XXII
Abro mis ojos lentamente para encontrarme a Rantaro frente a mí. Me contempla con ternura y preocupación.
—Es hora de ponernos en marcha —me dice y me ayuda a levantarme.
—¿Cómo van tus heridas?
—Gracias a ti las siento como unos pequeños rasguños —Le quita la importancia riendo.
Si tan solo fuera así...
—De todas formas, si me pudieras dar otra píldora para el dolor te lo agradecería. —Lleva una mano a su nuca con una bonita sonrisa. Le entrego lo que me pide rebuscando en mis bolsillos.
Mientras nos reunimos con los demás, pienso. El sueño que tuve... casi no lo recuerdo, pero me inquietan aún esas últimas palabras que el Rantaro de ese sueño me dijo.
"Tú le sonríes a esa desesperación a la que llamas esperanza y la contagias sin importarte el daño que hagas", así dijo. No entiendo esa referencia, ¿es que acaso la esperanza también hace daño? Raro, ¿no? De todas formas, tampoco tiene mucho sentido darle vueltas a algo que no deja de ser eso, un sueño.
Me reúno con mi grupo, no sin antes despedirme de los otros deseándoles la mejor de las suertes. Separarnos es lo más sabio pero seguimos corriendo peligro.
Esta vez iremos sin posiciones exactas ya que somos menos y necesitamos cubrirnos todos unos a otros.
De repente siento unas manos agarrar mi brazo.
—¿Miu? —pregunto sorprendida.
—E-esto..., yo... ¡Cuídate! —dice para acto seguido abrazarme fuertemente.
—Miu... —murmuro sintiéndome de repente muy triste—. Cuídate tú también. —Acaricio su desordenado cabello.
Por encima de todo, espero y deseo que nada la pase a Miu, mi mejor amiga. No. Sé que ella estará bien. ¡Va armada hasta los dientes! Antes de salir hizo muchas armas mejoradas para todos y para ella creó unos brazos robóticos que le cubren las espaldas con una especie de bazuca mejorado que puede arrasar con muchos atacantes. Obviamente, sin ser mortal. Tan solo les aturdiría. Masaru nos advirtió de que sus vidas aún son valiosas, así que no podemos matarles a menos que sea extremadamente necesario. Y para eso, Miu ha cargado ese bazuca con pequeñas bombas de pintura, basándose en un conocido videojuego. Ella siempre tan inspiracional.
—Vamos, Catherine. —Kaede aparece detrás de mí.
—Gracias por interrumpir este precioso momento, Kaidiota —farfulla Miu al separarse de mí.
Kaede me mira confundida y yo me encojo de hombros divertida. Su ceño se frunce pero después un brillo maligno en su mirada se descubre justo antes de acercarse a Miu y quedarse plantada delante de ella. Enseguida la actitud de Miu cambia y trata de echarse hacia atrás, pero Kaede la atrae hacia ella y la abraza también, provocando que las mejillas de la otra rubia se tiñan de un potente rojo.
—Ii-iiih... —se queja Miu estrechando con sus temblorosas manos la espalda de Kaede a duras penas.
—Ey, grupito de rubias, guardaros vuestros denigrantes deseos de hacer un trío para cuando tengamos la paz mundial, ¿queréis? —nos interrumpe Kokichi con un tono que me da escalofríos pero a la vez me causa risa.
—Nos vemos, Miu —me despido una última vez con un abrazo.
—Prometo no tirarme a tu novio —bromea volviendo a ser la de siempre. No puedo evitar darla un puñetazo en el hombro riendo.
Me reúno con mi equipo, que es el primero en salir, y tras revisar que no haya peligros, retomamos nuestra aventura. Ahora ya estamos fuera, mitad vulnerables, mitad invencibles.
Lista para lo peor, intento armarme de valor y enfrentarme a lo que sea junto con mis compañeros. Sí, definitivamente todo estará bien.
[...]
Con la respiración peligrosamente agitada, por fin llegamos al imponente edificio. Suplicamos desde el otro lado de las altas verjas electrificadas que nos dejen entrar.
—¡No están persiguiendo! ¡¡Ayuda!!
