
#11: La viuda de blanco
Aquella viuda a la que dejaron plantada en el altar iba una vez a la semana al bar a beber y jugar a las cartas con su vestido de novia puesto, ya amarillento por el tiempo, el sudor recogido y las bebidas derramadas.
-¿Aceptas que te llame por su nombre? -preguntaba siempre antes de llevarse a casa algún pretendiente fugaz. Follar no, pero decir el nombre de otro le parecía una falta de respeto a la memoria de su único amor. Un amor que, fuera de su pecho, no sabía dónde estaba.
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