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4 - Tarjeta Roja


Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinco.

—Por más que lo golpees no va morirse ¿Sabes?

—Deja de sufrir y sube. Todos nos estamos divirtiendo, Uzui logro emborrachar al inspector.

Cuando el rubio está de mal humor, a lo que suele recurrir es al gimnasio de su hogar. Y nadie puede decirle nada por qué sus propios amigos son los que lo instruyeron a hacerlo.

De no ser así podría dejar a más de uno de sus empleados con los dos ojos morados y despedir a la mitad de la servidumbre.

—Que no ven que estoy ocupado, —dijo entre jadeos.

—¿Haciendo que exactamente? Pues al parecer ya terminaste de escribir la dichosa carta para la universidad de Senjuro, —le reprochó un desesperado Uzui, necesita alcohol, ya mismo.

—Planeando como destruir a este idiota.

—De que idiota hablas- —observa mejor el costal que lleva grabado en la parte superior con letras rojas la palabra "Akaza Soyama"— -a, ese idiota.

—Si, así que regresen por dónde vinieron.

Los golpes multiplicaron su fuerza. En la mente de los presentes, si ese costal fuera Akaza, estaría muy lastimado.

—¿Pero por qué piensas? Haz lo de siempre.

Kyojuro detuvo sus golpes por un momento meditando aquella opción. También lo considero, pero algo dentro de él le decía que eso no era suficiente.

La humillación de esa tarde no se compara con nada de lo que haya pasado antes, tenía que pagar por lo que le hizo de la misma manera.

Pero por el momento, una paliza no suena mal.

—Respiración de concentrado total... —

Un golpe certero fue enviado al costal de box, que se deshizo en sus manos por la fuerza aplicada.

Ante la mirada espantada de sus amigos.

—¿Deberíamos preocuparnos por eso?

—Ha este punto me sorprende que no haya asesinado a nadie.

Akaza no un fiel creyente del destino o que las personas tengan un propósito en este mundo.

Tampoco del mal augurio o la suerte. En realidad, no es creyente de algo en particular ni le llama la atención serlo.

Usualmente solo se apega a las vivencias inesperadas de su día a día. Si algo malo pasa —lo cual se está volviendo común últimamente—: bien ¿Qué más puede hacer? Aparte de maldecir claro; si algo bueno pasa: no lo celebra, pero se agradece que uno de sus días no esté lleno de mierda.

Tampoco se guía por presentimientos, aunque sabe que suele sentirlos a través de su cuerpo y sensaciones que no son fáciles de explicar.

Cómo cuando faltaba un día para su cumpleaños 6. El día anterior a dicha fecha sintió que le hormigueaba el estómago con una calidez agradable. Y al día siguiente, su mamá apareció para el desayuno con una rodaja de tarta de almendras y chocolate, su favorita.

O cuando iba de camino realizando una entrega. Se estacionó en una esquina de la calle algo expuesta, hasta que lo abordó un escalofrío desagradable por su columna vertebral. Algo le decía que se apartará. Ni un minuto después un camión de equipaje paso por su lado, haciendo que el charco que se acumuló en la carretera salpicará todo su cuerpo, la entrega del cliente, y más importante su bebé.

Ese mismo presentimiento lleno su ser al ver una tarjeta roja asomándose en su casillero.

Los gritos de euforia de sus compañeros resonaban en sus oídos desde distintas direcciones.

Estaban celebrando. Como su hubieran recibido una especie de premio.

—¡Akaza Soyama de segundo año, clase B! ¡Recibió una tarjeta roja de los F4!

Él se rascó la nuca con desinterés ignorando este hecho. Tiene la mala costumbre de no hacer caso a las alarmas en su cabeza cuando suenan. La principal fuente de sus problemas.

Pero es algo que no puede cambiar por más que intenta.

«Pura mierda» pensó para sí sin dar mayor importancia.

Dejo su mochila en su lugar dentro del casillero y desechó la tarjeta que traía inscrito "F4" en su interior.

Extrañamente no se encontró con Daki en su recorrido al salón, supuso que se le adelantó, pero...

—¿No teníamos clase libre-

Se interrumpió cuando desvío un golpe fantasma que venía directo a su cara. Con la agilidad de un gato se acercó a quien sea ese tipo.

Le brindo un golpe de su codo en la unión de la ingle y el muslo derecho para inmovilizarlo sin hacer daño.

El sujeto en cuestión era un pelinegro, que ahora mismo tenía en el piso con sus dos brazos en la espalda.

—¡D-Déjame ir imbécil!, —grito retorciéndose en el piso cuál gusano.

—No estás en condiciones de pedir nada. ¿Por qué me atacaste?, —dijo en un gruñido bajo, al no recibir respuesta presiono más su agarre— Dije... ¿Por qué me atacaste?