Y es verdad. Personas Monokuma se acercan a nosotros y aunque les hemos podido ganar un buen trecho de distancia, terminarán alcanzándonos si no nos dejan pasar. Si eso ocurre tendremos que emplear irremediablemente la fuerza.
—¡Tenemos heridos! ¡Por favor!
Ah, sí. Durante el asalto que nos pilló desprevenidos, a algunos no nos sonrió la suerte de la misma forma que a otros sí. ¿Y por qué uso la tercera persona del plural? Porque, efectivamente, yo estoy herida. Intenté esquivar y librarme de las personas Monokuma, pero finalmente una logró apuñalarme en el brazo. Podría haber sido peor; podría haberme alcanzado en el pecho o estómago. Considero que dentro de lo que cabe, he tenido cierta suerte. Hemos tenido suerte. No hay ningún herido de gravedad. El problema está en que aunque solamente corramos peligro de muerte si no nos tratamos —cosa que aún puedo hacer— si nos alcanzan, no podremos defendernos en condiciones.
A la vez que divisamos a las personas Monokuma, agentes vestidos de traje negro salen de la gran puerta principal para dirigirse a nosotros. El vallado comienza a abrirse para dejarnos pasar. Yo necesito ayuda... Me siento mareada por la pérdida de sangre. Y para rematar, hemos corrido durante mucho tiempo, condiciones que para los que estamos heridos, son hasta letales. Kaede pasa mi brazo por su hombro para ayudarme a sostenerme en pie una vez dentro y por fin a salvo. Sin embargo, la vista se me nubla y con una mueca de dolor, me desequilibro y caigo al suelo de rodillas.
—¡¡Catherine!! —exclama una alarmada Kaede al ver mi rostro palidecer.
Siento frío por todo mi cuerpo. También sudo... Creo que estoy a punto de perder el conocimiento.
Apretando los ojos por el dolor en mi brazo, siento ser levantada del suelo. Miro sutilmente de quién se trata. Es uno de esos hombres de negro. ¿Trabajarán en la Fundación del Futuro? No lo sé. Agh, me siento desfallecer. Todo el dolor y cansancio en mi cuerpo desaparece y dejo toda esta realidad llena de violencia y crueldad por un momento.
[...]
Otra vez el mismo sueño. Todo de negro con un pequeño vórtice lleno de luz. Lo traspaso para encontrarme de nuevo con Rantaro apoyado contra un árbol nuevamente. ¿Qué me va a contar ahora?
A diferencia de la primera vez, ya sé casi todo de este sueño. Rantaro me transmite enigmas que no entiendo, luego desaparece, todo mi entorno se vuelve negro... y bla, bla, bla.
—¿Y ahora que será? —pregunto inquietada por su silencio.
—Actúas como si nada hubiera sucedido. Como si no fueras culpable.
Lo ha conseguido. Tengo curiosidad.
—¿Culpable de qué? —inquiero con una ceja arqueada.
—Me gustaría decírtelo, pero no lo sé. —Se encoge de hombros.
—¿Perdón?
—¿Qué esperabas? —cuestiona burlón—. No soy real. Soy solamente parte de tu subconsciente.
—¿Qué...? —No entiendo nada de nada.
—¿Realmente no te sientes culpable por nada? ¿No te invade una deliciosa sensación de culpabilidad y desesperación al mirarles a los ojos? —inquiere abrazándose a sí mismo con una expresión enfermiza.
¿En serio hay una parte de mí que es así?
Esto empieza a darme canguelo...
—¿Acaso debería? Que yo recuerde, no he hecho nada malo como para sentir algo así... —Me alejo de él lentamente mirando al suelo. No puedo evitar hacerlo.
¿Qué mierda me pasa?...
—He ahí el nudo de esta pequeña historia a la que llamas "sueño". No lo recuerdas, ¿no? ¿Por qué será? —dice pensativo.
—¿Cómo que no recuerdo? Yo ya he recuperado mis recuerdos. —Me estremezco al mirar sus ojos. Están teñidos de un rojo vacuo que me transmite escalofríos.
Rojo de desesperación.
—La verdad se halla frente a ti. Yo soy esa parte que ha sido separada de tu mente por un programa de rehabilitación que salió mal, pero que en la inconsciencia sigue manifestándose. Y me asemejo a aquello que destruiste por completo. Desde los cimientos...
