XX
Despierto con los primeros rayos de Sol y una mano sacudiendo mi hombro sin brusquedad. Es Maki.
Los demás están dormidos aún. Supongo que aprovechando que no iba a dormir, se quedó haciendo guardia durante el resto de la noche en cuanto yo me quedé dormida. Levanto aún con sueño y antes de despertar a los demás, abrazo a Maki otra vez. Agradezco que sea mi amiga.
—¡Qué haces! —inquiere. No suele aceptar el contacto físico así porque sí.
—Me apetecía abrazarte —murmuro contra su hombro.
Tras separarnos y antes de ir a despertar a Miu en la otra esquina, le dirijo una amplia sonrisa.
Pellizco a mi amiga en las mejillas. Se despierta y golpea mi brazo antes de abrir los ojos asustada.
—¿Qué coño haces? —grita y enseguida pongo un dedo en sus labios para que guarde silencio.
—¿Eres boba? Esos dementes nos podrían oír. —Me río en bajo. Tengo un extraño buen humor en este nuevo día.
Le ofrezco mi mano y la toma para levantarse. Despertamos a todos uno a uno. Poco a poco. Al estar todos en pie, seleccionamos el teléfono con más batería, en este caso el de Suichi, para llamar al otro grupo. Enseguida descuelgan y se oye la voz de Kaede al otro lado.
—Buenos días. ¿Todo bien? —inquiere a través del otro lado de la línea.
—Sí, todo en orden —contesta el detective.
—Os estamos enviando nuestra ubicación —dice Kirumi tras echar una vista a Ryoma y a Nagisa que le sacan una foto al mapa extendido sobre el suelo.
—¡Ya la recibimos! —se oye decir a Tsumugi de fondo.
—Perfecto. Bueno, pues parece que no estamos tan lejos, dentro de lo que cabe. —Kaede luce aliviada. Un suspiro que deja salir y que oímos a la perfección lo denota.
—Bien, ¿y si nos encontramos en este punto? —sugiere Kirumi a la vez que manda la foto del mapa con un círculo de color alrededor de un punto al que se puede llegar con rutas fáciles.
—Parece lo suficientemente seguro y no es tan enrevesado como una callejuela —dice Masaru.
—Sí, y además al lado hay un sitio para el que solo la Fundación del Futuro tiene acceso. Quien llegue antes puede refugiarse allí hasta que llegue el otro grupo —asegura Nagisa.
—Pues ¡decidido! —exclama Tenko.
—Atua me indica que todo irá bien —entona risueña Angie.
—Entonces nos veremos allí. Suerte —termina Rantaro. Su voz, a pesar de sonar más robótica por la llamada, me llena de calma y seguridad entre todo este caos.
—¡Adiós! —nos despedimos todos.
Suichi cuelga el teléfono.
—Pongámonos en marcha —dice Kirumi.
Con extrema cautela, salimos del edificio y seguimos el camino trazado. Nos escurrimos entre las calles para no ser descubiertos. Sin embargo, no encontramos a ninguna de esas personas de ayer.
"Es extraño que *ellos* no estén por aquí... ¿Estarán durmiendo?", pienso extrañada por su ausencia. Si acaso vinieran, se les oiría de sobra. El repiqueteo que emiten al correr les delata a pesar de no ser muy ruidoso.
Mi preocupación otra vez se inclina al otro grupo, en especial a Rantaro. ¿Cómo irá su herida? Ha pasado poco más de un día desde que salimos de la escuela y está herido de gravedad. A mí tampoco me ha durado mucho el uniforme limpio. Si bien se manchó de la sangre de Rantaro, no lo apañe con el corte de anoche. Ahora que el efecto de los estimulantes ya ha terminado, puedo sentir el agudo escozor cada vez que cierro o abro la mano. Mientras nos alistábamos para ponernos en marcha de nuevo desinfecté el corte y Maki volvió a vendármelo sin tener que pedírselo. Me he dado cuenta de que es muy observadora.