Nuevamente lo interrumpieron cuando fue pateado con fuerza.

Eso no fue un problema. Giró sobre el piso como si fuera cualquier cosa para el.

Lo que lo sorprendió fue estar rodeado de muchos chicos de su edad y mayores con los brazos alzados y amenazantes.

Un fuego se encendió dentro de él. Hace mucho que no tiene peleas en masa y la adrenalina traicionera corría por su cuerpo como un encendedor para la mecha de un petardo.

«Nada de problemas. Solo déjalos fuera de combate» Se recordó a si mismo. Una y otra vez.

Sintió que un puñetazo se dirigía a su nuca posterior. Muy cobarde de su parte atacar por la espalda.

Esquivó fácilmente, haciendo que el otro solo cayera hacia adelante y para rematar le dio una buena patada en el culo.

Tantos años de entrenamiento con su maestro, peleas clandestinas en el barrio rojo y trabajos en la Yakuza... ¿Para esto?

Se sentía ofendido.

Chisto en respuesta —¿Me están jodiendo? ¡¿Creen que estos golpes mediocres pueden contra el Soryu?! ¡Me van hacer bostezar!

—K-Kyojuro S-Sabonim, tenemos un problema con lo que solicito.

Inmediatamente se levantó de su sillón reclinable buscando la mirada del muchacho con cabellos oscuros —¿Qué paso?

—Este chico... no se le puede golpear.

Tengen alzo ambas cejas en sorpresa, la atención que tenía en su laptop inmediatamente se dirigió al par, que discutía. —¿Es así?

—¿Aaaah? ¿A qué te refieres con- ¡Eso es imposible! ¡Si prácticamente toda la preparatoria está sobre él! No hay forma de... —Sus ojos clavados sobre los de ojigranate a su lado.

—¿...o sí?, —contestó juguetón, incitando la furia del Rengoku.

Se alejo del hostigoso de Tengen. Frotó su cien fruncida con los ojos cerrados. Su única solución sería llamar a Kokushibo, pero por lo que sabe en estos momentos salió de viaje y no regresaría hasta dentro de unas semanas.

—Kyojuro Sabonim, ¿Y... si lo inculpamos?" Pregunto de forma tímida el tercero en la habitación.

El mencionado detuvo su andar en círculos para observar con atención al niño frente a él.

—Me refiero a. Bueno, ese tal Akaza dejo lastimados a varios de nosotros, —continuo con cuidado—. No fue grave, pero es suficiente para generar al menos una larga suspensión

Negó con la cabeza —No eso es demasiado fácil. Podría hacerlo yo mismo ahora.

Se cruzó de brazos pensando. Debe existir un castigo que lo satisfaga.

Algo en su cerebro pareció hacer click cuando recordó el helado sobre sus zapatos.

—Sabes creo que tengo una mejor idea.

El segundo bloque escolar llegó. Se les dio un espacio a los alumnos para que pudieran guardar y traer sus materiales del casillero en tanto los profesores llegaban.

Akaza solo fue por su botella de agua que había olvidado, de todas formas, les toca con el mismo profesor.

A claro, los chicos que intentaron molestarlo huyeron. Bastaron algunas cortas demostraciones para que el resto saliera corriendo.

Eran muchos, pero si no sabían moverse no significan un problema serio para él.

Regresó alargando un bostezo de aburrimiento. No tenía mucho que hacer en el salón si el profesor no estaba, estás dos horas se las paso durmiendo.

Ir a la piscina suena una buena idea. ¿Puede siquiera hacerlo? Hasta dónde sabe no está permitido salir del salón de clase durante la hora libre.

Al ingresar a su salón todos se callaron de golpe. Los ojos alrededor se clavaron en su espalda siguiéndolo todo el recorrido hasta la esquina del salón, dónde prefiere sentarse.

«Hombre, que escalofriante» pensó él.

Se sorprendió al no ver su mesa por ningún lado, tampoco estaban los libros que trajo anteriormente.

—¡...ño rosa, ey niño rosa! ¡Oye hazme caso!

La voz aguda de su compañera se coló en sus oídos, tan irritante. Era una de las que solían molestarlo.

La verdad no recuerda su nombre, pero si no se equivoca es la "líder" o algo por el estilo, viene acompañada de sus amigas. ¿Nunca están solas? Parecen garrapatas pegadas.

Nuevamente sintió los ojos de todos sobre él, con pequeños cuchicheos y burlas entre murmullos.

Sumó dos más dos y supo lo que estaba pasando.

—Hablen, quien de ustedes fue ¿Dónde carajos esta mi pupitre?, —trató de sonar intimidante.

