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IV

Ya estaba harto. Por enésima vez acarició el colgante que llevaba con cariño. Sólo eso lo calmaba y lo instaba a avanzar. No llevaba ni tres meses en ese país y ya quería irse. Extrañaba a su Tae.

-¡hey, Jungkook!

Jungkook resolpló, irritado ante la insistencia de ese chico.

-YoonGi... por milésima vez... no quiero sentarme con ustedes en el descanso. Me gusta estar solo.

Llevó su mano al colgante y lo acarició. Se estaba volviendo un hábito.

-vamos... te prometo que te caeremos bien...

El castaño negó con la cabeza y se alejó. El pelimenta ya no sabía qué hacer. Por muchas cosas que hiciera, parecía que no le caía bien al menor y eso lo desconcertaba. Lo único que quería era ser su amigo... bien, ¡bien! Quería ser su amigo para luego pasar a ser su pareja. Ese chico lo traía loco. Cada que era rechazado, sentía un poco más de afecto hacia el menor... Si tan sólo supiera que él traía la mirada puesta en alguien más...

Cierto día, Jungkook leía un libro, acariciando con mucho cariño el colgante que llevaba. La historia que leía le parecía estar viviéndola. No en todos los aspectos, pero sí en la mayoría. Lanzó un grito cuando alguien lo tomó por la cadera y lo cargó.

-¡rayos, YoonGi! ¡Suéltame!

El mayor lo ignoró, aún sintiendo golpes en la cabeza y en la espalda.

-ya es hora de que salgas de ese lugar. Te prometo que te vas a divertir.

Jungkook bufó, exasperado. Quería paz, ¿era mucho pedir? Leer era la forma en que más rápido pasaba el tiempo. Ya le urgía volver a su casa. No se refería al departamento que su mamá rentó en ese país, ni tampoco, al cien por ciento, de la casa cercana al bosque. No. Se refería como su casa, su hogar, a la hermosa compañía de su Tae.

Al llegar con los amigos de YoonGi, el castaño no dijo palabra alguna.

-vaya, Jungkook. No sabes cuánto habla YoonGi de ti. "Jungkook esto, Jungkook aquello..."

El mencionado se limitó a sonreír. No captó la indirecta tan directa de ese chico llamado "Jin". Por mero instinto, jugó con el colgante de V. Gracias a ello, pudo entablar una conversación decente con los cinco chicos a su alrededor.

Fue la primera y última.

Jungkook aprendió a esconderse de YoonGi, quien siempre le instaba a ir con ellos una vez más. Se negó a todas las peticiones.

Se ocultaba en un rincón de su instituto y se ponía a escribir. No era nada especial. No hasta que se le ocurrió que podría ser una manera de comunicarse con su amigo peligris. Cada carta nueva la mandaba a su madre, rogando que fuera a dejarla a la entrada del bosque. Su madre lo interrogaba, pero jamás conseguía respuesta. No tuvo más remedio que hacer lo que le pedía su hijo.

En eso se basaron cinco meses de la estancia de Jungkook en Estados Unidos. La noticia de vacaciones le cayó como milagro del cielo.

Con urgencia y alegría, empacó su ropa y se dirigió a su hermoso país natal. Ni bien llegó, saludó a su madre, le dio ciertos detalles de su vida en EU y se fue al bosque. Ahí se encontró con cierto "chico" sentado en una roca, leyendo una de sus cartas. Su corazón se agitó de una manera extraña pero agradable.

-¡TaeTae!

Corrió hacia el peligris y se avalanzó sobre él. A cambio, recibió tremendo palazo...

-lo siento, Kook; pero no quiero desaparecer aún...

El menor hizo un puchero, masajeando su cabeza.

-no era necesario hacerlo tan fuerte, tonto.

El peligris volvió a pedir disculpas, con una hermosa sonrisa en sus labios. Al ver ese lindo gesto, algo en el castaño pareció moverse y agitarse.

Pasaron el día viendo e imaginando formas en las nubes. Jungkook le platicó a V su progreso en la escuela y lo mucho que le insistía YoonGi en pasar el tiempo con él. Ante ese relato, Tae tuvo que contenerse en no decir algún comentario obsceno sobre ese chico. Le molestaba bastante el hecho de que el pelimenta pudiera tocar a su Jungkook y él no.

Empezó a llover y se refugiaron en una cueva. Tuvieron que estar muy juntos (pero sin tocarse) para mantener el calor. El momento era silencioso, cómodo, mágico. Un sonrojo teñía las mejillas del castaño. Quizá por el frío, quizá por otra razón. No le importaba. Tan sólo el simple hecho de estar junto a su amigo lo reconfortaba , lo animaba. Amaba esa sensación de cercanía. Amaba a ese peligris que estaba a su lado.

Los días que siguieron se la pasaron genial. Incluso parecía que Jungkook jamás se había ido por ocho meses a un país del otro lado del mundo. Recobraron el tiempo que habían perdido y cada segundo el castaño le tenía cada vez más y más cariño a Tae. Lo amaba tanto que ya no era capaz de imaginar una vida sin el peligris. Por eso mismo, pasados los veinte días de vacaciones del menor, casi se le rompe el corazón al darle un tierno beso en la punta de la nariz de la máscara a Tae en modo de despedida. Por alguna razón, esa despedida fue más dolorosa que la primera.










...

Yoon está aquí y vino para quedarse. Él será un personaje muy importante en el transcurso de esta historia. Aunque su método para llamar la atención de Jungkook no es la mejor, tal vez logre avanzar en una amistad con el maknae.

Tengo hambre, así que me iré a desayunar, chau

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