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16

Abro los ojos del asombro, por más que observe la imagen, jamás observe un paisaje y mucho menos bonito.

—Oh sí, me equivoqué, quise decir un paisaje muy bonito —añado un poco asustado.

La enfermera Kinney me observa por algunos segundos, yo tan sólo agacho la mirada, pues estoy apenado.

—Tu viste una calavera, eso no tiene nada de malo, tranquilo —menciona ella sonriendo.

—¿En serio? —le preguntó confundido.

—Claro, es normal que un niño como tú, que ha sufrido ciertos eventos que otros niños no, vea una calavera y no un paisaje —la enfermera Kinney sonríe.

Suspiro hondo y me pongo de pie, pues veo que la enfermera hace lo mismo.

—¿Ya termino la sesión? —le pregunto angustiado.

—Si, por cierto, deberías quedarte con la imagen, intenta descifrar el paisaje, sé que lo lograrás —la enfermera Kinney me entrega la imagen.

La veo una vez más y vuelvo a ver la calavera, para mí no hay modo de que eso que estoy viendo sea un bonito paisaje.

—Bueno Daniel, eso ha sido todo, nos vemos después —agrega la enfermera, para luego caminar a la puerta de mi habitación.

Me despido y camino detrás de ella, al llegar a la puerta y ver que sale, yo cierro la puerta y regreso a mi cama.

—¡Un estúpido paisaje bonito! —añado enojado.

Dejo la imagen en la mesita de noche que se encuentra junto a la cama, me tiro al suelo y recuerdo aquella vez en que Daniel, mejor dicho, yo, lance a Flor por las escaleras y Daniel quería ayudarla.

—¡Por favor! Déjame salir, ella necesita mi ayuda —me digo, sin dejar de llorar.

Esas fueron las estúpidas palabras de Daniel, recuerdo perfectamente su rostro con lágrimas, yo tan sólo lo miraba con emoción al verlo sufrir.

Me pongo de pie rápidamente al ver que la puerta se abre, veo a Tony, Pablo y Omar entrar y acercarse a mí.

—¡Daniel estamos esperándote abajo! Se suponía que íbamos a ir a comer helados —comenta Tony enojado.

—Lo siento, con toda la sesión con la enfermera Kinney, lo olvide, pero ya estoy más que listo —le digo y tomo un suéter del armario.

Tony asiente con la cabeza y nos indica que lo sigamos, así que Pablo, Omar y yo lo seguimos a la puerta.

—¿Dónde están los demás? —le pregunto confundido.

—Carmen, Beth y Ángel nos esperan en la heladería, a la cual ya vamos tarde —susurra Pablo frunciendo el ceño.

Me detengo por completo al ver que Pablo va enojado conmigo, los tres voltean a verme confundidos.

—Nadie te dijo que me esperarás, te hubieras ido, no te fuiste porque no quisiste —le digo a Pablo.

—Tranquilo Daniel, no peleen —susurra Omar poniéndose entre los dos.

Isabel abre la puerta principal, nos da un abrazo de despedida y nosotros salimos de la casa.

—¡Con mucho cuidado chicos! —grita Isabel desde la casa.

Los cuatro caminamos por la acera, veo como los autos pasan junto a nosotros, en este momento quisiera lanzar a alguno de estas tres personas que se encuentran delante de mí, total, nadie los extrañaría.

—¡Corran! —grita Tony cruzando una calle.

Veo que un auto se acerca velozmente, por desgracia ellos logran pasar antes que el auto.

—Por poco —me susurro a mí mismo.

Cruzo la calle y llegamos a la heladería, logro ver a Carmen, Beth y Ángel sentados en una mesa.

—¡Chicos por acá! —grita Ángel desde la mesa.

Todos nos acercamos a ellos y tomamos asiento juntos, por lo que veo, ellos ya han comido helado sin nosotros. Malditos traidores.