—No lo sé, —respondió con una sonrisa inocente la de ojos claros, casi blancos.

—Debiste pensar en eso antes de meterte con los Flowers Four, tal vez no lo sabes, pero su líder está furioso contigo, —comentó su amiga pelinegra.

Oh. Oh. ¡Bien! A eso se debe los matones en la mañana y el robo de su mesa. Parece que Kyojuro empezó con lo que probablemente sea el juego más infantil del mundo. Y sus piezas favoritas son sus subordinados. Claro.

Se dio media vuelta a regañadientes, ignorando los comentarios de sus compañeros sobre cómo era demasiado idiota para quedarse y que debería irse y nunca volver.

«Púdranse, lo que necesito es un escritorio y una silla para mí culo»

Un brillo claro sobre el piso llamo su atención.

En el centro del salón estaba tirado su libro de Historia. La portada llevaba tatuada las mismas palabras que hace un momento sus compañeros le dijeron con tanto amor.

Respiró profundamente. O podría masacrar a todos de la rabia.

Cuando intento recogerlo el libro se movió y con eso las risas de sus compañeros se intensificaron.

Intuyó que su libro, por loco que suene quiere llevarlo a algún lugar.

—¡Estúpido pedazo de hojas, los árboles que costaste no valieron la pena! —le espetó a su libro como si le fuera a responder.

Fue estúpido. Se vio estúpido, por eso las carcajadas detrás de él están justificadas.

No tuvo más opción que seguir a su libro. Joder suena tan tonto, pero es cierto. Jugó al corre y atrapa un buen rato hasta que llegó a un lugar en particular.

«Ah. Con que aquí estaba»

Su mesa estaba en un tramo de los pasillos con grafitis pintados.

"Púdrete" "No perteneces aquí" "Lárgate idiota" "¿Por qué no mejor te mueres?"

Equis y símbolos en rojo que no llego a entender, pero tampoco busco hacerlo. Más le preocupaba el hecho de si esas manchas salían. Sintió lástima por lo conserje.

Antes de que se diera cuenta estaba rodeado de muchas personas, no solo los de su salón, había rostros que no recuerda haber visto en ningún lado y otros que le molesta reconocer —como las chicas superpoderosas—.

Otra vez, esa absurda y molesta risa en masa.

—Si Ja-Ja estuvo gracioso ¿Quién carajos hizo esto? Si sale por su cuenta seré amable. —Su ceño fruncido.

Pero su molestia parecía divertir más a sus compañeros. Y cómo buen círculo vicioso eso lo hizo enojar más.

Busco la calma. Trato de mostrarse prudente y enfrentarse con el responsable de esto.

Pero todo sentido de lo razonable se perdió cuando un líquido viscoso se derramó por el costado de su frente. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando ya había impacto un huevo ensuciando su cara.

En medio de su estado de conmoción se retiró la incómoda humedad con una de sus manos.

Pero ese no fue el único. Un bombardeo de clara y yema fue a dar contra su rostro, cuerpo y uniforme.

Mierda. El uniforme.

La imagen clara de su padre apareció en su cabeza. ¿Qué pensaría si lo viera en este momento? ¿Qué cara pondría? Se notaba tan entusiasmado al respecto. La tela que según él menciono de tan alta calidad y estuvo horas planchando, siendo mancillada en este momento.

Una mueca de disgusto y tristeza se dibujó en el al tan solo imaginar la cara de su padre al ver su uniforme en tan deplorable estado. La idea de herir el poco orgullo que conservaba su familia lo atravesaba como vidrios rotos en su corazón.

Las burlas se oían desenfocadas en sus oídos cuando inútilmente se cubría con sus brazos el rostro, para que los golpes que venían en todas direcciones no sean dolorosos.

Nunca antes había sufrido de alguna especie de acoso en grupo. Y era horrible. Tan patético. Como un maldito insecto, tratando de esconderse de la luz de forma miserable.

Si esto se hubiera dado cuando el todavía pertenecía a la Yakuza les hubiera destrozado por lo menos tres de sus costillas como advertencia.

Pero está en una institución. No es lo mismo.

Aún en el shock no se dio cuenta del polvo blanco que lo rodeo hasta que sintió sus pulmones secos por la sensación.

Miro hacia arriba, harina descendía de un balde metálico por encima de él.

Como una maldita receta para pastel. Ridículo.

—¡Miren, si agregamos aceite podemos freírlo en el sartén!, —exclamó alguien frente el, está seguro.

—¿Para qué hacerlo? Si el resultado solo sería un asqueroso y feo panqueque rosa, —se mofo otro entre risas con sus otros amigos.

«Que malos chistes. Enserio muy malos» pensó el pelirosa con un nudo formándose en su garganta de la frustración.