Pasamos por la carretera que lleva directamente hacia donde hemos acordado vernos. Ya no nos puede quedar mucho. De hecho, al mirar en mi teléfono la hora, me sorprende ver que son las dos de la tarde. Con la sensación que no para de atacar continuamente mi cuerpo por pequeñeces como un simple crujido o alguna que otra piedra cayendo —algo normal cuando los edificios están para demoler— tengo el estómago cerrado.
Hemos reordenado las posiciones en caso de que no podamos huir y tengamos que abrirnos camino. Maki, Suichi, Kirumi y Ryoma irán al frente. Miu, Nagisa, Kotoko y yo iremos por el medio. Y Tenko, Angie y Keebo por detrás. Queremos asegurarnos de que aún estando separados, seguimos siendo fuertes.
De un momento a otro, por fin llegamos hasta el edificio. Nagisa se adelanta y saca de un bolsillo una tarjeta que escanea. La puerta blindada se abre rechinando y todos pasamos veloces para llamar la atención lo menos posible. Doy un largo suspiro cuando me siento a salvo por fin. No hay ventanas ni nada más en la habitación en la que estamos. Todas están tapiadas, como la falsa escuela, que para hacernos creer que estábamos en la verdadera, hicieron eso.
—¡Venid! —Kotoko nos señala unas escaleras.
"¿Más escaleras? Estoy harta de escaleras."
Llegamos a la planta alta, cuyas ventanas están intactas y sin blindar. Me asomo por ellas y casi se puede ver toda la ciudad. Esto es más alto de lo que esperaba. Con las prisas no me paré a ver cómo lucía por fuera. Podemos ver pasar a pequeños grupos de personas con el casco de Monokuma y solo deseo que a los demás les vaya bien.
[...]
Las horas siguen pasando y ellos no llegan. No me resisto y decido poner fin al silencio. Antes desenchufo mi teléfono —porque hay electricidad—.
—¿Y si les llamamos?
Todos me miran. Yo dirijo mis ojos a Nagisa. Como conoce este lugar mejor que nadie y parece hablar con más conocimiento que Kotoko, que parece ser más callada y eso que cuando habla sus emociones parecen un circo.
—Sí, está bien. La cobertura llega hasta aquí bien —responde y se acerca a mí. Los demás imitan su gesto.
Presiono el icono con el nombre de Kaede y la tensión aumenta con cada pitido que resuena por toda la habitación. Tarda un rato en cogerlo. Un rato en el que mi pecho comienza a inflarse y a desinflarse con un ritmo más agresivo. Pero al final descuelga.
—¿Catherine?
—¡Kaede! ¿Todo bien?
—Más o menos... Ha habido algunas complicaciones, por eso he tardado en cogerte el teléfono. Ahora ya estamos bien. —Suspiro.
—¿Qué pasó?
—Un montón de personas Monokuma nos atacaron y no nos quedó más remedio que salir por patas —explica con la respiración entrecortada.
—¡¿Y estáis todos bien?! —inquiere Tenko.
—Ahora sí, pero esas personas no corrían poco y pillaron a algunos. —Me aguanto la respiración—. A Tsumugi y a Rantaro les acorralaron, pero Gonta les pudo sacar del callejón en el que estaban.
—¿Qué...? —consigo articular—. ¡¿Y cómo están?! ¡¿Cómo está Rantaro?! ¡Está herido! —exclamo con las lágrimas acumulándose en mis cuencas.
—Cálmate, Catherine. Están bien, lo único que pasa es que Rantaro como está herido se le ha vuelto a abrir la herida y hemos tenido que vendarle usando nuestra propia ropa, así que después de que descanse un poco y lleguemos tendrás que vendarle bien. Y Tsumugi está bien. A ella la acorralaron por no dejar a Rantaro atrás. —Suspiro con pesar pero más calmada.
—Creemos llegar por la noche. Si nos pasó esto fue porque tuvimos poca cautela —dice Jataro.