—¿Q-qué...?
¿De qué narices habla? ¿Y por qué? ¿Cómo he destruido a Rantaro? Porque supongo que se estará refiriendo a él. ¡Eso no es posible! ¡Jamás le haría algo así y menos a alguien como él! Tan solo no tiene sentido. Y mi cabeza ahora duele. Siento como si me estuvieran presionando los sesos con fuerza...
—Duele, ¿cierto? Eso es porque quieres recordar y no puedes. La neurología es un tema delicado, bien lo sabes. Si la voluntad es más fuerte que a lo que te someten, no hay manera de que la voluntad sea derrotada. En tu curioso caso, la desesperación no pudo contra la esperanza a la que fue expuesta, pero tampoco fue derrocada. Solo es cuestión de tiempo que la desesperación dentro de ti, o sea yo, gane. Volverás a ser la misma...
¿La misma...? No comprendo nada. El dolor de cabeza me hace caer al suelo. Comienzo a no ver nada de nuevo. Eso significa que el sueño se está acabando.
[...]
Abro los ojos lentamente. Siento que me pesa todo el cuerpo. No puedo hablar, tengo la boca seca. Cuando por fin puedo enfocar mi vista, por fin el resto de sentidos vuelven también. Noto algo en mi mano. A penas giro la cabeza veo lo que me está tocando, o más bien agarrando. Una mano enlaza la mía. Algo más arriba, veo a Rantaro sentado —del revés— en una silla. Su cabeza recae sobre su mano apoyada en el respaldo de la silla. Duerme profundamente. ¿Cuándo llegó? Y ¿cuánto tiempo llevo durmiendo?
Acaricio con mi pulgar la palma de su mano para despertarle. No es que quiera molestarle, pero me gustaría que me soltara. Estoy atada por varias partes del cuerpo a la cama y no sé por qué.
Abre sus ojos parpadeando varias veces, dejando ver la para nada humilde longitud de sus pestañas. Su gesto se sorprende al verme.
—Hola —digo mostrando una pequeña sonrisa.
Se levanta de su asiento y se arrodilla a un lado mío. Besa mi mano varias veces y después deja caer suavemente una de sus mano en mi mejilla sin soltar en ningún momento nuestras manos. Su pulgar danza sobre mi mejilla.
—Por fin has despertado —articula por fin.
—¿Cuánto tiempo he dormido?
—Desde que llegasteis aquí por la tarde los últimos. Es por la mañana. —Frunzo mi ceño. ¿Los últimos? No pude ver a nadie, claro. Entonces ellos llegaron primero.
Hay algo que me extraña en todo esto. Rantaro está raro. O sea, está siendo muy dulce y atento conmigo y no debería poner pegas a eso, pero puedo notar perfectamente algo de preocupación en él. No es ese tipo de preocupación por saber si estoy bien, sino una preocupación acompañada de inquietud, como si algo malo hubiera sucedido. Prefiero ignorarlo por el momento.
—¿Qué pasó después? ¿Los demás están todos bien? Masaru también salió herido tratando de defender a Ryoma...
—Masaru y el resto están bien —dice—. Todo ha ido muy bien. —Otra vez esa sensación de que está inquieto. ¿Me está ocultando algo?
—¿Qué no me estás contando? —inquiero sin rodeos.
—¿Qué?
—Intentas evitar algo. Cuéntamelo. Sea lo que sea, está bien. —Sonrío acariciando su mano.
—Bueno, está bien... Pues...
—Espera —le interrumpo—, ¿podrías desatarme primero?
—Ah, sí, claro. —Hace lo que le pido y afloja el cuero de mi otro brazo. Me siento nerviosa cuando tiene que desatar mi cadera...—. Se trata de anoche. Empezaste a gritar "desesperación" de la nada y a agitarte frenética. Catherine, te estabas golpeando la cabeza contra el suelo. —Pone una mueca triste—. Por eso estabas atada. Supongo que tuviste una pesadilla o algo así.
Conque una pesadilla, sí. Algo así.
—Oye, no te preocupes. Ahora estoy bien, ¿no es así? —trato de despreocuparle acariciando su mejilla con mi mano ahora libre.