Su vista difusa como si una espesa niebla lo rodeará giro por la multitud frente a él buscando enfocarse. El tiempo se congelo por segundos cuando reconoció los ojos verdosos de Daki, observando con pesar.

Hubiera sido mejor no verla, por qué lo único que hizo al toparse con su mirada es huir despavorida de la escena, no sabe si por él, por sus compañeros o por la situación en sí.

Cierto que no eran los mejores amigos, ni siquiera está seguro de ser amigos. Pero es la única persona lo recibió como un ser humano en el colegio. Por eso la ayudo con el sujeto que casi la obliga a lamer sus zapatos, y no se arrepiente.

Por eso es lo mejor que no lo ayude, sería humillante para él y peligroso para ella.

Aun así, duele.

La sensación de ahogó en su garganta se intensificó.

Con Daki fuera de esto y más harina cayendo desde el cielo supo que ya era suficiente para un día.

Con los puños apretados y los insultos atorados en su garganta hizo lo único que se ocurrió.

Largarse.

—Bien. Ya debió tener suficiente con eso. ¿Verdad?

Desvío su vista del monitor con una expresión indignada en su rostro. —¿Suficiente? Cuando venga de rodillas a pedirme disculpas y misericordia, allí te diré que fue suficiente.

Suspiro más calmado y complacido cuando vio la imagen en la pantalla. El chico de pelo rosa con una expresión de dolor y frustración saliendo de escena.

—Es por eso que dicen que no debes molestar a un lobo dormido, ¿verdad?, —dijo con una sonrisa divertida.

Esta lección le servirá para que no vuelva a intentar creerse el listo con él. Lo que sigue ahora son sus disculpas en una larga lista de castigos, no va dejarlo ir tan fácil.

Obanai se incorporó sobre el sillón con una ceja alzada de confusión. —¿Qué no era un león?

—¿Ah? Si, si, lo que sea, no me quites el buen humor.

El pelinegro con vendas solo negó con la cabeza y se volvió a recostar.

—Parece que no durará más de una semana" replicó el chico se joyas.

—¿Una semana? Yo digo que tres días, —dijo más interesado Obanai, fijo su vista en Uzui— apostemos. Si yo gano me darás la maceta de tu última exposición.

El otro se burló. —Para alguien que no distingue una maceta de una botella es una pregunta extraña, ¿para que lo quieres?"

—Digamos que a mi chica le gustan las macetas y casualmente le llamó la atención la que tiene bordados de mariposa en tu última exposición, —contestó con la ilusión pintada en su rostro.

—¿Chica? ¿Qué chica?, —preguntó Tengen confundido, hasta dónde sabe Obanai no está saliendo con nadie.

—Pues la única que tiene, —comentó Rengoku.

—Oh, Kanroji

—¡¿Ustedes sabían?!, —exclamó exaltado el pelinegro.

—Eres demasiado obvio. —Sin prestar atención a lo que decían, solo opinando mientas se concentraba en que cara poner cuando el pelirosa aparezca.

—Si. Digo, cada vez que visitas a Kyojuro pareciera que la visitaras a ella, —dijo Tengen mientras Kyojuro hacía una mueca de disgusto.

Obanai dio una respiración estrangulada. ¿Si ellos se dieron cuenta, Kanroji también lo sabrá? —Bien, bien. ¿Entonces hay trato o qué?"

—Trato. Pero si yo gano, me darás el número de las chicas de la otra vez, que te negaste a aceptar tú, —respondió Tengen ahora sentado correctamente sobre el mueble.

—¿Sigues con eso? Bien.

—Ya basta. Ese Akaza o como sea debería llegar en cualquier momento.

Los chicos desde atrás prestaron atención a las acciones del rubio. Para ellos todo esto solo es como un espectáculo para su entretenimiento.

Kyojuro fijo su vista más concentrada en la puerta y empezó a contar, cada número acompañado con un movimiento de mano. —Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¡Ta-dah! —Acabo con un chasquido.

Para sorpresa de los tres, la entrada estaba tan solitaria como de costumbre, junto ella las risas reprimidas de los dos jóvenes. Hizo que la expresión en Kyojuro se endureciera brevemente.

Luego su mente se iluminó en reconocimiento con una sonrisa. —Pues es obvio. Le avergüenza venir a mí en ese estado. Me adelante, —finalizo con una risita.

Aclaró su garganta y nuevamente inicio su conteo, del cinco al uno, pero esta vez con tartamudeos y más indeciso que en un principio. —... Uno.

No había rastro ni de un mechón rosa asomándose.

Sus compañeros de habitación no resistieron las pequeñas carcajadas de burla salir de sus labios. Kyojuro por el contrario sentía como poco a poco su mal humor se reconstruía.