—Está bien. Si ocurre otro percance como ese, avisadnos. Si colaboramos juntos podremos evitar este tipo de problemas —dice Kirumi.
—Está bien —responde Kaede—. Adiós.
—Cuidaros. —Y se corta la llamada.
—Estás más tranquila ahora —me pregunta Kotoko.
—Sí y no. Me alivia saber que están bien, pero ahora que las personas Monokuma les tienen fichados, es posible que corran más riesgos.
—¿Por qué hablas en plural? —inquiere de nuevo. Me pongo roja como un tomate al entender a lo que me está insinuando.
—N-no digas esas cosas. Me preocupan todos por igual, lo que pasa es que como Rantaro está herido, me preocupa su estado, ¡pero nada más!
Me recuesto contra una de las paredes y me pongo a ver de nuevo las fotos que tengo en mi teléfono por puro aburrimiento. Cada fotografía que tengo con Rantaro solamente hace que mi preocupación incremente su volumen, pero igualmente es la única manera de ver cómo está. De esa manera, el sueño me viene y me quedo dormida.
[...]
—¡¡Por favor, ayudadle!!
Despierto de un bote al oír esos desgarradores gritos.
¿Qué...?
Llevo mis manos a la boca y me pongo en pie rápida como el rayo al ver lo que se me presenta. Kaito lleva a Rantaro con un brazo pasando por su hombro mientras el mismo cojea. Corro como un torbellino hacia él en cuanto le posan sobre el suelo. Enseguida el suelo se llena de su sangre. Su ropa apenas puede verse algo empapada debido a la sangre seca que ya residía en su suéter.
—¡¿Qué ha pasado?! —pregunto gritando mientras levanto con suavidad el suéter y la camiseta que lleva debajo.
Él agarra mi brazo con fuerza y en sus ojos veo la agonía. Solo me queda de una.
—Íbamos a llegar y justo nos asaltaron —explica con la voz temblorosa—. Aunque estaba herido, no dejó que se llevaran a Himiko y por eso le atraparon y... su herida... —Abro los ojos de par en par y mis labios tiemblan al ver la zona herida de su abdomen morada por el esfuerzo y otro nuevo y profundo corte en el lado contrario, cerca de sus abdominales.
De mi falda extraigo un pequeño bote. Lo destapo y en una gasa cierto su contenido.
—Es cloroformo. —Este es el mejor momento para usarlo. De otra manera Rantaro no me dejará tratarle en condiciones por el intenso dolor.
—Catherine... —balbucea.
Sin dejarle tiempo a decir nada sobre lo que me acabo de sacar de la falda, pongo el paño improvisado de gasa sobre su nariz y boca. Durante unos segundos abraza mi brazo con fuerza y su mirada es de puro dolor. Por fin pierde el conocimiento y sus ojos se cierran. No hay tiempo para sentimientos, ¡él sigue perdiendo sangre!
Enseguida saco de mis compartimentos todo lo necesario y curo su herida como lo hice la última vez. Ahora viene la parte más complicada: coserle ese corte. Es tan profundo que no bastaría con tan solo vendarlo. Tengo que darle puntos de sutura.
Preparo el hilo y la aguja y con lágrimas en mis ojos —que seco para poder ver en condiciones—, entierro el fino metal en su piel y paso el hilo. Así sucesivamente hasta cerrar el corte, no sin antes desinfectarlo bien. Por último coloco algo de algodón con esparadrapo y gasa para protegerlo y favorecer la cicatrización.
Siento que vuelvo a respirar cuando por fin vuelvo a tapar su abdomen.
—Ten. —Jataro me ofrece un par de mantas, una botella de agua y un bocadillo envuelto en papel de aluminio. Lo acepto con ansias.
—En la cafetería encontramos la comida y el agua y en la enfermería las mantas. Será mejor que le tapes —me indica Kotoko. Asiento y hago lo que me dice.
Toco su mejilla suave. Está respirando suavemente. Su expresión parece imperturbable, tan angelical...