Se acerca un joven a pedir nuestra orden, cada uno dice que es lo que quiere y el joven se aleja a preparar nuestro pedido.

Yo miro fijamente a todos los amigos de Tony, creo que tengo ganas nuevamente de ver sangre, dolor y sufrimiento en una persona. Respiro hondo intentando que esos pensamientos se alejen de mi inocente mente, sería una lástima que uno de los que están aquí presentes tenga que cumplir con mi deseo.

¿Será Beth?, ¿Será Tony?, ¿Será Ángel? Omar no creo, ya que lo he molestado y no me apetece hacerle daño nuevamente, pero si pronto.

***

Después de una hora de estar en la heladería, ir a casa es lo único que quiero hacer, disfrute tanto cuando Carmen se ahogaba con un trozo de nuez, pero no pasa nada grave, que es lo que hubiera querido.

Veo para ambos lados de la calle, veo que muchos autos pasan de un lado a otro, veo fijamente a los chicos y unas tremendas ganas de lanzarlos llega a mí.

—¡Chicos! —agrego frunciendo el ceño.

Todos fijan sus miradas en mí, confundidos y preocupados por mi grito.

—¡Corran! —grito y comenzamos a correr hacia la carretera.

Sin pensarlo dos veces lanzo a Ángel hacia Omar, quien por reflejo lo lanza de nuevo, un fuerte golpe y un claxon se escuchan y Ángel cae al suelo inconsciente.

—¡Oh por dios, lo han arrollado! —grita Carmen tirándose junto a él.

El señor dueño del auto, sale de él asustado a ver lo que él ha provocado, mientras Omar, me observa angustiado, pues él fue quien lo empujó al auto.

—¡Hagan algo! —grita Omar corriendo hacia Ángel.

***

Narra Carlos.

Isaac y yo entramos a la oficina del sacerdote Ted, pues él nos ha llamado y nos dijo que viniera urgentemente.

—¡Tomen asiento, chicos! —agrega el sacerdote preocupado.

—¿Qué pasa?

Isaac y yo nos miramos entre si algunos segundos, luego regresamos nuestras miradas hacia el sacerdote.

—Sacar a Progenito del cuerpo de tu hermano será muy difícil, creo que tenemos que decirle a Isabel para practicarle un exorcismo como se debe —el sacerdote frunce el ceño.

Yo abro los ojos del asombro, pues no quiero meter a nadie más en este asunto, ya tengo bastante con tener que proteger a Isaac.

—Ella no puede saberlo, no después de que Progenito mató a su marido.

El sacerdote se queda en silencio, Isaac me mira con confusión en el rostro, pues nunca le platique que Progenito fue quien mato a Mauricio y no fue un accidente como todos lo creen.

—Ella debe saberlo, será más fácil sentir el apoyo de su tutora —menciona el sacerdote angustiado.

Yo niego con la cabeza una y otra vez, siento que si le digo a Isabel, Progenito sentiría que comenzaríamos una guerra con él y no podríamos pararlo.

—Debes hacerlo Carlos, será lo mejor —añade Isaac junto a mí.

—¿Tú crees?

—Claro que sí, con todo el apoyo que sea necesario podemos salvar a Daniel, él puede tener una vida normal de nuevo —dice Isaac sonriendo.

El sacerdote Ted asiente con la cabeza y yo también lo hago, creo que no será buena idea decirle a Isabel, pero tiene que saberlo cuanto antes.

Respiro hondo y me pongo de pie, camino de un lado a otro en la oficina, tengo que pensar muy lo que haré.

—Es lo correcto Carlos, no podemos permitir que Progenito lastime a alguien más —susurra Isaac poniéndose de pie.

—Si, tienes razón, lo haré mañana temprano —le susurro y veo al sacerdote.

Él asiente con la cabeza, siento un poco de angustia con todo lo que está por pasar, pero aun así, puedo respirar con tranquilidad.

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