Saco su teléfono móvil para comunicarse con alguien. Y regañarlo si es necesario.

—¿Hiciste lo que te pedí?... ¿Y lo hiciste bien? ¡Pero entonces por qué no está aquí! ¡¿Dónde demonios se metió?!

¿Rendirme? ¿Piensas que así vas a detenerme?, —espetó a la nada—. ¡Ja! ¡¿Con una estúpida receta para panqueques?! ¡Ese es tu gran método!, —gritó con un humor amargo, siendo tan fuerte para rebotar en los edificios alrededor—. Cómo si eso fuera suficiente. ¿Acaso alguna vez tuviste que comer harina y aceite para sobrevivir? ¡Llegaste cubierto de sangre a casa con una bolsa de pan! Soy más fuerte de lo que piensas, ¿Y vienes hacer que?... —Su mirada perdía en el abismo del aula de 3 H, un piso abajo de la azotea, su rincón de desahogo.

Sus ojos dolían, transparentes como el reflejo de una laguna por las lágrimas contenidas. Negándose caprichosamente a soltar alguna.

Analizo su aspecto una vez más los grumos de harina y huevo se secado en la superficie de su camisa y chaqueta. Las mangas de color amarillento con polvo blanco.

—Estos idiotas sin cerebro no saben que la harina es oro o qué? —Con pesar y sin mucha coherencia probó la punta de sus dedos, el sabor de la harina lleno sus papilas gustativas— Que desperdicio, —farfulló— Enserio, ¿Cuántos panqueques deben haber aquí? Suficiente para mis desayunos lo que resta del año de seguro... —

Deseaba gritar, maldecir a todos, golpear algo, vengarse del imbécil que provocó esto, pero una pequeña tos fingida lo distrajo.

—¿Q-quién anda ahí? —Alertado busco a la fuente de aquel pequeño e intencionado ruido.

Escaleras abajo frente a él apareció la misma figura que vio hace un tiempo. Más abrigado que la última vez, esa chaqueta blanca gruesa y bufanda beige se lo demostraban.

Por su cabello algo desordenado y la mirada somnolienta supo que había despertado de lo que fue un sueño profundo. Una vista familiar por su anterior interacción.

—¿Tan ruidoso como de costumbre no?, —dijo con su común voz calmada.

El en cambio se puso nervioso sin saber que decir. Es la segunda vez que lo interrumpe en medio de sus sesiones de "odio la vida".

—¿Tú sabes cómo hacer hotcakes?"

—¿Eh?

Hotcakes, —repitió alzando un poco más su voz.

Si antes estaba en blanco, ahora peor. Confundió alzo ambas cejas, pero con un rostro algo reservado, incluso tímido por la atenta mirada oceánica del hombre que tenía delante.

—Pues... solo mezclas harina, huevos, leche y azúcar. Luego...lo amasas y lo fríes. ¿Cómo... los hotcakes normales?, —dijo entrecortadamente, los pensamientos aún difusos en su cabeza. Era una pregunta muy aleatoria para un momento así y francamente no la esperaba.

—Hum, eso suena muy fácil.

Se quedaron un momento en silencio. Tampoco es como que haya pensado en algún momento que este pelinegro fuera de muchas palabras. El ambiente se rompió cuando el mismo Tomioka se inclinó hacia el con una mirada inquisitiva que lo analizaba de pies a cabeza, por inercia retrocedió un paso.

Akaza puso una pose defensiva al verlo sacar algo de sus bolsillos. Es cierto que Tomioka por el momento no le ha hecho nada para perjudicarlo y tampoco parece tener la intención de hacerlo, pero sigue siendo uno de los F4. Lo único que sabe de ellos es que hacen lo que quieren y si alguien se atreve a interponerse en su camino le harán vivir un infierno.

Tomioka seguía siendo parte de ellos.

Aunque con todas las interacciones que han tenido la idea de que él es diferente en algún modo inexplicable sigue flotando en su cabeza.

La vacilación de sus pensamientos fue tal que no se dio cuenta de la cercanía del otro hasta sentir una suave tela pasar sobre su camisa y mejillas.

—¡O-Oi! Basta yo puedo hacer eso solo, —se quejó haciendo aún lado su rostro cada vez que lo tocaba.

—¿Quédate quieto, parece que Kyojuro causó esto no? Necesitas limpiarte... —su voz serena.

Siguió pasando su pañuelo por el rostro del pelirosa estupefacto, quien dejó de quejarse y se dejó hacer por el ojimar.

Con sus músculos menos tensos dejo que el otro le quitara los restos de suciedad de su rostro. A decir verdad, se sentía algo avergonzado, pero apenas y procesa lo que está pasando.