No me doy cuenta de la sed ni el hambre que tengo hasta que doy el primer trago y bocado. Rápidamente devoro el bocadillo de pavo. Al fin me siento saciada. Apoyo mi espalda contra la pared y miro a Rantaro de forma constante. No puedo dejar de mirar su tierna expresión profundamente dormida. No soporto la idea de que algo le pase y no pueda estar ahí. Necesito permanecer a su lado y estar lista para lo que necesite.
Me quedo así, sin levantar la vista que tengo sobre él, hasta que el anochecer empieza a cernirse sobre mí. Entonces Kaede se acerca a mí. Ni siquiera me percaté de cuándo apareció por la entrada.
—Los demás están cenando en la cafetería. Deberías venir y tomarte un respiro, Cath.
—No —niego—. Él podría despertarse y si necesitara algo y no estoy...
—Siempre lo haces —dice.
—¿Qué?
—Siempre acarreas con todo desinteresadamente. Y si no lo haces te sientes culpable. Siempre quieres dar todo de ti aunque eso te lleve al límite. Es digno de admirar, pero no estás sola. Todos estamos para apoyarte. —Acepto y tomo su mano para incorporarme.
Antes de ir hacia la cafería junto a los demás, me detengo y abrazo a Kaede.
—Gracias. Eres una gran amiga, Kaede —murmuró contra sus cabellos de miel mientras respiro su débil olor a colonia de algodón de azúcar mezclado con sudor.
—Gracias a ti, por estar siempre para todos.
Llegamos. Todos me reciben con un aplauso y vitoreos que me hacen enrojecer y asegurar que no era necesario. Comenzamos a cenar, justo como lo hacíamos hasta hace unos días; compartiendo sonrisas y bromas de complicidad. Extraño a Rantaro. Aunque tan solo esté unos pisos más arriba no puedo evitar sentirme devastada. ¿Por qué le pasa todo a él?
Finalmente me dejo llevar por el buen ambiente que se respira a pesar de nuestra situación y pierdo la noción del tiempo. No es hasta que pregunto la hora que no me doy cuenta de que han pasado más de dos horas. Realmente me hacía falta descansar.
Pero ¡han pasado más de dos horas! ¡Rantaro! Me despido rápidamente de los chicos y me voy escaleras arriba y sin sentir el cansancio. ¡Dos horas! ¿Cómo he podido dejarle solo durante tanto tiempo? ¿Y si se ha despertado?
Atravieso el umbral con el corazón a mil por la carrera arriba. Lo veo y no lo creo. ¡¡No está!! ¡No está! Vale, Catherine, relájate y piensa: Si no está es porque se habrá despertado y habrá podido levantarse por sí solo. Entonces ahora me toca buscarle. Estoy deseando poder volver a abrazarle.
Bajo las escaleras e inspecciono los servicios sin éxito.
Bajo otro piso con algunas salas más y las registro. Parece ser que este sitio era un bloque de oficinas que tras la tragedia fue reformado para aguantarlo todo. Es extraño, me siento observada desde hace un rato.
Llego hasta los servicios. Las puertas de los cubículos están abiertas de par en par. Ni rastro de él, así que tendré que buscar en otro piso hasta que...
—¡Aaaaahg! —chillo al encontrármele tan tranquilo frente a mí.
Mi pequeño rebote por haberme asustado así no dura mucho. Me lanzo a sus brazos con cuidado de no dañarle y siento que me hago pequeña entre sus brazos, que me corresponden al instante y me envuelven cálidamente. Finalmente nos separamos y nos miramos.
—Te he echado de menos. —Sujeta mi cara entre sus manos. Su pulgar me acaricia la mejilla.
—Estaba muy preocupada por ti. Creía que... —Ahogo mis palabras en otro abrazo. Probablemente terminaré llorando si llego a lo que más pavor me causa.
—No te preocupes, pequeña. Yo estoy aquí y gracias a ti, voy a permanecer a tu lado —me susurra besando mi frente.
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