XXIII
Despierto, esta vez sola, de nuevo en la misma habitación de iluminación verdosa y oscura con un par de monitores y en la camilla en la que estoy tumbada. Pasé el día anterior hablando con Rantaro. Cuando le pregunté si podía ver a los demás, me respondió que no. Sigo sin entender muy bien por qué, pero no me quedó otra opción que conformarme. Las cosas eran extrañas. Rantaro me hablaba como usualmente pero algo me incomodaba y ese algo se trataba de su misma incomodidad. Era como si le diera miedo decir algo que me pudiera ofender. Eso es... ¿extraño?
Me levanto de la camilla y me arranco la vía intravenosa del brazo. ¡Es hora de comer algo de verdad! Antes de nada, me pongo mi ropa. Supongo que Mikan me desvestiría para poder tratarme en condiciones. Deslizo el blanco camisón lentamente por mi piel para no hacerme daño en el brazo.
Traspaso la puerta y me encuentro un largo pasillo lleno de puertas. No sé por qué, pero lo encuentro parecido a un hospital. Paseo por los pasillos en busca de alguien, me da igual quién sea.
Tras varios minutos dando vueltas y vueltas por esta laberíntica edificación, encuentro al trío de Angie, Himiko y Tenko tomando unos refrescos de unas máquinas expendedoras. Voy corriendo hacia ellas emocionada de verlas en tan buen estado.
-¡Chicas! -las saludo a punto de abrazarlas.
Entonces sucede algo que simplemente no esperaba.
-¡¡Alto!! -me grita Tenko poniéndose al frente de las otras con una pose amenazante.
-¿Qué...? ¡Tenko, no soy un macho degenerado! -bromeo.
He dicho eso con el propósito de tranquilizarlas a las tres porque mientras que Tenko parece estar a punto de darme una paliza, Angie y Himiko parecen asustadas. Bueno, solo Himiko, Angie tiene su sonrisa característicamente impermeable sea cual sea el momento. Al parecer, mi propósito ha tenido el efecto contrario. Ahora Tenko me fulmina con la mirada.
-¡No des un paso más! -ordena ella flexionando sus piernas.
¿Acaso va a pegarme...?
-Ya basta -dice Maki apareciendo por el umbral de una puerta cercana.
-¡Pero ya sabes lo que...! -trata de protestar ella.
-No, ella no tiene ni idea -interrumpe Maki-. No es peligrosa, lo único que consigues haciendo tal desfachatez es asustarla y confundirla, ¿no lo ves? -Me señala. Tenko me mira y pestañea varias veces. Luego baja la mirada y asiente.
-Yo... lo siento mucho -se disculpa con una mirada perdida.
Creo que más o menos comprendo sus razones. Ya tendrá que saber junto con el resto de la clase que yo era peligrosa, muy peligrosa.
-Es porque era un Resto de Desesperación muy peligroso, ¿no?
Me miran como si fuera una histérica. Maki y Angie no tanto. Dentro de la variedad de sus emociones, Himiko se ve bastante sorprendida.
-¿Y-ya lo sabes...? -inquiere Tenko inexplicablemente alterada.
-Sí... Yo fui la primera en entrar en desesperación y debido a mi talento, era muy peligrosa -digo convencida.
Parecen relajarse. ¿Qué pasa aquí?
-Bueno, ¿qué haces aquí? -inquiere Himiko cambiando de tema.
-Oh, pues desperté, y como me sentía bien pues decidí salir y dar una vuelta, o algo. No sé, me aburría. -Sonrío inocentemente.
A Tenko no se le borra esa expresión entre desconcertada y desconfiada de la cara. Lo peor de todo es que no se corta un pelo y ya empieza a incomodarme. Prefiero ignorar ese pequeño detalle y le digo para calmar el ambiente:
-¡Abrázame!
-¡¿Q-qué?! -responde echándose hacia atrás.
-¡Oh, vamos! -Me lanzo a ella y la doy un fuerte abrazo. No creo que así se atreva a golpearme.
-Ufff... -Finalmente me corresponde el abrazo. Al separarnos noto algo de tristeza en ella.
"¿Pero qué narices ha pasado mientras dormía? ¿De repente me odian todos?" Esas dudas abarcan mi mente. Aunque si tuviera que describir el comportamiento de todos (sin contar a Hajime y Mikan), diría que sienten temor. Temor de mí. Hasta a Maki, con la gran indiferencia que muestra ante toda situación, la noto diferente ante mí. Como si estuviera distanciada de repente. Y es una pena; nuestros lazos comenzaban a estrecharse después de la charla que tuvimos la otra noche...