Paso el pedazo de tela por su rostro y hombros. Tomo sus manos algo desgastadas y restregó el pañuelo blanco con suavidad. Al final se lo dejo sobre sus palmas, en señal de que él debe terminar el con el trabajo.

El de mirada impasible le dio la espalda para irse.

—¡Espera! ¡T-Tu pañuelo!, —dijo el pelirosa con su mano alzada.

—Lo necesitas más que yo, quédatelo, —respondió girando solo su cabeza en su dirección.

—Pero, sigue siendo tuyo. Te lo devolveré la próxima vez que vengas.

Tomioka chisto. —Ya no vendré más aquí. Este lugar ya no es tranquilo. Gracias a alguien, —dijo sarcástico siguiendo con su camino.

Está vez Akaza no lo detuvo.

Se recostó sobre la pared tras él, todavía aclarando su mente de lo que acaba de pasar.

Observo el pañuelo en sus manos mientras soba ligeramente.

Las iniciales "GT" inscritas en una esquina.

Debió intuir por el rostro espantado de la secretaria en dirección que no lucía del todo presentable para estar delante del director.

Pero descubrió una vez más que el descaro es una de sus principales y tal vez peores características.

Al menos no tuvo que verle la cara al "dueño" de esta escuela, por qué se encuentra en una junta.

Atenea, la ayudante y secretaria del director Kamikaze le dio una rápida mirada de arriba abajo con desaprobación cuando se acercó a ella, arrugando su respingada nariz.

Pero no dijo nada al respecto, tal vez este acostumbrada a recibir a alumnos y alumnas por igual en peores condiciones, físicas y mentales.

En su mente se dibujó la escena de una de sus compañeras chillando de angustia con pastel en la cara, o algún compañero ensangrentado dando quejidos de dolor.

Por su parte solo dijo con voz suave: —¿Disculpe, puedo hacer una llamada? —Señalando en teléfono fijo inalámbrico en una esquina de su escritorio.

Lo miró desconfiada asintiendo lentamente, tal vez teme a qué ensucie el aparato con sus manos. Suspiró limpiando ambas palmas con el pañuelo que conservaba en su bolsillo.

—No puedo creerlo. ¿Tu estudias aquí?

Arqueo una ceja.

Eso más que una pregunta de duda, sonó a incredulidad, no. Desprecio.

—¿Ehm... sí?, —dijo viéndola con una si fuera una idiota. Tomo el teléfono en sus manos y marcó el número de su madre.

La mirada rojiza intensa de la secretaria no cambia, recién se percató que se concentra en sus tatuajes del cuello y brazos.

La comprensión llega a su cabeza como un relámpago.

Oh. Ella entiende el significado de los tatuajes.

Ahora que se quitó el saco y arremango su camisa, las líneas azuladas se notan más sobre su pálida piel.

—¿Hola, con quién hablo?, —la voz cantarina de su madre se escuchó del otro lado de la línea.

—Akaza, mamá. Estoy en dirección, quería decirte-

—¡¿Dirección?!, —interrumpió alterada, empezar por esa parte de la historia sin duda no fue una buena idea— ¡¿P-pero por qué?! ¡Akaza Soyama más te vale que no-

—Mamá, —trata de tranquilizarla con su voz— Todo está en orden, es solo que no voy a llegar a casa, se me hizo tarde así que iré de frente al restaurante de Kaigaku, ¿sí?"

Un sonido de alivio fue su respuesta. —Pues di eso primero que espantas a la gente... —El ritmo de su respiración desacelerándose— ¿Entonces, todo está bien verdad? ¡Sin mentiras!

Debe decirlo, su madre es muy perspicaz.

Sin embargo, él es un muy buen mentiroso.

—Si mamá. Estoy... —Una mirada rápida a su ropa— ...muy limpio. Te llamaré cuando esté camino a casa, ¿vale?

El "cof cof" de Atenea mientas señala su muñeca como diciendo que se hacía tarde, lo regresa a la realidad. Claro, no está pagando está llamada.

—Bien, besos hijo. ¡Te amo! —Prácticamente grito eso, con la intención de que cualquiera que esté con él lo escuché.

¡Mamá! —gruño. A pesar de que nadie en particular está a su lado, no quita lo avergonzado que le hace sentir.

Ya sin energías de seguir soportando las intenciones de su madre de molestarlo colgó y dejo en teléfono inalámbrico sobre su lugar.

—Gracias, —murmuró para salir de allí.

Aunque no perdió de vista el comentario de la secretaria.

—Un delincuente en Shinhwan ¡Increíble!

Al parecer las acusaciones y palabras para juzgarlo no se quedarán solo entre los alumnos.

Está acostumbrado al rechazo. Tampoco es que necesite la aprobación de extraños, le basta con la de su familia.

