tiro en el bote de basura más cercano que veo, puedo darme cuenta que ahora en el bote están los volantes que hace días repartieron de Carlos.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntan detrás de mí.

Volteo asustado y veo a Tony triste, al verme tirar el volante de su hermano perdido.

—Lo siento Tony, pero no me interesa Daniel, aún sigo triste por lo sucedido con Carlos —le digo, para luego seguir caminando.

Camino hasta la enfermería, pues Jazmín me tiene que revisar que ya estoy mejor, aún recuerdo los golpes que me dio Progenito.

—Buenos días, ¿Puedo entrar? —pregunto, tocando la puerta.

Jazmín me indica que entre, puedo darme cuenta rápidamente que Milena está aquí, pobre Jazmín, ella tiene tanta paciencia con los niños.

—Ya te veo mucho mejor, ya no es necesario que vengas conmigo —dice Jazmín entregándome una hoja.

Yo asiento con la cabeza y salgo de la enfermería, camino a mi salón, cuando de pronto veo a Pablo y Omar, amigos de Tony hablando secretamente.

—¿En serio?, ¿Por qué no le has dicho a alguien? —Omar le pregunta a Pablo.

—Él me dijo que no dijera nada, tan sólo le aviso a Tony —añade Pablo angustiado.

—¡No puedo creer que Daniel estuvo en tu casa todo el día de ayer! —comenta Omar en voz alta.

Abro los ojos del asombro, mientras Pablo le indica a Omar que guarde silencio, yo rápido me dispongo a alejarme de ellos.

Tomo mi teléfono y marco el número de Martha, quien rápido por suerte me contesta.

Isaac, ¿Qué pasa?

—No podrás creer esto, Daniel estuvo en casa de Pablo ayer, todo el dia.

—¿En serio? Es una gran noticia, ahora sabemos que al menos no ha salido de la ciudad.

—Si, tenemos que buscarlo por esa zona, busca al sacerdote Ted y vengan a buscarme, yo quiero acompañarlos.

—Enseguida Isaac, espéranos en la puerta.

Cuelgo el teléfono y puedo darme cuenta que Carmen y Beth me han estado espiando a lo largo de toda la llamada que hice con Martha.

—¿Es cierto todo lo que dijiste? —me pregunta Carmen angustiada.

Frunzo el ceño y comienzo a alejarme sin contestarles la pregunta, pues podría ocasionar un problema grande.

Camino a la puerta principal, donde la directora está a punto de cerrar la puerta, lo cual yo rápido impido, algo que no le parece correcto a la directora.

—¿A dónde cree que va, joven Isaac? —me pregunta ella molesta.

—Tengo que irme a casa, tengo un fuerte dolor de estómago —le digo, tocando mi estómago y fingiendo dolor.

—¿Quién vendrá por usted?

—Yo, señora directora, le daré un aventón a su casa —añade Martha acercándose a mí.

La directora asiente con la cabeza y yo corro hacia el auto de Martha, donde se encuentra el sacerdote Ted.

—Martha me ha dicho todo, está vez no podrá escapar —anuncia el sacerdote molesto.

Martha y yo subimos al auto y ella comienza a conducir, tenemos que buscar por las zonas donde vive Pablo, se exactamente dónde buscar.

***
Narra Progenito.

Una sonrisa enorme se encuentra marcando mi rostro en este momento, ya que me encuentro observando a la enfermera Kinney inconsciente y amordazada frente a mí.

—¡Despierte Diana! —le gritó, dándole una bofetada.

Ella levanta el rostro de inmediato y me observa fijamente, yo tan sólo le sonrió con felicidad.

Ella intenta gritar, así que yo le doy un golpe en el rostro, impidiendo que lo haga, la enfermera Kinney comienza a llorar.

—¿Por qué haces esto Daniel? —pregunta ella llorando.

—Yo no soy Daniel, hace meses que no lo soy y nadie se había dado cuenta, sólo Carlos, por eso tuve que matarlo —le digo emocionado.

—¿Quién eres? —me pregunta confundida.

—Soy un demonio, me llamo Progenito, te mataría, pero ahora necesito tu ayuda —añado sonriendo.

La enfermera Kinney tan sólo continúa mirándome raro, yo no soy un bicho raro al cual mirar así. Le doy un golpe más, el que ocasiona que su labio comience a sangrar, en estos momentos puedo visualizarme a mi golpeando a Daniel.

—¿Dónde escondes tu dinero? —pregunto, levantando un poco el rostro de la enfermera.

—Donde lo ponen todas las personas, en una cuenta de banco, así que no podrás tener mi dinero, estúpido.

La enfermera Kinney comienza a reír, algo que no me gusta que hagan y menos que se rían de mí, tomo las tijeras y hago un pequeño corte en su brazo.

Ella comienza a gritar y un montón de sangre comienza a caer al suelo, algo que a mí me fascina y por fin es mi turno de reír.

—¿Recuerda cuando encontró la cicatriz en el brazo de Daniel? Fui yo —le digo recordando ese momento.

—¿Por qué lo lastimabas? Apuesto a que tú fuiste el que lanzo a Mauricio por la escalera, ¿Verdad?

Asiento con la cabeza muy feliz de reconocer todo lo que yo hice, tomo su otro brazo y hago otro corte.

—Usted me caía bien, cuando intentaba separar a Daniel de Isabel, después note que le tenía cariño y eso no me gustó nada, por eso hago esto ahora, no crea que sólo lo hago porque me iba a acusar con Isabel, aunque también lo hago por eso.

Comienzo a reír con fuerza, respiro hondo y camino a tomar asiento en el sofá, tomo mi vaso de chocolate y le doy un pequeño sorbo.

—¡Mátame, yo no te ayudaré a huir! —grita la enfermera desde su silla.

Me pongo de pie y la veo fijamente, si no me ayudara a huir, entonces ya no me sirve para nada, creo que si tendré que matarla después de todo.

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