-¿Dónde están los demás? -le pregunto a Maki.
-Nos han dejado una sala de descanso para todos. Ahora que estás bien no debería haber inconveniente para que te unas. -Se da la vuelta y pasa por una puerta que supongo que conducirá a la sala a la que se refiere.
¿Y acaso debería haber un inconveniente? Esto cada vez es más raro.
Sigo a las otras tres y llego hasta la sala donde se encuentran el resto de mis compañeros. Sonrío al ver que todo está bien con ellos. Pero mi sonrisa se borra cuando en algunos como Kaede y Miu veo expresiones de horror. ¿Tengo monos en la cara o qué? Miro detrás de mí a ver si hay algún asesino en serie listo para degollarme, porque sino, no entiendo qué les pasa a los demás. ¿Qué les pasa conmigo? ¡Todos éramos Restos de Desesperación sin ninguna excepción!
Solo bastan unos segundos para que la ansiedad que me da la presión sobre mí se aparezca y me obligue a correr fuera. No busco ningún lugar en específico al que ir. La única razón para eso es que ya estoy perdida, algo normal por haber salido así y sin conocer nada de aquí.
De todas formas, ¿por qué estoy siendo tan sensible? Quizá solo soy yo, que estoy poco receptiva y nada más. ¿El problema soy yo? ¿Qué es lo que hice en el pasado que tanto terror provoca en sus rostros? Desearía que alguien me lo explicara, pero dudo que después de esto alguien me vaya a buscar tan solo para eso.
Por no prestar atención adonde corría, me choco con alguien y caemos al suelo. Sobo mi brazo lleno de vendas al sentir el escozor por apoyarme en él. No presto atención a la persona detrás de mí, simplemente me echo a llorar. Es un poco por todo, no solo por la actitud de los demás hacia mí. Se trata de todo a lo que nos hemos estado enfrentando. Demasiadas emociones en tan poco tiempo.
-Ey, tranquilízate. ¿Qué sucedió? -Una suave y melodiosa voz se abre paso entre mis sollozos. Ese hilillo de voz transmite serenidad y llena cada hueco de mis oídos de su paz. Miro a mi interlocutora. Una preciosa mujer con poco más de veinte años toma mi mano para que me levante del suelo.
Tiene una sedosa cabellera rubia que llega hasta sus muslos recogida en una coleta adornada de una trenza en forma de corona junto con un lazo de terciopelo negro. Una suave piel igual a la porcelana enmarca su delicada mandíbula. Tiene unos ojos de un turquesa grisáceo que transmiten dulzura, carácter y sensibilidad, todo a la vez. Se nota que es de occidente. La mujer viste un uniforme que derrocha calidad, a pesar de ser relativamente discreto. Y por último, una sutil y encandiladora sonrisa acuna sus sonrosadas mejillas. Es como si se tratara de una princesa de cuento.
-Yo... lo siento -me disculpo y trato de seguir mi camino a ningún sitio.
-¡Oh, espera! Estabas llorando, ¿no? -inquiere con una ligera preocupación.
-¿Ah? No, no... No se preocupe por mí. -Trato de sonar educada y discreta. Esta mujer transmite un alto rango con tan solo escuchar su voz y ver cómo luce.
-Anda, ven aquí. -Agarra mi mano y me atrae a ella para que no pueda irme-. Me llamo Sonia Nevermind, ¿y tú?
-Ca... Catherine... Marrowbone. -El gesto de la mujer se sorprende y abre los platos. De seguro conoce a mis padres...
-¡Entonces eres hija de los doctores Marrowbone! ¡Los admiro muchísimo! -exclama alzando sus puños emocionada.
-En realidad, no soy su hija. Ya no... -Desvío la mirada con un pequeño dolor en mi pecho.
-¡O-oh! -Se tapa la boca arrepentida-. Debí haberme dado cuenta... Nunca había oído hablar de su hija y supongo que... -Deja las palabras en el aire y me abraza. Todo su olor también es dulce. Un aroma frutal con pizcas de canela y vainilla. No sé ni cómo lo hace pero consigue reconfortarme-. ¿Por qué llorabas, cielo? -inquiere tomando mis mejillas tiernamente.
-Yo... Agh, es que soy muy débil... -contesto vagamente.
-¡No digas eso! Conozco tus últimas hazañas y sé que has podido animar a tus amigos sin darte por vencida. -Miro a Sonia con inquisición. ¿Quién es? ¿Cuánto sabe de mí?-. Tu determinación y firmeza por mantener a tu clase junta me recuerda mucho a la de ella... -termina con una nostálgica sonrisa.
-¿Ella?
-Sí, ella. *Ella* era la delegada de nuestra clase. Era dulce y defendía a todos. Nos mantenía unidos.
Fijándome mejor en el rostro de Sonia, puedo darme cuenta de algo y es que me es extrañamente conocida. Es decir, sé que no la he visto antes porque no sabía ni su nombre, pero al verla es como si la hubiera visto en varios sitios... ¡Ah, pues claro!
-¿Perteneciste a la clase 77?
-Me has pillado, sí. Era la princesa definitiva. Y también formé parte de los Restos de Desesperación... Una terrible época, desde luego -dice con pena.
Por eso me sonaba tanto su cara. Sonia Nevermind es el nombre también de la princesa del reino de Novoselic, que tras asesinar a sus padres se convirtió en la reina para causar la desesperación. Supongo que es ella. Lo sé porque yo nací en un país cercano: Grecia. Como estaba relativamente cerca -y además en la capital del país, con lo cual al ser un Resto de Desesperación, no vacilaría en atacarla- y por aquel entonces yo vivía en un orfanato de Atenas, ahora puedo reconocerla mejor. El séquito que nos invadió bajo su mandato me hizo vivir de huidas constantes, sin embargo, no creo ser capaz de odiarla. Ahora parece una persona completamente diferente. E inofensiva. Y además, se supone que yo también he sido así aunque no lo recuerde. No debería juzgarla por su pasado, aunque causara destrucción y caos, a parte de desesperación.
-Y supongo que sabrás que yo también... -insinuo alejándome un poco.
-Sí, pero eso es pasado, ¿no? Entonces no hay nada malo contigo -me corta y vuelve a tomar delicadamente mis manos.
No puedo evitar sentirme terriblemente culpable por ser descortés con esta mujer tan educada y amable. Sus rasgos tan delicados se contraen un poco al ver como de mis mejillas ruedan algunas lágrimas.
-Ey, no estés triste. Todo irá bien -dice con dulzura-. Lo único que tienes que hacer es no rendirte, justo como has hecho hasta ahora.
Me consuela que ella emplee su tiempo en hacerme sentir mejor. Debería simplemente hacer lo que ella me dice. Seca mis últimas lágrimas y le da un suave toquecito a mi nariz para sonreírme con gracia.
-Mu-muchas gracias... -Le doy un abrazo rápido.
-¿Quieres que te acompañe a algún sitio en especial? -inquiere tomando una actitud más seria pero sin perder su cortesía y amabilidad.
-En realidad, no... No tenía pensado ir a ningún sitio, solamente huía por huir. -Me encojo de hombros.
Sonia suelta una leve carcajada.
-En ese caso, ¡déjame presentarte a algunas personas! -dice animadamente. No puedo negarme, sobre todo porque no tengo nada mejor que hacer.
-De acuerdo. ¿A quiénes? -inquiero inclinando mi cabeza.
-¡A mis amigos! -Coge mi mano y me conduce a un paso ligero a través de los pasillos.
Salimos del edificio y nos metemos en otro. Parece hecho especialmente para alguien que se dedique a hacer trastadas con chatarra.
-¡Kazuichi! ¿Estás ahí? -pregunta Sonia con la mano en la boca para crear más volumen.
-¡Señorita Sonia! -exclama una voz.
De detrás de una máquina extraña que aparenta ser peligrosa aparece un hombre de una edad parecida a la de Sonia. Tiene un excéntrico pelo de color rosa tapado por un gorro. Su sonrisa me da escalofríos; es porque parece haber limado sus dientes de una forma afilada e intimidante. Viste con un mono de mecánico de un verde poco discreto. Que brilla como un cono, vamos.
-Te presento a Catherine Marrowbone, la cirujana definitiva -dice la rubia. No recuerdo haberle dicho mi talento. Supongo que sabe de mí más de lo que creo.
La imborrable sonrisa del tal Souda se borra al conocer mi nombre.
-¡Pero señorita Sonia! ¡Esa chica es peligrosa! -exclama con una expresión de horror. Yo me limito a mirar hacia otro lado fastidiada. Todo esto ya me cansa...
-Al igual que ocurrió con nosotros, ella ya no lo es -explica con una expresión algo molesta. Pone una mano en mi hombro-. Ella es como nuestra delegada.
Su gesto cambia. Me analiza con una mirada. Sus pequeñas pupilas asustan. Pensar que era él el que tenía miedo de mí...
-Tiene un aire, vaya. ¿Es ella la delegada de su clase?
-Sí, sí lo es -dice Sonia.
-¿Ah, sí? -inquiero yo.
-¡Claro que lo eres! ¿No lo recuerdas? -Sonia parece sorprendida.
-Pues no... Mis recuerdos sobre el curso a partir de enero hacia adelante son borrosos...
Abre su boca un poco y después la cierra con una cara de entender. Yo sigo sin entender nada. Nadie me explica por qué no recuerdo nada ni cómo fue todo. Y parece ser que soy la única que no lo sabe porque mis compañeros parecían estar muy seguros de que yo era un Resto de Desesperación.
Me da en la nariz que no todo es como me lo contó Rantaro...
-En todo caso, ¿quieres saber qué es esta monada? -Kazuichi le da unas palmadas a esa máquina que estaba detrás de él.
-¡Claro! -digo algo más animada.
-Mira. Todo este mecanismo que termina en punta lanzará rayos que vendrán de este generador que he colocado aquí -explica orgulloso. Señala cada una de las partes de la máquina.
-¿Para qué sirve? -inquiere Sonia.
-Es para derribar la base de esa niña -responde él.
-¿Niña? ¿Qué niña? -inquiero.
-Oh, no te preocupes. Luego te llevaré ante alguien que te lo contará todo -dice Sonia animada-. Bueno, Kazuichi. Nos vamos a ir a que Carine conozca al resto.
-Oh, está bien. ¡Adiós señorita Sonia! -se despide con una expresión risueña.
-¿Carine? -inquiero mientras volvemos al edificio principal.
-Se me ocurrió que sería un bonito apodo -se explica sonriendo dulcemente.
El siguiente sitio al que me lleva es un estudio de fotografía. La sala está iluminada por luces rojizas y dos figuras femeninas se visualizan frente a una mesa. Sonia prende el interruptor de la luz para poder ver con claridad. Son dos mujeres. Una vestida con un kimono tradicional y la otra con unas prendas simples y una cámara colgando de su cuello.
-¡Hola! Si no me equivoco, tú eres Catherine Marrowbone, la cirujana definitiva -dice entusiasta la más alta de las dos-. Mi nombre es Mahiru Koizumi y en Pico de Esperanza me conocían como la fotógrafa definitiva. ¡Un placer!
-Soy Hiyoko Saionji, la bailarina folclórica definitiva -se presenta la otra chica algo más baja con una sonrisa.
-Un placer. -Les agradezco internamente que a pesar de conocerme sean tan amables conmigo. Incluso me atrevería a decir que estaban emocionadas.
-Acércate -me anima Mahiru-. Estábamos analizando unas fotografías que he sacado antes sobre la posible base de nuestro enemigo.
Voy hasta su lado y observo lo que tiene. Son varias imágenes desde distintos ángulos y distancias en las que se puede ver una edificación con las letras de "Monaca" en grande sujetas por varias cuerdas de un color verde neón.
-¿Qué significa Monaca? -inquiero.
-Es el nombre de nuestra enemiga. Supongo que el director te explicará quién es y lo que quiere -explica Mahiru.
-Oh, entiendo.
-¿Y para qué lo quieres saber? ¿Es que vas a aliarte con ella de nuevo? Ji, ji, cómo se nota que no has cambiado -se burla Hiyoko. Tiene expresión de niña buena, pero se turba cuando dice eso con maldad. Menuda doble cara...
-¿Qué? ¿Aliarme con ella? ¿Por qué haría algo así? -inquiero algo molesta por el tono de Saionji.
-Está claro -asume burlesca-. Eres más mala que el hambre... A mí no me enga...
-¡Saionji! -la interrumpe Mahiru enfurecida-. ¡No deberías decir esas cosas! Y menos cuando nosotros no somos el mejor ejemplo para criticar...
Yo sigo sin entender nada. De hecho, cada vez comprendo menos por qué el miedo y el desprecio hacia mí. No sé qué es lo que hice para merecerme algo así y eso me hace sentir incertidumbre.
[...]
Sonia y yo visitamos las salas en las que están el resto de los antiguos estudiantes definitivos de la clase 77. Entre ellos, Hajime y Mikan. También conozco a un chico -el exafortunado definitivo- llamado Nagito Komaeda, bastante raro, por cierto. Aunque no tan raro como Ghundam Tanaka, que era el criador definitivo. Él y Sonia parecen compartir gran complicidad.
Cada vez encuentro más semejanzas de nuestra clase con esta otra. Todos hemos sido Restos de Desesperación pero a pesar de eso seguimos unidos, o eso creo. Bueno, nosotros no hemos perdido a un compañero.
Aún.
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