Cuando entro nuevamente al salón de clase a recoger sus cosas para salir de la institución se topó con una apenada Daki sentada junto en una siento más allá del suyo.

Cuando ella se percató de su presencia se levantó súbitamente para recibirlo —¡H-Hola! Eh, yo...

El solo la observó en un silencio incómodo, sin saber que decir después de lo que pasó.

—... Puedo explicarlo. —Su cabeza agachada.

—No necesitas hacerlo, —contestó con una voz vacía. Recogió sus cosas ignorando a la chica con ojos suplicantes.

Un suave apretón en su brazo lo hizo parar.

No quiere ser grosero, pero si sigue insistiendo no va tener de otra que-

—Traje helado.

Akaza giró su cabeza en su dirección, efectivamente había dos botes de helado en sus manos de tamaño mediano uno sobre otro dentro de una bolsa transparente.

—... ¿Es de menta?

—Te lo aseguro.

—Bien, te doy 5 minutos.

Tomo una silla de las que estaban alineadas con los escritorios y se sentó frente ella, ambas piernas rodeando el espaldar de la silla mientras exige su helado con el brazo alzado.

Ella le sonrió levemente, dejo salir el aire contenido con un suave "gracias". Le entrega su ansiado bote al chico de cabellera rosa que lo mira con ilusión.

«Y al inicio ni siquiera querías ir por helado» Pensó con burla y ternura a partes iguales al verlo engullir el helado con los ojos brillantes de un niño pequeño.

Tomo una silla como lo hizo el contrario, solo que ella se sentó de la forma convencional.

—Bien...en primer lugar, lo siento mucho. —Jugó con sus manos con nerviosismo— Es solo que... todos te atacaron en nombre de Rengoku sabonim y no supe bien que hacer, —empezó con la mirada sobre sus pies— Nunca me enfrente a él, de hecho, no recuerdo a alguien que lo haya hecho alguna vez. Fue una fortuna que estuvieras cuando me dijo que lamiera sus zapatos, si no hubieras estado de seguro lo habría hecho. Pero lo que pasó no significa que no te aprecie ¡Enserio lo hago y mucho! Lo que te dije cuando nos conocimos es cierto-

—Tienes un punto débil por el apellido Rengoku, ¿verdad?, —interrumpió con helado manchado en sus labios.

La peliplateada asintió notándose arrepentida por todas las molestias que le hizo pasar, está no era la idea de amistad que quería con Akaza.

—Cambia esa cara, entiendo por qué le temerías, —dijo comiendo más de su helado.

—¿Eh? Si claro...miedo, —dijo en voz baja e insegura, Akaza no la escucho muy bien, pero tampoco la interrogó por eso.

—Eso no quiere decir que dejaré que intente pisotearme como un insecto, —gruño con el ceño fruncido.

El común mal humor del pelirosa hizo sonreír a la chica, sintiendo como todo volvía poco a poco a la normalidad entre ellos y la tensión desaparecía.

—A la próxima, trataré de involucrarme, —dijo ella.

Daki saco la tapa de su propio envase de helado con el color del cabello de Akaza y empezó a comerlo gustosa.

—Si te atreves te patearé el trasero.

—¡¿Ah?! ¡Pero quiero ayudar!, —chilló por su respuesta.

—No lo hagas, yo me puedo hacer cargo de mis propios asuntos.

«Además, no quiero que te hagan daño» quiso agregar, pero prefirió reservarse ese comentario para sí.

Daki estaba en obvio desacuerdo, aunque quiso evitarlo ambas cejas en su rostro se juntaron, recordando la forma en que la miro el Soyama esa tarde. Cuando no hizo nada para yo ayudarlo.

Frustración, decepción, irá, tristeza. Muchos matices de sus emociones plasmadas en sus ojos brillantes, dirigidas a su persona. Cómo si le pidiera ayuda, pero sin querer decirlo en voz alta.

Eso la asusto y huyó.

Pero ahora es diferente, quería que fuera diferente. Ayudarlo en algo, no importa si era pequeño.

—Pero por lo que vi hoy, pensé que tú...

—Está bien, —mintió, tratando de zanjar ese tema. Recordar lo patético de aquella tarde lo hacía sentir náuseas y la misma sensación de ahogamiento que sintió hace unas horas.

«Claro que no, no está bien. No estás bien» Las palabras murieron en la garganta de la Shabana.

La expresión del pelirosa era bastante triste más de lo que era molesta, a opinión de su compañera.

—¿Al menos...me dejas ayudarte después?, —preguntó astutamente.

—¿Después? ¿A qué te refieres exactamente?