—Sí, sí. Solo era eso, nada más. —Aún después de esto sé que no me ha contado la verdad, pero prefiero ignorarlo. No será asunto mío. Sino me lo contaría.
O eso prefiero creer.
—¿Puedo salir de aquí? —inquiero cambiando de tema.
—No creo. La enfermera dijo que tendrías que descansar mucho después del gran esfuerzo que hiciste. —Me sonríe.
—¡Pero yo me noto bien!
—Pero la enfermera...
—¡Y a mí qué me importa! Creo que tengo suficientes conocimientos en medicina como para poder autoevaluar mi estado —afirmo inflando mis mejillas.
—¡Oh! ¡P-pero no sientes dolor porque te inyecté una sustancia para que no los sintieras...! —dice una chica de cabellos morados entrando en la sala sin previo aviso.
—¿Y tú quién eres? —le pregunto mirándola fijamente. Sus ojos también son púrpura.
—¡Perdón! ¡Perdón...! N-no era mi intención molestar —suplica la chica con sus ojos humedecidos, como si fuese a llorar de pavor.
¿Qué pasa con ella?
—No es necesario que te pongas así, mujer. Que no pasa nada... —la tranquilizo.
—Ella es Mikan Tsumiki, cuando iba a Pico de Esperanza como estudiante se la conocía como la enfermera definitiva —me informa Rantaro.
—Así es...
—¡Oh! ¡Ese es un talento muy parecido al mío! —exclamo ilusionada—. Un momento. ¿Qué dices que me has inyectado para el dolor?
—Es... es una invención de la que era la farmacéutica definitiva... Cuando los agentes de la Fundación del Futuro fueron a su casa a recoger sus cosas, decidieron enviarme los documentos en los que tenía por escrito todas las recetas de sus medicinas para que ni ella ni lo que hizo quedara en el olvido... —me explica con algo de timidez.
—Ya veo...
—Seiko Kimura, ¿no? Murió en la matanza mutua de la Fundación del Futuro, según me han informado —inquiere Rantaro.
—Sí, así es.
—¿Matanza mutua? ¡¿Aquí también?! —exclamo alarmada incorporándome de golpe. Siento como todo da vueltas.
—¡¡No!! ¡No hagas eso! —me casi grita (si no fuera por su bajo tono de voz) Mikan. Aparece rápidamente a mi lado y me tumba de nuevo. Acciona algo más segura de sí misma y hace cosas como tomarme la temperatura—. Te contaré... No fue aquí, sino en una isla. Justo antes de que La Tragedia terminara...
—¿La tragedia...? —inquiero.
Rantaro no deja de agarra mi mano a la vez que presta atención a lo que dice Mikan.
—El Suceso Más Trágico, Más Grotesco Y Más Terrible de la Historia de la Humanidad —dice entrando por la puerta un chico de la altura de Rantaro. A diferencia de él, este es moreno y posee un ojo de color miel y otro rojo. Algo extraño...—. Antes de nada, soy Hajime Hinata. Eso sucedió hace casi tres años. Todo empezó con la clase 77, a la que pertenece Tsumiki —comienza explicando. Señala a Mikan—. Junko Enoshima y Mukuro Ikusaba, las desesperaciones definitivas, pusieron su punto de mira en esa clase para transformarles en desesperaciones definitivas también. Y retrocediendo un poco, me usó a mí para comenzar la primera matanza mutua entre el consejo estudiantil de Pico de Esperanza. Todo sería grabado por ella para provocar ira y desesperación entre el curso de reserva, desatando disturbios por la escuela y la ciudad que terminarían en un suicidio múltiple. Nosotros entramos justo después como Restos de Desesperación cuando nuestra delegada fue ejecutada delante de todos mis compañeros, haciendo que perdieran la cabeza.
—Es terrible... —Tapo mi boca con una mano.