—Por ejemplo, cambiando tu uniforme por esto. —Le alcanzó una bolsa que tenía en su poder—. No sé qué talla eres, pero te traje una más grande que la mía, —dijo ella.

El buso de la escuela. Acepto, de todas formas, el ir en esas fachas al trabajo no era una opción.

—Lo acepto, pero me ofende muchísimo tu forma de calcular mi talla, —se quejo con un sutil puchero de labios, del que la peliblanca gozó burlarse.

Aparentemente Daki recordó algo, por qué recogió su mochila que estaba apoyada en una pared y regreso a su asiento. —Tu bonito ojo morado será lo siguiente. Y tengo las herramientas adecuadas, —canturreó lo último.

De su mochila emergió una caja verde con detalles dorados y la reposo sobre sus piernas.

Por la forma en que la que el maletín de hombros se desinfló se puede deducir que era lo único que traía a la escuela. Al abrir aquella caja supo lo que era.

—No. Ni de coña.

—¡Oh vamos!

—¡¿Te parece que uso maquillaje?!

—¡Pero es para algo importante!

Akaza no tiene nada en contra de que las personas se maquillen, pero eso no quiere decir que al le guste hacerlo.

En su tiempo uso pintura para ponerse más líneas de las que ya tiene cuando perteneció a la Yakuza. Eso incluía su rostro y piernas. Pero visualizarse a si mismo con una brocha y polvo de base por alguna razón le hacía dar escalofríos.

—Solo será un poquitín, ¡Lo prometo! Para tapártelo. De seguro tu familia no estaría muy feliz de verte con el ojo todo hinchado.

El pelirosa medito en eso.

Cierto.

No es solo que su familia no estaría feliz. Si no que su madre lo mataría si se entera que estuvo involucrado en una pelea. Más aún por la llamada que le hizo en dirección, se vería sospechoso.

—Bueno. ¡P-Pero solo el ojo!

Ella sonrió triunfal. —¿Qué tal una sombrita azul oscuro debajo de tu lagrimal? Se te vería divino-

—¡DAKI!

El rostro enrojecido del chico fue todo un espectáculo para ella.

—Awww ¡Cuando te sonrojas así me recuerdas a un rábano!, —dijo alegre y brillante.

—Si dices algo más, este rábano se larga.

—Hay, ya, ya. Que amargado, —respondió ella sacando una brocha esponjosa— Ahora quédate quieto.

Daki saco de su cajita tres contenedores delgados, que parecían barras de plástico rellenas de crema. Se tomó su tiempo para escoger uno que se fusionara a la perfección con la piel pálida del pelirosa. Cuando supo cuál usar lo abrió y embarró un poco de líquido sobre el párpado del Soyama, removiendo poco a poco.

—Primero un poco de contorno.

El estremecimiento de Akaza cuando lo toco con la punta de su brocha la hizo sonreír.

Su siguiente acción no buscaba tener mucho sentido. Pues de forma inconsciente desvío su mirada del ojo de Akaza hacia sus manos, notando algo extraño.

—No sabía que tenías ese pañuelo, —dijo después de su momento de oscilación— nunca te vi usarlo.

El agarre suave que tenía sobre la tela se apretó brevemente, pero fue reemplazado casi al instante por un agarre gentil, casi tierno se atrevería a decir.

—¿O esto? —Su mirada sobre el pañuelo—... No es nada. No importa.

La chica no dijo nada, pero eso no quiere decir que no noto la vacilación ni la ligera sonrisa que se formó en el rostro contrario.

Entonces Daki cree que sí importa. Mucho.

GLOSARIO Y OTROS:

Yakuza: Es equivalente del crimen organizado en Japón.

¡Ta-dah!: Cuando una persona hace algo impresionante, diría "ta-da", y empezarían los aplausos.
Hotcakes: Pan delgado y de forma circular que se come con mantequilla y miel.
Iniciales "GT": Giyū Tomioka.
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Holiiis querid@s lector@s (◍•ᴗ•◍), antes que nada, una disculpa por el retraso de la actualización, hehe. Toi tratado de escribir algunas historias para la Renkazaweek de este año, no importa si salen tarde xd, además de que también voy a sacar un fanfic en el Au normal, tengo algunos capítulos hechos, pero preferiría terminarlo antes de su publicación (ㆁωㆁ).
Espero que esté capítulo les haya gustado.
Las escenas de bullying son muy difíciles de escribir, pero aquí estamos echando les ganas :'3. Ha, una última cosa, si ven que capítulos anteriores se han actualizado no les presten mucha atención, debes en cuando me doy vueltas por allí para corregir algunos errores gramaticales que no note y eso, nada importante en realidad.

¡Muchas gracias por dedicarle algo de su tiempo a mi historia! ¡Ce les quiere mucho!

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