—Y ni siquiera he terminado —dice mirando un pasador recién sacado de su bolsillo. Parece merch sacado de un videojuego por los píxeles—. Después, la clase 78, la clase de Junko y Mukuro, se encerraron en la escuela para protegerse. Entonces, pondrían la siguiente parte de su plan: retransmitir la desesperación. Junko, a través de Monokuma, que ya sabrás quién es, hizo que todos sus compañeros se mataran entre ellos mientras todo era grabado y transmitido. Incluso llegó a matar a su hermana que se estaba haciendo pasar por ella. Todo terminó con seis supervivientes y Junko ejecutándose a sí misma. Pero no todo quedó ahí. —Se cruza de brazos—. Nosotros, los Restos de Desesperación, seguíamos por el mundo. La Fundación del Futuro acogió a cinco de los seis supervivientes, dejando a una a parte para cumplir con otra misión en otra ciudad, y uno de ellos, Makoto Naegi, nuestra esperanza definitiva, nos puso bajo el programa NeoWorld para reformarnos. Para vigilarnos, dos I.As fueron creadas. Una de ellas a partir de alguien a quien todos queríamos volver a ver: la delegada. Tiempo después ese programa fue usado por vosotros.
—...
No sé qué decir. Es tan abrumador... Pero hay algo que no me cuadra. Junko... ¿está muerta?
—¿Y cómo entramos nosotros en desesperación? ¡Si Junko murió! —inquiero desconfiada.
Me sorprende que con esta verdad revelada, Rantaro esté tan tranquilo. Aunque ¿debería sorprenderme? Rantaro suele mantener la calma siempre. Entonces, ¿qué me inquieta? Hay algo más...
—Vosotros entrasteis en desesperación por un vídeo que dejó Junko. Un vídeo de desesperación os hizo enloquecer. El vídeo de desesperación definitivo. No erais Restos de Desesperación, como nosotros. Vosotros erais el Legado de Junko. La razón por la que se ejecutó tan confiada. Ella sabía que con Naegi vivo necesitaba un plan B. —Hajime hace una pequeña pausa para mirarme con severidad—. En concreto, tú fuiste la más peligrosa de todos. No solo por tu talento que podría haber traído una discordia nunca antes vista, era por la influencia que tenías sobre los demás. No solo fuiste la más desesperada y la que antes enloqueció, eras la delegada de tu clase. Con ese poder podías hacer casi lo que quisieras. Si no fuera porque esta vez la Fundación estaba preparada y no pilló al mundo desprevenido, una catástrofe muy superior a la primera podría haberse producido.
Es que me imagino haciendo daño a alguien y no puedo. ¡No es posible! ¡No lo es! Yo... yo no soy así. Nunca sería capaz de hacer tal cosa. Traer desesperanza al mundo es algo que simplemente no visualizo. No recuerdo que nada de eso sucediera.
—Si todo eso ha ocurrido de verdad, ¿por qué no recuerdo nada?
Me acuerdo de La Tragedia. Lo mal que lo pasamos durante esos casi tres años que duró semejante calvario. Cómo con mis apenas cinco amigos del orfanato logré sobrevivir sin que ni yo ni ninguno de los otros cayéramos en la desesperación de lo que se gestaba entre nosotros. Después de un año de La Tragedia, Pico de Esperanza abrió sus puertas y me seleccionó como la cirujana devinitiva. Y con la suma de dinero que ganaba con intervenciones que ejecutaba en hospitales locales y la que tenía que hacer en mi examen final, lograba mantener el orfanato.
Después de eso todo es borroso en mis recuerdos, pero que me digan que casi provoco una de las mayores catástrofes del planeta... Yo no soy Junko ni jamás lo seré. De todas formas, no me queda de otra que afirmar que lo comprendo y acepto todo, aunque no sea así.
—Y bien... ¿cómo te encuentras? —inquiere Mikan juntando sus manos.
Voy a lo simple y finjo que todo está bien.
—Entonces... ¿maté gente?
—S-sí... A muchas personas —dice Mikan.
Trago pesadamente. Siento una gota de sudor resbalarse por mi sien.
—Aunque pudo ir a mucho más —añade Hajime.
—Lo comprendo y lo acepto. Ya no tiene relevancia que me afecte por mi pasado. Al fin y al cabo, no es la primera vez que tengo que dejar atrás el pasado —digo mecánicamente, casi como un robot.
No me creo del todo eso de que haya sido una asesina y eso del Legado de Junko. Si es así, de la misma forma tengo que asumirlo y enmendar mis errores. Tengo que compensar todo el daño que he hecho, pero ¿cómo?
¿Cómo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro